Fernando del Paso: Mester de Orfebreria

Leandro Arellano


El autor rememora un escritor singular en estilo y prolífico en expresiones. Tal diversidad motiva una interpretación única, aunque inevitablemente con múltiples direcciones. Es en suma una caleidoscopio acerca de la vida y obra de un escritor perenne, incluso antes de fallecido.

La vida es como es, es lo que es. La muerte de del Paso nos deja un desolado olor de tiempo ausente. Con él desaparece la generación de narradores ecuménicos del siglo veinte mexicano, cuya presencia en la literatura del país emergió al mediar el siglo pasado. Primero Agustín Yañez, Juan Rulfo y Juan José Arreola, luego Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Vicente Leñero, del Paso y algunos más colmaron y ensancharon la narrativa mexicana.

Del Paso nació en una casa no alejada de donde se escriben estas líneas, en la Colonia Roma, cuya presencia ha revivido la película más reciente de Alfonso Cuarón. Murió a los 83 años tras una vida plena y feliz. No es poco. Quien muere actualmente después de rebasar los ochenta bien puede alegrarse y agradecer la magnanimidad de la vida y de la Providencia. El alivio de familiares y amigos debe atender a la longevidad del poeta –como él entendía esta palabra en un sentido amplio-, un privilegiado a quien acompañó la gracia.

Del Paso era un ser curioso y múltiple, como algunos hombres de la antigüedad y del Renacimiento. Aristóteles lo mismo bordaba en abstracciones metafísicas que en observaciones científicas. Los generales romanos -Julio César colma el ejemplo- escribían, administraban, gobernaban y combatían con la espada. Con el Renacimiento se alzaron a la fama una serie de personajes que lo mismo diseñaban un puente, pintaban un fresco o escribían un tratado filosófico o coquinario. Leonardo da Vinci fue pintor, escultor, arquitecto, ingeniero, inventor, músico y gourmand.  Eran hombres universales.

Además de la literatura, el dibujo, la pintura, el teatro, la poesía y la cocina fueron actividades que ocuparon tiempo y la imaginación de del Paso. El mismo aboga en alguno de sus textos porque se le reconozcan los méritos de su oficio paralelo: el dibujo o la pintura.

Entre las ocupaciones que llenan su currículum en adición a su labor literaria se encuentra su trabajo como publicista, como productor y locutor radiofónico de la BBC y Radio France International y varios años en la diplomacia, como Consejero Cultural primero y como Cónsul General de México en París después.

En una semblanza sobre el novelista (que editó la Secretaría de Relaciones Exteriores sobre los Escritores Mexicanos en la Diplomacia) Elena Poniatowska destaca el trabajo diplomático y la pasión por la cocina del narrador. Hombre sabio es el de paladar delicado, enseñó San Isidoro. Del Paso no sólo dedicó tiempo a la práctica y al gusto de la cocina, también meditó sobre el tema: con la guía y apoyo de su esposa escribió un delicioso libro en el que incluye una hornada de recetas de la cocina mexicana. El libro llevaba la intención –coronando su misión diplomática- de acercar nuestra cultura coquinaria a los franceses.

¿Su vestimenta estridente, de colores ruidosos, que levantaba admiración y comentarios? Para darle sabor al caldo.

Su fama y su memoria, no obstante, lo sobrevivirán como narrador, como el autor de tres novelas fundamentales no sólo de la literatura mexicana sino de la literatura en lengua española. Aún no se agota el debate sobre la evolución y el desarrollo de la novela en Hispanoamérica, provocada con la prohibición de la importación de novelas y otros libros de España a América en la etapa colonial.

En ese extraordinario libro que es El mago de Viena, Sergio Pitol plantea la siguiente reflexión sobre los efectos de tal medida: Si se compara –escribe Pitol- el esplendor de las novelas decimonónicas de la Nueva Inglaterra con las que en esa misma época se escribieron en nuestro idioma, estas últimas quedan disminuidas al instante. La sola idea de establecer una analogía nos produce un agobio y una disminución escalofriantes. Por un lado Moby Dick, La letra escarlata, La caída de la casa Usher, La vuelta de tuerca. Del otro Don Gonzalo González de la Gonzalera, El buey suelto, Pequeñeces, Morriña… las de nuestro idioma surgen de la nada. Tras ellas hay dos siglos de Contrarreforma…

Otra consecuencia desastrosa fue señalada por José Emilio Pacheco (Inventario del 18 de septiembre de 2011) en Alfonso Reyes y la invención del blog: Mientras allá (en Argentina) el círculo en torno de Borges traducía la gran literatura de los siglos XIX y XX, en México el Fondo de Cultura Económica se ocupaba de la filosofía y las ciencias sociales.

