El Príncipe-Princesa y otros Relatos Escénicos

Luis Ayhllon

El autor comparte una labor creativa que compartió de manera fragmentada durante los últimos 2 años. Se trata de narraciones escénicas de gran singularidad y disfrute.

Tomaré prestado el concepto de teatro del acto del habla del artículo de Hans Lehmann. Algunas notas sobre el teatro “posdramático”, una década después bien visto, podría tratarse de una justificación teórica al hecho de haberse extendido mundialmente el rumor de que el teatro más actual y significativo prescinde del texto y del drama; “el volumen” será un compendio que indague en la oralidad y los actos del habla, no en el sentido del filósofo John Austin, más bien en el viejo y milenario acto de evocar hazañas y héroes, una propensión que Lehmann acusa en el teatro de la última década. Es curiosa la noción “posdramática” del teórico que pareciera definir un arte, en esencia, predramático. Como decía Thomas de Quincey: no existe la novedad, sino el olvido.

El volumen constará de ocho relatos escénicos que además evocarán cuentos de hadas, no tanto por sus modelos estructurales, sino por el hecho de que las situaciones y los personajes se presentan sin alarde o previa explicación. Las cosas suceden y el espectador se sumerge en el mundo extraordinario, sin preguntas o esfuerzos intelectuales, de manera acrítica.

La polifonía es independiente al número de ejecutantes.

1. ENANOS

10 –

Había guerra y peste

un día, sentados frente a un chingomadral de sapos mi hermano y yo tuvimos la siguiente conversación

dicen que si matas a un sapo maldices al pueblo

deja de llover

y los hombres dejan de concebir criaturas

no creo que eso sea cierto

guardamos silencio viendo al chingomadral de sapos

brincoteaban por nuestros pies desnudos

croaban en la noche bochornosa

eran gordos y feos

como el cura violador de niños que teníamos en el pueblo

como el saltimbanqui Benavidez que le cambiaba el aceite a la señora que nos cuidaba

hubo un sapo que me llamaba mucho la atención

me observaba como si fuera un buda

muy sabio él

no me quitaba la vista mientras su enorme papada se inflaba de vez en vez

mi hermano no dijo nada

solo agarró una enorme piedra y lo aplastó

los dos nos quedamos serios contemplando cómo la arena se oscurecía

mientras el chingomadral de sapos se desperdigaba en la oscuridad

mi hermano y yo siempre sabemos lo que pensamos

la señora que nos cuida decía que eso le daba miedo

y nosotros nos aprovechábamos de ella

y de quien se dejara

pues bueno

nosotros ahí

frente al sapo aplastado

bajo la piedra que parecía sangrar

creímos que estaba en el cielo de los anfibios cuando de pronto la enorme papada se infló

el sapo hijo de puta seguía respirando

de verdad

seguía respirando

con el cuerpo aplastado por la enorme piedra

mi hermano y yo nos miramos con un poco de asco

nada más asqueroso que un animal a medio morir y sin estilo

con más coraje que otra cosa

mi hermano agarró una piedra más grande y le reventó la papada al sapo hijo de puta

ésa fue el inicio de la noche más sangrienta en la historia de los sapos que llegaban del río enclenque

lo hicimos sin pensarlo

como muchas cosas que hacemos nomás por hacer

pero en el hacer está la diferencia

y él y yo

siempre

siempre

hemos hecho y deshecho

ni más ni menos

para no hacerles el cuento largo hicimos un aplastadero de sapos

pronto el patio estaba lleno bolas negras con tripas por fuera

al amanecer decidimos irnos de aquel lugar

pero antes

teníamos que pasar por la iglesia

9 –

buenos días puto cura

¿qué me dijeron?

le dijimos puto cura

no me digan así

dios se enoja

¿qué quieren?

las limosnas

los diezmos

¿están locos?

no estamos locos

lo necesitamos

¿para qué?

para irnos

¿adónde?

¿a usted qué le importa?

¿para irse de putos?

nosotros no somos putos

eso dicen

mi hermano y yo hemos pensado que todas las violaciones que nos procuró tienen que ser pagadas

¿cuáles violaciones?

mire puto cura

si no nos da las limosnas

o los diezmos

le arrancamos las bolas

y se las daremos a los perros hambrientos de la plaza

lo miramos en silencio

quizás pensó que le íbamos a quitar las bolas

o quizás acusó que nuestras ropas estaban salpicadas de sangre de sapos

el curita abrió una caja fuerte y nos dio unas monedas de oro

pero no regresen nunca

de eso pedimos nuestra limosna

8 –

la caravana que nos cruzó al otro reino estaba lleno de payasos mugrosos y tristes que huían de la guerra y la peste

olían meados y sudor

los payasos tristes hablaban entre ellos en voz baja

algunos como pidiendo permiso

algunos moqueaban tratando de disimular las lágrimas

mi hermano y yo conversábamos sobre la importancia de hacer las cosas bien

no venimos hasta acá para ser como todos estos putos payasos

no definitivamente no

nos hemos curtido bien

tenemos la piel dura

nos rajamos los brazos con una navaja suiza todos los días

hacemos ejercicio, aunque tengamos hambre

nos golpeamos entre nosotros para endurecernos

aprendimos a alimentar bestias

sabemos cuidarlas

aprendimos la lengua de este extraño reino

somos correosos

y tenemos nuestras gracias

hacemos malabares

cantamos canciones viejas

o podemos ponernos de cabeza

hablábamos como si nada

en medio de la oscuridad

del olor a meados y sudor

no vinimos hasta acá para ser como todos estos putos payasos no definitivamente no

no queremos aparecer como costales de huesos en el desierto no definitivamente no

no vinimos a ser uno más de estos muertos de hambre

con esas caras largas y esas narices de colores

no definitivamente no

si venimos en esta madre es porque queremos saber por qué quieren todos estos tristes payasos

pasar para acá

para este lado

porque queremos saber de a cómo nos toca

cállense putos niños

si no quieren que les raje la barriga

guardamos silencio mientras un hércules orinaba en la esquina del camión

7 –

había una cabaña llena de gente mugrosa

trapecistas

domadores de leones

y tristes payasos

un día llegó un mago y nos preguntó ¿qué hacen aquí putos niños mugrosos?

y mi hermano y yo le decíamos a dos voces

queremos entender por qué toda la raza se lanza para este lado

queremos alimentar a los animales del reino

o cuidar la integridad de la zona

por qué todos estos payasos mugrosos vienen para acá

por qué

queremos entender este fenómeno

tengan su fenómeno

putos niños

y el mago nos dio nuestra primera madriza de este lado

mi hermano terminó con el hocico roto

y se levantó y le dijo

por qué

y el mago nos siguió dando nuestra primera madriza de este lado

habíamos aprendido la lengua de este reino gracias a un güero amigo del cura

mi hermano y yo habíamos hablado con el cura

le dijimos que queríamos aprender la lengua de su amigo

a cambio de seguirle mostrando nuestras cositas

nuestro amigo cura habló con su amigo de extranjía

y lo convenció de que nos enseñara la lengua de aquel reino próspero

por eso

en esa casa mugrosa

repasábamos nuestras palabras en aquella lengua extraña

i thin dat somthin is for somthin ui ar jir bicos ui ar men

6 –

mi hermano y yo nacimos el mismo día

siempre hemos estado juntos

desarrollamos un sentido curioso de la hermandad

cuando uno se enfermaba

el otro también

cuando uno decía algo

el otro completaba la frase

5 & 4 –

el mago

nos encerró en un cuarto con una rata

en un dos por tres

despanzurramos a la rata

el mago

nos dio de comer migajas de pan y carne seca

y nos encerró más días

en la completa oscuridad

así como ahora

es la segunda especie animal que despanzurramos

me caen peor los sapos

¿por qué?

los sapos ponen cara de buena gente

pero trasmiten enfermedades

las ratas son unas hijas de puta siempre

y transmiten enfermedades es cierto

pero las ratas se muestran como son desde el principio

de los sapos no sabes qué esperar

hablábamos de los llantos que se escuchaban en la oscuridad

y esos payasos por qué lloran

yo creo que les hace falta vivir o nacieron más bien idiotas como cachorros con frío

ai jeit pipol

mi-tú

luego de algunos días sin comer volvió el mago

nos dijo

putos niños

lávense bien porque nos vamos

después de lavarnos y cambiarnos caminamos entre la gente triste de la casa

parecía un gueto lleno de payasos mugrosos

familias de acróbatas

encantadores de serpientes

cuando salimos les pintamos pito

tomen putos

no van a lograr nada con esa actitud

bien comidos

bien hidratados

caminamos como cristo en el desierto

nuestro guía espiritual era el mago

después de algunas horas nos dijo

miren putos niños

si me salen con algo

los morderé y los comeré hasta dejarlos en los huesos ¿entienden cabrones?

mi hermano y yo asentimos en silencio

nadie le creía que nos fuera a comer

después de otras horas

el mago que supuestamente nos podría comer nos dijo

vamos a fumar sapo

sacó al animal

le extrajo la dimetiltriptamina

y nos la fumamos

esperen aquí putos niños no se muevan

y se alejó a través del desierto

por poco nos secamos como plantas

mientras imaginábamos un holocausto zombie

y nuestras almas se salieron algún tiempo de nuestros cuerpos

al anochecer

casi sin fuerzas

una víbora nos atacó

pero antes de que hiciera algo un coyote la pescó con el hocico y la dejó bien muerta

el coyote nos alimentó y nos dio agua

no pongan esa cara

traía unas pinches botellitas de este tamaño

ahí fue cuando nos dimos cuenta que el señor mago se transformaba en coyote

el animal se alejó unos metros

volvió su cabeza

y lo seguimos con respeto

ya como mago nos dio trabajo de achichincles

al paso de los años

nos convertimos en guías para más payasos mugrosos

que querían venir a trabajar en los circos de esta tierra próspera

3 –

un buen día

ayudamos a expandir el negocio

transportábamos unos payasos que llevaban hierba

nuestro trabajo era cruzarlos y evitar la guardia real

lo hicimos muy bien

ahí venían los putos payasos

hambreados y enfermos

cargando su paquita

todo iba bien

hasta que mi hermano gritó

¡la guardia real!

