Leandro Arellano
Sentida y meticulosa reminiscencia que el autor hace de Sergio Pitol durante su paso por la cancillería mexicana; sin duda una narración plena de situaciones que develan otra faceta del escritor-traductor.
TLATELOLCO
La Torre se encuentra vacía ahora, abandonada prácticamente, como en reflejo de otras realidades. En aquel tiempo representaba la cara de la actualidad –en coincidencia con la actividad que desarrollaba don Jorge Castañeda- frente a las reliquias históricas de los antiguos mexicanos y de la época colonial. Allí, de paso, en un corredor del área de conferencias, Laura Fernández nos presentó. Ella y Sergio habían trabajado juntos en la Embajada de México en Belgrado. Participábamos en el concurso de ingreso al Servicio Exterior Mexicano, él luego de ocupar el puesto de agregado cultural en varias capitales europeas y yo tras de algún tiempo de laborar en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Sumábamos varias decenas los participantes en el concurso. Yo era joven y anónimo, pensé que él se olvidaría; pero no al revés. Por entonces leía yo afanosamente y él destacaba como uno de los narradores más sólidos y originales de nuestra lengua, en una época en la que prevalecía el fervor por el boom latinoamericano. Por aquellos días el tiempo rendía más y había leído de corrido su obra publicada: El tañido de una flauta, Los climas y algún otro.
Su prestigio intelectual y literario estaba ya establecido.
EN EL CAMINO
No era la primera vez. Durante semanas no pude concentrarme en la lectura. Había comenzado varios libros y los fui haciendo a un lado hasta que El arte de la fuga me rescató. Tuve una interrupción momentánea para participar –en un viaje relámpago a El Cairo- en una reunión del Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente. A mi regreso a Nairobi retomé el libro y volví a ese universo de recuerdos, memorias, reflexiones, apuntes, homenajes de este formidable narrador a quien los lectores de habla española no acabaremos de pagar la deuda que con él tenemos como traductor del polaco, checo, italiano…
Luego de divagar por días entre autores y títulos, El arte de la fuga me había puesto en el camino de la normalidad de nuevo. Una experiencia que me había ocurrido con la relectura de los trágicos griegos, del Quijote, de Alfonso Reyes, Horacio, Fray Luis, Unamuno y unos cuantos autores más.
UNA TRADUCCION
Habían sido infructuosos nuestros intentos iniciales. Perseveramos por convicción y voluntad y porque muy pocos lectores coreanos lo conocían. La fortuna nos sonrió cuando el doctor Pak Chul –graduado en España y traductor al coreano de una versión del Quijote-, fue nombrado Rector de la Universidad Hankuk. Accedió a apoyarnos apenas escuchó nuestra propuesta. El profesor Chung Ki-sun, catedrático de la misma universidad, también se entusiasmó con el proyecto. Mantuvimos algunas reuniones informativas y el asunto quedó zanjado con el préstamo de algunos ejemplares de nuestra propia biblioteca. El profesor eligió El desfile del amor.
Típico del carácter coreano, el profesor Chung señaló que él se haría cargo de buscar la editorial, la cual resultó ser una de las más prestigiadas de Corea. Años más tarde tuvimos noticia de que la editorial continúa traduciendo y editando otros libros del escritor.
Paralelamente establecimos comunicación con Sergio Pitol, para informarle que trabajábamos en aquel proyecto. Iniciamos así una correspondencia electrónica que sólo la salud quebrantada del escritor espaciaba, pero que nunca se interrumpió. Hugo Gutiérrez Vega, cuya sensibilidad poética y generosidad se disputaban el primer sitio en su alma, me había referido con Sergio.
Avanzado el proyecto pusimos en contacto al profesor Chung con Pitol directamente, para el desahogo de algunas consultas sobre giros y modismos del lenguaje riquísimo del narrador mexicano, y en la Embajada respondimos a varias consultas del traductor.
CATEDRA ALFONSO REYES
Cálidas, eruditas, apasionadas conferencias, charlas o lecciones de Sergio Pitol sobre la literatura rusa. Es uno de los escritores mexicanos que mejor la conocen; discurre sobre ella con fervor y magisterio. En rigor, estas conferencias constituyen una historia de la literatura rusa, la del siglo de oro de la literatura en esa lengua, que va de Pushkin (1820) a Chéjov (1904), pasando por Gogol, Lérmontov, Turguéniev, Dostoyevsky y Tolstoi. Pitol comenta a esos autores como si hubiese convivido en vida con ellos y su estudio fuera su sola especialidad.
Al final, el librito -De la realidad a la literatura- que reúne las conferencias contiene también una sobre el maestro inagotable, Pedro Henríquez Ureña… Meritoria labor del Tecnológico de Monterrey con esa cátedra.
