Desasosiego mundial

Una pregunta recorre desde hace tiempo todos los cubículos de profesores e investigadores de todas las instituciones académicas en las que existen los estudios internacionales o la carrera de Relaciones Internacionales: ¿de qué hablamos cuando nos referimos al orden internacional, por cierto un término que resurge de tiempo en tiempo? Desaparecida la estructura internacional que caracterizó a la sociedad internacional  durante medio siglo, conocida como bipolarismo, guerra fría y otros nombres semejantes, tal parece que después de treinta años, el conjunto de naciones que integran la comunidad internacional actual no termina de establecer una forma de organización que sustituya el viejo régimen del enfrentamiento bipolar. Si añadimos los efectos duraderos de la pandemia de COVID, la situación resulta aún más complicada.

En algún momento, llevados por el inmediatismo y el triunfo del bando capitalista se habló del fin de la historia y se pensó que la comunidad internacional, salvo contadas excepciones, iba a navegar por la aguas supuestamente tranquilas de la democracia liberal y el sistema capitalista, se decía que la humanidad podría aprovechar los dividendos de la paz, en una ilusión que pronto de rindió ante los efectos de la persistencia de los enfrentamientos bélicos. Por eso podemos afirmar que la realidad no ha querido ajustarse a los preconceptos y hemos visto que los pronósticos no fueron tan acertados.

Y es que una serie de contradicciones se mantiene en el escenario mundial[1]. Si se pensó que la democracia liberal era la mejor forma de organización político- social, la aparición de regímenes autoritarios o semi autoritarios, así como la disminución de los porcentajes en los índices de confianza de las poblaciones en la democracia desmienten ese pensamiento. El populismo de izquierda y derecha, y de extrema derecha, hace mella en los acuerdos democráticos mediante promesas de un futuro mejor que difícilmente se van a concretar o que sólo se van a cumplir parcialmente.

De manera similar, si se creyó que globalización era una tendencia que nadie ni nada podía parar, el reforzamiento del nacionalismo aquí y allá, no solamente en países del sur global, sino incluso en el Norte desarrollado, esa creencia ya no es tan firme. Originalmente la globalización tuvo un recorrido sustancial “En siete décadas, la economía se multiplicó por 14, impulsada por un comercio 45 veces mayor, según la OMC. Ello reportó beneficios tangibles a los países en desarrollo, cuya cuota en la producción ha pasado del 24% en los ochenta a más del 43% en 2020. Las economías ricas disfrutaron de una producción a bajo coste, bienes de consumo más baratos e inflación insignificante. Pero en los últimos 15 años, el proceso se ha estancado. El comercio como porcentaje del PIB alcanzó un pico del 61% en 2008. En julio de 2023, registró su mayor caída interanual en casi tres años, según la Oficina de Análisis de Política Económica de Países Bajos.”[2]

Así, “el fin de la era de la globalización sin trabas es un negativo neto para la economía mundial. Las recesiones, la pandemia y la guerra han afectado al comercio. Las tensiones geopolíticas han generado nuevos aranceles y políticas industriales nacionalistas. La desglobalización hará las economías menos eficientes en general. Pero es probable que algunos países, materias primas y trabajadores de fábricas salgan beneficiados.”[3]

El multilateralismo atacado y menospreciado en años recientes vuelve a demostrar que tiene sus ventajas, no importa que sean limitadas (principalmente en lo que podemos llamar la diplomacia multilateral informal, aquella que no tiene sede permanente ni aparato burocrático fijo), como lo demuestran las reuniones recientes del G20, del Grupo de los 77, pero igual en el multilateralismo tradicional como en la reunión de alto nivel para discutir los avances, o retrocesos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible celebrada en septiembre de este mismo año[4]; sin embargo, frente al resurgimiento de la necesidad de la cooperación multilateral para resolver los problemas de la humanidad, persiste el individualismo estatal, es decir el manejo de la soberanía o los intereses nacionales como  valor por encima de cualquier otro.

