Pablo A. Gálvez Gutiérrez
De los múltiples análisis a la obra de este reconocido autor, se destaca un planteamiento reciente de titulación, el cual aunque sólo es un boceto basado en su introducción, constituye una provocación a una lectura integral.
Elegí Palinuro de México (Del Paso, 1977) como objeto de análisis, en primer lugar, porque me parece una novela extraordinaria en todos los sentidos: tanto la trama como la estructura, es decir, el fondo y la forma se trenzan de manera magistral para lograr una proeza literaria de altos vuelos: la novela total, donde se conjugan no sólo los grandes temas, sino todos los aspectos del discurrir humano (algunos sólo insinuados, dados al sesgo; otros, desgranados en exhaustivas y pormenorizadas enumeraciones) y, lo mejor, siempre “desde las dos caras de la moneda”; en este sentido, se confrontan perspectivas y realidades, echando mano del pluscuamperfecto: algo es como es, pero también como pudo haber sido.
Este es el tema principal, el leitmotiv de mi análisis; Palinuro de México se inserta como heredera directa en esta línea novelística, inaugurada acaso por monstruos como Joyce y Proust, y asimismo, las implicaciones que el autor y el texto en sí adquieren en su particular contexto. En segundo lugar, me incliné por Del Paso, ya que lo considero un autor harto encomiable; es más, quizá hoy por hoy el escritor mexicano más importante (por no decir el mejor: esa suerte de parangones abstractos y subjetivos, creo, no ayudan mucho en los menesteres académicos… ni de ningún otro tipo), y no obstante, siendo tan bueno, goza de un reducido número de lectores y una apreciación crítica aún más austera.1
Estas escuetas líneas previas parecen ya entrar de lleno en el meollo que me propongo tratar, mas permítaseme hacer un pequeño preámbulo acerca de mi experiencia al hallar a Palinuro. Tras un bloqueo creativo un tanto prolongado (sí: me confieso escribidor diletante), me encontré a mí mismo ofuscado y con el humor en vías de agriarse; la sacra Inspiración vivificante se había largado con todas sus musas hasta lares inhóspitos, dejándome abatido y abandonado (con su hermano feo, el hastío, por toda compañía) en medio de una crisis que comenzaba a lindar el tremendismo. Nada de lo que leía, hacía o pensaba se me antojaba bueno; pasó un largo rato sin que me sorprendiera un autor u obra artística ninguna; me aburría soberanamente volviendo a los lugares comunes y las formas reelaboradas y presentadas como “originales” –puro pan con lo mismo–, manifiestas en poéticas e historias recicladas, temas y motivos trillados. Y de pronto apareció Del Paso; acto seguido me sumergí a fondo y sin miramientos en las profundidades del Palinuro de México
La primera vez que me enfrenté al texto, naturalmente, acabé exhausto y perdido entre el laberinto de nociones –ya no digamos sus posibles interpretaciones–, así como los desatinos lúdicos y sobre- eruditos en que se deshace Del Paso para erigir el edificio de narraciones yuxtapuestas e imbricadas que conforman el corpus total de la novela; me sobrepasó y dejó llanamente boquiabierto, sin permitirme sacar demasiado en claro, no en el plano lógico por lo menos; me desarmó del criterio formal y rigurosamente academicista, sepultándolo en un alud de barroquismo estrambótico sin demasiado “sentido” aparente. Tras una relectura más juiciosa y detenida me percaté del error primigenio que no pude vislumbrar en mi visita previa a este Continente Imaginario:2 no hay un sentido al que ceñirse; la obra opera con una pluralidad inherente, una multiplicidad de lecturas e interpretaciones, que puntean al hilo conductor del meollo, a Palinuro, desde luego, como “un doble sentido en contrasentido”, por decirlo de algún modo. Estamos ante un texto dual, Total en sus lances, que nos brinda todo mediante guiños o, si se prefiere, de modo no explicitado.3
Ergo, este texto es una modesta contribución al vasto mundo –y tal vez convendría pluralizar esto último– erogado por don Fernando en su segunda novela. Creo que es notable por varios motivos: su lúdica lucidez no deja de sorprenderme; lo deslumbrante del estilo y la hazaña en sí que significó hacer un texto de este calibre –ya el mero hecho de leerlo representa un desafío en varios niveles y órdenes, una osadía no del todo pequeña–; el atreverse a intentar, y varias veces lograr, una enunciación omniposible, de varios sentidos y registros.
Este inmenso texto me ayudó, e incluso puedo decir que me salvó, en muchos aspectos. Al momento de concluir la novela, y antes de salir corriendo en busca de sus “hermanas”, tenía la cabeza mucho más sosegada y con visos, direcciones y bosquejos de hacia dónde y cómo llevar una narración, no tan ambiciosa, desde luego, sino que fuera capaz de cumplir las intenciones (no sólo estéticas y literarias), que ya intuía enmarañadas en mi estrecha mente, a partir de entonces pertrechada por esta obra – y otras afines–, de la mano de un autor cuya voz dice, y más aún, propone Tanto.