y los tristes payasos dejaron tirada toda la hierba

nos reímos mucho

recogimos la hierba

y le dimos todo a nuestro mentor

él sonrío por nuestra iniciativa

pero fue momentáneo

pues en realidad estaba encabronado

miren

estafar a esos pobres payasos

es mal negocio a largo plazo

y nos dio una buena madriza para recordar quién era nuestro padre

después de trabajar cerca de aquella frontera

nuestro amigo el mago que se transformaba en coyote

nos dijo

ya no son unos putos niños

ahora son hombres

hay una comunidad de putos enanos que quiere venir a este reino

por qué

qué les importa

sólo queremos entender las razones precisas

por eso les tomé cariño ex putos niños

razones precisas

hablan raro

son raros

parecen que su cerebro es viejo

fue dividido en dos y hablan las mismas madres

a veces pienso que es cosa del demonio

¿algo más?

yo soy su padre

ex putos niños

cuando les dé una instrucción

es como si les hablara el rey en persona

si no me hacen caso

me los como por la noche en unos tacos con salsa

sin decirnos agua va

nos tatuó como reses

según nos dijo

esa leyenda nos protegería en el viaje

nos dio un mapa para llegar por los putos enanos

y nos fuimos echando pestes pues había que regresar a nuestra tierra y no solo eso

atravesarla de ida y vuelta

2 –

en general los enanos nos caían mal

¿por qué unos enanos?

no lo entiendo

a los enanos los tratan mal en todos lados

a mí me dan ganas de pisarlos

a mí también

si me encontrara con un puto enano lo meaba

yo también

bien comidos e hidratados

regresamos a nuestra tierra

la cruzamos casi sin ver

estaba más polvorosa y desolada

con perros hambrientos por todas partes

una cadena de hamburguesas

y muchas fábricas

la gente deambulaba como apariciones

suripantas mugrosas

con los dientes flojos

viejos enjutos

niños salvajes

trogloditas

hechiceros de poca monta

y la guardia carnicera de unos gigantes que habían tomado la región por completo

1 –

al cabo de algunas semanas

llegamos al punto de encuentro

el líder de los enanos comenzó a hablar

había guerra y peste

mataron a nuestros niños

violaron a nuestras enanas esposas

por eso decidimos irnos

dicen que por allá

hay muchas tierras fértiles

y trabajo para nosotros en el gran circo

nosotros nos quedamos viendo como diciendo

nos valen un pepino los planes de unos putos enanos

sólo estamos en esto porque nos pagan bien

porque tenemos el respeto de la gente

y unos tatuajes chingones

miren amiguitos

hay de pobres diablos

a pobres diablos

ustedes tienen los recursos para tenernos a nosotros y guiarlos a través de este basurero

pero hay otra sarta de enanos que se las arreglan como pueden

la mayoría mueren en el camino

son vejados por la guardia gandalla de los gigantes

o son tragados por los putos trogloditas

sus planes son de ustedes

nosotros sólo hacemos nuestro trabajo

los enanos lloraban a cada rato

a nosotros nos salen quistes cuando alguien llora

sin embargo

el mago que se transforma en coyote

nos había dicho que cuidáramos a los enanos

así que les dimos de comer

les contamos cuentos

los escondíamos de la guardia de ojetes

de los hechiceros

y de los trogloditas

después de algunas semanas de relativa tranquilidad

un gigante encabronado se aproximó

¿qué hacen con esos putos enanos?

nada

nadie puede caminar en estas tierras y menos unos putos enanos

aquí esos tatuajes no tienen valor

nosotros sólo salvaguardamos la integridad de estos cabrones enanos

¿qué?

le pedimos

de la manera más atenta

que se vaya por otro lado

quizás a Brobdingnag

o a donde le plazca

y acto seguido

bajo el efecto de algún extraño hongo

nos intentó pisar

pero diestros nosotros

lo derribamos entre los dos

le clavamos unos machetes en los ojos y le sacamos las tripas

los enanos temblaban

al terminar sólo les dijimos

dejen de temblar

putos enanos

así es esto de los viajes por tierras desconocidas

0 –

al llegar con el mago que se transformaba en coyote nos dijo

veo que traen a los enanos completos

los enanos lo saludaron con alegría

los llevó a una cabaña para que pasaran la noche con un lote de tristes payasos y puso su cara de seriedad con nosotros

¿qué fue lo que pasó?

¿de qué?

no se hagan

¿de qué o qué?

mataron a un gigante

dicho gigante quería matarnos de un pisotón

me metieron en un problema

en un santiamén

un hato de cabrones nos rodeó con cuchillos

nos aguaron la fiesta

a mí me ganó el verbo

nosotros hemos estado con usted durante años dejamos nuestras tierras por rendirle pleitesía nos convertimos en sus hijos en sus corre ve y dile en sus monigotes en sus cómplices tuvimos una epifanía en el desierto gracias a la dimetiltriptamina que nos prodigó siempre hemos mostrado honestidad y arrojo nos valen madre los reyes y los circos nos debemos a usted y este error fatal sólo es una prueba que el destino nos arroja en la cara para superarla y fortalecernos porque somos sus ramitas sólo méndigas ramitas del árbol robusto y grande que es su maravillosa humanidad

casi vaciló por mi discurso

un silencio gordo se metió entre nosotros

tengo que entregarlos

¿a quién?

a esos putos gigantes

se metieron con quien no debían de meterse

mi hermano y yo nos miramos largamente creo que nunca nos habíamos mirado así pedimos al unísono

como muchas veces nos pasaba

que nos dejara hablar con él en privado

por los viejos tiempos

y por separado

como una concesión

nos dijo que sí

ahora mi hermano me está entregando

seguramente le dice

la culpa es de mi hermano

al ver al gigante se puso como loco

lo atacó con su machete

le sacó los ojos

y las tripas

y yo lo tuve que contener

después de que termine entraré yo

y haré lo mismo

diré

la culpa es de mi hermano al ver al gigante

bla bla bla

todo es cuestión de quién resulta más convincente.

FIN

2. EL PRÍNCIPE-PRINCESA

Hace muchos años

vivió un príncipe que siempre quiso ser princesa.

Su nacimiento trajo felicidad a todos, pues aseguraba la prosperidad del reino.

Tras pocos años, siendo muy pequeño, se deleitaba jugando con las muñecas de sus hermanas.

Su padre, el rey, se las arrebató, lo llevó ante la chimenea y las arrojó al fuego.

Le dijo:

No puedes hacer eso.

¿Por qué?

Tú serás un guerrero y protegerás con tu vida este reino. Y los guerreros no juegan con muñecas.

El niño observaba las siluetas lamidas por el fuego

mientras el rey salió de la habitación.

Además, mandó quemar a todas las muñecas del castillo en una pira

y prohibió a los sastres que hicieran más.

A escondidas

el príncipe fabricó su propia muñeca

con ramitas de árbol y paños de cocina.

Aunque le quedó un poco deforme

la escondió en su ropero

y la nombró Nora.

Platicaba con ella:

¿Qué hiciste hoy, Nora?

Fui al bosque.

¿Qué hiciste en el bosque?

Cacé unos conejos.

Los despellejé y me los comí.

¿Te los comiste crudos?

No, ¿cómo crees? Pero me quedé con hambre.

¿Y?

Despanzurré unas ovejas

y también me las tragué.

¿Y de postre?

Todos los frutos de las bodegas reales.

Tenía mucha hambre.

¿Y sed?

¿Tú qué crees?

Me bebí el pozo

y todos los barriles de vino.

¿No dejaste ninguno?

No.

El rey te va a matar, Nora.

¿Por qué? ¿Por tragona?

No. Por borracha.

Su madre se percató.

¿Con quién hablas, príncipe?

Con nadie, madre.

No está bien que juegues con eso. Tu padre lo prohibió.

Me gusta jugar.

Juega con espadas, con caballos de madera, con la hija del panadero.

Me gusta jugar con…

Lo sé, pero está prohibido. Rómpela.

No.

Si no lo haces, te quemaré las manos.

Y el niño deshizo a Nora con lágrimas en los ojos.

Pasaron algunos meses y una mañana se puso el vestido de una de sus hermanas.

Un sirviente acusó el momento en el que el príncipe posaba ante el espejo como una princesa y se decía a sí mismo:

¿No te das cuenta lo hermosa soy?

El rey se enteró e increpó a su hijo.

Lo llevó a los calabozos y le mostró las torturas que procuraban a los sodomitas y travestis

uno de los cuales apenas respiraba con una lanza atravesada en el cuerpo.

El niño nunca lo olvidó.

Se hizo guerrero.

Defendió al reino contra nuevos enemigos

y consumió cualquier germen de rebelión.

En cierta batalla

así blandió su enorme espada y peleó con arrojo.

Hacia el final se ensañó con un enemigo.

Como despertando de un sueño

se dio cuenta que lo había mutilado en incontables ocasiones

dejando un despojo de carne y entrañas.