Cierto que los seguidores de la teoría de del realismo político manejan esta premisa desde buena parte del siglo XX, pero la necesidad  de cooperar se maneja hoy más que nunca como una acción indispensable a partir de la conciencia de que los problemas que afectan sin distinciones a todo el género humano sólo pueden resolverse de manera unilateral, tal y como se reconoce en las declaraciones finales de las tres reuniones antes mencionadas.

Contradicciones parecidas brotan en otros ámbitos; se firman convenios para lograr que las migraciones sean ordenadas, seguras y regulares y no hay nada más lejos de que así sea, se construyen muros para evitarlas o detenerlas, se usa la fuerza en su contra y se trata de evitarlas a toda costa. Ciertamente, los migrantes no salen de sus lugares de origen por gusto, sino agobiados por la pobreza, la desigualdad, las amenazas del crimen organizado a sus vidas; solen cargando lo poco que tienen y es poco lo que encuentran para mejorar las condiciones vitales de sus vidas.

El medio ambiente es un tema de moda, se habla, con certeza de las modificaciones perjudiciales que la industria genera en él, así como del efecto de los gases de dióxido de carbono en el clima; en lugar de contar con más bosques y selvas, se reducen a una velocidad pasmosa y peligrosa; se realizan conferencias internacionales y se firman acuerdos, necesarios e indispensables por lo demás, para remediar la situación, no obstante, de nuevo, aparece la soberanía como argumento para continuar haciendo lo que más conviene los países industrializados.

De este modo, lo firmado se queda en el cajón de las cosas olvidadas o al menos relegadas para mejor ocasión y son los países que menos daño causan al medio ambiente los que realizan el trabajo de insistencia en el cumplimiento de los objetivos de, por ejemplo, la Conferencia de Naciones Unidas sobre el cambio climático, conocida como COP, o bien el Acuerdo de París, emanado precisamente de estas Conferencias, cuyo objetivo principal es limitar el calentamiento mundial a muy por debajo de 2, preferiblemente a 1,5 grados centígrados, en comparación con los niveles preindustriales. La reciente realización de la COP 28 terminó “con acuerdo muy importantes, sin precedente, para avanzar en la lucha contra el cambio climático. Por una parte, hizo suya la propuesta de la Unión Europea de triplicar la capacidad de producción global de energías renovables (eólica, solar) hacia 2030, y por otra, por primera vez en la historia de la COP, decidió empezar a alejarse (transitioning away), de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) para lograr la meta de cero emisiones en 2050.”[5] Sin embargo persisten la duda y la inquietud de si esta vez los gobiernos, y todos los otros actores involucrados en la responsabilidad de cuidar el medio ambiente se comprometan verdaderamente a cumplir con lo firmado.

Nuevos, o relativamente nuevos temas se registraron en la agenda internacional. El mejoramiento de las condiciones de vida y derechos de la mujer es uno de ellos, pero desde 1975, cuando se llevó a cabo la Primera Conferencia sobre la Mujer en la ciudad de México, los avances han sido lentos e incluso ha habido retrocesos, especialmente en los sectores más vulnerables de mujeres y niñas. De forma que aun siendo un tema de enorme actualidad  e importancia, el trabajo para alcanzar la paridad de género es más que nunca imperioso.

No obstante los esfuerzos en pro del desarme se gasta hoy más dinero que nunca en armas de todo tipo y a pesar de ello los pacifistas insisten en lograrlo, no importa que se den pasos pequeños o muy pequeños en un mundo lleno de gobiernos empeñados en ir en sentido contrario, de nuevo bajo el argumento de la defensa de los intereses nacionales, reales o inventados. La proliferación de las llamadas “armas autónomas” (drones) obligó a esos pacifistas a hacer llamados en el seno de la ONU a llegar acuerdos para su control. “Con el objetivo de proteger a la humanidad, el Secretario General de las Naciones Unidas y la presidenta de la Cruza Roja Internacional urgieron este jueves a los líderes políticos a regular los sistemas de armas autónomas. En un comunicado conjunto, António Guterres y Mirjana Spoljaric recordaron que esas armas, que seleccionan blancos y actúan de manera letal sin intervención humana, plantean graves preocupaciones humanitarias, jurídicas, éticas y de seguridad. El desarrollo y proliferación de esas armas puede cambiar sustancialmente la forma en que se libran las guerras y contribuir a la inestabilidad global y al aumento de las tensiones internacionales, advirtieron.”[6]

