Felipe Sánchez Reyes
Al frente del palacio se encuentra un anciano de ochenta y dos años, vestido de blanco como sus cabellos. Él, después de gobernar a su país por cuarenta años, recorre con paso lento la Biblioteca de Alejandría, en el año 285 a. c., dos años antes de su muerte, en el año 283. Así presenta Oliver Stone a Ptolomeo I, en el filme, Alexander (2004).
Atrás de él, pasan los esclavos escribas cargando rollos de papiro para colocarlos en los estantes respectivos, reparar los volúmenes dañados y llevar el catálogo al día. Al lado de él, su escriba Cadmo apoya la mano sobre el rollo de papiro con el cálamo de tinta negra que fluye delicadamente sobre la línea imaginaria de la hoja. Plasma sus letras y palabras artísticas. Cuando el rey se calla, él se detiene, revisa la regla, la línea imaginaria de la hoja, e introduce la punta hendida del cálamo con un corte en el centro, en el tintero. Hace signos en el aire y anota en el rollo las Memorias de Alejandro, libro escrito por Ptolomeo I que luego desaparece, pero del cual los historiadores posteriores aceptan su autoría.
Escucha atento y apura el cálamo con la tinta que, al rasgar el papiro, emite un susurro, cual viento en la caña. Luego, cuando Cálamo se detiene, le llega el suspiro de Carpo, su joven amante que se ahogó en las aguas del río. De pronto, olvida esa imagen el escriba, pues no quiere dejar escapar ningún trozo de aliento que se evapora y desaparece al instante de los labios del rey Ptolomeo, tampoco ninguna de las palabras que plasma en el rollo de papiro. Atrapa, como mariposas al vuelo, las palabras del rey, dichas con vehemencia y con la esencia del deseo del hombre listo a partir de este mundo. Impide que se las lleve el viento y las vuelve eternas en el papiro, para los lectores posteriores de futuras generaciones.
Él le confiesa, mientras el otro sigue el hilo conductor de sus ideas en el papiro con el cálamo y la tinta, que tiene dos hijos de diferentes madres, cada uno celoso del poder del otro; espera que crezcan y sean justos en sus asuntos. Cuando tiene como telón de fondo el maravilloso Faro de Alejandría, le hace estas confesiones.
Una, se necesita ser fuerte para gobernar, como Alejandro y él lo hicieron. Dos, Alejandro fundó cincuenta ciudades con su nombre, era un dios y amigo del hombre como Prometeo, y cambió el mundo, pues antes de él había tribus, después de él, todo era posible. Él busca mezclar a los griegos con los bárbaros y generar armonía, pero su deseo termina en fracaso. Crea una civilización helénica abierta a todos, y un imperio, no de tierras ni de oro, sino de la mente universal.
Tres, confiesa el mayor secreto que atormenta su vida: él y sus compañeros generales envenenaron a Alejandro, porque ya no podían seguirlo y porque al final los desecharía. Aunque le ordena que redacte en sus Memorias, “murió de fiebre”. Y cuarto, Alejandro pelea toda su vida para liberarse del miedo: por este miedo se vuelve libre, y concluye con esta afirmación: “el más grande de los hombres es Megas Alejandros”. El término Megas o Magno lo añaden los romanos en el siglo II.
¿En qué radica la importancia de la antigua ciudad de Alejandría? Porque Alejandría tiene una localización estratégica, como centro mercantil y cultural de primer orden, y se ubica en la encrucijada de las rutas de África y Asia, rivaliza y toma el relevo de Atenas. Es una de las grandes capitales intelectuales y comerciales del mundo antiguo, multirracial y multicultural, como ocurre actualmente en algunas ciudades de Europa que reciben a ciudadanos de África, Asia y América. Se convierte en centro geográfico y comercial del mundo mediterráneo, en capital ideológica del reino helenístico, imaginado por Alejandro, hasta que Roma la conquista por las armas, afirma Paloma Fernández de Avilés.
Ahora, ¿en qué radica la importancia de Ptolomeo y su hijo para la humanidad? Ptolomeo I crea el Museo, antigua versión de nuestros centros actuales de investigación, universidades y laboratorios de ideas. También la Biblioteca, influido por Demetrio de Falero, ex gobernador de Atenas y su consejero. Los Ptolomeos invitan a su corte a escritores y poetas, científicos y filósofos griegos más destacados, para que vivan en las instalaciones e intercambien ideas, investiguen y trabajen con los libros del mundo griego en el Museo.
Pues, al perder importancia Atenas en el mundo cultural griego, los Ptolomeos aspiran a ocupar el papel hegemónico en la política y cultura griegas. En Alejandría, la capital cultural del mundo del siglo III a. C., viven y escriben los grandes poetas, filólogos y científicos que cuentan con el mecenazgo de los Ptolomeos y con la biblioteca más grande e importante de la antigüedad. Ellos sólo se dedican a pensar y crear, mantienen el puesto de por vida, el rey los absuelve de pagar impuestos y les otorga un pago mensual; allí se origina el mecenazgo.