EL VIAJE
Hermoso libro en el que Pitol hace un homenaje a la literatura rusa y exhibe su amor por esa civilización, con el pretexto que le dio una invitación para visitar Georgia, cuando él era Embajador de México en Praga. En el curso de la lectura, que envuelve al lector y se lee de un tirón, desarrolla la concepción de una novela –Domar a la divina garza-, construida a base de lecturas, sueños y fantasías, así como a la realidad que va enfrentando a cada paso.
En vez de ensañarme contra mis limitaciones he aprendido a contemplarlas con condescendencia y aun con cierta complicidad. De ese juego nace mi escritura, reflexiona Pitol en el libro, donde también describe cómo intuyó la materia (que incluye bastante material soñado), el esquema de aquella novela. Todo lo que vio, soñó y anotó en ese viaje –que da lugar al título del libro- a Moscú y Leningrado, pero sobre todo a Tiflis…
CUARTA DE FORROS
A solicitud del doctor Pak Chul y del traductor, redactamos la Cuarta de forros. He aquí algunas líneas del texto: Uno de los mayores escritores de la lengua española, Pitol es también uno de los narradores que no cabe en una clasificación rotunda. En 2005 recibió el Premio Cervantes, el mayor de la lengua española. Su obra ha sido traducida a muchos idiomas, incluidos el chino y el japonés y hoy, por fin, al coreano.
Con visos y trama de novela policial, El desfile del amor es también un juego, una burla, una comedia de exageraciones y desatinos, en la que se dan cita una rica gama de personajes y cuya acción ocurre en la Ciudad de México durante la Segunda Guerra Mundial. El desfile del amor significó una evolución en el arte narrativo de Pitol y lo hizo acreedor al Premio Herralde de Novela en 1984.
Escritor independiente a pesar de los muchos maestros en que abrevó y que no se cansa de alabar, Pitol es inventor de su propia literatura. Junto con la perplejidad ante la vida cotidiana, su curiosidad y su sentido del humor han crecido con su obra. Igual que en la narrativa, Pitol se desenvuelve con maestría en el ensayo, género en el que ha abierto, a fuerza de originalidad, nuevas posibilidades. Escritor cosmopolita, pertenece al grupo de creadores cuya lectura reconforta.
EL MAGO DE VIENA
Pitol exhibe su formidable dominio del lenguaje y de las distintas nociones literarias en esta deslumbrante obra. Se trata de un libro con el que en realidad Pitol crea un nuevo género literario, al enfilar con gracia y naturalidad la autobiografía, el relato, la crítica literaria, memorias de viaje, homenajes, viñetas, trozos de diario, recuerdos, notas sobre encuentros y desencuentros con personas, personajes y ciudades.
El libro está colmado de reflexiones y experiencias sobre una serie de fenómenos, entre otros del arte de escribir. Anotamos un par:
El futuro escritor debía leer a sus autores preferidos con atención más cercana a la tenacidad que al deleite, más afín a la actividad del detective que al placer del esteta; tenía que conocer por qué medios lograr ciertos resultados, detectar la eficacia de algunos procedimientos formales, estudiar el manejo del tiempo narrativo, del tono, la graduación en los detalles para luego aplicar esos recursos a su propia escritura.
Descreo de los decálogos y las recetas universales. La forma que llega a crear un escritor es resultado de toda su vida: la infancia, toda clase de experiencias, los libros preferidos, la constante intuición.
HOMENAJE
Los territorios del viajero. Doce ensayos celebratorios con motivo del Premio Juan Rulfo otorgado a Pitol en diciembre de 1999, escritos por sendos escritores y críticos. De entrada contiene las palabras de agradecimiento del propio Sergio, quien allí recuerda que: Juan Rulfo, al escribir una novela y unos cuentos de carácter rural, utilizando un idioma en apariencia campesino realizó la proeza de convertir en cenizas, en arena, en escoria, a toda la literatura de la época. Tal como lo hizo Cervantes con las novelas de caballerías… Con Rulfo, se inicia en México la narrativa contemporánea.
“Como Musil y Broch, Pitol –escribe Juan Villoro- sabe que el genuino protagonista de una novela moderna no es el héroe que encarna un destino ejemplar, sino el ruido complejo y disperso de la vida que lo rodea, la bruma que sólo se percibe sin anteojos, las palabras sueltas que sólo llegan a un oído débil y perceptivo…”.
“La literatura verdadera no es la que se distingue por describir paisajes o rostros, sino aquella que, como la de Sergio Pitol –escribe a su vez Jorge Volpi- plantea problemas, desarrolla conflictos, se burla de sí misma, de sus personajes y, en última instancia, de sus lectores; en pocas palabras, aquello que cuestiona y duda”.