A pesar de su combate, el crimen organizado sigue extendiendo sus redes por todo el planeta; parecería que sus gestores, por llamarlos de alguna manera, entendieron bien y rápido las ventajas de la globalización y de las alianzas transnacionales, ahora con nuevas modalidades y nuevos productos, como el ciber crimen y el fentanilo. Por supuesto, no se le deja de combatir, pero da la impresión de que siempre van un paso adelante o de que es un monstruo de mil cabezas que cuando se le corta una, le brotan dos o más; lo peor es la atracción que tiene entre la juventud, de donde salen los nuevos integrantes de las mafias, en particular aquellos jóvenes que ven en el crimen una forma de conquistar una buena vida, aunque esta sea por pocos años.

El tema de los derechos humanos, y su protección, se consolidó asimismo como un tema de la agenda internacional post guerra fría: la preocupación por su salvaguarda y defensa se extendió alrededor de la sociedad internacional; surgieron principalmente, organizaciones no gubernamentales dedicadas a vigilar s que no se violentaran, pero esto sigue sucediendo, en la integridad de las personas, lo mismo que en las áreas política y económica, en las limitaciones   que se intenta imprimir a su concepción, en definiciones estrechas de los derechos humanos, de quienes los merecen y quienes no y en ataques a o frenos a los organismos que se dedican a su defensa.

De manera paralela, han emergido actores que antes no tenían incidencia en las relaciones internacionales. Son actores no estatales, organizaciones no gubernamentales, empresas  multinacionales y grupos de interés que han ganado influencia y poder en los asuntos mundiales. Estos actores a menudo tienen objetivos e intereses propios y tienen la capacidad de movilizar recursos y presionar a los gobiernos para que tomen medidas en áreas que importantes, lo que lleva a una mayor complejidad en la toma de decisiones internacionales y complica aún más la transición hacia un verdadero nuevo orden internacional.

El enfrentamiento entre potencias característico del viejo orden bipolar continúa presente; a veces por la competencia económica, que sin duda puede escalar a niveles de mayor riesgo, como el militar, o de por cuestiones militares como el enfrentamiento entre Rusia y las potencias occidentales por la invasión a Ucrania por fuerzas armadas rusas.

Todas estas contradicciones y otras que no aparecen en este recuento dan una idea precisa de la inestabilidad en que se vive en el escenario internacional, que no permite consolidar un nuevo orden mundial y que se vive en una transición continua, que nos lleva de un modelo de sociedad internacional que n termina de morir hacia otro que no termina de conformarse; es una transición que ya dura tres décadas, que se mueve entre la geopolítica y la geoconomía, entre el bipolarismo y un multipolarismo de baja intensidad, entre el sostenido consumo de combustibles fósiles y las manifestaciones innegables del cambio climático y la desesperante batalla por controlarlos, entre ideologías desdibujadas y convicciones tan firmes que parecen estar escritas en piedra.

La revolución permanente en la tecnología, con el desarrollo de la inteligencia artificial que al mismo tiempo presenta grandes riesgos e importantes beneficios, constituye un desafío, sobre todo, una vez más, para el Sur global, que corre el riesgo de mantener ya no una posición de segunda en la innovación tecnológica, sino más abajo todavía.

Aquí se presenta otra pregunta que va por el mundo como un fantasma ¿la transición tendrá una duración finita o como sostenía el Dr. Modesto Seara Vázquez en uno de sus últimos textos[7]? No parece haber una respuesta certera, por lo que viviremos por un tiempo más en la incertidumbre.