El mismo nombre de Museo (Μουσεῖον, templo de las Musas) fue empleado anteriormente por las escuelas de Platón y Aristóteles, que se presentaban como la corte de las Musas. El Museo en sus orígenes fue una academia y no una universidad, este segundo aspecto se desarrolla en siglos posteriores. La misma evolución semántica del vocablo,”Μουσεῖον”, atestigua que, bajo el Imperio, se convirtió totalmente en un establecimiento de enseñanza superior.
En el siglo IV, durante el imperio romano, la voz Μουσεῖον adquiere, en la pluma de retóricos, como Libanio (314-394 d. C.), “el pequeño Demóstenes”, o Temistio (317-388 d. C.), la significación vulgar de escuela, en general. Aunque en sus orígenes, durante la época ptolemaica, asevera Henrie Marrou (Marrou,1970: 266-267), la actividad pedagógica del Museo aún no se había afirmado.
Muchos siglos después, en 1677 Elías Ashmole regala su gabinete de curiosidades a la ciudad de Oxford que origina el Museo Ashmolean de Oxford. Su colección se llamó museo o lugar de exhibición de las piezas, tal como lo conocemos ahora. Mas no el modelo alejandrino de la comunidad de sabios, asegura la investigadora del mundo antiguo Irene Vallejo (Vallejo, 2021: 68).
El periodo más brillante y de máxima expansión de la monarquía ptolemaica es el siglo III a. C., cuando los Ptolomeos dominan la franja mediterránea oriental, la costa de Asia Menor y las islas del Egeo. Ptolomeo II representa el momento más brillante del reino y convierte a Alejandría en una gran urbe. El peso de la cultura de Alejandría es similar al de Atenas y al del Imperio Romano. En el siglo II, los Ptolomeos se repliegan a su territorio y salvan su independencia, en el 168, gracias a la protección de los romanos contra el sirio Antioco IV. Entonces el poder de la monarquía se debilita, pierde influencia en el exterior y el pueblo egipcio desea tener mayor peso en el gobierno.
La Biblioteca fue tan importante como el Museo en el siglo III a. C. por su colección de libros, por su conservación y transmisión de la cultura de la Antigüedad Clásica, y por los estudiosos que en ella trabajaban. Antes de la Biblioteca de Alejandría el saber había sido regional y, con su creación, el saber se volvió universal, por primera vez. Su Biblioteca encarna la búsqueda de conocimiento colaborador, la suma del saber y el sueño de universalidad. Integra la sabiduría del mundo griego y de autores extranjeros, corresponde a una etapa del hombre hacia la ilustración.
En la época helenística, época del proyecto alejandrino, no existe el comercio internacional de libros, los cuales son comprados por los Ptolomeos en Atenas u otras ciudades importantes con una larga vida cultural. En Alejandría nace el concepto del libro escrito y éste circula por primera vez entre las diversas clases sociales.
En la Biblioteca, los alejandrinos garantizan la corrección del texto, facilitan su conservación, multiplicación y el acceso a la lectura en cualquier lugar, manifiesta Hipólito Escolar (Escolar, 2001: 8). Esta cultura intelectual griega, filosófica y literaria, influye en la literatura latina y el pensamiento científico en los países musulmanes. Así el pensamiento griego, traducido al latín, en Toledo y Sicilia, produce una revolución intelectual en Europa, y origina en el siglo XIII el nacimiento de las universidades y la cultura moderna que, desde entonces, se sigue engrandeciendo.
Los textos escritos, fijados por los alejandrinos, y las notas añadidas son recogidas por los sabios de Bizancio que cuidan su conservación, y de allí pasan al Renacimiento. La biblioteca de Alejandría, en la antigüedad, supera en fama, por su colección y escritores destacados en el saber, a la Biblioteca de Pérgamo, fundada por Eumenes II en el s. II a. C., que posee no sólo 200, 000 volúmenes, sino también contiene los bustos de Heródoto, Homero, Alceo y Timoteo de Mileto. Allí surge la idea de instalar bustos de sabios o autores famosos en las bibliotecas que, más tarde, es imitada en las bibliotecas del mundo y de nuestro país, como la ex Biblioteca Nacional en el ex templo de San Agustín y la Biblioteca México.
Para ese periodo, la biblioteca no cuenta con sala de lectura, porque ni griegos ni romanos usan la mesa para leer los rollos de papiros, sino que los leen parados. Además, porque si leen todos en voz alta, se crea una enorme confusión y nadie se concentra en la lectura. Solo realizan la lectura en voz alta, no en la sala, sino al pasear por los pórticos, jardines o bancos de la exedra del Museo. La costumbre de la sala de lectura se impone en la Edad Media, al abandonarse la forma del rollo y adoptar la del cuaderno o códice para el libro.
