Kenzaburō Ōe: itinerancia por México

Matias Chiappe Ippolito

Kenzaburō Ōe viajó a México en 1976 para impartir un curso sobre literatura japonesa de posguerra en El Colegio de México, una de las universidades más prestigiosas de la Ciudad de México que acababa de abrir uno de los primeros centros de investigación sobre estudios asiáticos en América Latina[1]. Además del apoyo financiero de la UNESCO, la universidad mexicana le otorgó a Ōe un pago de 1.206 dólares estadounidenses por su colaboración y sus conferencias. Durante su estancia de seis meses, el japonés conoció a colegas literatos como Octavio Paz y Gabriel García Márquez, pero también a renombrados estudiosos en temas asiáticos, como Flora Botton Beja y Óscar Montes (quien más tarde lo tradujo al español). Ōe tuvo también la oportunidad de estudiar la cultura latinoamericana, la historia de las antiguas civilizaciones azteca y maya, la difusión del cristianismo, y los movimientos artísticos que siguieron a la Revolución Mexicana, en particular, el muralismo.

La relación de Ōe con México ha sido estudiada a fondo por el profesor Manuel Cisneros Castro (Universidad de Kanda), quizá el investigador más versado en el tema. Desde el lado japonés, autores como Jun Etō y Ozaki Mariko han analizado y hecho referencia al viaje de Ōe, aunque no de manera exhaustiva. Las conexiones de Ōe con América Latina también fueron estudiadas dentro del ámbito académico anglosajón en trabajos de Yasuko Claremont y Jordan Smith, entre otros. En mi caso, mi investigación doctoral buscó complementar esta tradición de investigadores insertando a Ōe en un marco más amplio que abarca la totalidad de las relaciones literarias entre Japón y América Latina. Este fue, de hecho, el objetivo último de mi tesis, Primitive, Primeval, and Peripheral. Imagen of Latin America in Japanese Literature.

Ōe nació en la ciudad rural de Ōse, en la prefectura de Ehime, y perdió a su padre durante la Guerra del Pacífico. Cuando tenía 18 años, viajó a Tokio para estudiar literatura francesa en la Universidad de Tokio bajo la tutela del especialista Kazuo Watanabe. Pocos años después, ya escribía ficción influenciado por novelas de contenido político. En 1960, el mismo año en que se casó, Ōe viajó a China y conoció a Mao Zedong. Y en 1961, viajó a Europa y conoció a Jean-Paul Sartre. A lo largo de las décadas siguientes, continuó su activismo político, no sólo mediante la participación en agrupaciones moderadas de izquierda, sino también a través de la formación de movimientos pacifistas y de campañas antinucleares. Todas estas actividades permearon en la literatura de Ōe y delinearon su personalidad profundamente comprometida y humanista.

Fue durante los años de juventud de Ōe cuando los estudios latinoamericanos se extendieron por todo el mundo, principalmente por el creciente interés en el potencial económico de la región y por sus frescos fenómenos culturales como el llamado Boom literario latinoamericano, pero también debido a acontecimientos políticos: en concreto, la Revolución Cubana de 1959. El ascenso de un gobierno comunista en Cuba, junto con sus homólogos establecidos en la URSS y China, resultó atractivo para académicos y escritores japoneses que abogaban por el nacionalismo anti-americano y el faccionalismo izquierdista, ideologías que desencadenaron activismos locales como las Protestas de la Purga Roja en la década de 1950 y las Protestas ANPO y Anti-Vietnam de las décadas de 1960 y 1970 respectivamente. Fue en este contexto de agitación política en el que Ōe se convirtió en un escritor conocido y es en este clima en el que se entiende mejor su relación con América Latina.

Durante su estancia en México como profesor invitado de El Colegio de México entre 1976 y 1977, Ōe paseó sin prisas por Ciudad de México y sus lugares más famosos. Sin embargo, como manifestó en entrevistas y ensayos, pasaba la mayor parte del tiempo en su apartamento, leyendo sobre historia, política y literatura latinoamericanas. También disfrutaba de la vida nocturna de la ciudad, lo que dio lugar a una intensa fascinación por las culturas populares y de clase baja. Fue en una cantina mexicana donde Ōe aseguró haber conocido al escritor Juan Rulfo mientras bebían tequila; fue en un bar del Centro Histórico donde se habría visto involucrado en una pelea que terminó en las calles del lugar; y fue en un club de striptease en donde dijo que fue capaz de demostrarle a los mexicanos que también los japoneses sabían bailar. Ōe habló enfática y repetidamente acerca de estas anécdotas, tanto en textos como en intervenciones públicas, generando un mito acerca de su persona y de su pasaje por México.

Tras su viaje, Ōe escribió también muchas novelas que describían su estancia, alejándose de las narraciones previas que se centraban en la experiencia de haber tenido un hijo que nació con daño cerebral. La ficción posmexicana de Ōe que retrata el país latinoamericano y a su cultura incluye la novela Dojidai gēmu (El juego de la contemporaneidad, 1979), los relatos ”Ame no ki’ no kubitsuri otoko‘ (Hombre colgado de un árbol de lluvia, 1982) y ‘Mehiko no ōnukeana‘ (1984), la novela epistolar Natsukashī toshi he no tegami: Mekishiko no dorīmutaimu (traducida al español como Cartas a los años de la nostalgia: Tiempo de ensueño en México, 1987), y la novela Jinsei no shinseki (Los padres de la vida, traducida al inglés como An Echo of Heaven, 1989). En todas estas obras, un viaje a México y el encuentro con una nueva cultura son la excusa que motiva a los personajes a reflexionar sobre sus personas, sus culturas y sus países, ulteriormente encontrando muchas similitudes entre México y Japón que versan desde sus concepciones de la muerte hasta sus complejas relaciones con Estados Unidos.

En última instancia, éste es uno de los legados que nos dejó Ōe: el ser un hombre de letras del Japón que se permitió sentirse identificado con lo que el resto del mundo consideraba una periferia para asumir que su país natal compartía muchas características con ese espacio. La consciencia de su situación económica privilegiada como japonés no le impidió aprender de las culturas mexicana y latinoamericana, abogando por un mayor diálogo e intercambio entre regiones. Es un camino que escritores japoneses interesados en América Latina, como Keijirō Suga y Hoshino Tomoyuki, siguen tomando hoy en día y que probablemente se desarrollará en nuestro global siglo XXI.


[1] La Sección de Estudios Orientales (SEO) del Centro de Estudios Internacionales se fundó en 1964 y se transformó en un centro independiente en 1968, con el nombre de Centro de Estudios Orientales (CEO). En 1974, tras el impacto de las teorías de Edward Said, el centro pasó a denominarse Centro de Estudios de Asia y África del Norte (CEAAN), para volver a cambiar de nombre en 1980 y convertirse en un simple Centro de Estudios Africanos y Asiáticos (CEAA).