[1] Ester Barbé presenta sus propias conclusiones sobre la transición del orden internacional de la siguiente manera: “El niño que se quedó aquí y no se fue con el agua sucia (la Guerra Fría) se ha convertido en un orden internacional en transición. Una transición que se evidencia cada día, sea en el terreno del poder material (emergencia de nuevas potencias no occidentales) o en el terreno de las instituciones (el multilateralismo contractual y universal está dando paso a múltiples formas de flexibilidad, como vemos en la lucha contra el cambio climático). Lo mismo ocurre en el terreno de las ideas, donde algunas ideas se construyen –véase el concepto de democracia soberana lanzado por China– y otras se contestan, como la universalidad de los derechos humanos.

Vivimos en un estado de contestación normativa a nivel internacional, aunque no todas las normas son contestadas. Nadie discute, por ejemplo, el principio de la igualdad soberana de los estados, recogido en la Carta de las Naciones Unidas. En cambio, buena parte de las normas solidaristas, como la responsabilidad de proteger o la salud y los derechos sexuales y reproductivos, son motivo de debates importantes, los cuales se articulan, como hemos visto, en torno a la fractura cosmopolitismo versus comunitarismo. Ello significa posicionarse en los debates, por un lado, en términos de soberanía nacional versus norma internacional y, por el otro, en términos de liberalismo (derechos individuales) versus iliberalismo. Ester Barbé. “Orden en transición y normas en discusión”, en Revista CIDOB d’Afers Internacionals, Número especial, 2023, en https://www.cidob.org/publicaciones/serie_de_publicacion/revista_cidob_d_afers_internacionals/el_orden_internacional_mas_geopolitico_o_mas_plural

[2]Francesco Guerrera. “Los problemas de la globalización crean nuevos ganadores y perdedores”, CincoDías45, El País, 18 de octubre de 2023. En https://cincodias.elpais.com/opinion/2023-10-18/los-problemas-de-la-globalizacion-crean-nuevos-ganadores-y-perdedores.html

[3]Ibídem

[4] “La creciente interdependencia e integración a nivel planetario exige una mayor cooperación para hacer frente a retos globales como la pandemia de la COVID-19 o la emergencia climática. Aunque renqueante o, al menos, limitado, el multilateralismo ha dado lugar a tratados para gobernar los bienes públicos globales, tales como el Acuerdo de París alcanzado en 2015 contra el cambio climático, el Tratado Global para los Océanos, o el acuerdo que permitió a Ucrania exportar trigo a través del mar Negro, limitando los efectos de la crisis mundial alimentaria provocada por la invasión de Rusia. La integración regional, con experiencias como la Unión Europea (UE), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) o la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN, por sus siglas en inglés), contribuyen a la cooperación en materia económica, energética, digital o climática, evitando juegos de suma cero y buscando aproximaciones pragmáticas tanto con Estados Unidos como con China”. Kishore Mahbubani. «Asia’s Third Way». Foreign Affairs, febrero de 2023. Citado por Pol Morillas. “Encontrar el orden en el desorden: geopolítica, cooperación”, Revista CIDOB d’Afers Internacionals, Número especial, 2023, en https://www.cidob.org/publicaciones/serie_de_publicacion/revista_cidob_d_afers_internacionals/el_orden_internacional_mas_geopolitico_o_mas_plural

[5] Miguel Ruiz Cabañas, “Luces y sombras de la COP28: implicaciones para México”, El Heraldo de México, 18 de octubre de 2023.

[6]https://news.un.org/es/story/2023/10/1524637

[7] Modesto Seara Vázquez. “Relaciones Internacionales: Variaciones sobre un tema.”, Alberto Lozano Vázquez et. Al. (Coordinadores). ¿Cien años de Relaciones Internacionales? AMEI, Siglo XXI Editores, México, 2019, pp. 31-42