Galuppi en Venecia

Samuel Maynez Champion

Para Loredana Zanco

Diversos tentativos precedieron la cita con el inaferrable maestro Baldassare Galuppi, quien lleva años retirado de la vida pública. Su aversión a las entrevistas fue doblegada argumentando que el entrevistador había hecho el viaje desde la Ciudad de México, exclusivamente, para eso. Dotado de una contagiosa pasión por su tierra natal, amén de haber dado a luz una copiosa obra musical de factura exquisita,[1] el compositor nacido en la isla de Burano gesticula con ampulosidad para darle curso a sus palabras. Estruendosas interjecciones en dialecto veneciano salpican su discurso. Es de anotar que entre sus innumerables distinciones destaca, nada menos, el maestrazgo de capilla en la basílica de San Marcos. Desde la pequeña mesa del café Florian se vislumbra el irreductible tránsito de turistas que, no obstante el acqua alta que la inunda, abarrotan la plaza central de esta ciudad legendaria. Tañidos de campanas fraccionan el espacio mientrasuna luminosidad incandescente anuncia al crepúsculo…

SM: Al poner pie en este relicario urbano el presente se vuelve ilusorio; todo parece confabularse para crear una atmósfera de teatralidad en donde los sueños son vigilia sin embargo, encuentro para mi pesar, que el paisaje sonoro desentona con el resto de la escenografía. ¿Qué opina usted, maestro, sobre el estado actual de la música veneciana y de la música de concierto en general?

BG: Me resulta espinoso pronunciarme con respecto a la música de nuestros días porque desde hace largo tiempo interpuse distancia con el mundo que fabrican los hombres. Mi opinión procedería de un ánimo ajeno plagado de extrañezas. ¿Cómo logra alguien que convive con sus fantasmas asimilarse a una cultura que tiende a la pérdida de sentido y a la depauperización de la esencia humana? ¿Qué puede importar lo que piense un individuo que está más allá de la materialidad de las cosas? Lo único que me atrevo a decirle es que lo que escucho a mi alrededor, generalmente me vacía por dentro, me obliga a replegarme cada vez más en una suerte de ghetto espiritual. Hoy se le llama música a cualquier estupidez que ronde por los aires.

SM: Y se utiliza sin conocimiento de causa el término de concierto para designar manifestaciones sonoras centradas en la exaltación del ruido. ¡Qué lejos quedó la etimología de la palabra que habla de una imprescindible concertación previa! Ciertamente el título de su famoso melodrama “Un mundo al revés”[2] viene muy a cuento aunque, cabría preguntarse sobre la diatriba que ha existido siempre entre vanguardistas y conservadores. ¿No fue en Venecia donde Monteverdi (1567-1643) publicó su séptimo libro de madrigales al que se le tachó de corromper el gusto de la época por sus “inaceptables” osadías armónicas?

BG: Sí, se publicó en Venecia, ¿dónde más podía publicarse? No olvide que la primera imprenta musical europea la estableció aquí Petrucci en 1501 y que mis coterráneos dictaron las normas para la futura edición de partituras; a propósito, le va a interesar saber que otro súbdito de la república de Venecia llamado Giovanni Paoli llevó la imprenta a la flamante capital de la Nueva España, capital que, dicho sea de paso, fue trazada por el cartógrafo veneciano Benedetto Bardone en un mapa que data del 1528 pero, volviendo a las críticas contra los madrigales de Monteverdi, no puede haber punto de comparación entre sus innovaciones estilísticas y la vacuidad rítmico-melódica que nos acecha en cada esquina. Preste atención a lo que toca la banda de sonatori queameniza” nuestra charla: más babosadas comerciales para que el turismo norteamericano no extrañe mucho la escualidez de su ignorancia… ¡Ése es el problema de Venecia, fomentamos la cortedad de la memoria e hicimos arte de la prostitución!

SM: Comparto su malestar, maestro. Es una ignominia que un pasado tan glorioso acabe por diluirse entre las insulsas modas del nuevo imperio. Leía yo esta mañana la crónica del británico Thomas Coryat, ¿la conoce?…  Hizo el viaje a pie hasta acá y escribió que lo que se escuchaba en Venecia era la mejor música que jamás hubiera escuchado en su vida y que gustoso volvería a caminar cientos de millas con tal de volver a escucharla…[3] Vaya contraste con lo que, justamente, usted recién…

 (Visiblemente alterado, el anciano interrumpe y la pretendida entrevista degenera en un soliloquio rabioso que los asistentes se empeñan en ignorar)

BG: Seguimos prostituyéndonos con la abyecta complicidad de políticos, hombres de empresa y, naturalmente, de la clerecía; merecemos que Venecia acabe de hundirse… ¿Por qué no derrumbamos de una vez San Marcos como pretendió hacerlo el “gran” Palladio? ¡Corra arquitecto… haga un negocio redondo!  We are here to make business… ¡Que se abran más teatros para olvidarnos de los miles de huérfanos que se marchitan en la putridez de los hospicios! Se venden las piedras, se tasan las conciencias… ¡Porco Giuda! ¿Sabíais vosotros, ilustres parroquianos, que la escuela para meretrices recibe una jugosa subvención del gobierno y que de ella salen al mercado las doncellas mejor educadas del planeta? Teología, artes amatorias, idiomas, música, baños en leche de burra para suavizar la piel y, por supuesto, pernoctancias en establos para familiarizarse con los olores más ingratos y las compañías más perversas. ¿Por qué no ampliamos las porquerizas para revolcarnos con mayor comedimiento en nuestra mezquindad? ¡Póngasele precio a las heces que el alma la tenemos empeñada!… Ascolti, caro amico messicano, (parece dirigirse a mi persona) voy a contarle algo que lo ayudará a mitigar su desazón congénita: Al cabo de una de las pestes más negras de la historia veneciana y en medio de plagas bíblicas que se decía que se multiplicaban en las aguas salobres de la laguna, el padre de la epidemiología Gerolamo Fracastoro, encargado de la salud pública de la Serenissima, propuso que la ciudad se aislara en un lago de agua dulce para hacer de ella una urbe con mejor futuro, para hacer de ella una nuova Tenochtitlan… Por si le quedaran dudas, sepa que Tomás Moro imaginó, al parecer, a la Venecia indiana como un modelo para su famosa Utopia[4] y que el eminente cartógrafo veneciano Tomaso Porcacchi repetía, apoyado en el mito, que donde las otras se habían fundado por la mano del hombre, la capital mexica había sido fundada por la mano santísima de Dios…[5] (Con la garganta hecha nudo intento abrazar al viejo sabio, pero el abrazo se esfuma como un vaho ardiente. Volteo hacia la galería de espejos del Florian y mi reflejo abraza a una silla vacía)[6]

La isla de la Utopía

1] Se recomienda la audición de su Lauda Jerusalem para voces solistas, coro y orquesta así como de su quinta sonata para instrumento de teclado en Do mayor.

[2] Il mondo alla roversa en el original. No está por demás decir que el catálogo de músicas para la escena de Galuppi enumera alrededor de 100 óperas.

[3] Coryat publicó en 1611 lo que se considera como la primera guía de viaje en Europa. (Coryat´s Crudities)

[4] En el frontispizio de la primera edición de la Utopia(1516) aparece la ilustración de una idealizada Mexihco-Tenochtitlan.

[5] Fondata da Dio benedetto, con la sua santíssima mano, dove le altre son fondate dalli huomini en la cita original.

[6] Galuppi, también conocido como el Buranello y considerado como el mejor músico veneciano de su época murió en 1785.