Para celebrar el nacimiento de la colección Atenea, el gobierno del Estado de México ha lanzado De Montaigne a Montaigne (2023), un pequeño libro que recoge dos conferencias que Claude Lévi-Strauss dictó en 1937 y 1992. La primera borda sobre la etnología y la segunda sobre cómo entendió Montaigne, en tres de sus ensayos –“De las costumbres”, “De los caníbales” y “De los carruajes”– a los hombres primitivos o bárbaros. Si consideramos la trayectoria intelectual y los intereses de Lévi- Strauss, entenderemos los temas que expuso en estas dos disertaciones.
En “La etnografía: una ciencia revolucionaria “dice que, mientras en las sociedades desarrolladas el etnógrafo acude a bibliotecas y archivos para hacer sus estudios, con los grupos más atrasados hay que ver las cosas que conforman su vida cotidiana, como cerámica, tejidos, organización social, etc. Al preparar una definición del término primitivo afirma que éste surgió cuando los europeos llegaron a América y vieron a los naturales desnudos, sin industria y sin cristianismo. Vivían en una especie de edad de oro que antecedía la civilización; de allí nació la idea del hombre salvaje. Agregará que las sociedades primitivas lo son porque tienen pocos integrantes y sus formas de vida son simples.
Las teorías evolucionistas propusieron empezar la clasificación desde las formas vegetales hasta llegar al hombre, pasando por los simios. Estas mismas ideas sostuvieron que las sociedades humanas pasan de lo simple a lo complejo, y que las instituciones siguen una cadena ABCD en donde A es lo más simple y D lo más complejo u actual. Pero esta teoría se tambalea porque “las cuestiones humanas son más complejas de lo que parece a primera vista”. Aquello de Edad de piedra, Edad del cobre y Edad del hierro se invalida porque “toda África pasó de la Edad de piedra a la edad de hierro”. La teoría de que los hombres primero fueron cazadores, después agricultores, luego ganaderos y finalmente industriales no se cumple porque no todos los seres humanos siguen estas etapas, o las viven de manera distinta. No hay pueblos que sean exclusivamente cazadores, agricultores o críen ganado.
Lévi-Strauss sostiene que uno de los aspectos que permiten la evolución de los grupos humanos es la continuidad con que conectan sus hallazgos y formas de vida. De aquí llega a una conclusión equivocada, típica del eurocentrismo: “Hace algunos cientos de años, en las mesetas de América central, la civilización mexicana fue la más desarrollada. Supo hacer descubrimientos prodigiosos, erigir monumentos, tener una organización social de la más grande complejidad y, sin embargo, colapsó frente a un puñado de aventureros llegados de las costas de España. ¿Por qué? Porque la sociedad mexicana estaba aislada, sin contacto con los otros pueblos; así, completamente disminuida, se enfrentó a la llegada de representantes de sociedades que eran el centro de todos los contactos internacionales”. Conclusión simplista porque hubo otros factores, como las enfermedades nuevas que diezmaron a la población (viruela, gripe, venéreas), la superioridad técnica en el combate (caballos, armas de metal y de fuego) pero, sobre todo, la colaboración de grupos (léase tlaxcaltecas), que padecían el yugo mexica y se aliaron con los peninsulares.
“Volver a Montaigne” se centra en el creador del ensayo porque trata temas que estaban en el interés de Lévi-Strauss, como el pensamiento salvaje, el totemismo y el trabajo que culminó en Tistes trópicos. Montaigne destacó que llamamos bárbaro lo que no está en nuestras costumbres. De aquí que celebre una cosa que los europeos encontraron en los hombres americanos: su manera de vivir en armonía con la naturaleza. De los tres ensayos mencionados arriba concluye los postulados de Montaigne: el salvaje es el que está más cerca de la ley natural (es el buen salvaje); la sociedad europea criticaba conforme a sus propias prácticas; todas las costumbres tienen su razón de ser y por esto las descalificaciones no tienen sentido. Es decir, el canibalismo tiene su correlato en la inquisición porque era menos grave comer un muerto que torturar a un vivo en el nombre de Dios.
Finalmente, cuando Lévy-Strauss destaca que Montaigne probó la mandioca y tuvo entre sus manos una flauta y un bastón ritual americanos, concluye que Michel Eyquem López tuvo una colección etnográfica. En este tenor, Ralph W. Emerson, quien celebraba que se hubiera encontrado una firma de William Shakespeare en un ejemplar de los Ensayos de Montaigne, dice más: “Ha visto a tantos señores de largo ropaje, que hasta suspira por los caníbales, y le ataca de tal modo los nervios esa idea ficticia, que piensa que cuanto más bárbaro pueda ser un hombre, mejor será”. [C]
Ciudad de México, 1953. Ensayista y narrador. Doctor en Lengua y literatura Hispánicas por la FFyL de la UNAM. Profesor-investigador en la UAM-A, donde ha sido coordinador de la Especialización en Literatura Mexicana del siglo XX y la Maestría en Literatura Mexicana Contemporánea. Desde 1998 es miembro del SNI (nivel II). Ha colaborado de Crítica, El Día, El Nacional, De Largo Aliento, La Palabra y El Hombre, Mar de Tinta, Memoria de Papel, Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, Revista de Revistas, Revista de la Universidad, Sábado, Semanario Punto, Semanario Tiempo, Siempre!, Texto Crítico, y Tierra Adentro. Premio Internacional de Ensayo Alfonso Reyes 1997 por La rebambaramba (Monterrey, Nuevo León) y Premio de Periodismo Cultural INBA/Delegación Cuauhtémoc 1988 por Narradores mexicanos de fin de siglo.