Flora Tristán, la vida pregrina de una paria

Felipe Sánchez Reyes

En la amplia gama de protestas sobre las condiciones de vida de las mujeres subyace la equidad y el ejercicio pleno de ciertos derechos. Sensible a las expresiones actuales de descontento, Felipe Sánchez Reyes identifica un referente fundamental de estas posturas y rescata fragmentos de la vida de un personaje que denunció la esclavitud, cuestionó los roles asignados a las mujeres y demandó una educación sustentada en el arte.

Flora Tristán, autodidacta y fundadora del feminismo temprano, nace en 1803 en París, durante el siglo XIX, cuando las mujeres carecen de derechos civiles, son consideradas responsabilidad del padre o del marido, la mujer casada vive en la eterna minoría de edad y, después de la separación matrimonial, no tienen un rol específico, respetable, que cumplir en la sociedad.

Sus padres son Mariano Tristán y Moscoso, aristócrata de Perú y coronel militar español destacado en Bilbao, y la francesa, sin recursos, Teresa Laisney que huye de la revolución francesa con su familia y habita en Bilbao. En Bilbao ambos se casan clandestinamente ante un cura francés exiliado, Mr. Roncelín, que conoce a la novia desde su infancia, y celebra la ceremonia en casa de ella, pero el matrimonio religioso carece de valor legal en Francia. La pareja casada se traslada a París, vive en un barrio residencial, elegante, donde lo frecuenta Simón Bolívar, pero cuando Flora Tristán tiene cuatro años, su padre muere de una apoplejía fulminante.

Ella confiesa en el Prefacio de su libro (Tristán, 2010, p. 13): “Tenía yo cuatro años cuando perdí a mi padre en París. Murió súbitamente, sin regularizar su matrimonio y sin reemplazarlo con disposiciones testamentarias. Mi madre tenía pocos recursos para vivir y educarnos a mi hermano menor -Mariano- y a mí. Se retiró al campo, en donde viví hasta la edad de quince años (1818)”. A sus catorce años, cuando aún es una niña, ama dos veces. El primer joven al que ama, muere antes de desobedecer al padre que la rechaza; y el segundo, tiene miedo de amarla, pues teme que ella lo ame demasiado; esta decepción desgarra el corazón de Flora.

 Cuando muere Mariano, su hermano pequeño, ella y su madre regresan a París, Flora trabaja como colorista en el taller litográfico de André Chazal. Dos años más tarde, en 1821, su madre la obliga a casarse con el hombre al que no estima ni ama: su patrón, el pintor y litógrafo André-François Chazal que tiene 24 años y ella 18. Ella disputa y lleva una relación difícil con su marido violento que la obliga a mudarse a la casa de su madre en 1823. Ella detesta la servidumbre del vínculo matrimonial, porque el sexo débil está sujeto por el más fuerte y reconoce que “ninguna mujer se atreve a levantar la voz contra un orden social que las mantiene en la dependencia y que remacha sus cadenas con la indisolubilidad del matrimonio (Tristán, 2010, p. 9)”.

Durante los cuatro años que habita con él, ella procrea tres hijos y sólo viven dos: Aline y Ernest, causantes de la disputa entre ambos. En 1825, nace su hija Aline –futura madre de Paul Gauguin-, Flora abandona su hogar y esposo, y -asevera Vargas Llosa en la presentación del libro (Tristán, 2010, p. II)- “pese a los esfuerzos de su madre, que le dijo que una mujer que deja a su marido es poco menos que una perdida y si el marido la denuncia la llevan presa, como delincuente […] Empezó a esconderse y a huir, con el temor de que André Chazal la denunciara como prófuga, de que la policía la buscara y la encerrara en la cárcel como una esposa indigna y madre desnaturalizada”.

En 1826 huye de París y llega por primera vez a Inglaterra, donde trabaja como empleada doméstica de una familia inglesa, con ella recorre Italia y Suiza durante dos años. Entonces revela su situación como mujer separada: “Al separarme de mi marido, había abandonado su nombre y tomado el de mi padre. Como viuda o soltera, era rechazada, cuando la verdad llegaba a ser descubierta. […] La presencia de mis hijos me impedía hacerme pasar por soltera y me presentaba como viuda… (p. 14)”.

En 1828, ante la presión del esposo, Flora le cede la potestad de su hijo Ernest, mientras ella se queda con su hija menor, Aline, y confiesa: “Durante esos seis años de aislamiento, supe todo lo que está condenada a sufrir la mujer separada de su marido en medio de una sociedad que, ha conservado viejos prejuicios contra las mujeres colocadas en esta posición, después de haber abolido el divorcio y hecho casi imposible la separación de cuerpos. […] (él) me reclamaba como a su esclava (Tristán, 2010, pp. 13 y 18)”.