Ese día se soñó princesa.

Cuando el rey decidió hacer una alianza con un otrora rival

eligió para su hijo a una de las hijas del enemigo en cuestión.

El príncipe no pudo dormir la noche anterior a la boda

y a la ceremonia se presentó con un elegante vestido de mujer.

Este vestido.

Deshonró al reino

humilló a su padre

provocó la guerra.

El rey lo desterró.

El príncipe que siempre quiso ser princesa
logró serlo en los caminos aledaños al reino.

Cuentan que vestía con ropajes mugrosos

y que se ofrecía a los viajeros por unas monedas

y que se dejaba vejar por los guerreros que habían derrotado a su padre

y que una noche

mientras alguien lo tomaba al pie de un árbol

pensaba en el rey

en las guerras

y en la noche que se erguía sin luces en el cielo.

FIN

3. LA NIÑA ANCIANA

Hace muchos años vivía una niña anciana.

Todos la veían con burla y respeto. Algunos con burla. Algunos con respeto.

Por separado, niño. No vayas a creer que inspiraba lo mismo a dos partes iguales, como si el respeto se tratara de una manzana. Ganaban los que se burlaban de ella porque el mundo tiene más personas malas que buenas, niño.

Cuando la niña caminaba con su bastón, se lo pateaban para que cayera en la tierra y se rompiera el hocico.

¿Se le cayeron los dientes?

No tenía dientes.

Cuando iba por sus pañales de tela, colocaban sapos entre ellos para que al ponérselos saltaran y la mancharan con sus babas.

A veces, incluso, le escupían.

¿Por qué?

Porque la vejez espanta, niño.

¿Y qué hizo?

¿Me dejas continuar?

Pero…

¿Te callas?

Un día, harta de todo, se lanzó a un pozo profundo.

En el fondo había un viejo murciélago pegado a las piedras.

Al principio, ella no podía verlo.

Poco a poco

distinguió los ojos rojos del viejo murciélago

¿Por qué te lanzaste?

Porque soy vieja como tú. Porque apesto. Porque nadie me quiere. Porque me gustaría correr como todos y jugar a la guerra.

El murciélago no sabía qué decir.

¿Por qué no dices nada?

¿Qué digo? ¿Qué esperas que diga? ¿Qué digo?

Algún consejo.

No se me ocurre nada.

Algo que me asombre.

¿Como qué? ¿Qué digo?

O algo que me des para comenzar un viaje.

¿Cómo qué?

Como una llave mágica.

No tengo nada. Estaba durmiendo.

¿Y por qué estás aquí?

Porque aquí vivo.

¿Qué puedo hacer?

A mí qué me preguntas.

La niña anciana no podía seguir flotando pues sus piernas enclenques le dolían. Tuvo que agarrarse de la cuerda.

¿Quieres ahogarte o no?

No lo sé. Yo creo que sí.

¿No me tienes miedo?

No.

Soy feo.

Yo también.

¿Cuántos años tienes?

Soy una niña.

Una niña vieja.

Y tú un murciélago más mugroso que mi triste abuelo.

Tu abuelo, ¿estaba triste?

También eres el murciélago más idiota que he conocido.

Ambos escuchaban el silencio

el leve vaivén del agua y las diminutas olas lamiendo rocas.

¿No me vas a contar una historia?

No.

¿No me vas a chupar la sangre?

No.

Quizás, si me chupas, después yo pueda chupar niños y niñas y así ser joven.

¿Dónde escuchaste eso?

Bebe mi sangre.

Estás loca.

¿No puedes ayudarme?

No soy este tipo de murciélago.

El silencio se hizo tan incómodo que la niña decidió desprenderse de la cuerda.

Su cuerpo se sumergía

así de lento…

Hasta que sus pies añosos sintieron el musgo del fondo.

Cuentan que a partir de ese día quien bebía agua del pozo conservaba la juventud.

Sin embargo

los decires se acabaron con la nueva temporada de lluvias, niño.

FIN

4. EL NIÑO SALVAJE

Al niño le daba curiosidad el prisionero.

Por las tardes buscaba jugar cerca de las mazmorras con una bola hecha de hilachos y ramas.

Contaban en el reino que era el prisionero más peligroso y cruel de todos los criminales.

Y el niño escuchaba las historias…

– Dicen que se come a los niños.

– Y que viola campesinas.

– Y animales de granja.

– Y que tiene el aliento de un muerto.

– Y las manos tan mugrosas que ya no se distingue la piel.

El niño comenzó a tener pesadillas.

Una noche le dijo al rey mientras lo arropaba:

– ¿Si es tan malo, por qué no le cortas la cabeza?

El rey peló los ojos.

– Debe confesar sus crímenes primero.

Pero eso era mentira. Al rey le gustaba torturar presos.

– ¿Por qué?

– Hay reglas, hijo.

– Las reglas no sirven.

– Sin reglas, este reino sería un completo caos.

– Si le cortas la cabeza dejaré de tener esos sueños horribles.

– Imagina que le cortara la cabeza a todos los que no te gustan.

El niño calló y esa noche soñó que el prisionero entraba en su recámara.

No hacía nada.

Sólo lo veía así

en silencio.

El niño abrió los ojos y vio una sombra.

Era su madre.

– Estás sudando.

– Estoy bien.

– Estabas inquieto.

– No es nada.

– No me contradigas.

A escondidas, el niño recabó pan recién horneado, jamón y queso.

Todo lo llevó ante el prisionero.

– Acércate.

Y el niño se acercó.

El prisionero extendió las manos.

El niño le entregó todo.

El prisionero devoró todo como un perro.

– ¿Trajiste vino?

El niño negó con la cabeza.

– La próxima vez, trae vino. Mi garganta está más seca que la vasija de tu madre y no tengo con qué pasarme la comida.

Al día siguiente, el niño vertió el mejor vino de su padre en una cantimplora de cuero.

Recabó pan horneado, jamón y queso.

Lo llevó por la tarde al prisionero quien volvió a devorar todo, pero esta vez, el prisionero bebió el vino de un solo trago.

– Este es el mejor puto vino que he degustado en la historia de mi desgraciada vida.

El niño se sintió dichoso.

Esa noche durmió como un bebé recién amamantado.

Al despertar, el rostro turbio del rey estaba frente a él.

– ¿Tú le llevaste de comer?

– No.

– ¿Tú le llevaste de beber?

– No.

– Alguien te vio.

– No.

– ¿Sabes cómo se castiga la mentira en este reino?

Sin transición, el rey, con sus propias manos, azotó a su hijo desnudo en plena plaza pública.

El niño contuvo las lágrimas.

El prisionero también, pues fue torturado toda la noche.

No hay nada peor que la vergüenza, pensaba el niño.

Su madre colocaba en su enclenque cuerpo los ungüentos que las viejas hierberas le procuraban.

– ¿Tú le diste de comer?

– No.

– ¿Tú le diste de beber?

– No.

Y su madre deseó secretamente nunca haberlo traído al mundo.

El cambio de estación trajo tranquilidad al reino.

El rey querendón se paseaba por su castillo silbando estribillos de canciones paganas.

Acosaba a las sirvientas y sus hijas.

Manoseaba nodrizas y cocineras.

Y siempre con una sonrisa.

El niño esperó hasta que el prisionero pudo abrir los ojos.

– ¿Qué haces aquí? Largo. Me van a torturar por tu puta culpa.

– Si te ayudo a escapar, ¿me llevas contigo?

– Estás muy pendejo.

– No quiero estar aquí.

– ¿Y a mí, qué? Además, ¿tú crees que puedo hacerme cargo de un principito? ¿Que en el bosque te pondrán tus sirvientes polvitos en las nalgas? Soy un espíritu libre.

-…

– Además soy un ladrón, un violador. Un pedazo de mierda.

– Yo también.

– ¿Un ladrón, un violador?

– No, un pedazo de mierda.

– Ah, bueno, si es así, te llevo conmigo.

El niño abrió la mazmorra y partieron ambos del castillo.

El rey se cansó de buscar a su hijo.

El rey perdió a su heredero.

El rey lloraba todo el tiempo.

Y el reino se volvió un caos:

Llegó la peste.

Dejó de llover y se secaron las cosechas.

Lo animales morían.

Los hombres copulaban con los animales.

Los animales transmitían sus enfermedades a los hombres.

En fin.

Todo era tan decadente.

Una tarde nublada los guardianes vieron al niño caminar hacia el castillo.

Como habían recibido órdenes de informar sobre cualquier niño que caminara hacia el castillo, eso hicieron.

Al principio creyeron que se trataba de un mendigo.

Tenía el cuerpo lleno de marcas y mugre.

Sin embargo, al cabo de un tiempo lo reconocieron.

El rey lloraba de la emoción y no paraba de observarlo.

Pero el niño no hablaba.

Pasaban los días

y el niño no hablaba.

El rey rompió el silencio:

– Eres mi heredero. Necesitas hablarme.

-…

– Eres un príncipe.

Los ojos del niño estaban perdidos.

– Háblame.

Lo examinaron las brujas una de las cuales dijo:

– El niño está bien sólo es cuestión de tiempo.

Y pasaban los días y el niño callaba.

Una noche con luna, el niño se metió en la habitación real y en silencio observaba a sus padres.

Veía sus rostros espectrales.

Su padre abrió los ojos y al verlo inmóvil le dijo:

– ¿Qué estás haciendo?

Silencio.

– Vuelve a tu cama.

Ese día le llegaron noticias al rey:

la peste se robustecía.

