Crónica de un despliegue internacional [*]

Pedro González Olvera[2]

Desde el de Porfirio Díaz, los gobiernos mexicanos se han mostrado interesados en los organismos internacionales, en tener presencia y estar en condiciones de hacer valer sus posiciones apegadas al derecho internacional.  Primero fue la integración de México a la Unión Postal Universal (UPI) en 1878. Luego vino la participación de los delegados mexicanos en las conferencias de paz de La Haya de 1899 y 1907[3]. Los dos eventos representan las primeras incursiones mexicanas en el ámbito multilateral.

Posteriormente, fue en la Sociedad de Naciones en donde se explayó ya con toda claridad la relevancia que México daría a los organismos multilaterales como mecanismos de cooperación y mantenimiento de la paz, así como de desarrollo, difusión y aplicación del derecho internacional.

Recuérdese que México no estuvo en la lista de países fundadores de la Sociedad de Naciones en 1919, por la abierta negativa de algunas potencias, en particular Estados Unidos e Inglaterra[4]. El argumento usado en la exclusión fue que México carecía de la suficiente gobernabilidad debido a la reciente revolución armada acaecida en el territorio nacional en el periodo 1910-1919, que afectó el desarrollo normal de los procesos democráticos nacionales. Tal vez no les faltaba razón a esas potencias respecto de la situación interna mexicana; pero tampoco hay que olvidar su resentimiento por la actitud del gobierno de Carranza desde que se encontraba al frente del ejército constitucionalistas debido a varios actos contrarios a los intereses del vecino del norte: la decidida exigencia de que las tropas estadunidenses salieran del puerto de Veracruz, invadido en 1914 sin razón válida alguna (atribuida por los invasores a una agresión a marinos norteamericanos por la policía del puerto de Tampico); la declaración de neutralidad mexicana en  la primera guerra mundial, la exigencia de que no se aplicara retroactivamente la Constitución de 1917 y, finalmente, la supuesta germanofilia mexicana durante este conflicto.[5] Lo que sí les hacía falta a estas potencias era autoridad moral en sus censuras, cuando ellas habían estado involucradas en la terrible conflagración de 1914-1918.

Sea como sea, el hecho real fue la ausencia de México en los trabajos iniciales de ese gran experimento multilateral destinado, decían sus promotores, a garantizar la paz y evitar la repetición de la gran guerra mundial.[6]  Fue hasta el 9 de septiembre de 1931 cuando -a instancias de países como Alemania, Japón, Italia, Francia, Inglaterra y España- se adoptó una resolución invitando a México al Pacto a aportar su colaboración a la Sociedad , teniendo como privilegio que lo hiciera como si hubiese sido invitado desde su origen. [7]

A partir de entonces, el gobierno mexicano desplegó una gran actividad en el seno de la Sociedad de Naciones, manifestando su gran confianza en ese organismo internacional como el garante adecuado de la paz bajo el uso del derecho. De ahí, su protesta por la invasión japonesa a China, origen de la efímera Manchuria, la invasión italiana a Abisinia (Etiopía) y la anexión de Austria por el régimen nazi de Hitler; y la férrea defensa de la República española,.

Ulteriormente, obligado por las circunstancias externas a participar en la Segunda Guerra Mundial, México participó con los Aliados y en esta condición intervino activamente en la formación de la nueva organización internacional, antes de la finalización del conflicto. En 1945 presentó iniciativas de conformación de la Organización de Naciones Unidas, como un Proyecto de Constitución de una Unión Permanente de Naciones (en septiembre de 1944, un año previo a la creación de la ONU) y promovió la realización de la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y la Paz, conocida como Conferencia de Chapultepec de 1945. 

Sobre esta última, don Alfonso García Robles señaló que:

la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz, celebrada en el histórico Castillo de Chapultepec del 21 de febrero al 8 de marzo de 1945, ocupará un lugar destacado en los anales de las Asambleas de los Estados de América, principalmente por los trascendentales instrumentos en ella adoptados para perfeccionar la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas, entre los que merecen sin duda ocupar los dos primeros lugares la Resolución IX sobre ‘Reorganización, Consolidación y Fortalecimiento del Sistema Interamericano’ y el ‘Acuerdo Regional acerca de la Asistencia Recíproca y Solidaridad Americana´ conocido con el nombre de Acta de Chapultepec…la Conferencia de México aportó también una contribución de considerable importancia en lo que se refiere a la organización mundial al aprobar la Resolución XXX ´Sobre Establecimiento de una Organización Internacional General´ basada en las observaciones que le fueron sometidas por quince de las Repúblicas americanas participantes…respecto a las Propuestas de Dumbarton Oaks que posteriormente sirvieron de base a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional, efectuada en San Francisco del 25 de abril al 26 de junio de 1945, para la elaboración de la Carta de las Naciones Unidas.[8]