Por otro lado, encuentro crucial el acercarse a obras tan ricas (e inconmensurables, que realmente nunca se acaban de leer, que carecen de “punto final”) como la que me ocupa ahora, cuya lectura, quiero creer, me enriqueció como persona, y no sólo por la cantidad impresionante y francamente avasalladora de erudición de que Del Paso hace alarde. Más allá de los datos librescos y lo útil que pueden llegar a ser ciertas referencias, la verdadera riqueza del texto radica en la calidad humana a la que apela, inherente a cada quien, y en la cual, uno como lector, encuentra cifrados, muchas veces a favor y otras tantas en desacuerdo, aspectos y carices de la realidad, del mundo, de uno mismo como persona, individuo y ser social –que no es lo mismo–, ceñido a cada uno de sus roles o papeles en relación con los otros (hijo, amigo, amante, estudiante, trabajador, idealista, loco o revolucionario); es decir, la construcción que toda persona, o personaje, ejerce dentro y fuera de sí; de, en y para el mundo.
Lo entrañable de esta obra es la cantidad de emociones que detona y el modo en que opera sobre el receptor: lo divierte, deprime, asusta, hastía y a la vez lo deja ansioso por más; en fin, provoca catarsis y sentimientos encontrados en varios sentidos y tónicas, contrapunteando en todo momento los ánimos de quien lee. En lo personal, pude entenderme un poco más a fondo conmigo mismo, hacer las paces con mi otro yo, y caer en cuenta de Todo lo que una persona puede ser, en potencial y en probabilidad; cuán grande es el alcance del discurrir humano y cuánto cabe en una vida.
A fin de identificar a lo largo y ancho de la novela los rasgos que, pese –y gracias– a las argucias laberínticas y formales de Del Paso, dotan de dobleces la trama y estructura, es viable recurrir a teorías y formulaciones estéticas y conceptuales de varios autores y autoridades (tales como Fiddian, Connolly, Pimentel, Inés Sáenz, Bachelard, entre otros), así como de las tesis que abordan ciertos puntos afines a los que esta investigación propone (concisamente, en la Biblioteca Central de la UNAM, existen cuatro trabajos que versan sobre Palinuro: tres en el catálogo virtual y uno en estantería, los cuales abordan aspectos muy diferentes, así como datos y enfoques de lectura muy valiosos).
No obstante, y para mi muy desalentada sorpresa, no pude hallar ningún tratado, más allá de un par de artículos sueltos4 y una sola tesis –si bien, harto concienzuda pues es de maestría–, que teorizase respecto al tema puesto sobre la mesa: la novela total (nombrada también con etiquetas equivalentes), sus implicaciones y características, la preceptiva y posible inserción del Palinuro en esta veta o familia literaria. Más allá de algunos textos que exacerban la labor de usanza joyceana y enarbolan las características más evidentes de su ambiciosa propuesta, no encontré en bibliotecas, bases de datos ni en la red virtual gran cantidad de información respecto a esta apasionante veta literaria, lo cual es favorable para el estado de la cuestión, ya que ante un objeto de estudio tan complejo y vasto pueden aventurarse un sinnúmero de propuestas, establecerse hartas relaciones e insinuarse casi cualquier cosa, pues Todo le cabe y queda.
Así pues, al tratarse de una obra tan heterogénea en su hechura y complicada en su análisis, sugiero emprender su examen a partir de diversos enfoques que podrían irse ajustando y contraponiendo en torno a la novela; con esto, asumo una afinidad a la “crítica de vertientes” postulada por el gran maestro brasileño Antonio Candido.5 El fin es sitiar a nuestra novela en una encrucijada donde dialogue con diversas tradiciones y juicios críticos, con el fin de dilucidar con cierta claridad cómo se configura la idea de avasallante Totalidad como noción permeable a la obra delpasiana; cómo se impone el género de “novela total” y cómo Palinuro de México se cuela en esta “nueva tradición” narrativa. Para esto, habrá que pasar primeramente por la dilucidación y subsecuente explicación de varios factores inmanentes de la propia obra: desde su estructura, temática/entramado (planteamiento y desarrollo de las tramas, más allá de la anécdota lineal, que por otro lado y por supuesto, es todo menos eso; a menos que la contemplemos como una línea oblicua con derroteros laberínticos) y, desde luego, sus personajes y en concreto su protagonista: el propio Palinuro, quizá el meollo más conflictivo, confuso y problemático de analizar.6
Otros elementos necesarios para una aproximación a esta monumental obra son los personajes, el hilo negro del tiempo (o más bien, los planos temporales que el narrador entreteje) y el andamiaje del espacio, cuyo manejo y construcción es tan rica como endiablada. Todo ello sobreponiendo un acercamiento al libro como depositario del universo e historia que se escribe dentro de su propio bucle de realidad. Es la amalgama del absurdo, los elementos oníricos y otros factores tanto lúdicos como simbólicos -que convierten a la obra en un acto autogenerativo- lo que le da su esencia totalizadora.