Mientras desde el balcón real observaban la quema de una pirámide de cuerpos infectados, los reyes charlaban:

– Él ya no es el mismo.

– ¿Qué harás?

– No lo sé.

– Soñé que nos degollaba.

– Yo también.

– Soñé que escupía serpientes.

– Yo no. Eso no.

– ¿Qué vas a hacer?

– No lo sé.

El rey veía las llamas que se alzaban inquietas hacia el cielo.

Por la noche penetró en la oscuridad de los aposentos del niño y se sentó en el borde de la cama.

El niño tenía los ojos cerrados, pero estaba despierto.

El rey extrajo una daga antigua y la hundió en su propio corazón.

El niño se quedó la noche en vela.

Al amanecer se levantó, recordó una promesa y salió del castillo para nunca más regresar.

FIN

5. LA BALLENA EBRIA

El hijo del carnicero debió tener muchos problemas para irse de aquel reino.

Huyó de la noche brumosa

robó una pequeña lancha

y se fue sin decir a nadie.

Lo último que vio fue la silueta del castillo en la colina

y sus banderas negras que ondeaban desde lo alto.

El hijo del carnicero se quedó dormido con el rumor del mar

y sin darse cuenta se lo tragó una inmensa ballena.

Despertó en su estómago.

Mareado y con arcadas

en la completa oscuridad

una niña harapienta le iluminó la cara con un cerillo:

– No hagas eso. ¿Quién eres?

– El hijo del carnicero. ¿Y tú?

– ¿Y qué haces aquí?

– No sé. Es un sueño, creo. Aunque apesta. Y en los sueños, no recuerdo los olores. ¿Quién eres?

– No es un sueño.

– ¿Dónde estamos?

– En la panza de una ballena.

Al principio

el hijo del carnicero

no le creyó

pero la niña

con el cerillo

iluminó las grietas de un estómago de ballena y escucharon los sonidos de un intestino gigante y añoso.

El niño se orinó en sus ropas

la luz se fue

y la niña prendió otro cerillo.

El hijo del carnicero lloró

y la niña se cansó de decirle que no era el fin del mundo.

– No es el fin del mundo.

– ¿Entonces?

– Sólo es la panza de una ballena.

– ¿Y qué vamos a hacer?

– Lo que hacen todos los que son tragados por este monstruo. Esperar a que nos expulse. Depende de su humor. Es que es vieja, y con la edad, se vuelven caprichosas. Estreñidas.

– ¿Y generalmente a qué hora se le ocurre expulsar gente?

– No lo sé, nadie sabe.

– ¿Y mientras qué hacemos?

– Nada.

– ¿Crees que hoy salgamos?

– No, cómo crees.

– ¿Por qué lo dices?

– No somos los únicos. Pero sí los últimos de la fila.

Y juntos recorrieron las entrañas grasosas.

La luz de tiempo en tiempo se extinguía

y la niña usaba sus cerillos.

En medio de la penumbra

y los sonidos intestinales

el hijo del carnicero observó las caras mugrosas de algunas niñas y niños.

Primero hubo estupefacción.

Después unas voces hacinadas:

– ¿Y ése?

– Que se vaya.

– ¿Cómo te llamas?

– Córtale un brazo.

– ¿De dónde salió?

– Ya no hay espacio.

– Que se largue.

– Córtale un brazo.

– Largo.

Y el hijo del carnicero se vomitó.

– Qué asco.

– Apártalo.

– Qué asco.

– Imbécil.

– Desgraciado.

– Niño de mierda.

Hubo más agresiones.

La niña sujetó su mano y lo guío a un pequeño órgano donde sólo cabían ellos dos.

Las voces infames se volvieron un rumor lejano.

Parecían un jadeo de animal herido.

– No les hagas caso.

– ¿Cuánto llevas aquí?

– No tengo idea, pero llegué con algunos dientes.

– ¿Cómo sobrevives?

– Pues siempre hay algo de comida que nos toca: algas, pececitos.

– ¿Y a esos qué les pasa?

– Están locos.

– ¿Siempre se ponen así?

– Una vez, una niña sabia nos dijo que las heces de las ballenas eran muy apreciadas en tierras ignotas.

– ¿Por qué?

– Purifican los mares.

– No veo por qué.

– Ni yo tampoco. Pero esa niña era sabia, olía a abuela. ¿Qué llevas ahí?

Y el hijo del carnicero le mostró un cuchillo para reses.

La niña lo miró curiosa.

El niño se lo dio.

La niña, en la carne de la ballena,

grabó su nombre con él.

– Quizás podríamos apuñarla mucho.

– Ya la hemos maltratado.

– ¿Con un cuchillo?

– No. Pero la hemos lastimado de mil formas y la puta ballena no hace nada. Yo creo que no siente el dolor. Yo creo que es una ballena inmune al dolor. Una vez provocamos un incendio. Hasta un niño se prendió fuego. Y ella, se reía.

– Las ballenas no se ríen.

– ¿Tú qué sabes?

– Las ballenas, por lo general, lloran.

– Las ballenas lloran. O cantan. Se pasean. Son buenas. Se quejan de sus dolores. No se tragan niños. No se carcajean.

Los niños callaron.

La noche era una madeja de sonidos gástricos.

Pronto se quedaron dormidos.

Abrazados y hambrientos

sus pequeñas manos,

al unísono,

empuñaban el cuchillo silencioso.

FIN

6. LOS BOSQUES SAGRADOS (1/3)

1 –

Mira, niña. Un día vas a sangrar y te vaciarás en la tierra como una fuente.

¿Y después?

Sentirás miedo.

Ajá.

Mucho miedo.

¿Tú sangraste?

Sí. No tiene mucho.

¿Y qué pasó?

Se enteró mamá.

¿Y qué hizo mamá?

Me abrazó.

¿Y qué más?

Me dio un pedazo de tela y un pedazo de cedro.

¿Para qué lo hizo?

Para que no saliera más sangre.

¿Y qué más?

Me dijo que ya merecía.

Que ya merecías qué.

Sólo eso me dijo.

¿Y qué pasó?

Me llevó con el rey.

Y después con el hermano del rey.

Y después con el amigo del hermano del rey.

Y después con el hijo del amigo del hermano del rey.

Y así hasta llegar con el triste bufón.

¿Y por qué estaba triste?

Yo qué voy a saber.

¿Pero, por qué estaba triste?

Pues, no sé.

No quiero ir con el rey.

Lo sé.

Ni con el bufón.

Lo sé.

No quiero sangrar.

Vas a sangrar.

No quiero ir con nadie.

Lo sé.

¿Y qué vamos a hacer?

Nos vamos a largar.

¿Adónde?

Al profundo bosque.

¿Y qué vamos a hacer en el profundo bosque?

Vamos a construir una casa en los árboles.

¿Y puedo llevar a Daisy?

Sí.

¿Y a Leonor?

Sí.

¿Y a Desislava?

Sí.

¿Cuándo nos iremos?

Cuando terminen las lluvias.

2 –

El bosque es inmenso.

Sí.

Casi no hay luz.

Sí.

¿Cómo sabes por dónde ir?

Traigo un mapa.

¿Y quién te lo dio?

La esposa del panadero.

¿Por qué te lo dio?

Porque es mi amiga.

¿Desde cuándo eres amiga de esa señora?

Desde hace mucho tiempo.

Está fea y gorda.

Sí, pero es re buena gente.

¿Y adónde vamos a llegar?

Aquí.

No veo.

Acércate a la cerilla. Aquí.

¿Y ahí, qué hay?

Un lago inmenso.

¿Qué más?

Muchos árboles.

¿Qué más?

Más niñas.

¿Y ellas qué hacen?

Pescan. Cazan. Se organizan.

¿Y ahí vamos a construir nuestra casa en el árbol?

Sí.

¿Y va a vivir con nosotros Daisy?

Sí.

¿Y Leonor?

Sí.

¿Y Desislava?

Sí.

¿Y ese lugar cómo se llama?

No tiene nombre.

¿Por qué no tiene nombre?

Para que nadie lo encuentre.

¿Y es seguro?

Nadie entra, sólo niñas como nosotras.

¿Ya vamos a llegar?

Guarda las palabras. El camino es largo.

3 –

¿Quién te enseñó a hacer fogatas?

La esposa del panadero.

¿Y qué tanto te traes con esa gorda?

Ya te dije, es mi amiga.

A mí una vez me regañó.

¿Por qué?

Pues, nada más.

No puede ser.

Le gusta regañar a los niños.

¿Qué le hiciste?

Nada.

No me mientas.

Pues… sólo robé un pan. Así, chiquito.

Ah, ¿ya ves? Tenía una buena razón para regañarte. Eso no se hace. No puedes andar robando los panes ajenos. Además, ella nos dio todo el pan que traemos aquí.

Entonces, la gorda es buena.

Pues, sí.

Me arrepiento de haberle robado.

Menos mal.

Por eso es tu amiga.

¿Y por qué dispersas las brasas?

Por los lobos, así no nos comen.

¿Por qué?

Porque el fuego no les gusta.

¿Y qué pasa si se apaga?

Pues nos comen. Pero no se va a apagar.

No quiero que me coman.

Nadie te va a comer.

Pero si nos quedamos dormidas y esto se apaga, nos comen.

Ya, ponte esto y trata de dormir.

¿Y eso, qué es?

Cuélgalo en tu cuello.

¿Y eso para qué? ¿Por qué en el cuello?

Para que lo tengas a la mano.

¿Qué trae adentro?

Veneno. Por si nos encontramos con viajeros que nos quieran llevar. O ladrones. O mugrientos o soldados o traficantes. Si pasa algo malo, sólo lo bebes y ya.