México ha remontado ya ese designio, a la luz del trabajo realizado por nuestros escritores. Se cuenta con un acervo vasto y sólido en cada uno de los géneros literarios incluida la narrativa. Fernando del Paso ha contribuido en ese torrente con varias obras decisivas, señaladamente con las tres novelas que le atrajeron reputación: José Trigo, Palinuro de México y Noticias del imperio. Cada una representó varios años de labor asidua y los resultados se presentaron en volúmenes de seiscientas, ochocientas y mil páginas respectivamente.

Las imágenes de los personajes de José Trigo (1966) acuden recurrentemente a nuestra memoria. La complejidad envuelve el espíritu de la novela. Hombres atribulados y borrosos batallando entre los rieles de una tierra baldía, inerte, en un espacio original y trágico: Nonoalco Tlatelolco. Su lectura ocurrió a inicios de los setenta, sólo más tarde reparamos en otros valores o lujos bibliográficos, como el que esa novela inauguró la serie literaria de Siglo XXI.

Palinuro de México (1977) fue otra experiencia. El piloto de la nave de Eneas, que navega por caminos de connotaciones diversas: psicológicas, médicas, estéticas, históricas y algunas más, da lugar a una novela con varios significados y un poema de amor de Palinuro y Estefanía, ha escrito no sé quién con acierto. Con todo, es el modo, el estilo y menos los hechos lo que prevalece de esa inmensa trama.

El afán totalizante de del Paso exhibe la pasión por la historia que lo domina desde siempre, pero que exhibe con esplendor en Noticias del Imperio. Carlota de Bélgica como pretexto para recordar –en un paseo histórico e imaginativo incalculable- la Intervención francesa y el Imperio fallido. El recordatorio del régimen de Juárez, que da lugar para aprender o repasar una serie de asuntos. Que el amor por la historia le venía en la sangre por contar a Francisco Del Paso y Troncoso entre sus ancestros no es improbable. Pero el novelista va más allá de la historia y de la profecía: explora la existencia humana.

A cada una de esas obras dedicó del Paso varios años de trabajo. A cada una la fue labrando, moldeando, puliendo con el esmero devoto del orfebre que engarza morosa y amorosamente cada parte de la forja. El acto de crear como arte y oficio del hombre entregado a su meta, a su fin artístico. La trama toda enlazada en un lenguaje elaborado y venturoso, en un estilo que rebalsa el término “barroco”.

Por alguna razón una cuarta novela del autor es menos apreciada o debatida. Acaso por pertenecer al género policial: Linda 67. Una novela cuya lectura –y relectura- se disfruta inmensamente, como ocurre con todo buen texto literario del género de que se trate.

Además de esas novelas, consagradas ya en la corriente más estimulante de la narrativa en lengua española, la obra escrita de del Paso no se reduce a la novelística, la cual por sí sola lo ubica en el cielo platónico de los bienes perfectos. Escribió más que eso, incluidos libros para niños. Y naturalmente, obtuvo varios premios literarios, incluido el Cervantes en 2014.

La afición de del Paso a Cervantes se funde con su afición a la literatura toda. La pasión por el Quijote la hace patente en el libro “Viaje alrededor de El Quijote”, editado por el Fondo de Cultura Económica. En él, del Paso circula reflexivamente sobre las distintas posibilidades figurativas del viaje. Otro libro suyo es “Memoria y olvido”, el cual contiene la biografía narrada de Juan José Arreola, recogida en la prosa vivaz del narrador. Los “Sonetos del amor y de lo diario” constituyen un folleto con textos poéticos del autor y con ilustraciones del mismo.

Contemporáneo del boom latinoamericano, del Paso (sólo siete años menor que Carlos Fuentes y uno mayor que Vargas Llosa) no figura en los recuentos de aquel grupo, porque el golpe mediático del boom fue preciso y acotado –a todas luces magnífico, desde luego-, abriendo al mundo puertas y ventanas de la narrativa mexicana y latinoamericana.

“Yo soy un hombre de letras” se titula un capítulo de Noticias del Imperio. Un capítulo edificado en un párrafo único de trece paginas. Pero el nombre es también la manera como del Paso bautizó su discurso de ingreso a El Colegio Nacional en 1996. Allí el narrador expone algunas líneas de su credo literario. En su apoyo, cita los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau con la siguiente sentencia: Las formas de contar una misma historia son innumerables, quizás infinitas, si bien en todos los casos, sin excepción, la atmósfera y el carácter de cada versión son distintos.

Hay tantos estilos como funciones de la palabra. A del Paso lo define por sobre todas las cosas su estilo. “El estilo no es una cualidad aislada de lo escrito, es lo escrito mismo”, podemos recordar la definición de J. Middleton Murry. Del paso es un escritor en el que la forma se impone, en quien el lenguaje determina la ruta del narrador. Además del hecho –nada improbable- de que no demasiados crean y trabajan con regocijo, como él.

CDMX, diciembre 15 de 2018