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Notas-.
1 Si bien esta afirmación, sobre todo tras Noticias del Imperio –en definitiva su obra maestra–, no es del todo cierta y sus lectores no sean tan contados, me parece que la recepción de su obra, tanto por parte de la crítica especializada como de los lectores ‘de a pie’, es baja en términos llanos. No hay más que un puñado de tesis y artículos que tocan a Del Paso, a Palinuro de México en conciso, y claro está: los lectores siguen apostando por Fuentes, Pacheco, Rulfo y demás viejos favoritos y consagrados, a cuya sombra siempre estarán tantos otros igual o incluso más grandes (aludo sólo a narradores mexicanos de la mitad del siglo anterior a la fecha, en este caso concreto). Resumiendo: se ha leído poco y estudiado menos.
2 En los capítulos 11 y 18 de la novela se plantea el concepto de “Islas Imaginarias”. Se juega aquí con esta noción, al designar la novela como “Continente Imaginario”; acaso sería mejor tildarla de Pluriverso Imaginativo.
3 Se habrá notado hasta aquí el uso de grafías mayúsculas al principio de algunas palabras. Esto, aunque pudiera parecer una serie de erratas, es un procedimiento literario y retórico, implementado entre otros por el legendario autor porteño Macedonio Fernández, y el cual me permito poner en práctica para acentuar el carácter denotativo (y en ciertos casos, asimismo el connotativo) de algunos vocablos.
4 Carlos Fuentes y sus ensayos sobre la nueva novela latinoamericana, y otro en particular interesante de Gustavo Forero Quintero que versa sobre la novela total y/o la fragmentaria, y de la factibilidad o franca imposibilidad del Arte para plasmar la vida en toda su complejidad y dimensión.
5 En el prefacio de su libro Estruendo y liberación, Candido explica a qué se refiere con esto y asimismo anticipa lo inconveniente de ceñirse a una sola corriente de análisis y tratar de obligar a que la obra u objeto de estudio entre forzosamente en una vertiente preestablecida: “a partir de cierto momento percibí que ese punto de vista ‘funcional’ es legítimo cuando la obra analizada sólo puede ser explicada si la referimos al contexto histórico y social; pero hay muchas otras que no requieren tal enfoque, porque su razón de ser depende sobre todo de la fantasía. De manera que el elemento decisivo, en cualquier caso, es la organización del discurso. De ahí mi esfuerzo a lo largo de los años, para conseguir un tipo de crítica integrativa, procurando combinar eventualmente más de un punto de vista, a fin de atender a la extraordinaria diversidad de las obras. […] Antonio Candido, Estruendo y liberación, (Antonio Arnoni Prado y Jorge Ruedas de la Serna, editores), Siglo XXI, México, 2000, pp. 13-14.
6 En cuanto al contexto de producción de la obra, su recepción y demás aspectos de importancia a considerar antes de entrar de lleno a probar mi hipótesis, y previendo que el espacio de esta tesis estará más bien sobregirado, refiero algunos textos donde esto se plantea de manera inmejorablemente pormenorizada (no es mi intención deslindarme de la responsabilidad de tomar en cuenta estas consideraciones: por supuesto que he tenido muy en cuenta el panorama cultural y sociopolítico de México en el momento en que se escribe y aparece Palinuro –aunque Del Paso radicaba en Londres por entonces–; es sólo que no quisiera redundar con información “pajiza” este trabajo, datos que, por otro lado, están recogidos con toda minucia en varias publicaciones e investigaciones académicas); rescato sólo dos: Cfr. Gerardo Hazael Piña Méndez, El erotismo en Palinuro de México, Tesis de licenciatura, UNAM, 2000, pp. 7-19. Robin W. Fiddian, The novels of Fernando del Paso, University Press of Florida, U.S.A., 2000, pp. 1-28. Enlace virtual: https://florida.theorangegrove.org/og/file/69a2934f-f09c-d8be-3df3-a714d64d0137/1/novelsoffernandodelpaso.pdf [Consultado el 14/05/16]
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* Este texto es una versión de la introducción a la tesis de Licenciatura “Perficción: la dualidad totalizadora en Palinuro de México, de Fernando del Paso”, presentada por Pablo A. Gálvez Gutiérrez en 2017 en la UNAM a fin de obtener su título de Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas. Se publica con su autorización.