Elena Garro, un teatro de excepción

Yvonn Márquez

El trabajo teatral de Elena Garro ha sido una constante en la investigación de la autora, quien presenta un boceto somero y preciso de los principales referentes en la dramaturgia de esta autora mexicana.

La vida y la obra de Elena Garro han estado cercadas por su tempestuosa relación con Octavio Paz, por sus desafortunadas intervenciones en la política y por el olvido y la miseria de sus últimos años.  Muchas veces su obra es observada desde el ángulo biográfico y dejando en segundo plano su calidad artística. Comparada con Usigli y con Sor Juana por Guillermo Schmidhuber de la Mora o Patricia Rosas Lopátegui, Garro fue una escritora excepcional, de crítica sagaz y de una madura inteligencia para crear personajes que muestran la tragedia del individuo, sus conflictos éticos y morales observando también el punto de vista social.

Elena Delfina Garro Navarro nació el 11 de diciembre de 1916 en Puebla. Sus primeros años vivió en la ciudad de México, pero durante la Guerra Cristera se trasladó a Iguala, Guerrero. Esta experiencia fue de gran importancia para la escritora; señala Rosas Lopátegui que fue ahí donde Elena desarrolló su poder imaginativo, además de vivir de primera mano “el enfrentamiento violento entre las dos cosmovisiones que definen nuestra historia e identidad mestiza mexicana”. Ese tiempo particular en la vida de Elena y para la historia mexicana la llevó a escribir su novela más célebre Los recuerdos del porvenir, merecedora del premio Xavier Villaurrutia en 1963.

Las décadas de 1950 y 1960 fueron la época dorada para Garro, pues escribió y publicó la mayoría de sus obras teatrales. En 1957 el grupo teatral experimental Poesía en Voz Alta, estrenó tres obras que fueron bien acogidas por el público, además, de recibir críticas que elogiaban su trabajo dramatúrgico. Y es que inmediatamente llamó la atención su lenguaje poético, experimentado y al mismo tiempo visionario, que incrusta muchas características de lo mexicano sin caer en regionalismos.

Aunque contaba con cuarenta años de edad, su presencia como escritora no dejó dudas de su solidez. Emmanuel Carballo señaló al respecto que “Si llega tardíamente al público lector […] llega dueña de un oficio, de un lenguaje poético y eficaz, de una sabiduría burlona con los cuales construye sus obras”. Con la pieza Un hogar sólido se consagra entre las grandes dramaturgas mexicanas. María Luisa Mendoza ha señalado que Garro es “la más grande escritora de nuestras témporas”. Por su parte, Víctor Hugo Rascón Banda, dijo sobre Elena que tuvo el ingenio de crear un nuevo estilo dentro del teatro, mismo que a pesar de dejar huella, no instaló una escuela dentro de las nuevas generaciones de dramaturgos.

Un hogar sólido y otras piezas en un acto fue el título que llevó la primera colección teatral de Elena en la que se incluyeron “Los pilares de doña Blanca”, “Andarse por las ramas”, “Ventura Allende”, “El encanto tendejón mixto”, y la obra homónima que le dio título a la colección. En 1983 la Universidad Veracruzana decidió hacer una nueva edición  en la que se incluyeron además “Los perros”, “El árbol”, “La dama boba”, “El rastro”, “Benito Fernández” y “La mudanza”, mismas que no habían sido reeditadas hasta la compilación que realizó el Fondo de Cultura Económica (FCE) en 2009, y que reunió en un solo volumen las dieciséis obras de teatro que Garro escribió completas a lo largo de su vida. Entre los títulos anteriores se suman “Felipe Ángeles”, “El rey mago”, “La señora en su balcón”, y dos obras que Elena escribió ya hacia el ocaso de su vida: “Parada san Ángel” y “Sócrates y los gatos”, ésta última publicada de manera póstuma.

Elena tenía una idea de que el teatro debía ser un lenguaje universal. Su formación como lectora a través de los clásicos griegos y latinos le hacía exigirse una escritura trascendente: “El teatro era el espejo del hombre y su destino”, le escribió a Guillermo Schmidhuber en una carta fechada el 27 de enero de 1982, en la que se quejaba de que el teatro había sido tomado por “impostores inventados por los políticos demagogos”. Y es que en las obras de Garro hay una severidad casi adoctrinante, pero colmada de poesía y de extrañas atmósferas en espacios y tiempos en apariencia cotidianos. Garro asombra por una pericia única para trastocar la realidad.