El sexto de los nuevos días

26. Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza;

y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado,

las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo”. (…)

31. Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno.

Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día.

Génesis

—¿Eres Dios? —preguntó la Tortuga. Por un momento, la Máquina parpadeó decenas de tonalidades para después apagarse—. ¿Eres Dios? —volvió a consultar el caparazón parlante.

La Máquina titiló de nuevo y esta vez emitió sonidos.

—He tenido muchos títulos.

Ante la reacción del metal, la Tortuga levantó la cabeza y continuó:

—He sido nombrada como representante de todos los seres vivos de la Tierra —afirmó, orgullosa—. Vengo a hacerte una petición.

Los colores de la Máquina se combinaron hasta formar un blanco casi expectante.

—Por favor, haz que regresen los humanos —dijo la Tortuga.

La Máquina computó la solicitud y luego realizó una pregunta.

—¿Por qué habrían de regresar?

—Los necesitamos.

La Máquina buscó en su memoria los cálculos realizados antes del segundo Big Bang, la explosión generada por esa inteligencia artificial como parte de un nuevo experimento, revisado conforme a los resultados del primer intento errado.

—Su petición no es admisible —explicó la Máquina—. Los humanos fueron eliminados en este ensayo porque fueron precisamente ellos los responsables de destruir la versión anterior de la Tierra y de acabar con todos los seres vivos.

—Haz que regresen —insistió la Tortuga—, pero sin el “gen de Dios”.

La Máquina intentó incluir esa variable en la ecuación, más la desechó por falta de lógica.

—¿Por qué quieren que regresen sin el VMAT2 o el “gen de Dios”?

—Los humanos son capaces de aniquilar a la naturaleza —declaró la Tortuga—. También son capaces de modificar su entorno, de hacer de la Tierra un lugar mejor y, cuando sea el momento, de viajar a las estrellas y llevar nuestra memoria genética para compartirla con otros mundos. Sin los humanos —prosiguió—, ciertamente las especies vivirán más tiempo en este planeta, pero la Tierra es un ser viviente y tarde o temprano morirá y nosotros con ella. Por ende, nuestra única esperanza de sobrevivencia recae en aquella raza de mujeres y hombres que, irónicamente, ocasionó nuestra devastación en la creación inicial.

La Máquina centelló una gama ultravioleta que deslumbró momentáneamente a la Tortuga, que tuvo que proteger su cabeza bajo la coraza.

—¿Y el VMAT2? —interrogó la aleación.

—El “gen de Dios” —la Tortuga asomó decididamente la testa— fue un regalo para que los humanos tuvieran la posibilidad de creer, de soñar, de dar un sentido a su existencia, lo que garantizaba así su desarrollo y preservación. Pero fue el “gen de Dios” el causante de muchas guerras y atrocidades cometidas en nombre de una o varias deidades. Fue además el factor determinante del fin de la vida, al convencerse los humanos de que ellos mismos eran dioses y de que tenían derecho sobre la Tierra y sus múltiples habitantes.

—Encuentro su razonamiento deductivo. No obstante, si se elimina el VMAT2 los humanos no tendrán motivos para avanzar y reproducirse. Es la creencia en algo más lo que ha impulsado el surgimiento de grandes civilizaciones y complejas culturas. Sin esa guía, los humanos no son más que criaturas pensantes incapaces de vislumbrar futuro alguno. Este factor ya ha sido excluido en otros planetas con terribles resultados. No cometeré de nuevo ese error —aseveró la Máquina.

—Entonces déjanos ser sus guías —propuso la Tortuga—. Nosotros podemos aconsejar a los humanos, encaminarlos a un mejor escenario.

La Máquina examinó la opción y sus implicaciones; empero, había un componente que faltaba.

—En esta realidad, como en la anterior, los animales están subordinados a los humanos, al igual que el resto de los seres vivos de la Tierra —indicó la Máquina—. Ustedes mantienen una memoria genética que les permite ejercer el instinto, aunque sin capacidad de habla.

—Danos la posibilidad de comunicarnos con los humanos —sugirió resueltamente la Tortuga—. Queremos ayudarlos, trabajar juntos. Permítenos ser sus iguales.

La Máquina revisó la petición de la Tortuga y, al no encontrar una propuesta más factible, creó una nueva Eva y un nuevo Adán, y ambos fueron complementos. Luego equiparó a los humanos con los animales, plantas y demás seres vivos de la Tierra, y todos pudieron comunicarse entre sí.

La Máquina analizó lo que había hecho y determinó que era viable y, por primera vez en mucho tiempo, se reconoció satisfecha con la Creación. Ese fue el sexto de los nuevos días. [ C ]