Chacona para desposar un organista

Samuel Máynez Champion

En su tiempo era el artilugio musical más grande jamás inventado. Dotado de 5 manuales o teclados, 101 registros, pedaliera y de una pasmosa cantidad de tubos, el órgano de la iglesia de María[1] de Lübeck, Alemania, concitaba la ambición de todos los organistas que soñaban con el acceso a sus poderosas sonoridades. Al accionar sus teclas un diluvio sonoro inundaba las naves góticas de la iglesia amedrentando a la feligresía con las emanaciones invisibles de un Dios todopoderoso. Es pues, comprensible, que la titularidad del portento mecánico tuviera cláusulas que complicaran la obtención del puesto. ¡Era para verdaderos elegidos…

Será útil ilustrar la potencia del magno instrumento y sus implicaciones humanas con una forma musical que estuvo en boga en los siglos XVII y XVIII y que, según fuentes del Siglo de oro español, provino de las Indias Occidentales.[2] Se trata de la chacona –también xacona, ciaccona o chaconne− cuyo origen, por derivación lingüística, podría remontarse a la ciudad de Jacona en Michoacán o a la provincia argentina del Chaco.[3] Como quiera que sea, la chacona es una danza ternaria cuyo bajo o basso ostinato, funge de tema para la elaboración de variaciones y su particularidad rítmica consiste en que su tiempo fuerte no es el primero sino el segundo del compás, particularidad que la asocia con la Zarabanda, la Pasacaglia y las Folias. Una de las chaconas más famosas que se ejecutó por vez primera en el órgano aludido fue obra del danés Dietrich Buxtehude (1637-1707), protagonista de una historia que merece ser recordada.[4] ¡Hágase la música!

Al maestro Buxtehude le quedan pocos años de vida y ha de encargarse de la designación de su sucesor como organista titular de la Marienkirchede Lübeck. Tradicionalmente, la ocupación del cargo conlleva una ordenanza que él mismo hubo de respetar: el solicitante debe contar con las competencias musicales requeridas, pero, además, está obligado a desposar a una hija del organista en funciones. Para colmo de males, al maestro se le murieron varias y la única que le queda es insignificante. (No, debe acotarse que la insignificancia de la muchacha es, más bien, una fealdad sin atenuantes. A eso se agregan las rarezas de su carácter y alguna probable menoración física.) Se llama Ana Margarita. Hay que confiar en la providencia y en la generosa cantidad de táleros implicados en el sueldo para que el relevo se realice sin contratiempos. ¡Se abre la convocatoria!

Primera variación. De comarcas aledañas acuden aspirantes entusiastas. Es claro que la fama de Buxtehude y la relevancia del puesto los ha alentado para prepararse con ardor. Para la audición deben dar muestras de su dominio en las formas contrapuntísticas de rigor y ser aptos en el arte de la improvisación. Se les exige también que tengan conocimientos de teología y latín, dándose por descontado que posean dotes compositivas. Uno a uno es descartado por no encontrarse a la altura de la situación. Buxtehude no puede permitirse que decaiga la excelencia musical que ha consolidado durante más de tres décadas como titular del órgano.

Segunda variación. Provenientes de la vecina ciudad de Hamburgo llegan dos jóvenes con credenciales en regla. Ambos trabajan en la ópera, pero no tienen inconveniente en dedicarse a la música sacra. Uno de ellos posee una hermosa voz de tenor y acaba de presentar un dramma per musica de su autoría en el teatro hamburgués, reconocido como el primer recinto operístico de los reinos germanos. Se llama Johann Mattheson (1681-1764) y también es espadachín consumado. El otro se emplea como violinista en la orquesta de la ópera, pero sabe tocar el clavecín, la flauta y, por supuesto, el órgano. Su nombre es Gëorg Friedrich Händel (1685-1759) y, al parecer, mostró sus inclinaciones musicales desde muy niño. Para Buxtehude no hay duda de que cualquiera de los dos podría ser un digno heredero y sugiere que el puesto le sea adjudicado a quien Ana Margarita elija como marido. Al momento de las presentaciones con la damisela los jóvenes quedan estupefactos. Su huída de Lübeck se aduce a la necesidad de meditar sobre el futuro.[5]