Desde la fundación de la ONU, México ha estado intensamente preocupado por la codificación del derecho internacional, en especial en torno al desarme, al derecho del mar, la solución pacífica de las controversias, la abstención del uso de la fuerza. Asimismo, otros temas de importante actividad mexicana en las discusiones de la ONU fueron el de la descolonización de las naciones que después de la segunda guerra mundial continuaban con un status de colonias, el del establecimiento de un nuevo orden internacional y la promoción del desarrollo (recuérdese la Carta de Deberes y Deberes de los Estados y la búsqueda del Diálogo Norte Sur), y la fijación e impulso a los derechos humanos[9], entre otros muchos.

El impulso de México al multilateralismo ha sido continuo, así lo muestra con toda claridad el decidido apoyo, y liderazgo, en la discusión en el foro de Naciones Unidas de cuestiones como el ya mencionado desarme, el cambio climático o las migraciones internacionales. Solo basta recordar los esfuerzos orientados a eliminar del planeta y América Latina las armas nucleares, culminando con el Tratado de Tlatelolco y el Premio Nobel de la Paz a Alfonso García Robles en 1982; el trabajo realizado alrededor del cambio climático queda demostrado plenamente con la realización de la  Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 16) en Cancún, en diciembre de 2010. De ella emanaron los  denominados “Acuerdos de Cancún”[10], un programa de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero legalmente vinculante y un Fondo Verde, integrado con 100 mil millones de dólares anuales, a partir de 2020, como medidas de adaptación y mitigación en países en desarrollo del efecto invernadero, y le ha dado continuidad a sus trabajos intensificando los esfuerzos que lleven al desarrollo mediante un decidido apoyo a la Agenda 2030 u Objetivos de Desarrollo Sustentable.

El gobierno mexicano fue también un actor interesado y promotor del Pacto Mundial para Una Migración Ordenada, Regular y Segura, aprobado en julio de 2018, con 23 objetivos de una mejor gestión de la migración a nivel local, nacional, regional y global, y de los derechos humanos de los migrantes. El regreso a las Operaciones de Mantenimiento de la Paz (OMP)[11] se suma a esta lista de medidas favorecedoras del multilateralismo mexicano.

No pasamos por alto hablar del decidido impulso que se le ha dado a la cooperación en el seno de las Naciones Unidas, esfuerzo dirigido a que la comunidad internacional enfrente de manera conjunta y solidaria la catástrofe mundial adjunta a la pandemia del COVID 19. Es uno de los proyectos principales incluidos en la agenda de México, en su nueva aparición en el Consejo de Seguridad como miembro no permanente en el bienio 2021-2022 y en su elección como integrante del ECOSOC durante el trienio 2021-2023.

En el mismo marco de la ONU, pero en una especie de multilateralismo reducido el Estado mexicano se ha interesado en grupos originados en la ONU pero no dependientes del organismo, que como el MITKA, (México, Indonesia, Turquía, Corea y Australia), encarnan “un espacio informal en el que México participa con tres objetivos fundamentales: fortalecer las relaciones bilaterales y el diálogo político; fomentar proyectos conjuntos de intercambio y cooperación, y llevar a cabo consultas y promover la coordinación en programas globales de interés común —incluidos foros como las Naciones Unidas  y el Grupo de los Veinte (G20)— para contribuir mediante soluciones constructivas a atender los desafíos globales y mejorar la gobernanza mundial.”[12]  O el grupo de Amigos de la ONU dirigido a promover la reforma igualitaria y democrática de la organización.

