Carrington y Leduc: amor entre fábulas

Guillermo Gutiérrez Nieto

Si consideramos lo que dice el diccionario de la Real Academia respecto a la fábula –“breve relato ficticio, en prosa o verso, con intención didáctica o crítica frecuentemente manifestada en una moraleja final, y en el que pueden intervenir personas, animales y otros seres animados o inanimados”- la vertiginosa relación que vivieron Leonora Carrington y Renato Leduc en los años cuarenta del siglo pasado lo constata plenamente. De su vinculación además de reflexión, se extrae como lección lo inevitable de algo nuevo cuando dos temperamentos creativos colisionan.

Si bien la fugaz vivencia entre la pintora y escritora inglesa y el poeta y periodista mexicano ha sido ya comentada a detalle, tanto por autores nacionales como extranjeros, siempre hay resquicios que permiten complementar un episodio que tienen en demasía elementos para desarrollar alguna trama. Lo fundamental en este caso es su primer contacto en París en 1939, al inicio de la segunda guerra mundial; su encuentro poco tiempo después en Lisboa, donde se casan en mayo de 1941; su viaje a Nueva York y su salida a finales de 1942 hacia México, donde viven juntos hasta su divorcio en enero de 1945.

Todo lo anterior como telón de fondo para entender una publicación de reciente aparición. Se trata de XV Fabliaux d´animaux, d´enfants et d´épouvante, de Renato Leduc, avec xv vignettes de Leonora Carrington (Editions Manifeste! Collection LÉnvers du Temps, France, 2022). Es la reedición del mismo título en español XV Fabulillas de animales, niños y espantos con viñetas de Leonora Carrington, que en 1957 publicara la editorial Stylo en México. La edición en francés incluye una amplia presentación de José Luis Marrtínez S. Los traductores de esta versión son Cathy Fourez y Jean Portante.

José Luis Martínez hace un recorrido amplio por la época y las circunstancias que rodearon a estos dos personajes. En el caso de Leduc, entre otras cosas, nos recuerda sus inicios cono telegrafista durante la revolución mexicana, su posterior integración al servicio diplomático a través de la Secretaría de Hacienda y sus andanzas en un Paris que vivía todavía con intensidad su paréntesis entre guerras, caracterizado por la consolidación de la modernidad en el arte, además de un fervor por la diversidad y las confluencias provenientes del exterior.

José Luis Martínez nos comparte detalles singulares de Leduc, como su presencia consuetudinaria a La Cabane Cubaine, lugar donde la comunidad caribeña se reunía a bailar danzón y otros ritmos provenientes de las Antillas y en el cual, aparentemente, conoció a Carrington acompañada todavía por su eterno enamorado Max Ernst, a la par de Pablo Picasso. Con algún ápice de duda nos enteramos que el fotógrafo húngaro Brassaï lo capturó en una instantánea mostrándolo “alto, robusto, con el cabello canoso, el rostro distendido, sonriente, bailando con una puta negra un danzón, ritmo que él dominaba desde sus visitas a los salones de baile de la ciudad de México”. Del mismo modo nos cuenta cómo, a partir de una broma que pensaba hacer algún alto mando militar alemán saliendo del Hotel Majestic durante la ocupación a París, Leduc saludó fugazmente a Adolph Hitler.

Del lado de Carrington, José Luis Martínez exhibe un amplio abanico de fuentes consultadas para describir una etapa de la vida quien además de ser una de las pintoras surrealistas más destacadas, también es autora de obras no tan reconocidas, entre ellas La Maison de la peur (1938); La dame Ovale (1939) y En Bas (1943). Nos narra su relación con personajes fundamentales de la época, con quienes se inició en el surrealismo, pero en todo momento predomina la presencia de Max Ernst, con quien vivió experiencias disímbolas.     

Uno de los momentos más sentidos en la presentación de Martínez, es su descripción de los padecimientos mentales de Carrington antes de su salida de Europa a los Estados Unidos. Sin duda, estos episodios marcaron su ritmo y estilo creativos y el reencuentro con Leduc se da justo en ese lapso. Detalle relevante de quienes compartieron sus vidas por varios años hasta que sus impulsos creativos y existenciales los llevaron a buscar nuevas rutas, aunque hasta su muerte continuaron frecuentándose.

La segunda parte del libro incluye las 15 fabulillas aludidas en el título. Es una versión íntegra de la que apareció en México en 1957. Las ilustraciones de Carrington aparecen en rojo sepia, color en el que originalmente fueron hechas. Cada una de ellas refiere el título o el mensaje fundamental de cada fabula. Como en la gran mayoría de su obra gráfica, refieren animales o seres fantásticos, que vistos en conjunto con la obra escrita de Leduc constatan la fuerza de “un rencuentro y un matrimonio entre dos criaturas singulares del siglo veinte”. La conjugación de ambas expresiones, como lo refiere la contraportada del libro, además de una curiosidad resulta una verdadera deleitación.     

Como en otras obras de Leduc, se percibe una libertad en la escritura para evidenciar, de manera jocos o crítica, momentos y personajes no cotidianos en urbes como la ciudad de México, De otro modo no podría explicar el desfile de un elefante, un coyote, una jirafa, un coyote, una vaca, focas o una iguana. El conjunto también incluye de personajes como un viejo desdentado y un niño mordelón o una canción de cuna para niños inquietos. La dedicatoria es para “nuestra señora de Catipoato, que es menos milagrosa pero más fotogénica que otras damas”, que es el nombre de una finca en Tlalpan, propiedad de María Félix, cercana amiga de Leduc.

La reedición de estas fabulillas son un gran motivo de celebración por dos razones fundamentales. En primer lugar, porque reivindica la obra y la presencia de dos creadores cuya impronta en sus respectivos ámbitos sigue vigente tanto por su calidad como por su legado. Segundo, porque es una importante suma de esfuerzos. Es cierto que el compromiso de Editions Manifeste! es fundamental en este tipo de obras, considerando que los autores mexicanos en Francia mayoritariamente están en los catálogos de las principales casas editoriales, sin embargo la traducción como herramienta de acceso a mundos literarios foráneos también es meritoria, lo mismo que el trabajo analítico de presentación que la acompaña, así como la colaboración de familiares y amigos de los creadores de marras para hacerla posible.