De copistas y plagios

 

Guillermo Gutiérrez Nieto

El dilema perenne respecto a la pureza en la creación literaria sigue vigente y es analizado de forma soterrada por  Héctor Aguilar Camín en su más reciente novela. Aunque matizada en una trama policíaca-pasional, ésta incluye notables apreciaciones sobre la autenticidad y calidad de las obras escritas, las cuales rescata en esta reseña.

 

¿Cómo compones? Leyendo  /  Y lo que leo imitando,  /  Y lo que imito escribiendo,  /  Y lo que escribo borrando  /  De lo borrado, escogiendo. 

La Dorotea. Lope de Vega

 

El dilema perenne respecto a la pureza en la creación literaria sigue vigente y cada vez es más recurrente tanto entre los escritores -quienes lo mismo aclaman que dudan de la autenticidad de las obras sus similares- como entre los sínodos de los certámenes literarios -quienes a partir de sus referentes determinan la originalidad y calidad de las obras participantes, aunque después los acusen de no identificar aparentes calcos.

Esta añeja disyuntiva ha sido planteada por autores en diversas épocas, tanto  de forma implícita, como Lope de Vega en el extracto de La Dorotea citado arriba o  de forma explícita, como Robert Louis Stevenson en su “Letter to a young Gentleman who proposes to embrace the career of Art”, donde afirma que el artista debe conocer los  medios para lograr ciertos resultados, detectar la eficacia de algunos procedimientos formales y estudiar la graduación en los detalles para luego aplicar esos recursos a su propia creación.

Todo ello a colación de la más reciente obra de Héctor Aguilar Camín, Plagio (Random House, 2020), en la cual sobre una trama que argamasa admiración, envidia, celos, azar y muerte, predomina lo que da nombre a esta obra literaria. La historia discurre en una semana, en la cual el personaje principal gana un premio y después de evidenciar el plagio en sus obras, tanto de artículos periodísticos como de la obra galardonada, se ve obligado a renunciar al premio y a su trabajo, al mismo tiempo que se entera de la infidelidad de su esposa y lo acusan de asesinar a su amante.

El sello de Aguilar Camín en obras previas es evidente en esta novela corta que podría catalogarse dentro del género político-policiaco. Esto porque la trama, al mismo tiempo que describe la cotidianidad de quien “ha recibido los dones de la síntesis y la claridad, pero no los de la inspiración y la belleza”, devela la relación entre dueños y empleados en distintos círculos de poder (gobierno, academia, medios de comunicación).

Plagio es de lectura fácil y su urdimbre narrativa incluye aristas de reflexión en diversas direcciones, siendo dos las sobresalientes. La primera sobre la forma en que los propietarios o responsables de los medios de comunicación dictan su devenir, evidenciando una falta de integridad que justifican por la preponderancia de intereses personales o institucionales. Tales son los casos del diario El Imparcial y del Premio Martín Luis Guzmán, de escritores, para escritores, ambos espacios desde los cuales se entretejen las influencias necesarias con el gobierno en diversos niveles.

Una segunda línea interpretativa de esta novela tiene que ver con los centros de decisión paralelos, aunque interactuantes, con el gobierno, como son las universidades, “esos espacios de pequeña dimensión relativa frente a otros territorios de poder, pero gigantescos en su discrecionalidad y sus potestades inconsultas. Ámbitos donde lo fundamental es, desde la visión del rector, “entender las redes administrativas del poder” (…) “la erótica del poder burocrático”, para lo cual se cuenta con una herramienta fundamental: el otorgamiento de premios y puestos a fin de acumular favores y futuras retribuciones de otros ámbitos del gobierno.

A través del enlazamiento de estos dos elementos -la confabulación con el gobierno y la toma de decisiones en el máximo espacio académico nacional- el personaje principal asciende vertiginosamente, primero al interior del periódico, después en el gobierno, donde logra ser cónsul mexicano en Barcelona y posteriormente en la universidad como coordinador d asesores del rector y coordinador de extensión universitaria. Posteriormente, al conocerse sus plagios, su sino cambia de dirección y para defenderse de quien develó la imitación en sus obras, de sus congéneres escribanos y de sus superiores, primero niega y después otorga, iniciando su desenlace como una figura pública relevante.

Respecto al acto de plagiar que da sustento a la obra, Aguilar Camín lo aborda desde tres ópticas. En primer lugar, brindando una justificación al personaje que lo realiza, asegurando que “su delito va acompañado de la admiración, roba porque admira porque en su interior lo que roba alcanza una dimensión estética única, inalcanzable para él (…)”. En segundo lugar, dándole voz propia a quien comete ese acto: “En el fondo es como un homenaje. Es una locura profunda, pero trivial ya que en el fondo no engaña a nadie, sólo a los ilusos que compran libros creyéndolos originales, novedades (…)”. Y en tercer lugar, lo que emerge quizás como su voz propia:

“En el fondo, la historia de la literatura no es sino la de una cadena de escribanos tratando de imitar lo que han amado en otros autores, las metáforas fundamentales, los argumentos inapelables, las pasiones gemelas que han descubierto y cifrado unos cuantos genios, verdaderos portavoces del genio de la lengua que en el fondo no pertenecen a nadie, sino que vive y se propaga por sí mismo”.

Estas tres perspectivas confirman que Plagio trasciende su trama política-policiaca hacia una revalorización del proceso creativo. Es patente que el germen de su configuración es una inquietud personal respecto a la pureza creativa. Confirma que ésta definitivamente no existe per se y más bien refiere la suma de elementos que dan pauta no a algo nuevo, sino diferente. En el caso de la literatura asumiríamos que lo esencial es el lenguaje, sin embargo, a final de cuentas, es el estilo -esa emanación del idioma y del instinto- lo que da la pauta a todo autor para crear y modular su trama. ⌋