Mujeres Escritoras: lectura y creación

Itzayana Dorantes Martínez

La humanidad se sostiene no sólo de su reproducción incesante, sino de la narración incesante de su historia, de nuestras historias. De modo que escribir es mi forma de fertilidad.

Alma Delia Murillo, 2022

Cartografía nacional de la lectura

Algo que no es novedad: México es un país que se distingue por tener bajos índices de lectura, mientras algunos países leen hasta 17 libros en promedio al año[1], en México no se llega ni a cuatro. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 43.2% de la población alfabeta de 18 y más años leyó al menos un libro en los últimos 12 meses, es decir, menos de la mitad de la población adulta a nivel nacional[2].

Hay múltiples factores que inciden en este indicador; sin embargo, existe un visible componente de género dentro del comportamiento lector en México, puesto que, al desagregar el indicador del promedio de libros leídos al año, los hombres leen 4.2 libros, mientras que las mujeres leen 3.7. Con respecto a la población total, casi el 70% de las mujeres declararon haber leído al menos un material de lectura en los últimos meses, cifra menor al 76% arrojado por la población masculina[3].

Las mujeres en nuestro país leen menos, pero ¿escriben menos que los hombres? Aunque no existe un registro oficial de personas escritoras en nuestro país, es notorio que cada vez hay más escritoras en los anaqueles, ganando premios literarios nacionales e internacionales. Este es un fenómeno muy reciente en comparación con los siglos que acumula la literatura nacional, además de que aún no es equitativa la distribución entre autores y autoras reconocidos. No se puede afirmar que las mujeres escriben menos, pero sí está documentado que históricamente y, aun actualmente, se publican, se leen y se discuten menos que los autores.

Estos bajos índices de literatura escrita por mujeres tienen su origen la desigualdad histórica en la difusión de su obra con respecto de aquella escrita por hombres, así como en otras expresiones de las desigualdades estructurales entre ambos sexos. Por mencionar tan solo un ejemplo, podemos retomar el hecho de que “las mujeres dedican 268 minutos por día a las tareas de cuidado no remuneradas, mientras que los hombres sólo pasan 155 minutos en esas labores; es decir, ellas invierten casi el doble de tiempo en esos menesteres.”[4]. El rango de edad más lector contribuye a reforzar esta premisa, pues es el rango de edad de la educación media superior y superior, en la que muchas mujeres aún no tienen hijos.

El Módulo de Lectura del INEGI también arrojó qué porcentaje de personas costearon sus materiales de lectura: el 37.6% de los hombres respondió comprar sus propios libros, mientras que ese porcentaje en las mujeres equivale al 35.3%[5]. Este resultado refleja la priorización del gasto que tienen las mujeres, pues al ser las principales responsables del cuidado compran productos para satisfacer otras necesidades, o bien, compran libros o materiales en el caso de tener niñas, niños o adolescentes a su cargo.

Presencia a contracorriente

Con este breve panorama de la lectura de la población mexicana, vale la pena señalar que desde la educación básica se inicia con la brecha de género respecto a la lectura de textos escritos por autoras. De acuerdo con la Universidad Autónoma de México (UNAM),

“La proporción de autoras publicadas en el Libro de lectura de cada grado de primaria para el ciclo escolar 2019-2020 es mínima en comparación con los autores. En el de primer año, únicamente seis entradas corresponden a escritoras: Rosario Castellanos, Gloria Fuertes, Juana de Ibarbourou, Evangelina Mendoza Márquez, Mónica Tirabasso y Silvina Ocampo. Mientras que 12 son textos de origen folclórico o anónimo y 34 fueron escritos por hombres. Para segundo año, la proporción empeora: 14.3% de escritoras contra 69.6% de escritores. En grados posteriores se reduce la cantidad de textos por libro, pero la tendencia se mantiene. Para el final de la primaria, los estudiantes habrán leído en este libro a un 13.7% de autoras, contra 65.4% de escritores.”[6].

Esta poca representación de las mujeres dentro de los planes y programas de estudio se extiende hasta la educación media superior y superior, incluso en licenciaturas y posgrados del área de Letras, Artes y Humanidades. “El Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas (PEMC) realizó una encuesta en donde las y los jóvenes sólo reconocieron dos nombres de escritoras mexicanas: Rosario Castellanos y Elena Poniatowska. Los programas educativos en México han favorecido la literatura escrita por hombres, convirtiéndolos en “modelos de creatividad, de fuerza, de interés para los lectores”[7]. En otras palabras, cuando hablamos de los “grandes” de la literatura clásica estos suelen ser todos hombres, con contadas escritoras que son vistas como una excepción a la regla, como un caso extraordinario de éxito en su época a pesar de ser mujeres.

El hecho de que no se estudien desde un inicio genera consecuencias dentro del mercado editorial, donde el 75 % de los libros son escritos, editados y reseñados por hombres[8], es decir, la mayor parte de la conversación dentro del ámbito literario gira en torno solamente a los autores.