¿Y este puto veneno también te lo dio la esposa del panadero?

No digas malas palabras, niña.

Contesta.

No.

¿Quién te lo dio?

No importa quién me lo dio.

¿Y si mejor nos regresamos?

No podemos regresar.

No me gusta el bosque. Es frío y peligroso. Hay lobos que se comen a las niñas. Y ladrones que les hacen cosas malas. Yo mejor me regreso y sangro y pongo contento al bufón.

Ya, cállate.

No lo dije en serio.

Ya lo sé. No podemos regresar. ¿Qué dicen Daisy, Leonor y Desislava?

Esas no hablan, no te hagas la mensa.

Cántame algo.

¿Qué canción quieres que te cante?

Cualquier cosa para poder dormir.

4 –

¿Qué le pasó a Daisy?

Se deshizo con la lluvia. Estaba hecha con ramitas de árbol, hojarasca y un trapo de cocina.

Pobre Daisy, quedó horrible. Mejor tira todo eso.

No, ¿qué te pasa? Voy a volver a fabricarla y quedará más bonita.

Como quieras.

Y se llamará otra vez Daisy.

Como quieras.

¿Qué vamos a hacer si se acaba la comida?

Cazaremos aves o roedores.

¿Falta mucho?

Sí.

Podemos descansar.

No, la noche se aproxima.

Sólo un momento.

No. Es peligroso.

¿Y tú cómo sabes?

Los puntos rojos en este mapa son lugares peligrosos. Los puntos verdes son lugares para pasar la noche.

¿Y por qué son peligrosos?

Por diversas razones.

Sí, pero… ¿cuáles?

Mira, no sé si te has dado cuenta, pero hablas y hablas y a veces tienes que guardar silencio.

¿Quieres que me calle?

Sí.

¿Por qué?

Porque me llenas de preguntas y preguntas. Porque a veces pienso cosas y me distraes… porque, porque, hablas y hablas.

Yo pensé que te gustaba conversar conmigo.

Conversar, sí, no responder tus cuestionarios.

¿Quieres guardar silencio?

Sí.

Pues, haberlo dicho.

Pues lo dije y sigues hablando.

Conste.

Oye…

Oye…

Alguien se acerca…

¿Qué?

Alguien se acerca…

7. LOS BOSQUES SAGRADOS (2/3)

1 –

Cierra los ojos, espérame ahí. No hables. No digas nada.

Parece un pájaro gigante…

No digas nada…

No diré nada, pero no tardes.

Cierra los ojos.

Que sí…

¿Quién eres?

La que cuida esta zona del bosque.

¿Y esas alas?

¿Qué?

Nunca había visto una criatura como tú.

¿Adónde vas? ¿Y quién es la que se oculta?

La que se oculta es mi hermana. Una niña encantadora, pero algo miedosa.

¿Le doy miedo?

Algo.

¿Soy fea?

No.

No mientas, hace años que no me veo en ningún reflejo. Hace años que preferí no verme. Mis alas están roídas, ya no sirven, sólo están de adorno. Para volar, requieren compostura. Huelen mal. No creas que no lo sé.

Lo siento.

¿Por qué están aquí?

Sólo venimos de paso.

No se puede pasar por aquí.

¿Por qué?

Porque entonces, tendré que reportarlas, y el verbo es el verbo…

No entiendo…

El verbo es infeccioso y los murmullos crecen. Por lo general, las criaturas mueren de aburrimiento. Cualquier novedad los espabila y las palabras se vuelven lanzas letales. Sucede cuando sucede.

Ah…

Y corren peligro. Una vez que se despiertan las bestias, la muerte es sólo un trámite.

Ah…

¿Entonces?

Si nos desviamos, podemos perdernos.

Pues, ya lo saben.

Existe el libre albedrío, y se supone que podrías ejercerlo, ¿no crees?

No sé qué sea eso.

Es tu elección. Tú decides si das parte o no a las demás criaturas del bosque. A lo mejor podrías ayudarnos y callar.

Es interesante lo que dices. Nunca antes lo había considerado. Está bueno eso del libre…

Albedrío.

Pero, eso no es posible.

¿Por qué?

Porque no podría dormir sabiendo que callé. No guardo secretos. Es mi naturaleza.

¿Tú naturaleza es ser una chismosa?

Sí.

¿Por qué?

Haces preguntas extrañas.

No existe lo que llamas “naturaleza”.

¿Por qué dices eso?

El bufón decía que yo era una puta por naturaleza… Y sólo me daban ganas de vomitar y pasarle una daga por el cuello.

No entiendo.

No existe la naturaleza.

Sí.

¿No te sientes mal?

¿Por qué?

¿Por ser un ser tan despreciable?

¿Por qué piensas eso?

Pues, como todo en el bosque, pareces estar en decadencia. Quizás, en algún momento fuiste muy bella y como es obvio, pues ya no. Quizás, antes, el bosque no era tan sombrío y todos vivían en armonía, retozaban desnudos en la maleza y bailaban canciones paganas. No sé en qué momento, rastrera criaturita de los bosques, te tornaste en este ser… Parece que te diste un baño en una ciénaga llena de mierda.

¿Y esos sonidos qué son?

Estoy llorando, deberías saberlo.

Es que son muy raros esos sonidos. ¿Y por qué lloras?

Porque eres cruel.

No quise decir eso.

Ya lo dijiste. No digas “no quise decir eso”. Si lo dijiste es porque querías decirlo.

Sólo quiero cuidar de mi hermana, eso es todo.

Está bien, pasen.

¿Qué?

Pasen, rápido.

Perdona…

Está bien… sólo pasen y ya… déjenme sola…

2 –

A veces me das miedo.

¿Por qué?

Le hablaste re gacho.

¿Y qué querías?

Se te encendió la lengua.

¿Y qué querías?

No, nada…

¿Y crees que se quede callada?

Más le vale.

¿Y qué vamos a hacer si no?

No lo sé. Por lo mientras, sigamos nuestro camino.

¿Viste como le salía pus de las orejas?

Te dije que cerraras los ojos.

Perdona, no pude estar con los ojos cerrados.

Tienes que hacerme caso en todo.

Es que creí que te iba a comer.

Está bien.

Necesito pedirte algo.

Sí, por favor, pide. ¿Es un juego o algo así?

No es un juego.

Está bien, ¿qué es lo que quieres?

Mira, la cosa se puede poner más fea; si de pronto nos rodean, necesito que actúes rápido.

Si nos rodean, ¿quiénes?

No lo sé. Pero pueden ser cualquiera.

Sí, ¿qué quieres que haga? 

Que localices un buen escondite o que simplemente corras.

¿Quieres que corra?

Sí.

¿Por qué?

Para que te salves.

No.

Sólo debes hacerme caso.

Yo no soy una puta cobarde.

No digas puta.

No te voy a dejar sola.

Me tienes que dejar sola, porque si no, no habrá manera de que llegues al lago y te morirás sin haber vivido cosas bonitas.

¿Y tú, ya viviste cosas bonitas?

Pues no, pero alguna de los dos debe sacrificarse.

Creo que eres exagerada.

No minimices nuestra situación. No podríamos estar peor. Así que no me vengas…

Yo conocí a la leprosa…

Ajá, ¿y qué tiene que ver?

¿Me vas a dejar hablar?

Habla, pues.

Alguien la abandonó durante una noche en la plaza.

Ajá.

Y los niños la vimos, y ella nos mostró su dentadura negra y su rostro lleno de bolas asquerosas.

Todos nos espantamos y fuimos, como alma que lleva el diablo, a decir que había una bruja en la plaza.

No tardaron en quemarla en una pira.

Ella sólo se reía.

Pero después me enteré que no era una bruja, sino una triste leprosa.

¿Y qué tiene que ver la leprosa con todo esto?

Podemos hacernos pasar por unas leprosas. Nos embarramos de mierda y de lodo y a ver quién se nos acerca.

Creo que eres una chingona.

Gracias.

Manos a la obra.

3 –

¡Quién vive!

Déjame hablar a mí.

Sí.

Cierra la boca.

Sí.

¡Quién vive!

No se ve nadie.

Que cierres la boca.

Sí, ya me callo.

¡Somos dos pobres leprosas desamparadas que buscamos un buen refugio sin perturbar la tranquilidad del bosque!

No veo quién es.

Que te calles.

¡Leprosas! ¡Guácala!

¡Sólo caminamos en medio del bosque!

¡Qué asco!

¡Sí, ya nos expresó su repugnancia!

¡Asco!

¡Qué le vamos a hacer! ¡Bueno, con su permiso!

¡No pueden pasar sin un permiso!

¡Por qué!

¡Porque no queremos extrañas aquí!

¡Como le dije, sólo vamos de paso! Tú, sólo sigue caminando.

¡Alto!

¡Muéstrate!

¡Ya!

¡No te vemos!

¡Aquí estoy!

¡Es cierto! ¡Pero si eres un tierno y blanco conejito!

Pareces un algodón.

Lo sé. Pero sus lisonjas no son suficientes.

Lisonjas. Qué conejito tan culto. Qué lenguaje tan refinado.

No sigan con esa estrategia. Soy un conejo muy listo.

Está bien, conejo.

No pueden pasar.

Ya lo dijiste.

Bueno, pues, para pasar por esta zona del bosque, es necesario consultarlo con el concejo. No tardaremos. Síganme.

No podemos seguirte.

¿Por qué?

¿Qué concejo?

Hay un representante de cada grupo que habita los bosques.

No.