Tercera variación. Sin que Buxtehude se haya percatado, un muchacho veinteañero lleva tres meses acudiendo a cada uno de sus servicios para escucharlo tocar. Es un pobretón que hizo el viaje a pie desde Arnstadt, donde lo retiene un puesto miserable. Los 300 kilómetros recorridos dan fe de sus ganas de superarse. Se llama Johann Sebastian Bach (1685-1750) y no se siente aún capaz de proponerse como sucesor del gran maestro. Empero, al cabo de la fructífera estadía decide someter a consideración su candidatura para el cargo. Su destreza para construir fugas y la apacibilidad de su carácter lo convierten en yerno ideal y, naturalmente, en perfecto orgelmeister. El encuentro entre el músico y Ana Margarita es cordial, aunque no exento de incomodidades. Bach escapa del lugar diciendo que es aún demasiado inexperto para echarse a cuestas un matrimonio de tales características. (En su regreso a Arnstadt en ese 1705 casa de inmediato con una de sus primas)

Cuarta variación. La muerte se cierne sobre el improbable suegro y ya no es posible concebir esperanzas para la malhadada muchacha que ha superado los treinta años. Buxtehude se convence de que el idealismo en los músicos es una cualidad en vías de extinción, resignándose a lo que Dios decida. No sabe qué le duele más; si dejar a su hija en el desamparo o desconocer al privilegiado que pondrá las manos sobre su amado instrumento… La aparición de un temerario llamado Johann Christian Schieferdecker (1679-1732) le da un giro a las predicciones. Del temerario se ignora todo, excepto que se queda con el puesto y que su música tiene un destino atroz.[6]

Variaciones ad infinitum. (A) El arribo de Schieferdecker rompe la tradición de los esponsales forzados pues se rehúsa a casarse con la repudiada aunque no se desentiende de su manutención… (B) La llegada de Schieferdecker es un bálsamo en la agonía del viejo organista, ya que está dispuesto a unirse a la desdichada solterona pero cobrándose el favor a un costo inhumano… (C) La presencia del nuevo organista trae más sinsabores al realizar un matrimonio sin consumación que orilla a la infeliz a un acto de crueldad meditada: hace una pira con las partituras del maldito impostor… (D)…


[1] El órgano actual fue reconstruido en 1947, cinco años después del bombardeo aliado que arrasó con la iglesia. Entre sus constructores destaca Jakob Scherer, quien le hizo aportaciones entre 1549 y 1558.

[2] En su Genealogía de los bailes Quevedo habla de una “chacona mulata” y en El amante agradecido Lope de Vega escribe: esta vieja es la chacona/de las Indias a Sevilla/ ha venido por la posta” Así mismo, Cervantes cita en su Ilustre fregona “Que el baile de chacona/ encierra la vida bona/ Esta indiana amulatada/ de quien la fama pregona…”  Sin embargo, la primera mención sobre el origen indiano de la misma corresponde a Simón Aguado, quien lo consigna en 1599 en su entremés Del platillo.

[3] También existe una localidad homónima en Colombia y una ciudad en Perú cuyo topónimo Jauja derivó del poema anónimo “La isla de Chacona”, donde “todo era pasatiempo/salud, contento y regalos…”

[4] Se sugiere la audición de la chacona en mi menor BuxWV 160 aquí referenciada.

[5] La fugaz estadía de Mattheson y Händel ocurrió en 1703. Del último se recomienda la escucha de su Chaconne en sol mayor HWV 435.

[6] Sobrevivieron nada más unos cuantos conciertos. Se sugiere la audición de la Chaconneque concluye el primer ejemplar de sus Concerts musicaux del 1713.