El Museo y la Biblioteca son instituciones que sirvieron durante milenios, como fuerza ideológica para educar al pueblo y reforzar la cohesión social. Aunque el sentido de centro de estudios seculares, sin implicaciones religiosas, se origina entre los romanos, por influencia de Alejandría. Su utilidad es reconocida por el cristianismo, cuyos monasterios cumplen estos mismos objetivos socioculturales durante la Edad Media.
La Biblioteca Real queda reservada a los estudios de los investigadores del Museo, mientras que la Anexa o del Serapeo se halla a disposición de cualquier persona, pone a toda la ciudad a leer y filosofar, tal como lo efectúa Julio Torri con los libros producidos en el Departamento Editorial de la SEP, durante el periodo de José Vasconcelos como secretario en la SEP (1921-1924). Quizá la del Serapeo es la primera biblioteca pública abierta a ricos y pobres, libres y esclavos.
Siglos más tarde en Italia, Cosme Medici financia la construcción de la primera biblioteca renacentista, diseñada por el arquitecto Michelozzo e inaugurada en 1444. Ésta reemplaza las habitaciones oscuras por una sala amplia con ventanales a ambos lados, paredes de color verde agua que inspiran sosiego, anaqueles cargados de libros y 65 bancos de madera para los frailes y visitantes que acuden a leer, escribir y copiar textos, como en nuestra antigua Biblioteca Nacional de la UNAM. Su colección de 4,000 manuscritos permanece abierta a todos los letrados florentinos y extranjeros. Tras la destrucción de sus antepasadas helenísticas y romanas, ésta es la primera biblioteca pública de Europa, asegura Irene Vallejo (Vallejo, 2021: 86).
Siglos más tarde en México, en 1918 se funda la Cigarrera del Centro o Tabacalera Nacional en Irapuato. Esta fábrica produce diversas marcas de cigarros populares, a bajo precio: Monarcas, Casinos, Carmencitas y Argentinos, que se convierten en los predilectos de las clases humildes del país. Allí también se produce otra marca de cigarros que tiene en la portada la imagen de un hombre de traje con sombrero elegante y un cigarrillo en sus labios. Detrás de él, el mar azul, dos barcos y, en homenaje a la ciudad de Faros y al Faro de Alejandría, estos cigarros reciben, precisamente, el nombre de Faros. Los cigarros, que fueron famosos en la década de los 40 en nuestro país y actualmente en circulación, toman su nombre de la isla Faros de Alejandría, por eso traen en su portada la imagen del famoso Faro. ⌈⊂⌋
Referencias
– Escolar, Hipólito (2001). La biblioteca de Alejandría. Madrid: Gredos.
– Estrabón (2001). Geografía (trad. J. L. García Ramón, J. García Blanco y M.ª J. Meana Cubero). Madrid: Gredos, tomo II. http://www.anarkasis.net/Estrabon-geografia/libro17.htm
– Fernández de Avilés, Paloma (1994). Alejandría. Mito y realidad. Madrid: Asociación de Amigos de la Biblioteca de Alejandría y Córdoba.
– Jaén Sánchez, Marcos (2018). La biblioteca de Alejandría. Madrid: Gredos.
– Korte y Handel (1973). La poesía helenística. Barcelona: Labor.
– Marrou Henrie-Irenée (1970). Historia de la educación en la antigüedad (trad. Ramón MayoJosé). Buenos Aires: Eudeba.
– Miralles, Carles (1981). El helenismo. Épocas helenística y romana de la cultura griega. Barcelona: Montesinos.
-Stone, Oliver (2004). Alexander. Filme. Estados Unidos.
-Tarn y Griffith (1969). La civilización helenística (trad.). México: FCE.
-Vallejo, Irene (2021). El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo. Madrid: Siruela.

Puebla, 1956. Ensayista, narrador y traductor. Licenciado en Letras Clásicas y Maestro en Literatura Iberoamericana (UNAM). Es coordinador de la Colección Bilingüe de Autores Grecolatinos, dirigida al Bachillerato de la UNAM y es profesor-investigador de la UNAM (CCH Azcapotzalco), donde imparte las materias de Griego y Taller de Lectura y Redacción. Su obra incluye: Poesía erótica: Safo, Teócrito y Catulo (UNAM-CCH, 2020), Teócrito: poemas de amor, desamor y otros mitos (UAM-A, 2019), Pétalos en el aula. La docencia, lecto-escritura y argumentación (UNAM-CCH, 2018), Totalmente desnuda. Vida de Nahui Olin (Conaculta-IVEC, 2013). Ha colaborado en las revistas, Tema y Variaciones de Literatura, Texto Crítico, Liminar, La digna Metáfora, CambiaVías, Eutopía y Poiética.