No hay otro camino. Si quieren continuar, es menester que me sigan.

No. No vamos a seguir a un desconocido. 

Son las reglas.

Al diablo con las reglas, además, ¿por qué un concejo distinguido va a querer estar ante unas leprosas indefensas?

Dejémonos de patrañas, yo las vi untarse el cuerpo de lodo y eses de animales.

Así que síganme.

Está bien, eso haremos.

Gracias.

Pero antes, debo pedirte algo.

Dime.

Ha habido algunos espejismos en el bosque. Hemos hablado con criaturas de otros tiempos o de otros sueños… y a veces no han resultado reales… sólo ecos insistentes que se aferran a las cosas…

Al grano, por favor.

Necesitamos estar seguras de que existes. Sólo déjame tocarte.

¿Con tu mano hedionda llena de eses de animales?

Sí. Sólo un poco, y después de eso, podemos hacer lo que quieras.

Bueno, supongo que es un trato justo.

4 –

Ya estaba harta de pan y queso. Este conejo a la leña sabe delicioso.

Esta noche dormiremos como bebés.

Sí, ¿de qué te ríes?

De sus ojos cuando lo degollaste; como que le saltaron, y la expresión de su rostro era como si dijera: “Ah, caray. Esto no me lo esperaba.”

Qué risa.

Leonor y Desislava también se divierten.

8. LOS BOSQUES SAGRADOS (3/3)

Primera Parte

1 –

– ¿Quién es?

– Un cazador.

– Lleva un hacha gigante.

– Sí, ya la vi.

– ¿Qué hacemos?

– Sólo cállate y sé una leprosa.

– ¿A qué te refieres?

– A que te comportes.

– ¿Las leprosas no hablan?

– Sí, pero… cierra la boca, ¿sí?

– …

– …

– …

– …

– ¿Adónde van?

– No lo sabemos bien. Sólo vamos de paso.

– No pueden pasar.

– Sólo somos un par de leprosas.

– ¿De dónde vienen?

– No se acerque demasiado pues nuestro mal es contagioso. ¿Quiere llenarse de llagas?

– Me gustan así.

– ¿Leprosas? ¿Purulentas?

– No, inteligentes.

– No somos inteligentes. Somos unas babosas.

– ¿Adónde van?

– No llevamos un rumbo definido. Sólo sobrevivimos.

– Sí.

– Sólo eso.

– Sí.

– No se muevan.

– …

– Hay algo que deben saber. Los bosques no son lo que solían ser. Los bosques eran sagrados, y como tales, había reglas muy específicas, mitos y tradición oral. Ahora, desde las flores de Fukushima, el sobrecalentamiento global y los payasos de las hamburguesas, ya nada es lo mismo. Lo sagrado se volvió turístico y las criaturas, pues, ya no son lo que eran.

2 –

– …

– Ese conejo que llevan en las tripas, qué buena puntada, por cierto, ese conejo, ese conejo, no era muy brillante. Antes, quienes se encargaban de vigilar y reportar la invasión de extraños, eran criaturitas audaces, convincentes.

– …

– Debido a que los tiempos han cambiado, ahora, cada quién tiene sus propios códigos.

– …

– Códigos que dependen de cada persona. Nos hemos vuelto individualistas.

– …

– …

– Pues todo lo que comenta es muy interesante. Nos ha hecho reflexionar. Con permiso.

– No te hagas la chistosa.

– No es ninguna broma. Nos llevaremos sus palabras y las usaremos en momentos de cavilaciones intensas. Se lo prometo.

– No, niña. No.

– …

– …

– Estamos llenas de mierda.

– Las voy a enjuagar en el estanque.

– Somos unas niñas.

– ¿Y eso qué? Miren, no van a interrumpir su viaje. No soy esa clase de gente. Después del numerito, se largan y todos felices.

– ¿Por qué?

– Hace algún tiempo, un par de niñas me convencieron de seguir su camino, hice lo que me pedían y ya…

– ¿Ya, qué?

– Pues, nada. Cuando ayudas a la gente… la gente no es agradecida. Las niñas se fueron. Y nadie supo nunca que les tendí una mano. La generosidad es ciega, pero también Dios ante los actos que la usan.

– No entiendo.

– A lo mejor ya son grandes, las niñas esas, ¿y sabes qué lugar tengo en sus recuerdos?

– No.

– Ninguno. No soy nadie para ellas.

– Para.

– Yo quiero estar siempre en su mente; que siempre me recuerden.

– Siempre te vamos a recordar.

– No, no, no. Me refiero/

– ¿Cómo no te vamos a recordar con semejante hacha?

– Sí, ¿cómo?

– El hacha es para cazar. Qué linda voz la de la pequeña. ¿Ya sangró?

3 –

– No.

– Pues, mejor. La sangre contamina.

– Sólo a mí, por favor.

– No, no, no. Van a poder seguir por el camino, pero tienen que obedecer.

– Sólo déjame hablar con ella.

– Hazlo.

– ¿Y si le quitamos el hacha?

– Es muy grande. Nos va a hacer picadillo.

– ¿Y si nos tomamos el veneno?

– No lo sé.

– ¿Tú quieres?

– Sí, creo que lo mejor es morir.

– Pero no has vivido cosas bonitas.

– Pues, no. Ni tú tampoco.

– Pues, no.

– …

– ¿Qué hacemos?

– No lo sé.

– ¿Y qué nos va a hacer?

– Nos va a deshonrar.

– Ah.

– ¿Sabes lo que es deshonrar?

– Claro que lo sé, el abuelo deshonraba a mamá todas las noches, antes de deshonrar a la hija del curtidor. A ti te deshonró el rey, y el amigo del rey y el triste bufón. ¿Por qué estaba triste?

– Bébelo.

– No lo sé.

– Bébelo.

– No, mira, que nos deshonre.

– No, bébelo.

– Que nos deshonre y que nos deje continuar. Quiero llegar al final de ese mapa, donde te dijo la esposa del panadero, la gorda de buen corazón. No pongas esa cara; voy a pensar en otras cosas. En dragones o en aves saltarinas intentando ganarse los favores de las pajaritas. O en Leonor o Desislava. Te lo prometo. No me va a pasar nada.

– …

– …

4 –

– …

– …

– …

– …

– …

– …

– Extraño a Tarado.

– …

– Tarado, ¿lo recuerdas?

– …

– Si Tarado estuviera aquí, podríamos montarnos en él.

– …

– Aunque Tarado era verdaderamente tarado.

– …

– Pero no me importa, Tarado sería útil. ¿No crees?

– …

– Podríamos picarle los ojos, si no nos hiciera caso.

– …

– ¿Te acuerdas de él?

– …

– Tarado era el burro del enfardador, y nos dejaba jugar con él, a mí y a su hijo,

cuando se iba de borracho.

– …

– Nos montábamos y le decíamos: arre, Tarado, y le jalábamos las orejas… y Tarado,

no hacía nada… Se dejaba mangonear…

– …

– Pero un día, Tarado se vengó de nosotros. ¿Sabes lo que hizo? Nos trepamos en él, le dijimos, arre, Tarado, y él, obediente como era, se arrancó a un paso extrañamente más recio… Le jalamos las orejas… nos reíamos… y de pronto, Tarado se dejó ir directo a unas zarzas, y nos metimos con él hasta que las espinas se nos clavaron en el cuerpo…

– …

Pinche Tarado.

– …

– Burro cabrón.

– …

– Si comprendiera la lengua de los asnos le pediría perdón.

– …

– Le pediría que viniera y nos ayudara… Para poder treparnos sobre su lomo y seguir el camino, sin cansarnos tanto…

Segunda Parte

1 –

¿Y si la esposa del panadero no tiene un corazón puro?

¿Y si su corazón, como sus intestinos, están llenos de grasa?

¿Y si sólo es una gorda hija de puta?

¿Te has puesto a pensar?

Dime, ¿te has puesto a pensar? A lo mejor ella sabía todo esto.

¿Saber, qué?

A lo mejor le pagan para mandar niñas babosas al bosque.

No lo creo.

¿Cómo estás segura de eso? Imagina que ella es parte de todo esto y que está con ellos.

¿Con quiénes?

Con las criaturas, con los cazadores.

¿Qué ganaría ella?

No lo sé. Unas monedas. No lo sé. Levadura.

Sólo intenta dormir.

¿Tú crees que de pronto todo va a cambiar? ¿Tú crees que exista ese lugar?

Sólo duerme, por favor.

No tengo sueño.

Ni yo, pero necesitamos dormir.

No se me sale de la cabeza.

¿Qué?

Esa señora. Nos da un mapa, seguimos las pistas y todo nos sale al revés.

El bosque es impredecible. Tiene muchos años. Es viejo. Muy viejo.

Eso no tiene nada qué ver.

Es viejo y lleno de secretos.

Ese mapa, quizás sea una mentira. Quizás vamos directito a caer en otras trampas. Trampas de las que no vamos a salir vivas. A lo mejor nos despellejan y nos dejan tiradas en la tierra. A lo mejor se comen nuestra carne. A lo mejor nos queman y esparcen nuestras cenizas. Ya no quiero seguir las instrucciones. No confío en la gorda. Hace rico pan, pero no confío en ella. No le creo. No quiero ser polvo. No creo que quisiera ayudarnos, la mujer esa. ¿Cómo estás tan segura de…?

¿Qué propones?

Que nos desviemos. Que exploremos otras regiones.

No. Vamos a seguir la ruta. No faltan tantos días. Quizás una semana. Cuando lleguemos, seremos cautelosas. Si vemos algo raro, nos largamos y ya.

