Vicente Francisco Torres (UAM-A)
Hace varios años, un alumno de posgrado buscaba tema para escribir su disertación y así obtener el título. Sabedor de que José Revueltas había escrito, entre 1938 y 1943, artículos de nota roja en el diario El Popular –que dirigiera Vicente Lombardo Toledano y no Enrique Ramírez y Ramírez como erróneamente escribí hace tiempo–, le sugerí que recopilara esos reportajes que serían extraordinarios en la mano del gran escritor duranguense. El trabajo consistiría en identificar los textos de Revueltas porque, como ruleteaba por las distintas secciones del diario, algunas de sus colaboraciones fueron anónimas. El enfebrecido estilo del autor, con su insólita adjetivación, su vehemencia expresiva, el escarbar profundo en las mentes de sus personajes y sus digresiones grávidas de conciencia social, ayudarían al rescate. Con ellos podría hacerse un libro magnífico, pero el alumno desertó y la posibilidad quedó frustrada.
Hoy aquel anhelo se cumple parcialmente porque encontré un libro de la doctora Sonia Piña titulado José Revueltas: de la nota roja a Los errores (El Colegio de San Luis, 2015), en donde indaga la incursión de Revueltas en la nota roja y quiere ver Los errores como novela policial negra.
La profesora de la UAM hizo la inmersión hemerográfica necesaria y nos dice que Revueltas cubría la plana roja junto con Gilberto Rod, Gilberto Miranda, Rogelio Rivera y Antonio Prieto, hecho que imposibilita saber quién redactó cada artículo pero no identificar la pluma del maestro.
El novelista de Durango solo firmó dos crónicas, ambas de 1942: una sobre Goyo cárdenas, el estrangulador de Tacuba, y otra sobre una mujer que, víctima de la miseria, asesinó a sus hijas porque no quería que padecieran lo mismo que ella. La primera la rescató J.M. Servín en ¡Nadie es inocente! Periodismo Policiaco Retro (número uno, año 2014) y la otra continúa durmiendo en la hemeroteca.
Revueltas recibió la instrucción de Lombardo Toledano para darle a la nota roja un giro literario pensando, posiblemente, en El libro rojo (1879) de Vicente Riva Palacio y Manuel Payno. El autor de El apando atendió la instrucción sabiendo que en esos escritos periodísticos aparece el ser humano desnudo ante cualquier convención social o religiosa. J.M. Servín, que ha llamado a la nota roja de varias maneras, dice del amarillismo de fondo o periodismo tabloide: “El acto de narrar, sea desde la ficción o el periodismo, conlleva el salto al vacío en pos de las profundidades donde habita la bestia humana (…) La crónica devuelve a las mil y una historias de lo cotidiano el elemento sensacional, extraordinario, escalofriante, triste o alegre que conlleva la experiencia humana. Muchos informan, pocos narran”.
Y hablando de escritores cronistas de la realidad marginal, J.M. Servín rescató en la mencionada publicación, una crónica de Elena Garro (“Mujeres perdidas. Reformatorio de señoritas”) y otra de Luis Spota (“La isla de los quejidos”) sobre las Islas Marías. Ambas aparecieron en la revista Así en el año 1941.
Sobre Los errores vista como novela negra, recuerdo una entrevista que Jorge Ruffinelli le hizo a Juan carlos Onetti. Después de que el segundo mencionó sus novelas policiacas preferidas —Laura, de Vera Caspari, y El largo adiós, de Raymond Chandler, entre ellas–, Ruffinelli hizo una pregunta axial: ¿qué le falta a la novela policial para ser literatura? Y el autor de El astillero respondió con sabiduría: no le falta, le sobra; le sobra la voluntad de interesar. En el caso de Los errores, pienso que no es una novela negra porque le sobran muchas cosas. Hay un crimen y peripecias de sus personajes patibularios pero, si la novela negra no tiene tiempos muertos, los planteamientos filosóficos, históricos y políticos, además de su lenguaje cargado de tropos y grávido de reflexiones sobre los políticos, el lumpen proletariado que vive enajenado y la condición humana en general –allí tenemos el título mismo, con su planteamiento de que el ser humano seguirá siendo erróneo lo mismo bajo el comunismo que bajo el capitalismo–, no la dejarían fluir como sucede en novelas como Cosecha roja, 1200 almas o ¿Acaso no matan a los caballos? ⌈⊂⌋
Ciudad de México, 1953. Ensayista y narrador. Doctor en Lengua y literatura Hispánicas por la FFyL de la UNAM. Profesor-investigador en la UAM-A, donde ha sido coordinador de la Especialización en Literatura Mexicana del siglo XX y la Maestría en Literatura Mexicana Contemporánea. Desde 1998 es miembro del SNI (nivel II). Ha colaborado de Crítica, El Día, El Nacional, De Largo Aliento, La Palabra y El Hombre, Mar de Tinta, Memoria de Papel, Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, Revista de Revistas, Revista de la Universidad, Sábado, Semanario Punto, Semanario Tiempo, Siempre!, Texto Crítico, y Tierra Adentro. Premio Internacional de Ensayo Alfonso Reyes 1997 por La rebambaramba (Monterrey, Nuevo León) y Premio de Periodismo Cultural INBA/Delegación Cuauhtémoc 1988 por Narradores mexicanos de fin de siglo.