Luis Ayhllón
Con esta dramaturgia para reuniones virtuales, Luis Ayhllón inicia una nueva saga de colaboraciones. Como lo hizo con su relato escénico El Príncipe-Princesa, el autor nos compartirá los avances de su pieza y nos hará partícipes de personajes y situaciones asequibles y plenas de sentido.
⌈Dramaturgia para reuniones virtuales⌋
PRIMERA PARTE
I
Lucas
Moisés y Lucas aparecen a cuadro.
– Hace mucho quería verte.
¿Cómo estás? ¿Cómo está la familia?
¿Sigues con esos ataques que te dan?
Seee. Bueno, si no me dices nada…
Moisés, Moisés. ¿Qué puedo hacer si no pones de tu parte?
Contactarte no fue fácil, ¿eh?
No fue fácil. Nada fácil.
Oye, Moisés. No es justo.
Moisés. Te estoy hablando.
Silencio.
Bueno. Me da gusto que estés aquí. No esperaba que te conectaras.
Creo que te estás preguntando, ¿por qué te busco, justo ahora, que un extraño virus se esparció por el mundo y nos tiene encerrados en casa? Pues… no sé. Ésa es la respuesta. No lo sé. La vida tiene/ A lo mejor me hubiera gustado buscarte en el mundo real. ¿Por qué no lo hice? No lo sé. ¿Por qué tengo pocos huevos? A lo mejor. Seeee. ¿Por qué pensaba que me valías puritita madre? A lo mejor. No lo sé. No lo sé. Y nunca lo vamos a saber.
Silencio.
Quizás te busco, mira, porque ya estoy viejo… y esto del virus me hizo/ Lo que pasa/ Mira/ Estaba viendo una película en blanco y negro, una de esas veces que ves y no ves, ¿entiendes? Ves, pero estás pensando en otras cosas. Lo que pasó, es que de pronto sentí los ojos vidriosos y una lágrima se escurría por mi mejilla. ¡Sí! Tú sabes que yo no soy así. No soy así. Te consta que yo no hago esas cosas, por favor. Lo sabes.
¿Por qué no dices nada?
Oye, ¿por qué no dices nada?
Moisés. Oye…
¿Por qué no hablas? Dime algo.
Por favor.
Te lo estoy pidiendo en buena onda. Habla.
Oye… Oye…
¿Quién chingados/?
Bueno, no has cortado comunicación. Eso quiere decir que, bueno, nadie te está haciendo manita de puerco para estar frente a la compu. ¿O sí? Nadie te está obligando y aquí estás.
¿Ves? Aquí sigues. Ahí sigues. Eso es bueno.
Hace un ejercicio de respiración.
Hago Taichi. Eso me ayuda. ¿Haces algún deporte? ¿Cómo te distraes? ¿Sigues bebiendo?
Silencio.
Lo primero que quiero que sepas, es que yo no maté a mamá. ¿Okey? Sé que te quedaste con una opinión diferente, pero, de hermano a hermano, yo no maté a mamá. Ella se murió solita. Estaba loca, era una hija de la chingada, pero yo no tuve nada que ver con eso. A veces, cuando somos jóvenes, nos confundimos, y tú estabas confundido. Muy confundido. Cuando somos jóvenes, mezclamos la verdad con la mentira, a eso nos dedicamos, no me vas a decir que no. Y luego pasa que no sabemos cómo separar lo verdadero de lo falso.
Quiero decirte algo, mi memoria es un campo ralo. Pero sé qué es verdad y qué no es verdad. Así que ya sabes. Yo no tuve nada que ver con su muerte.
Moisés apaga la cámara.
¿Estás ahí? Oye. Pon la cámara.
Oye, te estoy hablando. Ya sé que estás ahí, cabrón.
Pon la puta cámara que no estoy aquí de adorno. Quiero verte a los ojos. No voy a seguir hasta que no pongas la cámara.
Ya te dije que no voy a seguir.
No voy a seguir.
Así estaremos. Tengo todo el día. No hay pedo.
Es como tú quieras.
Quiero verte. No es justo. No es justo.
Voy a contar hasta 3.
Escúchame bien. Voy a contar hasta 3 y si no prendes la cámara, me largo. Deberías de considerar lo tremendamente difícil que es estar aquí, humillándome contigo. ¿Quién fue el que te buscó? ¿Quién te contactó por feis? ¿Quién te dijo que quería charlar? ¡Fui yo! ¡Fui yo! ¡Enciende la puta cámara! 1, 2, 3. Vete a la verga.
