Fernando del Paso y la Novela Policiaca

Pedro González Olvera


Aún cuando Fernando del Paso tenía acostumbrados a sus lectores a la sorpresa en cada una de las obras que concluía, Linda 67 fue una campanada que lo mismo detonó nuevos fieles que detractores. En opinión del autor de este texto, puede formar parte del género noir, pero además confirma la maestría de un autor pletórico en ritmo y lenguaje.

En 1997, doce años después de la publicación de Noticias del Imperio, se publicó la novela Linda 67, una novela de corte policiaco que sorprendió a los lectores de los trabajos de Fernando del Paso, acostumbrados como estaban, decía Martín Solares, a las ambiciosas formas narrativas de este escritor experimentadas en sus tres novelas anteriores y que los habían deslumbrado por sus elaborados experimentos lingüísticos.

Los amigos de del Paso, como Álvaro Mutis, le habían aconsejado no incursionar en el llamado género negro pues le aseguraban que ese era para especialistas y evidentemente el escritor mexicano no estaba preparado para seguir las normas consideradas esenciales a la hora de elaborar una narración en la cual el meollo se encuentra precisamente en la ejecución de un crimen.

Pero Fernando del Paso porfió en su intención y gracias a ello todavía hoy tenemos una de las mejores novelas policiacas producidas en nuestro país. No se trata por cierto, de una novela de misterio en la que un detective, al estilo de Sherlock Holmes, Hércules Poirot o Miss Marple, van desmadejando, por más enredada que esté, la trama de un crimen.

Por el contrario, como antes ya lo había hecho Gabriel García Márquez en Crónica de una muerte anunciada, en Linda 67 del Paso nos informa de una muerte y que esta no ha sido accidental sino provocada intencionalmente, es decir muerte por asesinato, por el protagonista principal de la novela.

Así, desde el principio los lectores saben que no estamos ante un detective trabajando para, paso por paso, para descubrir las pistas del homicidio; por el contrario, va, igual paso a paso, más bien conociendo las causas del asesinato, su preparación, su comisión y posterior intento de evitar el descubrimiento de su autor intelectual y material.

¿Quiere esto decir que el suspenso tradicional de las novelas de misterio y del género negro está ausente? No, por el contrario la tensión narrativa es justamente una de las virtudes de Linda 67 pues el lector siente cada vez con más fuerza la necesidad de saber el contenido de párrafo tras párrafo, pues del Paso no escatima recursos lingüísticos y en la armazón de la trama para convertir su novela en una parábola perfecta que sí concluye en la sentencia de casi toda novela policiaca: no hay crimen perfecto.

Es notorio en toda la ficción que del Paso utilizó toda su experiencia de vida, lo mismo como diplomático, que como publicista o gourmet, para dibujar con certeza sus escenarios y diálogos. Por ejemplo, David Sorensen o Dave, el personaje principal, es hijo de un diplomático mexicano que pasa por todo el escalafón del Servicio Exterior razón por la cual su familia  recorre varias adscripciones antes de llegar al puerto final que será la ciudad de San Francisco, en donde se jubilará y empezará a sufrir las carencias de todo diplomático mexicano retirado, como lo es exactamente en la actualidad.

Papá Sorensen, como se le denomina en la novela, es un erudito en vinos y en platillos, conoce de ropa (trajes, camisas y corbatas), de antigüedades y sabe comportarse en los mejores ambientes sociales, cualidades que ahora sólo excepcionalmente los diplomáticos reúnen, pues es bien sabido que el trabajo cotidiano y el salario no dan para cuestiones antes consideradas propias del trabajo de representación diplomática.

Pero lo que importa para la narración, son los conocimientos trasmitidos de padre a hijo de mucha utilidad para éste en su vida futura, pues con el retiro del primero, tiene un marcado descenso en su nivel de vida hasta que su destino cambia en el momento de conocer a quien será su amante, luego su esposa y por último su víctima, es decir Linda Lagrange; serie de hechos que modificarán su vida para llevarlo a los lujos que siempre quiso, aunque fuese de prestado.

