Oda a una hazaña

Pedro González Olvera

El autor analiza de forma meticulosa la obra reciente de Paco Ignacio Taibo II, la cual aborda un período histórico de México poco estudiado: 1854-1867. Sin duda una escisión del tiempo que genera aciertos, lo mismo que vacilaciones.

En 2017 se cumplieron 150 años del triunfo de los republicanos, encabezados por Benito Juárez y la que con toda seguridad es la mejor generación de políticos e intelectuales que ha dado México en toda su historia. En efecto, el 15 de julio de 1817, el Benemérito volvió a la ciudad de México, después de  cinco años, seis meses y 13 días que había durado la Guerra de Intervención y con ella el Imperio de Maximiliano.

La historiadora Patricia Galeana ha recordado, con razón, que este episodio nacional significó la segunda independencia de México, y es cierto. A partir de ahí, el país fue visto con respeto por las  potencias europeas que nunca más intentaron una nueva aventura, como la que realizó Napoleón III.

Sin embargo, los eventos oficiales llevados a cabo ni fueron suficientes ni estuvieron a la altura del significado histórico de la restauración de la República, a pesar de los esfuerzos de algunos gobiernos estatales y entidades como el Instituto Nacional de Estudios de las Revoluciones Mexicanas . Lo que si sucedió fue una casi explosión editorial de textos no sobre, curiosamente, los vencedores sino sobre los derrotados, pues proliferaron libros, históricos y de ficción, sobre ellos, es decir Maximiliano y Carlota y hasta del más repudiado de los generales conservadores, Leonardo Márquez, algunos de los cuales hacían énfasis en el 150 aniversario del fusilamiento de Maximiliano, como si éste fuera el motivo más relevante de la conmemoración. Peor aún, en el propio Castillo de Chapultepec se instaló una exposición fotográfica con el título “Querétaro. Fin del viaje imperial”, dedicada no a la hazaña del recorrido de Benito Juárez por el territorio nacional, sino al gusto de Maximiliano por los viajes, incluidas fotografías de su palacio de Miramar. Tal vez sea un signo de los tiempos que vivimos.

Una notable excepción de tal despropósito fue la aparición del libro, en tres tomos, del conocido escritor Paco Ignacio Taibo II que lleva por título Patria*, sobre el periodo histórico de nuestro país que va  de la Revolución de Ayutla, en 1854, hasta la caída del segundo Imperio, casi trece años de lucha continua entre liberales y conservadores por la implantación de su respectivo proyecto de nación.

En Patria, Taibo no esconde sus preferencias ideológicas, bien conocidas por lo demás, y desde el principio nos hace saber, por si fuera necesario recalcarlas, sus filias y sus fobias. Elabora una narrativa en la que los reformadores liberales, sobre todo los llamados rojos, ocupan un lugar preponderante, son personajes que  desfilan a veces por las primeras posiciones, pero que en otras ocasiones pasan a un segundo plano, sin que ello quiera decir una disminución de sus actividades en favor de la nación o de su pelea cotidiana para dejar un mejor legado las generaciones que les seguirán.

Son hombres de carne y hueso no estatuas de bronce, los que nos presenta el autor: “Endiabladamente inteligentes, agudos, esforzados, laboriosos,…terriblemente celosos de su independencia y espíritu crítico, honestos hasta la absoluta pobreza. Incorruptibles, obsesionados por la educación popular, hijos de la iluminación, las luces, el progreso, el conocimiento, la ilustración, la ciencia.”

Son también, aficionados a la escritura sobre todo poetas, muy buenos por cierto, o narradores, igual de buenos, periodistas, o con los oficios más disímbolos, con sentido del humor, a veces grandilocuentes, a veces parcos, con una resistencia a la crítica que ya no se ve; provienen de distintos puntos de la república y los de origen capitalino son minoría;  pocos son militares de profesión y más bien aprenden el oficio a base de derrotas y tenacidad; son. en fin, la vanguardia de la historia de México, a cuyo pensamiento y escritos no sobra recurrir de vez en cuando.

Constituyen una lista notable que ya quisiéramos en la actualidad: Juan Álvarez, Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Francisco Zarco, Leandro Valle, Santos Degollado, Ignacio M. Altamirano, González Ortega, Vicente Riva Palacio, Mariano Escobedo, Ignacio Zaragoza, Sebastián Lerdo de Tejada, por mencionar sólo algunos de ellos y en absoluto desorden.

Todas estas personalidades llevaron a cabo una lucha que implicó en esa época el fin de una dictadura de poco más de dos mil días efectivos, dos presidencias simultaneas, de conservadores y liberales respectivamente, una invasión extranjera, que se realizó supuestamente para cobrar una deuda de tres millones de pesos y que terminó costando a su patrocinador tal vez 20 veces más, y la coexistencia de un imperio encabezado por un príncipe extranjero y un presidente republicano, es decir la disputa entre un el imperio y la república, de la misma manera que la querella entre dos ideologías, la de la reforma que separaba principalmente a la Iglesia del Estado, con lo que ello significaba en términos de eliminación de un poder real que nos pocas veces rivalizaba en tamaño y alcances con poder civil.