Posteriormente regresa, por segunda vez, a Inglaterra en 1831, para trabajar por dos años. En 1833, a sus 30 años se embarca en Burdeos en el barco El Mexicano con destino a Perú, para reclamar a su tío Pío Tristán -ambicioso y avaro- la herencia paterna que le corresponde, pero antes deja a su hija Aline de ocho años en la pensión de Mademoiselle Bourzac. La travesía dura seis meses, es la única mujer en el barco, se hace pasar por soltera y regresa a Liverpool en julio de 1834. Durante su viaje a Perú, primero llega a Cabo Verde, donde conoce la trata y esclavitud de los negros, luego Valparaíso (Chile), la bahía de Islay (costa del Perú), Arequipa y Lima, donde la noche que llega su prima le regala una esclava de compañía, así conoce de cerca la esclavitud (Tristán, 2010, p. III).

En 1838 publica dos libros: su relato de viaje a Perú, Las peregrinaciones de una paria, y su relato, Mephis, de corte filosófico y social, cuyo protagonista es la combinación de Mesías y Mefistófeles. En su primer libro, por un lado, narra el horror que significó para ella el matrimonio y cómo a través de él descubre la condición de servidumbre, de ciudadana de segunda clase, la falta de protección legal en que se encuentra y su inferioridad frente al hombre. Las mujeres son ciudadanas de segunda clase, desprotegidas y relegadas a meros instrumentos de placer para el hombre o sombras furtivas en un mundo exclusivamente masculino (Tristán, 2010, pp. III y IV).

Y, por el otro, germinan los temas que más tarde desarrollará en sus libros: su lucha contra la explotación del hombre –esclavo u obrero en Inglaterra y Francia-, la creación de escuelas –escuela de artes y oficios- para mejorar la situación económica de todos los sectores de la población, y sus ideas feministas contra las leyes patriarcales.

Uno, critica la esclavitud y explotación del hombre, pues lo largo de su viaje conoce la esclavitud en Cabo Verde, donde los extranjeros comercian con la trata de esclavos; en la Praya el único comercio que se hace es la trata. En Lima, en el ingenio azucarero de Mr. Lavalle, éste le confiesa: -“Señorita, la falta de esclavos traerá la ruina de todos los ingenios. Perdemos muchos de ellos y las tres cuartas partes de los negritos mueren antes de llegar a los doce años. En otros tiempos tenía mil quinientos negros. No tengo ya sino novecientos, comprendiendo a estos débiles niños que usted ve (p. 356). Y en Londres, padece y conoce a explotación del obrero.

Dos, propone la creación de escuelas para los tres sectores: los niños huérfanos, “a quienes no se les da ninguna instrucción, ni se les enseña ningún arte (Tristán, 2010, p. 174)”; toda la población, como una forma de mejorar su situación económica, pues en su presentación a los peruanos manifiesta: “Instruid, pues, al pueblo. Estableced escuelas hasta en las más humildes aldeas: es lo urgente en la actualidad (Tristán, 2010, p. 4)”; y los esclavos negros: “Estoy bien persuadida de que la liberación gradual, únicamente ofrece un medio pronto para transformar a los negros en miembros útiles para la sociedad. El Parlamento Inglés hubiera ido más pronto hacia el bien, si se hubiese limitado a libertar anualmente a los esclavos de menos de veinte años y los hubiese colocado en escuelas rurales y de artes y oficios antes de dejarlos gozar de la libertad. (Tristán, 2010, p. 359).

Tres, defiende a las mujeres, víctimas del matrimonio, como ella, y cita algunos ejemplos. Mme. Aubrit es también una de las víctimas del matrimonio: “Casada a los dieciséis años con un viejo militar, la infortunada joven tuvo mucho que sufrir. Al fin no pudo soportar ese infierno, se escapó y huyó, al dejar a su marido, quedó sin medios de subsistencia (Tristán, 2010, p. 96).

También su prima doña Carmen Piérola de Flores, que pierde a su madre en la infancia, recibe educación, pero la adquiere por sí misma y posee una admirable inteligencia, como Flora: “Es educada por una tía dura y soberbia, y sin tener más alternativa que el matrimonio o el claustro, decidió casarse con el hijo de una hermana de mi padre que había pedido su mano atraído por el cebo de una rica dote. Mi primo hermoso (diez años duró esta unión, él la dejó para vivir públicamente con amantes) era estupendo, amable, pero jugador y libertino que despilfarró su fortuna y la de su esposa en desórdenes de toda especie. (Tristán, 2010, p. 141)”. Después de la muerte de su marido, ella vive de nuevo en casa de su tía dura y avara.