2 –

Ya casi no hablas.

¿Por qué?

Tu hablas por las dos.

No es eso. Te has vuelto triste.

Debemos ahorrar palabras.

¿Por qué?

Hay que hablar lo necesario.

No estoy de acuerdo. Prefiero hablar que escuchar los sonidos del bosque.

Prefiero la música sacra.

O tus sermones.

O tus cuentos bizarros.

Habla lo que quieras.

No me gusta que te pongas así.

No eras así.

Tenías más chispa.

Hablabas más.

Te prefiero de antes.

Me da miedo que te pongas así.

Parece que te tragaste un soldado.

Del puto cazador ni quien se acuerde.

Hay algo ahí. Para.

¿Qué es?

Un bulto.

¿Qué será?

Sepa.

Se mueve.

Espera aquí.

No.

Que te esperes aquí.

Ni madres.

Hazme caso.

De ti, no me separo.

Es una niña.

¿Está dormida?

No. Se mueve.

¿Está dormida?

Quizás.

¿Qué hace? ¿Está soñando?

No lo sé.

Muévela.

Está débil.

Parece que quiere hablar.

No. No la toques.

No quiere hablar.

Es un acto reflejo.

Yo creo que está muriendo.

O quizás está soñando.

Quizás sueña con nosotras.

No habla.

Pero sí, parece que habla.

Parece, pero no.

Tiene, tiene…

Tiene una flor, una flor que crece de su boca.

A lo mejor se anida en su garganta.

Una flor se abre paso, pero no encuentra la salida.

Eso es, una flor.

Una flor.

Ella sueña.

Y nosotras…

Quizás las flores son parte de su lengua.

Su lengua muerta.

Quizás es una flor que quiere ser un grito.

Quizás su paladar es un jardín.

Y sus venas alimentan la tierra.

¿Por qué no le rompes la cabeza con una piedra?

¿Por qué no tú?

Porque yo soy la pequeña. Yo sólo doy las ideas.

¿Por qué no? ¿Qué te hizo?

Nada, pero no estoy para flores. Aplástala… Eso, así… Gracias. Más… Más…

3 –

Se avista una cabaña.

No estoy ciega.

¿Qué habrá adentro?

Lo que haya, nos sirve.

¿Habrá alguien adentro?

Yo creo que sí.

¿Por qué lo dices?

Hay luz. Quizás una pequeña fogata. O algo en la lumbre.

¿Y qué si hay alguien?

¿Tienes miedo?

No. ¿Crees que haya dulces?

No seas ridícula.

Puede haber dulces.

No lo creo, es una mugre cabaña.

Pero ¿qué tal que adentro hay dulces?

No. No hay dulces.

¿Por qué lo dices tan segura?

Porque lo sé. Mira su aspecto. Si fuera una cabaña con un montón de dulces estaría construida con ladrillos de chocolate y en lugar de expulsar ese fino humo negro, saldrían algodones de azúcar.

Creo que tienes razón. ¿Y qué si hay alguien? Asómate por la ventana. ¿Qué ves?

Creo que un viejo. Sí, es un viejo que duerme.

¿Un viejo?

Sí, un viejo que duerme. Parece que ronca. Veo comida en la lumbre. Parece una gran olla de sopa.

Vamos a tocar la puerta.

No. No vamos a tocar la puerta. Vamos a entrar con sigilo y nos comemos la sopa.

Está bien.

Pero tienes que guardar silencio.

Sí.

Y ser muy cuidadosa.

Está bien.

4 –

– No les haré nada…

– …

– …

– Pueden comer la sopa.

– …

– …

– Hay suficiente. Coman.

– …

– …

– ¿Qué hacen dos niñas bonitas en el bosque?

– …

– …

– ¿Les comió la lengua el ratón?

– O hablamos…

– …o comemos sopa.

– Sí, eso veo. Coman. Coman.

– Es difícil hacer las dos cosas.

– …

– Son tan lindas.

– …

– …

– Ya no recordaba mi voz.

– …

– …

– Es bueno tener con quién hablar.

– …

– …

– Coman…

– Eso hacemos.

– …

– No les voy a hacer nada.

– Ya lo dijo.

– …

– En otras épocas…

– ¿Sí?

– …

– En otras épocas, no les hubiera permitido que entraran a hurtadillas y se comieran mi sopa.

– …

– ¿Por qué?

– No lo sé. El tiempo hace su trabajo…

– …

– …

– …horada nuestros cuerpos, opaca los instintos…

– …

– …

– …Nos hace várices y pudre las encías.

– Ah…

– …

– Antes recordaba cosas. Podía contar muchas historias. Ahora la memoria es un puto pantano.

– …

– Ajá…

– En otras épocas, no sé, las hubiera empalado.

– ¿Empalado, dijo usted?

– …

– Sí.

– ¿Por comernos su sopa?

– ¿Sólo por eso?

– Sí.

– ¿Nos hubiera empalado en el bosque por comernos su sopa?

– ¿Sólo por eso?

– Sí.

– Eso es un poco exagerado.

– ¡Yo diría que muy exagerado!

– Pues…

– Qué bueno que el tiempo se le metió por las orejas.

– Sí, qué bueno que ya está trasnochado.

– Sí.

– Cascajo.
– Antediluviano.

– Sí.

– Con ese olor a trapo…

– …y a jocoque.

– ¿Jocoque?

– Qué bueno que podemos comer la sopa.

– Muy rica, por cierto.

– …

– ¿No tiene algo de pan?

– ¿O queso?

– …

– ¿O vino?

– ¿A poco tomas vino?

– …

– ¿Se durmió?

– No lo sé.

– ¿Tú qué crees?

– No lo sé. Tiene los ojos abiertos.

– Pero está roncando.

– Se durmió.

– Come.

– Sí, sí.

– Está bien dormido.

– Ronca como un oso.

– Como un oso centenario.

– Se durmió. El trapo se durmió. ¿Qué hacemos?

– Comernos la sopa, buscar algo para el camino y largarnos de aquí para siempre.

5 –

– ¿Y Daisy?

– Ya lo sabes. Se deshizo con la lluvia.

– ¿Y Leonor?

– La lluvia.

– Pero, Leonor.

– …

– ¿Y Desislava?

– …

– ¿Dónde están?

– Las dejé en la casa del anciano empalador.

– ¿Por qué hiciste eso?

– No lo sé. Ya me tenían hartas.

– ¿Por qué abandonaste a Leonor y Desislava?

– Ya estaban maltrechas. Ya no tenían dignidad. Eran unos palos con hongos y hojarasca barata.

– No tenías por qué abandonarlas.

– ¿Me puedes decir por qué?

– Eran compañeras de viaje.

– No digas eso. Ya no soy una niña. Olían mal. Ni quien las quiera.

– …

Pinches muñecas feas.

– Ya, ya.

– Ni quien las quiera.

– Está bien.

– …

– …

– …

– Esa sopa estaba rica.

– Estábamos hambrientas. Cualquier sopa, así fuera una sopa de pie, nos habría sabido a gloria.

– ¿Una sopa de pie?

– Fue lo primero que se me ocurrió.

– Más bien, de calcetín.

– Como quieras. De calcetín.

– ¿Qué te pasa?

– ¿Qué me pasa de qué?

– ¿Por qué estás así?

– ¿Cómo?

– Pues, mamona.

– Perdóname. Tú eres toda una princesa.

– Parece que te tragaste un ogro.

– Lo único que me tragué es la sopa de ese puto anciano.

– Bueno… ¿quieres un abrazo?

– No quiero ni madres.

– Está bien, sigamos solo caminando…

– …

– …

– …

– …

6 –

– Pensé que estabas muerta.

– Yo también. ¿Qué fue lo que pasó?

– Caímos en un hueco en la tierra.

– ¿Qué vamos a hacer?

– Pensé que estabas muerta.

– ¿Qué vamos…?

– No sé, no sé. Es de noche, no veo nada. Al parecer no podemos trepar, sólo siento la tierra húmeda.

– ¿Será una trampa?

– Sí, es probable.

– Si esto es una trampa significa que alguien va a venir por nosotras. Debemos salir.

– No hay manera.

– ¿Y si un lobo cae aquí adentro?

– No encuentro las cerillas. Ayúdame. Busca las cerillas en la tierra. Vamos.

– …

– …

– …

– …

– Aquí están.

– …

– Sí, es una trampa.

– No hay manera de salir.

– No, no hay manera.

– ¿Y si nos tomamos el frasquito?

– No. No.

– Creo que sería lo mejor. Nos tomamos el frasquito y nos quedamos dormidas.

– No, yo creo que, lo que venga, podremos aguantar.

– ¿Para qué?

– Me da miedo morir. Si muero, dejo de existir.

– Qué frase tan cabrona te acabas de aventar.

– Cuando digo que dejo de existir, es eso, dejar de hacerlo. Me da miedo no ir a ninguna parte.

– ¿Cómo lo sabes?

– ¿Cómo sé qué?

– ¿Cómo sabes que no iremos a ninguna parte? ¿Qué tal que es solo un sueño?

– ¿Y si no? ¿Si lo que sigue no es un sueño? ¿Entonces, qué? Ya nos chingamos.

– No lo sabemos.

– Por eso.

– No sabemos que vendrá después. Nos tomamos esto y ya.

– ¿De verdad te lo quieres tomar?

– Es que ya me cansé.

– …

– …

– No lo sé.

– Tomemos esto juntas.

– ¿Las dos?

– Al mismo tiempo.

– ¿Cómo un canto al unísono?

– Sí, como un canto.

– Al mismo tiempo.

