Dos visiones líricas de la conquista de México

Redacción cambiavías

Samuel Máynez Champion nos anticipa la culminación de una cantata épica sobre el último tlatoani azteca. A diferencia de su trabajo preliminar, sustentado en el rescate de una partitura de Vivaldi sobre Moctezuma, esta vez ha desarrollado un proyecto completamente de su autoría que llevará a escena en colaboración con otros distinguidos creadores.

En el cúmulo de obras sobre la conquista de México, las enfocadas en el impacto de ese encuentro -colisión para algunos- cultural en la música originaria son escasas, además de singulares. Aunque una fortaleza notable de México es su acervo etnomusical, este sí con gran arraigo y desarrollo entre estudiosos nacionales y extranjeros, las propuestas sobre el efecto lírico-musical en el axis de lo que resultó la fusión de los dos mundos son escasas.

Por eso es de celebrar que Samuel Máynez Champion este enfrascado en un segundo proyecto sobre personalidades aztecas: la cantata épica Cuitlahuatzin, que al igual que su predecesora Motecuhzoma II, devela desde el presente las circunstancias que motivaron su devenir como líderes, reivindicándolos a partir de un lenguaje lírico- musical.

Con su ópera Motecuhzoma II, Máynez Champion reelaboró y e hizo una relectura del drama per música de Antonio Vivaldi, asumiendo como motivación la tercera parte que faltaba a la partitura original y dando así vida a una pieza que ha obtenido gran reconocimiento nacional e internacional. Su aportación con esta obra, con la que obtuvo su grado doctoral en el Centro de Postgrado en Estudios Mesoamericanos de la UNAM, fue la elaboración de un material melódico para resucitarla, así como la concepción de su montaje escénico, posicionando al guerrero sabio como un gobernante que actuó a partir de sus circunstancias tratando de dignificar la existencia de su pueblo.  Esta pieza se ha presentado en diversas ocasiones desde el 2015, siendo la más reciente en el zócalo de la ciudad de México en noviembre de 2019 ante miles de espectadores.

Tomando como referente en todo momento la musicalización primigenia de Vivaldi al texto de Giusti, Máynez Champion despliega una gran creatividad con Motecuhzoma II, empero crear desde algo preconcebido es al mismo tiempo un acicate que  una limitante. Ello no menoscaba el resultado final en lo más mínimo, pero exhibe un potencial que derivaría en una obra posterior, todavía en ciernes, aunque de próxima aparición, en coincidencia con la conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlán.

Se trata de Cuitlahuatzin, cantata épica cuyo libreto fue elaborado por Samuel Maynez, la musicalización por Samuel Zyman y la versión en náhuatl por Patrick Johansson. El argumento rescata del olvido al último tlatoani azteca, situándolo como héroe trágico ante la conquista española, destacando que no murió en combate, sino de viruela, enfermedad que trajeron al continente los españoles, y presentándolo como un adalid de la defensa de la naturaleza.

En esta obra se emplea el náhuatl cásico y su formato está diseñado para 150 participantes, gran orquesta, solistas, bailarines, coro, danzantes, grupos de instrumentos prehispánicos y pantallas de gran formato.

De acuerdo con su carpeta del proyecto, la narrativa para el montaje escénico de la obra plantea dos mundos que conviven de manera entrelazada. Por un lado, el mundo terrenal, cotidiano, donde se desarrolla la vida social y política de la urbe ello para observar la complejidad de los seres humanos junto con su universalidad infalible. Por el otro su interacción con el mundo espiritual y la naturaleza, como reflejo de su visión cosmogónica. Esta dualidad se enlaza armónicamente a través del personaje Amatlamatqui, quien a manera de árbol unirá ambos mundos usando su espejo humeante de obsidiana y trascendiendo con sus visiones el tiempo y el espacio.

Como en su obra primigenia, Maynez trabaja con un grupo multidisciplinario de artistas harán posible el debut de esta obra en 2021. La escenografía es de Peter Crompton, quien toma como inspiración los templos y palacios mexicas; las proyecciones, que tienen como móvil el movimiento entre escenas y entre las dimensiones terrenal y espiritual son de Tomas Filsinger. Otros aspectos fundamentales de la obra son el vestuario, diseñado con textiles, cueros y plumas por Brisa Alonso; el maquillaje y los peinados, de Ilka Monforte; la utilería recreada por Ana García Robles, y la creación de títeres y mojigangas de Benjamín Barrios.

Cuitlahuatzin exhibe la madurez creativa de un autor que cuenta con un amplio acervo en este período de la historia de México; confirma también su recorrido como músico, así como su trayectoria como investigador musical. Adicionalmente, Samuel Maynez ratifica un elemento visible también en Motecuhzoma: su posicionamiento de defensa a la visión de los vencidos que alguna vez documentara Miguel León-Portilla. ⌋