En 1838, su casa de la Rue Bac se convierte en centro de reunión de los artistas y gente de letras de París. El 10 de septiembre de ese año, su esposo André Chazal la espera a la puerta de la casa de ella con dos pistolas. Dispara la primera, la hiere con una bala que se incrusta junto a su corazón y que la acompaña de por vida, y la segunda no dispara. Pero ella “utiliza el incidente –afirma Estuardo Núñez en su Estudio Preliminar (Tristán, 1972, p. XIX)- como propaganda para la segunda edición de su libro, Las peregrinaciones de una paria.

En 1839 retorna por cuarta vez a Inglaterra. Pasa cuatro meses en Londres, disfrazada de hombre, recorre la ciudad, observa la vida y miseria de los habitantes, visita el Parlamento británico donde las mujeres no están autorizadas a ingresar, los prostíbulos y bares,  las cárceles y manicomios, las fábricas y talleres con niños de siete a diez años que no reciben salario, sino sólo propinas. Describe los talleres, donde las mujeres ganan la tercera o quinta parte que los obreros por un trabajo idéntico, que retrata en su libro, Paseos en Londres, publicado en 1840.

En 1843, discute con los dirigentes de las mutuales que no están acostumbrados a ver entre ellos a una mujer que no es una obrera, sino, una intelectual, una señora de sociedad que les habla con una energía y convicción contagiosas (Tristán, 2010, p. VI); en mayo publica La Unión Obrera y regresa a Francia.

En 1844 realiza una gira que dura ocho meses, por todo el sur y el suroeste de Francia. Recorre diversas ciudades, dicta charlas y conferencias en las que expone su iniciativa de unir al obrero, bajo la vigilancia policial por considerarla sediciosa. En Montpellier cae gravemente enferma de tifoidea, pero continúa con su gira; en Burdeos, la invitan al gran teatro a un concierto que da Franz Litz. En medio del recital se desmaya, agoniza de tifoidea y fallece el 14 de Noviembre, a los 41 años de edad, y es enterrada en el cementerio de La Cartuja o Chartreux en Burdeos.

En 1845 aparece en París, en edición póstuma, su libro, La emancipación de la mujer, donde se manifiesta crudamente contra la inferioridad matrimonial del sexo femenino y ataca el ambiente puritano de la época. En su breve vida de cuarentaiún años publica cinco libros. Lucha por una sociedad más justa e igualitaria, por los derechos de la clase trabajadora y de las mujeres, se rebela contra el sistema patriarcal de su país, vive libre e independiente, cuando se determina la eterna minoría de edad de la mujer casada, dependiente del padre o marido. En su libro (Tristán, 2010, pp. 147-148) se manifiesta contra la situación de la mujer:

“querida Florita, es usted, débil mujer, esclava de las leyes, de los prejuicios. Casi todas, casadas muy jóvenes, han tenido sus facultades marchitas, alteradas por la opresión fuerte que sus amos han hecho pesar sobre ellas. En Europa como aquí, las mujeres están sometidas a los hombres y tienen que sufrir aún más su tiranía. ¡Oh, Florita! El matrimonio es el único infierno que reconozco. […] Las mujeres son aquí [Lima], por el matrimonio, tan desgraciadas como en Francia: ellas encuentran también la opresión de ese lazo y la inteligencia que Dios les ha dado queda inerte y estéril”. ⌋ 


Referencias-.

Tristán Flora (2010). Peregrinaciones de una paria (prólogo de Mario Vargas Llosa)Perú: Biblioteca juvenil de Arequipa. Disponible en https://www.academiafleming.com.pe/wp-content/uploads/2020/05/04- PEREGRINACIONES-DE-UNA-PARIA_.pdf (consultado 5 nov. 2020).

Tristán, Flora (1972). Paseos en Londres (Estudio Preliminar de Estuardo Núñez). Lima: Biblioteca Nacional del Perú. Disponible en http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/paseos-en-londres/html/ff36f3ca-82b1-11df-acc7-002185ce6064_9.html#I_1_ (consultado 25 nov. 2020).

Tristán Flora (2003). Feminismo y socialismo. México: Catarata, pp. 71-167.

Tristán Flora (2004). Feminismo y utopía. México: Fontamara, pp. 71-167.

Tristán Flora (2015). Tres textos de una feminista del siglo XIX: Por qué menciono a las mujeres, Mujeres públicas y Asilos. Chile: Ediciones Espartaco.