El periodo que el autor estudia incluye asimismo, la pequeña historia de diversas batallas, ganadas por uno u otro bando, más por los conservadores que por los liberales, no obstante que estos hayan triunfado en las decisivas; nos relata la hazaña de los republicanos que fueron capaces, uno y otro momento, de reconstruir desde la nada sus ejércitos hasta lograr la expulsión de los invasores y la derrota de los republicanos, gracias al empeño y la tenacidad de sus generales, pero de modo similar a su creencia de que sus ideas llevarían a un México moderno, en donde el poder civil no tuviera competidores; y finalmente nos da cuenta del enloquecimiento de una princesa belga y del fusilamiento de un príncipe austriaco que se creyó un enviado divino para “salvar” a México del atraso y el infortunio.

Taibo II se empeña en recorrer fuentes conocida y archivos poco explorados ara dar una visión panorámica de lo que esos años significaron para la construcción de la nación. El autor quiere ir más allá, en sus propias palabras, de la historia de bronce que suele esconder contiendas y contradicciones entre los liberales, lo que hace que el lector quede, por ejemplo, sorprendido con una figura del presidente Juárez que reniega y hace juicios despectivos de uno de sus más cercanos colaboradores, nada menos que Guillermo Prieto, del que llega a decir que es un “pobre diablo” o de su largo altercado con González Ortega por la presidencia.

El formato que nos ofrece Taibo II es el de pequeños capítulos mediante los que va narrando distintos episodios de la larguísima disputa por la nación; a veces es una batalla, otros son semblanzas de alguno de los liberales, otro más es una conversación,  y otros versiones detalladas de batallas importantes como lo hace con las dos de Puebla.

Para lograrlo, no duda en utilizar técnicas que son propias de géneros distintos al de la narración histórica para entrar en terrenos que más parecen ser de a novela, aunque presenta al final de cada capítulo las fuentes que le proporcionaron  la información principal. Y aquí encuentro el que tal vez sea uno de los defectos de la obra: las notas imprecisas que no contienen completas las referencias de sus fuentes, aunque al final de la obra se informe que hay una página en donde se da cuenta cabal de esas fuentes.

No se crea que Patria es una obra complaciente con los liberales, el autor los crítica cuando es necesario  o cuando encuentra que alguno de los líderes regionales se pasa de la raya matando a mansalva, sin que sus actos aporten algo a la lucha liberal como el “salvaje” Antonio Rojas. Pero es igualmente duro con aquellos que en el bando conservador lleva a cabo actos horrendos, dizque en nombre de Dios y la patria, como aquel personaje deleznable ya mencionado que es el general Leonardo Márquez, considerado con toda razón, una de las figuras malditas de la historia mexicana, por sus excesos militares y su tendencia casi compulsiva a  la traición, de la que hacía víctimas incluso a sus propios correligionarios, tal como hizo con Maximiliano al final de la lucha.

Patria, dice su autor, es una obra de divulgación, lo cual es verdad, pero también la trasciende, pues a la manera de un artesano de la historia, Taibo II va hilando con calma y oficio cada uno de sus episodios, para terminar con un estudio que representa al mismo tiempo la pasión del historiador con el pulso del novelista.

Debe decirse que en la obra reseñada, tal vez por las prisas de ser publicada tiene innumerables erratas, así como algunos episodios que resultan confusos, como cuando confunde al patriota Florencio del Castillo, muerto en San Juan de Ulúa preso por sus ideas liberales, con otro del Castillo  que nada tiene que ver con el primero. Ojalá estas erratas y confusiones se corrijan en la siguientes ediciones. Finalmente, la ausencia de mujeres en la lucha liberal contada en la obra de Taibo II lleva a preguntarse si a diferencia de la guerra de Independencia en esta gesta libertaria no existe aportación femenina; queda esta inquietud para el autor.

De cualquier manera Patria no deja de ser un libro bienvenido y elogiable; que bueno que en medio de un mar de revisionismo conservador, haya aparecido esta obra que reivindica el triunfo de la pasión liberal en la historia de México, a pesar de que en una nota periodística se haya criticado el título solamente porque en España apareció un libro con el mismo nombre, como si Taibo II hubiera estado esperando esto para bautizar con el mismo nombre el suyo, dejando de lado que las coincidencias literarias y narrativas son frecuentes en tiempos y espacios continuos. θ

Pedro González Olvera

Paco Ignacio Taibo II. Patria (III Tomos). México, Editorial Planeta, 2017