En la actualidad, además de sus tareas cotidianas en los distintos órganos de la ONU[13], México es parte del Consejo de Seguridad hasta fines de 2022, en donde empezó a desplegar sus esfuerzos hacia la cooperación que permita intensificar  la ya mencionada lucha en contra la pandemia del coronavirus y la distribución equitativa de las vacunas y medicamentos, incluyendo a los países de escasos recursos. La Misión Permanente de México ante Naciones Unidas enfrenta como retos, además y según la analista Guadalupe González y González, otras seis prioridades en su agenda propia sobre las cuales ya trabaja:

“velar por el apego de las acciones del Consejo de Seguridad al derecho internacional humanitario y los derechos humanos, revisar los regímenes de sanciones y las acciones contra el terrorismo para dar prioridad al acceso seguro y eficiente a la asistencia humanitaria, promover un enfoque de género en todos los temas del Consejo (y en especial en la protección de los grupos más vulnerables), fortalecer los mecanismos de prevención y solución pacífica de controversias a través de sistemas de alerta temprana y de diplomacia preventiva con participación de organizaciones regionales y sociedad civil, fomentar el desarme nuclear y el control estricto del flujo de armas pequeñas y ligeras, y mejorar la transparencia, la rendición de cuentas y la participación equitativa en los trabajos del Consejo.”[14]

En opinión de Olga Pellicer (presentada hace cinco años, pero de una vital actualidad), México puede cumplir con sus objetivos en esta nueva participación en el Consejo de Seguridad  si se cumplen un par de requisitos: “aprovechar las oportunidades, variadas y coyunturales que se ofrecen a la acción de los miembros no permanentes durante los dos años que dura su membrecía; se requiere, pues, profesionalismo, imaginación y audacia de quienes tanto desde Nueva York para incidir en la actividad del Consejo.”[15] A nuestro juicio, esas condiciones se cumplen bien por parte de los integrantes de la Misión Permanente de México en la ONU.

El multilateralismo regional

Al tiempo que el gobierno de México participaba en la conformación de la Organización de Naciones Unidas, era un activo promotor de la unidad y de faenas multilaterales conjuntas de la Repúblicas americanas, traducidas pocos años después en la creación de la Organización de Estados Americanos (30 de abril de 1948), en donde la presencia mexicana también ha sido permanente y muy activa; incluso,  varias de esas faenas han ido en contra de la voz mayoritaria encabezada desde Estados Unidos.

No puede pasarse por alto, a pesar del interés de México en la creación de la OEA y de su participación permanente que, como sostiene Olga Pellicer, la política mexicana hacia este organismo regional casi siempre ha sido marcada por la cautela y la desconfianza, de distancia, acorazada en los principios de su política exterior, en posiciones aferradas a cuestiones jurídicas, antes que a los asuntos políticos regionales y mundiales. No podía ser de otro modo. En la OEA es donde más se han dado las discrepancias entre México y Estados Unidos, en su seno se ha probado el derecho a disentir de la política del vecino del norte, manteniendo posiciones firmes en contra de la intervención en asuntos internos de los integrantes de la OEA, acompañado solamente de la soledad o e unos cuantos socios.

Desde la Revolución cubana ha sido de esta manera, México usando la legalidad internacional, buscando evitar que Estados Unidos y sus acompañantes usasen a la OEA como ariete golpeador de la democracia, como sucedió en la peor época de los golpes de Estado en América Latina, cuando hizo poco o nada para evitarlos y regresar a los militares a sus cuarteles, toda vez que sucedían con la anuencia norteamericana. En el presente, la nueva parcialidad de la OEA significa una organización dividida, ineficiente y carente de legitimidad. Y, por enésima vez, México ha marcado su distancia con la OEA.[16]

En los días que corren, México de nuevo se encuentra frente a la disyuntiva de cómo enfrentar su presencia en la OEA. Después de las elecciones en Bolivia que culminaron con el golpe de estado en contra de Evo Morales, el gobierno mexicano manifestó su disgusto por el papel poco imparcial del secretario de la OEA, Luis Almagro, quien tuvo un protagonismo excesivo (algo que ya había hecho respecto de la situación en Venezuela), por llamarlo de alguna manera. Estamos ahora ante un franco enfrentamiento entre las dos partes, al grado que nos encontramos con la posición mexicana no sólo de pedir la renuncia del Secretario General sino hasta de pedir la desaparición del organismo regional, o al menos su transformación a fin de  que no sirva más de ariete golpeador a alguna de las naciones americanas. Sin embargo, No hay en el horizonte político muchas posibilidades de que la nueva postura mexicana vaya a tener éxito, pero si es fiel reflejo de lo que señala Olga Pellicer.

Lo anterior quedó claramente manifiesto con la celebración en México de la VI Cumbre de Jefas y jefes de Estado  y de Gobierno de Gobierno de la CELAC, la cual si bien demostró una buena capacidad de convocatoria del administración del presidente López Obrador, esta no fue suficiente para armar acuerdos políticos importantes (ni siquiera se pudo plantear el tema de la desaparición o la reforma de la OEA), en tanto si fue el foro para que manifestaran una vez más las contradicciones entre la izquierda y la derecha en América Latina.

