Miguel Angel Echegaray
Andamos en septiembre
En octubre de 1980, con un precio de 30 pesos, apareció el número 47 de la revista Vuelta. En sus páginas interiores el mensuario mostraba el respaldo económico de sus anunciantes: Radio Educación y Aeroméxico. La línea aérea nacional. El Fondo de Cultura Económica promocionaba las novedades editoriales de la colección Tezontle: poesía de Manuel Altolaguirre, Carlos Pellicer, Luis Cardoza y Aragón y Luis Cernuda. Tres novelas del hoy obviado Miguel Ángel Asturias, además del teatro de Maruxa Villalta, así como varios textos de José Gaos y un volumen entrañable: Pasado en claro de José Moreno Villa. Varios títulos más para los hoy bibliófilos y para necesarias posibles lecturas. También se proponía una Iconografía de Zapata, igual para su actual relectura y ponderación por aquello del uso de las imágenes y el regusto que causan en nuestro medio.
José Luis Martínez consideraba que en gran medida la historia de la literatura mexicana reposaba en las revistas literarias. Mucha razón lo asistía. Son invaluables sus reediciones en esa misma casa editorial. Habría que sumar a su juicio pespuntes de la edición y comercio del libro. Junto con otros anuncios: la cuarta de forros por entero estaba dedicada a Petróleos Mexicanos y un mensaje persuasivo hoy todavía neciamente vigente (acompañada de la foto parcial de una refinería): “Nuestras fuentes de energía son la palanca para el desarrollo de un México mejor”. La Editorial Joaquín Mortiz anunciaba otras novedades: Andamos huyendo Lola de Elena Garro, La mudanza de Vicente Leñero y La Costa de Jorge López Páez, entre otros más.
Dejo para otra ocasión comentar en específico algunas colaboraciones de esa entrega como la entrevista a Reinaldo Arenas y su salida de Cuba, especialmente su trato con Emmanuel Carballo, editor y periodista literario no menos rijoso.
Habría que volver a tener en las manos esas revistas que parecieran haber perdido vigencia por la corta periodicidad de sus calendarios de aparición. Las sorpresas no son menores.
Si bien fue un lector voraz de la literatura mexicana del del siglo XIX, director de México en la Cultura de la revista Siempre, Carlos Monsiváis no se asumía como un especialista en el tema. Pero si uno lee algunos de sus textos y referencias, amén de paráfrasis, no se conservan dudas de su discreta afición. Pienso en Los Mexicanos pintados por sí mismos. Tipos y costumbres nacionales, publicado en 1855. Desfilan por sus páginas escritas por distintos escritores una cauda de personajes sujetos a caracterización: el Aguador, la Chiera, el Pulquero, el Barbero, el Cochero, el Cómico de la Legua, la Costurera, el Cajero, el Evangelista, el Sereno, el Alacenero, la Recamarera, el Músico de Cuerda, el Poetastro, el Vendutero y otros más. Se les atribuyó entonces la condición de insignias de la sociedad mexicana y que debía ser conocido dentro y fuera del país. El libro seguía las pautas de ediciones extranjeras que así se denominaban: los franceses pintados por sí mismos o la publicación de los retratos de españoles revelados como novísimas caracterizaciones sociales. La empresa mexicana parece inspirada en gran medida por la hispana. Se trataba, al parecer, de mostrar más caracteres que ensayar figuras sociológicas. Curioso que a esa convocatoria de distintos escritores se consideraba imprescindible acompañarla además de dibujos y viñetas de ilustradores que hicieran más verosímil el contenido literario.
En Amor perdido (1977), Carlos Monsiváis parece apostar por un género similar. Aunque se asegura que solamente fue la reunión de textos sueltos que aparecieron en revistas y suplementos culturales, pero puede leerse además como la entronización de los estereotipos del México moderno, sin decir que se ha exhumado la ostentación bibliográfica decimonónica: ahí está el ranchero cantante inamovible, la hembra brava que acicatea la libido popular ahora abiertamente masiva, el animador de televisión que se convierte en guía del talento artístico y éxito nativo,…y muchos otros personajes más. Importa pensar cuáles son los estereotipos de la mexicanidad hoy y quién los ha delineado. No se agota aquí el tema, pues. ⌈⊂⌋
Ciudad de México, 1959. Editor, crítico de arte y promotor cultural, concibe la novela como un gesto esencialmente narrativo, pero esto no lo separa ni del cuidado de situaciones y caracteres psicológicos ni de su manifestación visual.