Asimismo, aun cuando las mujeres son publicadas, la recepción de sus obras no es similar a la de los hombres, pues “cuando una mujer publica un libro, sólo 19 % del universo lector son hombres mientras 81% lo representan las mujeres. Pero para los diez autores masculinos más vendidos, la división es mucho más pareja: 55% hombres y 45% mujeres”[9] O lo que es lo mismo, las mujeres leemos tanto a hombres como a mujeres, pero las autoras no son leídas en la misma proporción por los hombres, sino que las leen mayoritariamente sólo mujeres.

El que no haya apertura por un gran sector de los lectores a conocer estas obras lleva a que no sea atractivo o rentable para las casas editoriales publicar libros de autoras. “Martha Hernández, […] especialista en temas alrededor de los feminismos y el género, afirma que en el mundo la proporción es de 70-30% en términos de hombres y mujeres publicados en el mercado editorial. […] [Mientras que, de todos los libros publicados en México en 2019, solo una quinta parte estaban escritos por autoras. Según cifras de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANAIEM), en 2019 las editoriales lanzaron 1,444,280 publicaciones. Solo una quinta parte, 290,900, eran de mujeres.”[10]

A su vez, esto genera que la escritura no sea un proyecto de vida económica o profesionalmente viable para las mujeres pues, aunque ellas “tienen tasas de publicación y citación comparables a las de los hombres, […] tienden a tener carreras más cortas y publican menos artículos[11].

Historias para leer y contar

Las mexicanas escriben, tienen mucho que decir y lo hacen magistralmente, por lo que hay muchas opciones para acercarnos a su literatura, plena de estilos y temáticas. Como ejemplos de lo que se ha escrito y galardonado por diferentes instituciones culturales en los últimos años, destacan Guadalupe Nettel, Alma Delia Murillo, Cristina Rivera Garza y Gabriela Damián Miravete.

En La hija única (2020), Guadalupe Nettel nos habla de maternidades y de cómo la afrontan tres mujeres distintas, porque, ni destino ineludible ni buscado por todas las mujeres, la maternidad es un proceso que cada mujer afronta desde sus propios medios, contexto, deseos y recursos. Nettel lo tiene claro y nos ayuda a visualizar en su novela que “maternar” es un proceso lleno de incertidumbre, dudas, angustias, dilemas y conflictos, lo que permite cuestionar el mito y la “romantización” que tiene la maternidad y las madres en nuestra sociedad.

Es innegable que la figura materna es fundamental en la construcción de nuestra identidad al hilvanar nuestras historias de vida. Pero también lo es el padre. Por eso, Alma Delia Murillo exhibe que casi la mitad de las y los mexicanos son hijos de un tal Pedro Páramo, porque vivimos en un país donde los padres abortan masivamente al abandonar los hogares: “bien visto, al menos en este país, son los hombres quienes abortan masivamente; son los hombres quienes abortan de facto a sus hijos, legiones de padres renuncian a millones de hijos y no tuvieron que promover ninguna ley ni arriesgar el cuerpo en una clínica insalubre, nada.”[12]

La cabeza de mi padre (2022) es la historia de vida de la escritora, la última de ocho hermanos que pasó su infancia en la pobreza, la violencia y la estigmatización por no tener un padre. Es la narración de esa búsqueda que decidió hacer de su padre después de 40 años, para ponerle un rostro, para enfrentar el enojo de años, de preferir decir que su padre había muerto porque es menos doloroso que decir que fueron abandonados.

Aunque esta es la trama principal, en este tejido de sentimientos, reflexiones e historias personales, Alma Delia también denuncia muchas de las problemáticas que las niñas y mujeres viven diariamente en México: el abuso infantil, el embarazo adolescente, la lucha de las mujeres en lo profesional por romper el techo de cristal, la sobre exigencia y la condena social a las madres solteras (y pobres), el acoso sexual en lo público y la violencia sexual en lo privado.

Otra escritora que revela su experiencia personal ante la violencia contra las mujeres es Cristina Rivera Garza. En su novela El invencible verano de Liliana (2021), Liliana Rivera Garza tenía 20 años cuando su ex novio, a quien había decidido dejar después de años de una tormentosa relación para poder rehacer su vida y cumplir sus metas profesionales, decidió que, si no era con él, Liliana no viviría con nadie. A través del rescate de la memoria y vida de su hermana, Cristina nos enfrenta a la realidad mexicana en la que se revictimiza a las mujeres al culparlas de los feminicidios, al poner más el foco mediático en el asesino y las protestas que en el valor que ellas tienen por ser personas, esa realidad en la que las mujeres asesinadas y desaparecidas se cuentan a diario en múltiplos de diez.

A partir de esta realidad, a través de otra expresión creativa, Gabriela Damián ha generado un futuro alternativo con un jardín holográfico que incluye reproducciones digitales de las mujeres asesinadas en México. Este espacio tiene una guardiana: Marisela, en la vida real Marisela Escobedo, activista y madre de Rubí Frayre, (ejecutada por su pareja en Ciudad Juárez en 2008 a los 16 años). Marisela fue asesinada en 2010 mientras se manifestaba frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua, después que el homicida de su hija fue absuelto por las autoridades judiciales locales.