– Sí.

– …

– ¿Vamos?

– Está bien.

– Gracias…

– Gracias a ti. Todo por la sangre.

– La sangre está bien.

– ¿Cómo?

– No es por la sangre per se, es por… es por otras razones.

– Sí.

– La sangre está bien.

– Abrázame.

– Sí.

– Abrázame.

– Sí.

– No me sueltes.

– …
– …
– …
– …
– …

Tercera Parte

1 –

– ¡Quién vive!

– ¿Escuchaste?

– No, ¿qué? Me quedé dormida.

– ¿Quién es?

– Sepa. Guarda silencio.

– …

– ¡No tengan miedo!

– …

– …

– Lanzaré una cuerda para que puedan salir!

– ¿Qué hacemos?

– No hagas nada.

– Tenemos que hacer algo.

– No hay nada qué hacer.

– ¿Y si estamos muertas y es Dios?

– ¿Con esa voz de pito? ¿Dios?

– ¡No tengan miedo!

– ¿Qué hacemos?

– Nada, nada.

– ¡Sólo soy un pobre anacoreta!

– ¿Ves? No es Dios. Es un anacoreta.

– ¿Qué es eso?

– Yo conocí una vez un anacoreta. Le gustaban las niñas. El Rey me llevó con él.

– ¿Qué hacemos?

– ¡Qué es lo que quieres!

– ¡Sólo pretendo ayudar!

– ¡Cómo sabemos que no tienes otras sucias intenciones!

– ¡Estoy en penitencia!

– ¡Y eso, qué!

– Mira, arrojó una cuerda.

– ¿Qué hacemos?

– Salir, ¿qué otra cosa? Vamos.

2 –

– Sé que me veo curioso. Deben tener hambre. Coman. Yo también, en su lugar, me les quedaría viendo con esos ojos. ¿Qué hace un hombre peludo, desnudo y vergón en medio del bosque? Pues, pues…

– El anacoreta que conociste, ¿estaba así de peludo?

– No.

– La penitencia, la vida salvaje, me hizo como soy.

– ¿Y a mí qué me importa?

– Lo mismo pienso.

– Ey, tú, anacoreta.

Homo sylvestris.

– Como sea.

– Dime.

– No nos importan tus historias.

– Cuando llegué al bosque…

– Que no nos importan.

– Lo que sea. Lo que sea. Buscaba abandonarme al espíritu. Por eso llegué a sus profundidades. Una tarde, mientras me encontraba orando, una de las hijas del Rey, completamente desnuda, llegó a mi cueva. Me pidió guarida y sustento. Se los di, niñas. Le di lo que me pidió, pero, pero ustedes tienen que entender. ¿Qué podía hacer yo? Contesten, niñas. Les hablo. ¿Les comieron la lengua? Sucumbí al deseo. La hice mía. Y fue cuando comenzaron las pesadillas… La culpa me carcomía y decidí que lo mejor era alejarla de mí y…

– …

– …

– … la enterré en el bosque… para que no me molestara más.

– …

– …

– Fui con el Rey a confesar mi crimen y él, comprensivo, me perdonó. Dijo que la culpa era de su hija, pues no se debe correr en el bosque desnuda y mucho menos pedir guarida a un triste eremita.

– ¿El Rey te indultó?

– Sí, junto con el Obispo.

– ¿Y regresaste al bosque?

– Sí, a ser un penitente. A vivir como los animales. A comer hierbitas y champiñones. Me hice vegano.

– ¿Te hiciste vegano?

– Me hice vegano.

– ¿Y esa carne en la fogata?

– Es de jabalí.

– ¿No que eras vegano?

– Hace unas horas.

– Mientes.

– No, no miento.

– Todo lo que dices es una mentira. Como todos en este bosque. Todos mienten.

– Llevo años haciendo penitencia. Pero nada cambia. Miren, hace unos días tuve una revelación. Soñé con Adán y Eva, los dos eran unos ancianos. No decían nada, sólo copulaban. Su carne era monstruosa. Su piel derramaba grasa. Ahí, por fin, supe que, por más penitencias y castigos, su puto pecado nos ha condenado a la desgracia. ¿Me entienden? Nuestra carne está podrida. Fue por eso que construí esa trampa. Y ustedes son las primeras que han caído en ella.

– Todo está muy bien.

– ¿En serio?

– Sí, la verdad es que comprendemos perfectamente.

– Así es.

– Te entendemos, hombrecito peludo.

– Sí, te entendemos.

– Comprendemos el infierno que has vivido.

– Sí, está muy cabrón. Eso se ve.

– Una bruja que fue quemada en la pira, en plena plaza pública, nos dijo, antes de que la quemaran, algo sobre ti.

– ¿En serio?

– Nos leyó la fortuna.

– ¿En serio?

– Sí. Nos dijo que en el bosque encontraríamos un hombre muy peludo.

– ¿En serio?

– Un hombre al cual nosotras debíamos entregarnos sin reserva alguna. Y eso haremos.

– ¿Y esa botellita que arrancaste de tu cuello?

– Es un elíxir.

– ¿Qué clase de elíxir?

– Un afrodisiaco que contiene el aceite de siete doncellas.

– Qué deleite.

– Quien lo beba experimentará la mayor cantidad de placer. Tendrás la fuerza ponedora de un asno en primavera.

– ¿La bruja se los dio?

– Tú lo has dicho.

3 –

– Casi me cago de la risa en frente del peludo. Siete doncellas. Fuerza ponedora. Un asno en primavera. Te pasaste de lanza.

– Subamos al árbol. Quiero dormir. Siento que me comí un caballo.

– Era un jabalí.

– Durmamos…

– …el sueño de los justos…

– Como sea. Como sea. Trépate, vamos.

4 –

– Es un día cálido.

– Sí.

– El sol se cuela en forma de agujas a través de las hojas.

– No sé cuánto hemos dormido.

– Ni yo.

– Pero creo que abrimos los ojos al mismo tiempo.

– Sí.

– A lo mejor dormimos durante días.

– A lo mejor.

– O fueron años. No lo sé.

– No siento el cuerpo.

– Ni yo.

– Tanto sueño nos dejó molidas.

– Sin embargo, muevo el brazo y me duele.

– Me duele, también.

– Muevo las piernas y lo mismo.

– ¡Auch!

– Parece que han pasado años.

– Pero no es así.

– ¿Qué vamos a hacer?

– Tenemos dos opciones.

– Ajá.

– Según el mapa, es aquí.

– ¿Qué?

– Sí, así es.

– ¿Ya llegamos?

– Según el mapa, sí. Llegamos. Mira.

– ¿Y el lago?

– No hay ningún lago.

– Pero…

– No hay nada aquí. Te dije lo del lago antes porque/

– Entiendo, entiendo. Ni siquiera puedo llorar.

– Pero, reír…

– Reír, siempre.

– La risa es una cascada.

– Y es más antigua que el bosque.

– Pero menospreciada en el reino.

– Los aguafiestas.

– Y nos mantiene vivas.

– Sí, sí.

– La risa.

– ¿Entonces?

– Bueno, la primera sería bajarnos del árbol del sueño y continuar a pie.

– ¿Hacia dónde?

– Hacia ningún lugar.

– ¿La segunda opción?

– La segunda, se me ocurre… Aunque la esposa del panadero no dijo nada, aunque no dijo nada…

– ¿Qué?

– Podríamos, podríamos.

– ¿Qué?

– Trepar hacia arriba.

– ¿Y luego?

– Pues nada. ¿Y si no estamos perdidas y el lugar que buscamos está arriba?

– ¿Y arriba qué podría haber?

– Muchas cosas.

– ¿De dónde sacas eso?

– Sucede en los cuentos.

– Sucede, sí.

– Ese lugar debe estar arriba. Es el único camino probable.

– Si fuéramos una vía láctea.
– Pero, pues…

– Ni modo.

– Vamos, pues.

– Subamos.

– Sí.

– Subimos a través de las ramas.

– Con diminutas agujas de sol en la piel.

– El árbol viejo es un laberinto.

– No es fácil encontrar pasadizos para seguir ascendiendo.

– Nos topamos con nidos.

– Y búhos milenarios.

– Quienes sólo nos observaban.

– Acostumbradas a los embusteros…

– …las primeras veces los mirábamos con desconfianza.

– Esperando engaños.

– O acertijos.

– Pero no…

– Nos cedían el paso.

– Incluso uno, con cataratas en los ojos y lentes de fondo de botella…

– Irguió su enorme ala y pronunció con voz de barítono:

– Pasen, niñas: este es su árbol.

– Pronto escalar era como caer, de lo rápido que lo hacíamos.

– Dos niñas en los huesos escalaban.

– Dos niñas sonrientes.

– Con dolor en la carne.

– Subían hacia las nubes.

– Tras muchas horas de escalar entre las ramas…

– Tuvieron nuevamente que descansar.

– Sí, estábamos exhaustas.

– Entre las ramas del árbol inacabable.

– …

– …

– …

– …

– Y arriba, ¿qué habrá?

– Una aldea entre las nubes.

– ¿Y en la aldea?

– Un inmenso lago.

– ¿Y en torno al lago?

– La aldea.
– ¿Y en la aldea?

– El lago.

– Ya lo dijiste, ¿qué más?

– Las casas son de dulce y chocolate.

– ¿Qué más?

– Los caminos de colores.

– ¿Qué más?

– Una aldea entre las nubes.

– ¿Y en la aldea?

– …

– ¿Y en la aldea?

– Un lago. Un lago.

– …

– …

– …

– …

– …

– …

– …

– …

FIN