J.M. Servín y la Nota Roja

Vicente Francisco Torres (UAM-A)

El registro de la violencia social es desde hace tiempo una veta de creación literaria. Así lo refiere el autor tomando como referente la obra de J.M.Servín.

Las historias de crímenes que tienen un fuerte arraigo en las literaturas populares del mundo, en México cuentan con un clásico de la historia y  la literatura: El libro rojo (1879), que prepararon Manuel Payno y Vicente Riva Palacio. Ellas viven hoy un auge propiciado por narradores como Bernardo Esquinca, Antonio Guadarrama Collado y J.M. Servín, amén del periodismo infrarrealista, periodismo en libros o periodismo gonzo que recoge los avatares y ríos de sangre derramados por los cárteles de la droga. El ensayo sobre el tema también ha florecido en Nota roja. La vibrante historia de un género y una nueva manera de informar (2009), de Marco Lara Klahr, Historia nacional de la infamia. Crimen, verdad y justicia en México (2020), de Pablo Piccato y Nota roja. Lo anormal y lo criminal en la historia de México (2018) producto, ni más ni menos, que de un congreso auspiciado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Junto a estas narraciones está la figura de Enrique Metinides, un fotógrafo a cuyo trabajo se le da trato de obras de arte en  exposiciones mexicanas y del mundo. Esto explica su presencia en los libros de Servín y Esquinca y en diversos documentales producidos en México y en el extranjero. La influencia de El libro rojo ha sido tal que, el Fondo de Cultura Económica ha encargado tres volúmenes a distintos escritores para que hagan una especie de seguimiento a la tarea emprendida por Manuel Payno y Vicente Riva Palacio.

 Las novelas, relatos, crónicas y ensayos de Servín, poblados por seres que no encuentran y no quieren un lugar en el mundo, muy a menudo lindan con episodios típicos de la nota roja (“La maldición de Caín”, “La terraza”), pero es en algunas crónicas ensayísticas donde hace planteamientos muy específicos sobre este tipo de publicaciones que han sido el interés y obsesión de su vida. En 2016 tuvo lugar, en San Luis Potosí, el Primer Festival Internacional de Novela Negra Huellas del Crimen y Servín llenó todas las celdas de la ex penitenciaría con ejemplares de tabloides amarillistas y de nota roja que hemos consumido los mexicanos durante décadas: “No creo necesario explicar  por qué mi interés en el amarillismo de fondo, una de las turbinas de este charter. La importancia del periodismo tabloide en las artes está más allá de cualquier justificación”[1].

Sus textos propiamente ensayísticos, están llenos de aciertos expresivos que refrendan su trabajo de escritor. Escribe sobre Nelson Algren, uno de sus maestros: “Sus personajes poseen una voz que habla a susurros, en continua agonía, como un poema fraseado en alcantarillas”.

Servín ha reflexionado y escrito tanto sobre la nota roja que a su pluma se deben algunos de los pensamientos más  hondos y convincentes sobre el tema:

La presencia omnisciente del crimen en la historia del país tiene un papel protagónico en la industria de la información y del entretenimiento: ejes de la cultura de masas que articulan nuestra difusa conciencia de lo que somos (…) En primer término, la nota roja funciona como medio propagandístico de los excesos morales, con lo que valida la ley y sus procedimientos. De hecho, en las publicaciones más grotescas (¡Alarma! Y sus secuelas) se hace labor de santo oficio que condena con el rigor de tirajes monstruosos, y a todo color, al “chacal sin sentimientos” y a “la huila descarada (…) Los tabloides amarillistas y sus tirajes millonarios son parte de nuestra idiosincrasia[2].

Otra de sus observaciones más penetrantes es sobre la relación entre periodismo y literatura, que  advierte en Balzac, Dickens, Chejov y otros grandes autores. En México esta dualidad  estuvo en manos de los escritores modernistas a comienzos del siglo XIX. Dice más: ellos fundaron la literatura del siglo pasado. En este terreno de las afirmaciones provocadoras bueno es recordar que Miguel Ángel Asturias y Luis Cardoza y Aragón afirmaron  que la primera novela de Latinoamérica es la Verdadera historia de la conquista de  Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, mientras Germán Arciniegas dijo que los Diarios de Cristóbal Colón fundan la literatura hispanoamericana.

Servín dice: “El cronista es un autodidacta de disciplina espartana que aprende del entorno internándose en sus rincones oscuros (…) El acto de narrar, sea desde la ficción o el periodismo, conlleva el salto al vacío en pos de las profundidades donde habita la bestia humana”[3]. Más adelante hace otra reflexión sobre la crónica, misma que lo acerca a Diego Enrique Osorno, quien  llamó periodismo infrarrealista al que se niega a dar información cuantitativa y propone contar los dramas que origina la violencia: “La crónica devuelve a las mil y un historias de lo cotidiano el elemento sensacional, extraordinario, escalofriante, triste o alegre que conlleva la experiencia humana. Muchos informan, pocos narran”[4].