La pregunta que queda en el aire es si en verdad México se ha ubicado al frente de un liderazgo latinoamericano o es solamente una situación pasajera, de coyuntura, que desaparecerá con velocidad por las resistencias levantadas por otros gobiernos, no muy conformes por la política mexicana de invitar a los mandatarios de Cuba y Venezuela, ambos criticados por las violaciones a los derechos humanos de los grupos de oposición al interior de sus respectivos países.

Pero más allá de estas actuales controversias, México, con todos sus bemoles respecto de la OEA, no solamente ha sido sujeto de la actividad multilateral a escala mundial, sino la ha impulsado a escala continental tanto en el organismo americano como y fuera de América, en foros con objetivos menores. Podemos en este campo evocar la Conferencia de Estados Iberoamericanos integrada a partir de una iniciativa de los gobiernos de México y España como

un mecanismo que no pretende presentar una solución unificada frente a (la) nueva agenda mundial. Iberoamérica no es la instancia donde habrán de solucionarse los problemas mundiales. Sin embargo, si es un espacio regional que cuenta con la capacidad y el derecho de participar en el debate y en la configuración de un nuevo orden, con una voz conjunta que podría perderse si cada uno de los países lo hiciera en forma individual. De esta manera, la Conferencia Iberoamericana viene a complementar las expresiones que se están logrando en otros foros y en otros niveles políticos.[17] 

En tal sentido, la política multilateral ha sido uno de los más socorridos instrumentos de política exterior en la política exterior de México hacia Latinoamérica. El gobierno mexicano se ha destacado,

por ser el constructor de una serie de esquemas multilaterales de geometría variable, distinto grado de institucionalidad y variedad temática…De hecho, en las etapas en las que México ha demostrado mayor interés por el escenario latinoamericano, la construcción de mecanismos de concertación multilateral –más o menos exitosos– ha sido una pieza clave. Dicho de otra manera: aunque en el arco del tiempo México ha proyectado un liderazgo errático en América Latina, en general los puntos altos del mismo han estado asociados a la gestación de formaciones multilaterales para la coordinación y la cooperación entre Estados.[18]

Un paradigma de esta naturaleza, aludido en atención al peso político adquirido en un momento histórico, es el Grupo Contadora, muy eficaz contribuyente a conseguir la paz en Centroamérica en los años convulsos y revolucionarios de las décadas 80 y 90 del siglo XX. El Grupo Contadora derivó en el Grupo de Río, origen, a su vez, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC).[19] 

 La idea subyacente en la propuesta mexicana era dar nacimiento a un foro multilateral basado en los principios constitucionales de la política exterior de México y fundar un nuevo modelo de organismo multilateral latinoamericano, sin una secretaría general permanente, ni burocracia, en el que pudieran discutirse ideas sin la presencia e influencia de los Estados Unidos. Lo trascendente era resaltar su plena voluntad política de discutir y actuar de manera conjunta, de frente a la agenda internacional.

En suma,

Por sus características, los foros internacionales han sido el escenario ideal para presentar nuestras iniciativas y defender los intereses de México en los más variados campos: el mantenimiento de la paz, el desarrollo sostenible y los derechos humanos. No cabe duda de que México tiene una importante tradición multilateral y su historia es un buen punto de partida para entender esta vocación. México es miembro fundador de los principales foros multilaterales y un país que cree profundamente en sus virtudes.[20]

No es gratuito que una de las líneas principales de la actividad del actual gobierno mexicano en el campo de la política exterior sea justamente la del multilateralismo.


Notas-.

* Estas notas constituyen una versión ampliada y actualizada de la parte correspondiente contenida en el artículo “Factores fundamentales de la actual política exterior de México”, aparecido en la Revista de Relaciones Internacionales de la UNAM número 139, enero-abril de 2021. Pp. 69-99.

[2]Profesor Investigador de la Universidad del Mar, campus Huatulco.

[3]Sobre este tema vale la pena consultar el libro de Alberto Quiroz Ávila, Los inicios de una política exterior multilateral. México en las Conferencias de Paz de La Haya de 1899-1907, Dirección General del Acervo Histórico Diplomático, SRE, México, 2014, 294 pp.

[4]Aunque el primer país finalmente no formó parte de la nueva organización internacional

[5] Sobre este tema puede verse el libro clásico de Friedrich Katz. La guerra secreta en México (Tomo II) México, Ed. Era, 1983, pp. 211-226.

