El genial Toño Salazar

Leandro Arellano

Aunque somero, el autor realiza un preciso boceto de Antonio Salazar, caricaturista salvadoreño apreciado y reconocido en toda Latinoamérica, especialmente en su país y México.

En uniforme diplomático, con toga, en su propia carne, entre artilugios del vino y de la mesa, proyectado en líneas geométricas… de esas y otras mil maneras dibujó, caricaturizó e ilustró a Alfonso Reyes su amigo, el artista salvadoreño Toño Salazar.

Luego de haber expuesto en El Salvador, muy joven aún, Toño Salazar obtuvo apoyo del gobierno de su país para estudiar en el extranjero. Su meta era París, pero nuestros mares le impusieron una escala, embarcando en febrero de 1920 hacia México. Aquí el estruendo de la Revolución aún no se asentaba. Tan sólo ese año ocuparon la presidencia tres sucesivos caudillos: Carranza, de la Huerta y Obregón.

Salazar estudió en la Escuela de Bellas Artes, donde tuvo acceso al trabajo de Rivera, Mérida, Posada, el Dr. Atl y varios más, y le permitió codearse con Porfirio Barba Jacob, Vasconcelos, Torres Bodet, Gómez Morín, Lombardo Toledano más otros artistas e intelectuales. El Universal y El Heraldo publicaron su obra.

Cumplida la etapa mexicana, en noviembre de 1922, Toño Salazar partió a Francia. En París pronto hizo amistad con el caudal de escritores y artistas latinoamericanos que radicaban allí entonces (Alfonso Reyes, Gabriela Mistral, los hermanos García Calderón, Enrique Gómez Carrillo y muchos otros), lo mismo que con la intelectualidad española y francesa que residía o transitaba por París.

Expuso en el Salón de Humoristas de la Araña con Marc Chagall y T. Foujita en 1925, y cinco años después publicó el libro Caricaturas 1930. Henri Cartier-Bresson, uno de sus mayores amigos, lo fotografió incansablemente y años más tarde lo secundó en un proyecto cuyo recorrido daría comienzo en México y continuaría en Sudamérica, pero que al final se frustró.

Salazar abandonó París para trasladarse a Nueva York, adonde viajó con el confeso propósito de reunir algún dinero. Hizo allá ilustraciones para Fortune y Vanity Fair (en cuya sede conoció a Miguel Covarrubias), pero la fortuna había dispuesto otra cosa: Estados Unidos vivía La gran depresión. Como no hay mal que por bien no venga, Toño Salazar se casó entonces con Carmela Gallardo, una salvadoreña nacida en Londres, a quien había conocido en París.

Volvió la capital francesa en 1932, sólo para descubrir que París ya no era una fiesta. Decidió embarcarse a México en 1934 y de allí continuó el viaje a la Argentina, donde trabajaría para La Razón y otros medios. La Guerra de España, el fascismo y sus impulsores -Hitler, Franco, Mussolini…- se tornaron motivos de su arte. Su obra causó malestar al régimen de Perón, naturalmente, por lo que en 1945 fue expulsado de Argentina. Se refugió en Montevideo para volver a poco a Buenos Aires, a ocuparse de ilustrar libros de Rafael Alberti, Miguel Angel Asturias y otros escritores.

Al cabo de más de tres décadas de ausencia, Toño Salazar regresa a su país -en 1953- con motivo de su nombramiento como Cónsul de El Salvador en Montevideo. Más adelante fue nombrado embajador en Francia y posteriormente en Italia e Israel, manteniéndose activo en la diplomacia hasta mediados de los setentas. Permaneció, así, otros veinte años en el exterior.

Escribió sus memorias entre 1971 y 1978 e, ilustradas por él mismo, fueron publicadas en un diario salvadoreño. En 1978 le fue otorgado el Premio Nacional de Cultura de El Salvador. Una vez que regresó en definitiva a su país es innegable que gozaba del cariño y reconocimiento de la población. Pero él se sentía “un habitante extraño”, se resistía a las complacencias del arte “vernáculo” que muchos le aconsejaban, justo cuando el germen de la ideologización cundía con avidez en la sociedad salvadoreña.

Dibujos, caricaturas, ilustraciones, su obra toda es una expresión plástica luminosa. Sus técnicas, variadas: tinta, acuarela, bolígrafo, lápices de color. De todas tuvo gran dominio y así, mediante líneas, trazos y contornos recoge los rasgos sobresalientes de las personas y las exagera o simplifica para exponer su visión, de un estilo único.

El poeta Miguel Huezo Mixco ha escrito que México es el sitio donde se recuerda mejor a Toño Salazar. La verdad es que el hombre irradiaba simpatía y su naturaleza le granjeaba amistades con facilidad. En carta a Fredi Gutmann -de marzo de 1949-, Julio Cortázar, escribe: “Me hice muy amigo de Toño, que es un hombre estupendo”.

Como Oscar Wilde y Cortázar, Toño Salazar mantuvo por años rasgos y apariencia juveniles. ¿Habrá alguna correspondencia entre el aspecto infantil y la disposición espiritual?

Alfonso Reyes, a quien conoció en las tertulias latinoamericanas de París, fue una de sus amistades más cercanas. Toda su generación sabía del cariño que Reyes profesaba por el artista, a quien acogió y promovió sin medida. Emir Rodríguez Monegal, con quien Toño Salazar trabajó en Marcha, recuerda con afecto aquella amistad. En su artículo “Alfonso Reyes en mi recuerdo” -de 1980- escribe: “Toño Salazar, el fino caricaturista salvadoreño, que había sido íntimo de Reyes en los años de París…” El propio Reyes dejó testimonio de su admiración por el amigo y artista salvadoreño, en artículo fechado el 20 de julio de 1949, titulado simplemente: Toño Salazar.

Además de Reyes, entre los mexicanos que dibujó se encuentran Rivera, Vasconcelos, Orozco, Tablada, Tamayo, Siqueiros, Cuevas, Eduardo Mata y muchos otros. En España, Francia, Argentina también dibujó a contemporáneos y amigos: Picasso, Valery, Borges, Cortázar, Chaplin, Greta Garbo, Mae West…

Murió el caricaturista el 31 de diciembre de 1986, a los ochenta y nueve años. El Museo de Arte de El Salvador organizó una magna exposición de su obra en 2005, a la que bautizó: Disparates. Toño Salazar. El catálogo reproduce parte de la obra inagotable del artista y el autor del texto es el poeta Miguel Huezo Mixco, autoridad indiscutida en el tema.

El singular epígrafe del texto es obra de Manuel Andino, periodista salvadoreño contemporáneo del artista: ¡Llenaos de orgullo y de vergüenza, polvorientos ciudadanos de San Salvador! De entre vosotros, mercaderes, escribientes y politiqueros, ha surgido el genial Toño Salazar…”

Además de Toño Salazar, la estrecha franja mesoamericana ha sido cuna de varios gigantones, de algunos premios Nobel y del mayor poeta hispanoamericano. ¤