En D.F… vuelve a destacar el papel añejo de la nota roja en la cultura mexicana:

 Sus páginas culposas resaltan el rostro temible, la mueca sardónica y pendenciera, el lenguaje agresivo, el azoro inagotable y la vitalidad exacerbada. Como páginas de sociales del infierno, celebra la subversión del orden, encubierta bajo una lección moral. Explora lo impredecible, singular, despreciable y grotesco (…) En un primer término,  la nota roja es un instrumento propagandístico del poder para condenar los excesos,  sobre todo morales, que cuestionan la legitimidad de la violencia de Estado,  de la ley y sus procedimientos[5].

A Enrique Metinides, conocido como El niño porque desde su infancia empezó a tomar fotos de muertos y atropellados con una cámara rústica que le diera su padre –también fue conocido, por su apellido, como El griego–, Servín le hace una esclarecedora entrevista que reitera lo dicho en los diversos cortometrajes realizados sobre su obra y persona: “A mí no me interesa la sangre, sino el drama de la vida”[6].

En 2012, J.M. Servín publicó Del duro oficio de vivir, beber y escribir desde el caos, un volumen de homenaje a algunos escritores que han sido sus admirados modelos: Luis Ferdinand Céline, Jack London, James Ellroy, Raymond Carver, Nelson Algren, Alfred Chester, Iceberg Slim… Allí también estaba “El espíritu salvaje del periodismo gonzo”, en donde historiaba la expresión y la ilustraba con algunos escritores y periodistas norteamericanos: el joven  Hunter S. Thompson escribió, en 1970,  un reportaje titulado “El Derby de Kentucky es decadente y depravado”. Con la premura del cierre de edición, hizo un escrito febril en primera persona:

A grandes rasgos, su aportación consistió en convertir al reportero en un desquiciado protagonista de los hechos narrados y, como si éste observara su entorno bajo un microscopio, dar preponderancia al ambiente por encima del hecho mismo o del dato duro. Digamos que trasplantó los principios del surrealismo al reportaje, es decir, buscaba descubrir una verdad con escrituras automáticas, sin correcciones racionales, utilizando imágenes para expresar sus emociones. Sin más plazo para cumplir con el encargo (solía pasar buena parte de su tiempo drogado y borracho), Thompson arrancó las notas de su cuaderno de apuntes y las mandó sin corregir ni revisar por fax a su editor. Thompson estaba seguro de que sería despedido, pero ocurrió todo lo contrario. Lo demás es historia, leyenda y mito alimentados por el mismo Thompson: Lejos de mí la idea de recomendar al lector drogas, alcohol, violencia y demencia. Pero debo confesar que, sin todo eso, yo no sería nada (…) Thompson  explicaría alguna vez, refiriéndose al término Gonzo: Un amigo mío de Oakland lo utilizaba, pasadísimo siempre, para referirse a esos sujetos que tienen la mente peor que locos. En realidad, la autoría del término corresponde a Ed Mc Bain, un prolífico escritor policiaco que en uno de los capítulos de su novela The pusher, publicada en 1956, utiliza el término cuando dos policías interrogan a un drogadicto callejero en busca de la identidad de un diler del barrio: Es un tipo al que llaman Gonzo, responde el detenido[7].

Pues bien. Como prueba de la pasión reivindicativa por la nota roja y empresas editoriales semejantes, como la colección Populibros del diario La Prensa, Servín publicó, en 2008, un tabloide llamado A Sangre Fría. Periodismo de Morbo y Frivolidad. un  obituario a la publicación que años antes había mantenido con algunos años. También editó, con forma de tabloide, Periodismo gonzo, en donde rescataba una crónica que José Revueltas escribió sobre Goyo Cárdenas, el asesino serial de Tacuba. Vale la pena recordar que, en el periódico El Popular, dirigido por Enrique Ramírez y Ramírez, Revueltas publicó, sin firma, un conjunto de artículos de nota roja que no han sido recopilados en libro. Alguien me dijo que ya lo hizo un profesor de El Colegio de San Luis Potosí, pero nunca he visto el volumen.   


[1] J.M. Servín, Periodismo Charter, CONACULTA /Nitro / Press, México, 2002.

[2] Ibídem, pp. 11, 13 y 30.

[3] J.M. Servín, D.F. confidencial.  Crónicas de delincuentes, vagos y demás gente sin futuro, México, Editorial Almadía, 2010, p. 14.

[4] Ibídem, pp. 16 y 17.

[5] Ibídem, pp. 37, 38 y 39.

[6] Ibídem, p. 223.

[7] J.M. Servín, Del duro oficio de vivir, beber y escribir desde el caos, México, Ediciones Cal y Arena, 2012, pp. 172, 173, 176 y 177.