[6] Hay que señalar, por parte de México, la reticencia del gobierno de don Venustiano Carranza a participar en la Sociedad de Naciones, particularmente por su rechazo al reconocimiento de la Doctrina Monroe dentro de la nueva organización. En su informe de gobierno presentado ante el Congreso el 1 de septiembre de 1919 decía lo siguiente: “Al finalizar la contienda, los Gobiernos de los países aliados se agruparon para construir la Liga de las Naciones, a la que se dijo tendrían acceso, bajo ciertas condiciones, casi todos los Estados, invitándoseles, con exclusión, entre otros, el de México, cuyo Gobierno por su parte no ha hecho ni hará gestión alguna para ingresar en esa Sociedad Internacional, toda vez que las bases que la sustentan no establecen ni en cuanto a su organización, ni en cuanto a su funcionamiento, una perfecta igualdad para todas las naciones y todas las razas, y el Gobierno Mexicano ha proclamado como principios capitales de su política internacional, que todos los Estados del Globo deben tener los mismos derechos y las mismas obligaciones, así como que ningún individuo, dentro del Estado, puede invocar situación o protección privilegiada a título de extranjería o cualquier otro. Como en la Conferencia de Paz de París se trató sobre la aceptación de la Doctrina de Monroe, el Gobierno de México se vio en el caso de declarar públicamente y de notificar oficialmente a los Gobiernos amigos, que México no había reconocido ni reconocía esa doctrina, puesto que ella establece, sin la voluntad de todos los pueblos de América, un criterio y una situación que no se les ha consultado y por los mismo esa doctrina ataca a la soberanía e independencia de México y constituirá sobre todas las naciones de América una tutela forzosa.” Venustiano Carranza, Tercer Informe de Gobierno, 1 de septiembre de 1919, Cámara de Diputados, México, 2006, pp. 136-137. En: http://www.diputados.gob.mx/sedia/sia/re/RE-ISS-09-06-01.pdf. No es un rechazo a la organización multilateral per. Está su negativa a reconocer como válidas la Doctrina Monroe y la conformación interna de la Sociedad de Naciones que, tal cual lo preveía Carranza, no impidió un nuevo enfrentamiento de las grandes potencias, empeñadas en imponer sus intereses en el nuevo organismo internacional. Véase Fabián Herrera León, “La Sociedad de Naciones y el problema del distanciamiento mexicano: la misión internacional de Julián Nogueira en México, agosto-diciembre de 1923”, en Tzintzun No. 5, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/Instituto de Investigaciones Históricas, Morelia, ene/jun-dic 2013, pp. 125-153.

[7]Con lo que no contaban esos países era que la acción de México iba a ser, recurrentemente, en su contra por las continuas violaciones cometidas al derecho internacional.

[8]Alfonso García Robles, Obras 3. Parte 1. El mundo de la postguerra, El Colegio Nacional, México, 2014, p.175. Los países firmantes de las observaciones contenidas en la Resolución XXX fueron Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

[9]Véase Claude Heller. Las Relaciones Multilaterales de México, México, El Colegio de México, 2021, Versión electrónica, pp. 20-40. Este libro, de reciente aparición, contiene un excelente compendio de las actividades multilaterales de México desde que empezó a participar en estos organismos.

[10] Un resumen de la COP 16 celebrada en Cancún y de los Acuerdos de Cancún se encuentra en Socorro Flores Liera, “La cooperación internacional contra el cambio climático. El papel de México en el marco de la COP 16 de Cancún”, Revista Española de Desarrollo y Cooperación No 28, Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, primavera –verano 2011, pp. 145-156

[11]Anteriormente México había participado en la Comisión de Investigación de la ONU en los Balcanes (ONUSB) 1947-1950, el Grupo de Observadores Militares de las Naciones Unidas en Cachemira (UNMOGIP, 1949),  Ejército y Fuerza Aérea, en la Misión de Observadores de Naciones Unidas en El Salvador (ONUSAL), de febrero de 1992 a marzo de 1993. Y mediante asistencia electoral en Timor Leste en 1999 y en Haití en 2004.

