Los bosques sagrados (III)

Luis  Ayhllón


El autor continua compartiéndonos su saga de narraciones dramáticas. Se presenta el último de los ocho relatos escénicos que el autor ha compartido desde hace varios números con los lectores de cambiavías. Esta entrega es la tercera parte que componen Los Bosques Sagrados.

3

¿Y si la esposa del panadero no tiene un corazón puro?

¿Y si su corazón, como sus intestinos, están llenos de grasa?

¿Y si sólo es una gorda hija de puta?

¿Te has puesto a pensar?

Dime, ¿te has puesto a pensar? A lo mejor ella sabía todo esto.
¿Saber, qué?
A lo mejor le pagan para mandar niñas babosas al bosque.
No lo creo.
¿Cómo estás segura de eso? Imagina que ella es parte de todo esto y que está con ellos.
¿Con quiénes?
Con las criaturas, con los cazadores.
¿Qué ganaría ella?
No lo sé. Unas monedas. No lo sé. Levadura.
Sólo intenta dormir.
¿Tú crees que de pronto todo va a cambiar? ¿Tú crees que exista ese lugar?
Sólo duerme, por favor.
No tengo sueño.
Ni yo, pero necesitamos dormir.


No se me sale de la cabeza.
¿Qué?
Esa señora. Nos da un mapa, seguimos las pistas y todo nos sale al revés.
El bosque es impredecible. Tiene muchos años. Es viejo. Muy viejo.
Eso no tiene nada qué ver.
Es viejo y lleno de secretos.
Ese mapa, quizás sea una mentira. Quizás vamos directito a caer en otras trampas. Trampas de las que no vamos a salir vivas. A lo mejor nos despellejan y nos dejan tiradas en la tierra. A lo mejor se comen nuestra carne. A lo mejor nos queman y esparcen nuestras cenizas. Ya no quiero seguir las instrucciones. No confío en la gorda. Hace rico pan, pero no confío en ella. No le creo. No quiero ser polvo. No creo que quisiera ayudarnos, la mujer esa. ¿Cómo estás tan segura de…?
¿Qué propones?
Que nos desviemos. Que exploremos otras regiones.
No. Vamos a seguir la ruta. No faltan tantos días. Quizás una semana. Cuando lleguemos, seremos cautelosas. Si vemos algo raro, nos largamos y ya.

4

Ya casi no hablas.

¿Por qué?
Tu hablas por las dos.
No es eso. Te has vuelto triste.
Debemos ahorrar palabras.
¿Por qué?
Hay que hablar lo necesario.
No estoy de acuerdo. Prefiero hablar que escuchar los sonidos del bosque.
Prefiero la música sacra.
O tus sermones.
O tus cuentos bizarros.
Habla lo que quieras.
No me gusta que te pongas así.
No eras así.
Tenías más chispa.
Hablabas más.
Te prefiero de antes.
Me da miedo que te pongas así.
Parece que te tragaste un soldado.



Del puto cazador ni quien se acuerde.




Hay algo ahí. Para.
¿Qué es?
Un bulto.
¿Qué será?
Sepa.
Se mueve.
Espera aquí.
No.
Que te esperes aquí.
Ni madres.
Hazme caso.
De ti, no me separo.



Es una niña.
¿Está dormida?
No. Se mueve.
¿Está dormida?
Quizás.
¿Qué hace? ¿Está soñando?
No lo sé.
Muévela.
Está débil.
Parece que quiere hablar.
No. No la toques.
No quiere hablar.
Es un acto reflejo.
Yo creo que está muriendo.
O quizás está soñando.
Quizás sueña con nosotras.
No habla.
Pero sí, parece que habla.
Parece, pero no.
Tiene, tiene…
Tiene una flor, una flor que crece de su boca.
A lo mejor se anida en su garganta.
Una flor se abre paso, pero no encuentra la salida.
Eso es, una flor.
Una flor.
Ella sueña.
Y nosotras…
Quizás las flores son parte de su lengua.
Su lengua muerta.
Quizás es una flor que quiere ser un grito.
Quizás su paladar es un jardín.
Y sus venas alimentan la tierra.
¿Por qué no le rompes la cabeza con una piedra?
¿Por qué no tú?
Porque yo soy la pequeña. Yo sólo doy las ideas.
¿Por qué no? ¿Qué te hizo?
Nada, pero no estoy para flores. Aplástala… Eso, así… Gracias. Más… Más…

5

Se avista una cabaña.
No estoy ciega.
¿Qué habrá adentro?
Lo que haya, nos sirve.
¿Habrá alguien adentro?
Yo creo que sí.
¿Por qué lo dices?
Hay luz. Quizás una pequeña fogata. O algo en la lumbre.
¿Y qué si hay alguien?
¿Tienes miedo?
No. ¿Crees que haya dulces?
No seas ridícula.
Puede haber dulces.
No lo creo, es una mugre cabaña.
Pero, ¿qué tal que adentro hay dulces?
No. No hay dulces.
¿Por qué lo dices tan segura?
Porque lo sé. Mira su aspecto. Si fuera una cabaña con un montón de dulces estaría construida con ladrillos de chocolate y en lugar de expulsar ese fino humo negro, saldrían algodones de azúcar.
Creo que tienes razón. ¿Y qué si hay alguien? Asómate por la ventana. ¿Qué ves?
Creo que un viejo. Sí, es un viejo que duerme.
¿Un viejo?
Sí, un viejo que duerme. Parece que ronca. Veo comida en la lumbre. Parece una gran olla de sopa.
Vamos a tocar la puerta.
No. No vamos a tocar la puerta. Vamos a entrar con sigilo y nos comemos la sopa.
Está bien.
Pero tienes que guardar silencio.
Sí.
Y ser muy cuidadosa.
Está bien.