De nuevo una pregunta ¿Cómo puede pasarse de un intenso amor y deseo carnal al deseo homicida? A la manera de un orfebre de la palabra del Paso, como lo hace en sus anteriores novelas, recurre al lenguaje para hacernos participes de los cambios en las formas de vida, y en consecuencia psicológicos, de los dos personajes principales que los conducen lentamente del amor al rechazo y de este a la indiferencia y al odio en el caso de David Sorensen.

Son estos cambios psicológicos los motivos principales que llevan al crimen, a lo que se suma la intensa amargura del reconocimiento de que desde que conoció a Linda, David ha vivido de prestado y que un divorcio lo conducirá irremediablemente al abismo de la mediocridad, de la que ningún empleo por bueno que sea lo podría salvar.

Del Paso usa el recurso de un narrador externo para conducirnos por las diversas situaciones dibujadas en Linda 67, de manera que podemos conocer los diálogos (¿o monólogos?) de Dave consigo mismo o hasta imaginariamente con su mejor amigo desde la infancia, para preparar minuciosamente el trayecto conducente a cometer, según él, el crimen perfecto que no existirá por lo demás.

Encuentro en estos diálogos, o monólogos, algunos de los mejores momentos de la novela; su construcción es impecable  y trascendente pues al mismo tiempo iluminan el proceder de Dave y proporcionan al lector párrafos de manufactura inusual, muy elaborados como en sus otros trabajos, muy legibles y disfrutables por el buen español contenidos en novela policiaca comentada, cuyo género no siempre cuenta con este valor.

Es justo aquí en donde del Paso maneja con maestría el ángulo psicológico de su personaje principal y es a partir de ahí que se conocen las motivaciones encaminadas a convertir una persona “normal”, si hacemos caso omiso de su gusto por los satisfactores proporcionadas por el capitalismo a aquellos poseedores del dinero y el poder, en un asesino ambicioso, capaz sin embargo y contradictoriamente de no perder su capacidad de amar de una manera sincera y desinteresada.

Fernando del Paso se da el lujo, además, de dar rienda suelta a sus gustos y aficiones. Para empezar, por el hecho de escoger la ciudad de San Francisco no solo como el escenario ideal de la trama de la novela, sino incluso casi un personaje tan importante como los dos o tres principales.

El detalle de sus calles, de sus barrios más elegantes, de las tiendas de objetos de lujo para uso exclusivo de los muy ricos, de aquellas en donde se pueden obtener antigüedades exquisitas, de sus restaurantes de lujo, la descripción de lo que se puede disfrutar en cada uno de ellos o de las tiendas de las ropas más caras y finas, hacen que San Francisco sea la ciudad ideal tanto para la novela como para los lectores.

Creo que algunos detalles de la novela si incurren en las formas tradicionales de la escritura de novela, por ejemplo la aparición sorpresiva de un testigo del asesinato que constituye el núcleo del argumento y su consecuente y predecible chantaje al autor del mismo; pero es que es inevitable para el buen desarrollo del mismo, a fin de mantener la tensión que recorre toda la narración.

Del mismo modo, la aparición del detective tradicional en la parte ya casi conclusiva de la novela y de la forma por la cual el padre de la víctima logra el desenmascaramiento del autor del crimen viene de trabajos de la narrativa policiaca mucho más tradicionales. Pero lo novedoso es la forma de dar fin a la novela; en unos cuantos párrafos el propio Dave nos informa la mecánica en que el crimen se descubre, iniciando así su caída hacia los infiernos ineludibles de la culpa castigada.

Sea como sea, en Linda 67 nos encontramos frente a un trabajo no menor en el conjunto de la escritura de Fernando del Paso; no es para decirlo en otras palabras un divertimento pues a leguas se nota la el rigor y la pasión invertidos por el autor para lograr una novela que estuviera a la altura de sus otros trabajo y a fe mía que lo logró. No es casualidad que la crítica, en su momento y en la actualidad consideren y sigan considerando a Linda 67 como un obra de primera importancia en la literatura policiaca mexicana.