PASION POR LA TRAMA
Con Pitol nos ocurrió lo mismo que con Chéjov, Rulfo y Cortázar, cuya primera lectura nos dejaba un resabio pastoso, un sabor indefinido, de insuficiencia o incomprensión, que sólo el tiempo y la relectura repararon, con creces. A mayor relectura, mayor placer y conocimiento.
VISITA A SEUL
Hugo Gutiérrez Vega me había advertido, también, que la salud de Pitol no era del todo buena. Enterarse que Sergio había aceptado viajar a la presentación de su primera obra traducida al coreano tenía varias significaciones, esperanzadoras todas.
Pocos días antes de su arribo a Seúl llamó Sergio desde algún lugar en Japón, donde, nos confesó más tarde, se había sometido a una terapia. Una vez que se sintió en confianza, nos refirió que esa sesión lo había empeorado. El mal que padecía era nervioso, los detalles del mismo los relata con naturalidad en el texto Diario de la pradera. En esencia consiste en que su cerebro no recibe suficiente oxigenación y por lo tanto no coordina las palabras. ¿Qué mayor tragedia puede afligir a un hombre que dedica sus mayores esfuerzos y trabajos -durante toda su vida- a cultivar las palabras, que hallarse en el umbral de la vejez con la falta de ellas?
La presentación de El desfile del amor tuvo lugar en una sucursal de la gigantesca librería Kyobo de Seúl, una tarde soleada de otoño. La difusión había sido considerable, dado que los coreanos se impresionan con los premios y Pitol recién había sido galardonado con el Premio Cervantes. Hubo una concurrencia considerable y las ventas, nos enteramos al paso de los días, fueron significativas. Conservamos varias fotos de Pitol con el poeta Chong Hyong-jong, el profesor Chung, el gerente de la editorial, varias amistades, gente del público y personal de la Embajada.
El programa de la visita incluyó otras actividades. Un seminario en la Universidad Nacional de Seúl, la mayor de Corea, organizado por la maestra Claudia Macías, Directora magnífica del departamento de literatura española. Impartió asimismo una conferencia en el Instituto Cervantes de Tegu, la tercera ciudad de aquel país, con el apoyo de nuestro Cónsul Honorario y de la profesora Oni Kwon. Las fotos que conservamos de esa visita muestran a un Pitol reposado y sonriente. Tuvo también un conversatorio en la Universidad Hankuk, en el que el auditorio estuvo rebosante de hispanistas y estudiantes.
Una tarde al regresar a casa se puso feliz con un regalo que le llevé: una copia de El japonismo de Tablada, de Atsuko Tanabe, publicado hace muchos años.
AMANUENSE
Ofrecimos a Pitol que se hospedara con nosotros, en la Residencia de la Embajada. Lo hospedamos en una habitación independiente, desde donde podía acceder a nosotros pero a la vez mantener total autonomía. Muy pronto creció un entendimiento mayor de Sergio con nosotros. Pero nada disfrutó tanto esos días como la compañía de Tuco. Así, nos confesó la tragedia que le había significado la muerte de su perro Sacho.
Tuco casi no subía a nuestras habitaciones por mantenerse alrededor de Sergio, quien lo acariciaba como se acaricia a un niño. Y Tuco no se entregaba con facilidad a cualquiera, abría su afecto sólo a contadas personas.
Tanto el texto de presentación de El desfile…, como los de las conferencias en los distintos centros culturales donde participaría, requirieron de pulimiento y revisión. Entonces me tocó en suerte desempeñarme como amanuense de Pitol, quien nos confió que se había propuesto que al comenzar el nuevo año aprendería a operar la computadora.
TRASLADO
Al mudarnos a El Salvador hicimos el firme propósito de invitarlo a pasar un tiempo con nosotros. Sin embargo, fallas de la burocracia y las calamitosas condiciones de la Residencia oficial nos hicieron desistir. Pero mantuvimos correspondencia, si no asidua, sí suficiente para tener noticias de él y la evolución de su salud. En cada correo preguntaba por Tuco. Naturalmente, le entristeció la noticia de su muerte. Ahora también Sergio se ha marchado. Acaso se han encontrado ya en El puente del arcoiris. z
Ciudad de México, mayo de 2018
Guanajuato, Mexico, 1952. Diplomático en retiro desde 2016. Es autor de los libros Guerra privada (Verbum, 2007); Los pasos del cielo, Ediciones del Ermitaño, 2008); Paisaje oriental, Editorial Delgado, 2012); Las horas situadas (Monte Ávila Editores, 2015). Ha traducido cuentos de Raymond Carver, John Cheever, W. Somerset Maugham y Guy de Maupassant. Fue colaborador de La Jornada Semanal y actualmente participa en la revista ADE (Asociación de Escritores Diplomáticos).