Moisés se sale de la reunión.
II
Moisés
Moisés y Lucas aparecen a cuadro.
– Quiero contarte una historia.
– Pero antes…
– A ver, aclaremos… Te pedí que nos viéramos a través de esta mierda con la condición de que cerraras el hocico. Cállate. Cierra la boca.
Silencio.
Eso.
Así.
Muy bien, Lucas. Así está bien. Eso.
Las personas como tú abren la boca y pudren todo.
Quiero contarte una historia.
– Mira…
– Shhhh.
Shhhh.
Muy bien. Así, Lucas.
Quiero contarte algo, toma tres:
Yo vivía tranquilo con mamá. No vivía tranquilo. No. Pero estaba con ella. Yo vivía con mamá. No había armonía. Pero, estaba con ella. A su manera, me procuraba amor. Sí, te daba uno que otro madrazo, o te volteaba la cara cuando eras grosero, pero esa era la forma. El fondo era otra cosa. El fondo era amor.
Yo era un niño problema. Me orinaba desde la azotea, golpeaba niños. Un día me robé a Estela, el esqueleto de la oficina del director porque pensaba que había que darle santa sepultura. Lo que no sabía era que Estela era de plástico. Pero no estoy aquí para contarte cómo era yo, pues tú viviste antes conmigo y con mamá. Ella también te puteaba. Ahora que lo pienso, qué bueno que lo hacía. Yo creo que eras insoportable. No sé quién fue tu padre, mamá nunca me dijo y eso que era más cercana a mí.
Bueno, me da curiosidad. Ojalá me digas.
No ahora. Ahora no quiero que hables.
Aunque me imagino que era un parásito.
Recordarás que a mamá le detectaron cáncer de estómago. Una vez me llevó a la clínica del Seguro Social y estuvimos un rato esperando. Me dijo que me quería mucho, Lucas. Tal cual. Después me dijo: tú eres diferente, tú no eres como el puto de tu hermano.
No son invenciones, Lucas.
Son palabras textuales: tú no eres como el puto de tu hermano.
Eso me dijo.
Lo dijo con una voz meliflua.
Creo que fue la primera vez que se sinceró conmigo.
¿Y sabes qué más me dijo?
Yo sé que te mueres por saberlo.
Ella dijo:
Tú eres el mejor.
Y no lo dijo una vez.
Lo dijo otra vez:
Tú eres el mejor.
Y no sólo dijo eso, subrayó:
Que no se te olvide.
¿Y qué crees que hice?
Nunca lo olvidé; 34 años después lo sigo recordando.
Ese día en una puta clínica del seguro social, mi madre se abrió conmigo.
Se hizo madre.
Ahí entendí que ser madre significa dar buenas madrizas de todo tipo a tus hijos, hasta que estos se reciben como hijos.
Ese día yo fui hijo por primera vez.
Aguanté como hombre.
Después de un rato en silencio pasó a su consulta.
Duró horas.
Al salir me dijo:
Las quimios son basura.
Y nos fuimos de ese hospital.
Llegamos a casa.
En esa época tu vivías con una señora en tu cuarto. Y no querías que nadie te molestara. Salías por latas de atún, refresco y cerveza, y te volvías a encerrar.
No hablabas con mamá. No te importara que tuviera cáncer.
Sólo te la pasabas encerrado con tu señora, una gordibuena, en el cuarto, viendo la televisión.
Mi madre me encerró con ella y me dijo que se iba a recuperar.
Yo la abracé y me contó una historia de su infancia.
Esa historia quizás algún día te la cuente.
Hoy no.
No estoy aquí para contarte la vida de mamá. Estoy aquí para que sepas lo que ella confiaba en mí.
Confiaba más en mí que en nadie, Lucas.
Ella no tenía cáncer de estómago. Ella necesitaba sangre.
Silencio.
Quita esa cara de pendejo. ¿Por qué sonríes?
No estoy mintiendo.
Ella necesitaba sangre. Por eso había enfermado. Por eso le detectaron cáncer de estómago, Lucas.
Había dejado de beber sangre por una crisis de valores.
No está bien beber sangre, hijo. No es algo que los católicos deban hacer.
Mamá se confesaba siempre que conseguía un poco de sangre.
Silencio.