Así, Gabriela Damián le rinde homenaje a Marisela y a su lucha con estos hologramas que fueron creados con información personal de esas mujeres. Las niñas, los niños y adolescentes en general  acuden al jardín para aprender de la violencia en general, en particular la dirigida contra las mujeres en un qf´qn por remarcar que es un mal que nunca se debe repetir.

¿Dónde está el péndulo?

La cuestionante fundamental es conocer lo qué estamos perdiendo como personas lectoras y como sociedad al no leer lo que el 50% de la población tiene que decir. No sólo es el hecho de que las mujeres no nos identifiquemos con las expresiones literarias actuales, sino que al no leer la literatura escrita por mujeres se invisibiliza la existencia y discusión de las problemáticas para el desarrollo y bienestar de la mitad de la población, lo cual contribuye a profundizar y a perpetuar la desigualdad de género. Los grandes retos en esta materia requieren de una concientización profunda y plena y la literatura es una fuente poderosa para despertar y movilizar conciencias.

Al respecto, de modo conclusivo se avala algo que la escritora mexicana Gabriela Damián Miravete plasma con claridad:

“las consecuencias de esta sordera selectiva, de ese grave sesgo cognitivo, no sólo afectan la vida personal de las autoras o la literatura como sistema cultura, que de por sí ya implica un costo bastante alto.

Lo que creo que también está en riesgo es, a fin de cuentas, una transformación social que se opone a la perpetuación de las relaciones jerárquicas productoras de opresiones y violencias, transformación que ha sido paulatinamente generada por diversos movimientos políticos e históricos, de los que, consciente o inconscientemente, han participado las autoras y sus modos de trabajar el lenguaje para hacerlo nombrar sus experiencias, para construir narrativas y ponerlas a disposición de quienes las necesiten y, de esta manera, generar alternativas vitales en sus entornos cotidianos y subjetividades. […]

Porque hablar de la literatura escrita por mujeres no es hablar de un subgénero literario ni de un nicho de mercado ni de un “fenómeno cultural” que la prensa y los consorcios editoriales insisten en bautizar como una marca muy conveniente […]

Es la literatura que escriben las personas que se enuncian a sí mismas como mujeres, no desde una pretendida “sensibilidad femenina” ligada a la biología o atada sin remedio al rol de género, sino desde complejas subjetividades insertas en sus muy diversos contextos: desde el hecho de ser negra, zapoteca o blanca; ser urbana, de un poblado pequeño o del campo; ser lesbiana, bisexual o heterosexual; ser cuidadora o cuidada, ser hija o madre o abuela; desde el monolingüismo, el bilingüismo del español y alguna lengua indígena hablada dentro del territorio denominado México o el bilingüismo del español y de una lengua de origen europeo, etcétera. Por ende, sus posibilidades son infinitas. Pero, para saberlo, hay que leerlas.”[13].


[1] Andrés Eduardo Peña, Promedio de libros leídos por país, Lectupedia, 2022. Disponible en: https://lectupedia.com/es/cantidad-de-libros-leidos-por-pais/

[2] INEGI, Módulo sobre lectura (MOLEC), México, 2022. Disponible en: https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2022/EstSociodemo/MOLEC_2022.pdf

[3] Ídem

[4] S/a, Dedican las mujeres el doble de tiempo que los hombres a tareas de cuidado, destacan expertas, CIEG_UNAM, México, 2022. Disponible en: https://coordinaciongenero.unam.mx/2022/12/dedican-las-mujeres-el-doble-de-tiempo-que-los-hombres-a-tareas-de-cuidado-destacan-expertas/#:~:text=Las%20mujeres%20dedican%20268%20minutos,desigualdad%20que%20revel%C3%B3%20la%20pandemia

[5] INEGI, Op. Cit.

[6] Marcela Vargas y Kenia Sotelo, Escritoras Mexicanas: feminismo y reivindicación en la literatura, Corriente Alterna, Cultura UNAM, México, 2020. Disponible en: https://corrientealterna.unam.mx/cultura/escritoras-mexicanas-feminismo-y-reivindicacion-en-la-literatura/ 

[7] Ídem

[8] Benedict Page, “Research shows male writers still dominate books world”, The Guardian, 2011. Disponible en: https://www.theguardian.com/books/2011/feb/04/research-male-writers-dominate-books-world

[9] Ídem

[10] Ana Grimaldo, “¿Leemos menos a las escritoras mujeres que a los hombres?”, Expansión, México, 2021. Disponible en: https://mujeres.expansion.mx/especiales/2021/09/10/por-que-leemos-menos-autoras-mujeres-que-hombres

[11] Ídem

[12] Alma Delia Murillo, La cabeza de mi padre, Alfaguara, México, 2022, pp. 62.63.

[13] Gabriela Damián Miravete, “Las autoras que los hombres no leen”, Gatopardo, México, 2021. Recuperado de: https://gatopardo.com/noticias-actuales/las-autoras-que-los-hombres-no-leen/


Referencias-.