[12]Héctor Ortega Nieto y Luis Ángel Castañeda Flores, ” MIKTA: ampliar los alcances de la política exterior mexicana”, Revista Mexicana de Política Exterior No. 108, SRE/Instituto Matías Romero, México, septiembre-diciembre de 2016, p. 212

[13] En la página electrónica de la Misión permanente de México ante la ONU se destacan los siguientes temas prioritarios en su trabajo actual: “Desarme, Paz y Seguridad Internacionales, Paz Sostenible. (En junio de 2016, México creó el Grupo de Amigos de la Paz Sostenible, en el que participan unos 30 estados en Nueva York.  Este nuevo concepto, el de “Paz Sostenible”, vinculación al desarrollo y la paz y seguridad internacionales, desde una perspectiva integral, y no únicamente, en sociedades post conflicto, puede representar un cambio de paradigma para el trabajo de la ONU, porque además de requerir mayor coherencia del sistema, implica enfocarse en la prevención, y no únicamente en la administración de conflictos; Operaciones de Mantenimiento de la Paz, Combate a la Delincuencia, Derechos Humanos, Minorías y grupos vulnerables, Desarrollo Sostenible, Desarrollo Económico y Social, Derecho Internacional”. En https://mision.sre.gob.mx/onu/index.php/meo/temas-prioritarios

[14]Guadalupe González González, “¿Qué esperar del rol de México en el Consejo de Seguridad de la ONU?”, Nueva Sociedad, Noviembre de 2020, en https://nuso.org/articulo/que-esperar-del-rol-de-mexico-en-el-consejo-de-seguridad-de-la-onu/

[15] Olga Pellicer, “La pertenencia de México en al Consejo de Seguridad, ¿Una meta relevante?”, Guadalupe González G. Olga Pellicer, Natalia Saltalamachia (Editoras), México y el multilateralismo del siglo XXI,  México, ITAM, Siglo XXI Ed,, Senado de la República,  2016, p. 50

[16] Véase Olga Pellicer, “La OEA a los 50 años; ¿hacia su fortalecimiento?”, Revista Mexicana de Política Exterior, junio-septiembre de 1998, Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos, SRE, pp. 19-36.

[17] Jorge Chen, “La Conferencia Iberoamericana: retos y perspectivas” en Lilia Bermúdez y Guadalupe González (Editoras), La Primera Cumbre Iberoamericana. Balance y Perspectivas. CIDE, México, 1993, p.237.

[18] Natalia Zaltalamachia, ” Las virtudes de jugar en equipo: El multilateralismo latinoamericano y hemisférico en la política exterior de México”, Pensamiento Propio 33. Coordinadora de Regional de Investigaciones Económicas y Sociales, Nicaragua, junio de 2011, p. 68 En: http://www.cries.org/wp-content/uploads/2013/07/PP33-web-25-061.pdf

[19] “En el año 2008, el Gobierno de México expresó su interés por conformar una Unión Latinoamericana y del Caribe (ULC) y lo ratificó en el año 2009. Dicha propuesta parte de que el Grupo de Río sirva de base para la constitución de la nueva organización regional. Los principios que orientarían las acciones de la ULC, siguiendo lo establecido en la Declaración de Salvador de Bahía son: solidaridad, flexibilidad, pluralidad, diversidad, complementariedad de acciones, participación voluntaria en las iniciativas. Además, se enmarcaría en la búsqueda de un desarrollo regional integrado, no excluyente y equitativo. De igual manera, en la formación de un orden internacional más justo, equitativo y armónico; así como del aseguramiento de la igualdad soberana de los Estados, del respeto a la integridad territorial y a la no intervención. Todo esto englobado en la promoción de la democracia, los derechos humanos, la transparencia y la representatividad. Como premisas generales de la Unión Latinoamericana y Caribeña proponían que la nueva instancia: a) no genere burocracias adicionales; b) defina una agenda propia; c) no duplique esfuerzos; d) no se conciba como un mecanismo excluyente sino complementario de otros foros; e) alta flexibilidad; f) bajo las reglas del consenso (no objeción); y, g) autonomía e independencia.” Francisco Rojas Aravena, “Potencialidades y desafíos de la CELAC en el contexto de un nuevo regionalismo”, Pensamiento Propio 33, Coordinadora de Regional de Investigaciones Económicas y Sociales, Nicaragua, j junio de 2011, pp. 217-236. En: http://www.cries.org/wp-content/uploads/2013/07/PP33-web-25-061.pdf.

[20] Miguel Ruiz Cabañas Izquierdo y María Paulina Rivera Chávez, “En defensa del multilateralismo”. Revista Mexicana de Política Exterior, No. 110, SRE/Instituto Matías Romero, México, mayo-agosto 2017, p. 10.