A ver, pendejo. ¿De qué carajos te ríes?
¿Por qué te ríes?
Lucas, si sigues así, me largo.
A ver.
Silencio.
Quita esa puta sonrisa. Lo que te cuento no es de risa. Es trágico.
No es de risa.
Silencio.
Mamá tenía una amigo que le daba plaquetas de sangre a cambio de sexo.
Y un día ya no quiso darle sexo.
No era digno.
Se sentía utilizada.
Y el señor, que trabajaba en unos laboratorios, ya no quiso darle sus plaquetas.
O aflojas o nanai. Le dijo.
Pasaron los días y comenzó a sentir una ansiedad cabrona.
Tenía la boca seca, como cuando tienes cruda, pero una cruda añeja, centenaria.
En la iglesia le prometió a la Virgen que dejaría la sangre.
Pasaron los días y comenzó a sentir ansiedad, mareos y vómitos.
Se fue a una clínica rascuache, a Urgencias.
Sólo miraba pasar heridos y se le hacía agua la boca.
Pero no podía hacer nada, Lucas. Porque estaba jurada.
Además, no era higiénico.
A ver.
Quiero decir algo.
No pongas esa cara. No me juzgues. Ese siempre ha sido tu problema, juzgas a los demás cuando no te das cuenta lo idiota que estás, cuando no te das cuenta que tú mismo, que tú mismo/
Bueno, te pido de la manera más atenta que pongas un rostro neutral. No expreses nada. No mires con cara de: a-ver-con-qué-mamada-me-sale-este-pendejo.
Silencio.
Muy bien. Neutro.
Así. Muy bien.
Neutro y en silencio.
Hasta neutro caes gordo, pero bueno.
Mamá siguió absteniéndose hasta que enfermó y le detectaron cáncer de estómago.
Me pidió ayudarla, diciendo: la Virgen no quiere que me muera. Una promesa no vale nada si me muero por cumplirla.
Y eso fue lo que hice.
Salí a las calles con la firme intención de ayudarla.
En la chamarra llevaba un cuchillo cebollero y una bolsa de plástico.
Caminé por las calles durante un rato hasta que vi un perro callejero.
Ya sé lo que piensas, Lucas.
¿Qué pedo con ese niño asesino de perros?
Quiero que sepas algo, ahora todo mundo es pet frenli. Todo mundo ama a los perros, los saca a pasear, limpia con propiedad sus eses y son temas de pláticas y campañas. Entran con ellos a los restaurantes. Tienen peluquerías y sicólogos. No me extrañaría que un día caminaran en dos patas con sombreros de copa. Les llaman, sus hijos. Es ridículo. Pero te recuerdo que es esa época pululaban los perros callejeros y uno era libre de patearlos. Había libertad, Lucas. No como ahora. Así que me acerqué a ese perro, estaba en los huesos, era pardo, corriente y estaba hambriento. Le llevé un poco de leche y la bebió toda. Le corté el cuello y con mucha dificultad le coloqué la bolsa de plástico. La llené a la mitad y regresé a casa.
Le di la bolsa a mamá y se le mojaron los ojos.
Hijo, hijito. Me dijo.
Silencio.
Perdón. Es que me emociono.
No se la bebió. Cuando le dije que era de perro, me regañó y me dijo que ella no bebía mierda. Que prefería morirse, a beber eso. Es como beber Anís del Chango cuando estás acostumbrado a un buen ron. No seas mamón.
Eso me dijo. Así. Me dijo.
Ya terminé.
Silencio.
¿Por qué te ríes?
¿Por qué te ríes?
¿Qué fue lo que te dije?
¿Qué te dije?
Moisés sale de la reunión.
⌈⊂⌋
Ciudad de México, 1976. Dramatrugo, guionista y director mexicano. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte snca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes fonca. Miembro del taller de la Royal Court of London en México. Ganador del Premio Nacional de Literatura 2006, en la rama de teatro; del Premio Nacional de Dramaturgia Manuel Herrera 2004; del Premio Nacional de Teatro para Adolescentes 2004; y del Premio Oscar Liera a la Mejor Dramaturgia 2004, entre otros premios y reconocimientos. Su trabajo en cine incluyen el guión del largometraje Caja Negra; el guión y la realización del mediometraje Instrucciones para acabar con la neurosis; Dodo fue su ópera prima como director de cine (2013); en 2016 escribió y dirigió Nocturno.