Edgar Allan Poe, hermandad y reinterpreatación

Vicente Francisco Torres [1]


Un autor siempre presente al referir el horror y lo fantástico en la literatura es recordado de manera singular en esta colaboración, que lo mismo explora la conexión de percepción y sentires que tuvo con Charles Baudelaire que  algunos referentes de su proceso creativo .

I

Gracias a una empatía biográfica y de caracteres, Charles Baudelaire dedica, a lo largo de varios años, buena cantidad de tiempo a estudiar y traducir a Edgar Allan Poe [2] . El interés de ambos autores por lo fantástico incrementó aún más esa cercanía. El horror y lo fantástico no fueron los únicos ámbitos de Poe; él inventó el cuento policial y, gracias a sus aptitudes para la física, las matemáticas y las ciencias naturales, tiene también un sitio en el terreno de la ciencia ficción (ficción científica).

Normalmente se acepta que lo fantástico está en el cambio de lo cotidiano a lo inverosímil y los inventores de tecnicismos han dicho que lo neo fantástico pone lo increíble en la cotidianidad. Pero Poe y Baudelaire, que convivieron con los autores fantásticos canónicos –Maupassant, Nerval– ya entendían lo terrible como parte de la vida de todos los días.

Aunque nacido en Estados Unidos (USA), Poe pasó años de infancia en un internado londinense, mismo que le dio los escenarios de sus ficciones: “Poe, que sólo relativamente compartía las pasiones de los demás hombres, dibuja árboles y nubes que se parecen a sueños de nubes y de árboles o, mejor dicho, que se parecen a sus extraños personajes, agitándose, como ellos, en un estremecimiento sobrenatural y galvánico (…) El genio del autor se recrea en esas terribles escenas y en las asombrosas descripciones de pueblos y de islas que no figuran en los mapas” [3] .

Su nacimiento en USA y el rechazo que la sociedad estadounidense, amante de la tecnología, el dinero y el progreso tuvieron para el genio de Poe, explica sus constantes críticas y la aversión por el becerro de oro. Baudelaire, como Poe, sabe que en una sociedad postrada al progreso y al dinero, el poeta no tiene lugar. Tendrá que vivir como un albatros herido sobre cubierta, tal como vivieron Poe y Baudelaire: “Siempre será difícil ejercer, de una manera noble y fructuosa, la función de literato sin exponerse a la difamación, a la calumnia de los impotentes, a la envidia de los ricos –¡esta envidia que constituye su castigo!– a las venganzas de la mediocridad burguesa (…) En un país donde la idea de utilidad, la más hostil del universo a la idea de belleza, se antepone y domina a todo lo demás, el crítico perfecto será el más honorable… [4]

Baudelaire encuentra en Poe una apuesta por una perversidad primordial en el hombre, una perversidad que explica muchos actos que no podemos entender:

advirtamos que este autor, producto de un siglo engreído, hijo de una nación más engreída que ninguna otra, vio claramente, afirmó imperturbablemente la maldad natural del hombre. Hay en el hombre, dice, una fuerza misteriosa que la filosofía moderna no quiere tener en cuenta; y sin embargo, sin esta fuerza sin nombre, sin esta inclinación primordial, una infinidad de acciones humanas permanecerán inexplicadas, inexplicables. Estas acciones sólo atraen porque son malas, peligrosas; poseen la atracción del abismo. Esta fuerza primitiva, irresistible, es la Perversidad natural, que lleva al hombre a ser incesantemente a la vez homicida y suicida, asesino y verdugo; puesto que, añade, añade con una sutileza considerablemente satánica, la imposibilidad de encontrar un motivo razonable suficiente para ciertas acciones malas y peligrosas podría llevarnos a creer que son resultado de sugerencias del Diablo, si la experiencia y la historia no nos enseñaran que muchas veces Dios logra con ellas el establecimiento del orden y el castigo de los bribones (…) todos hemos nacidos marcados para el mal [5]

En uno de los célebres artículos que Baudelaire dedicó a Poe, a su literatura y a su desgarrada biografía, lo llama uno de los mayores héroes literarios, el hombre genial que habría escrito En “El gato negro” estas palabras fatídicas: ¡Qué enfermedad puede compararse con el alcohol! Dice Baudelaire más adelante: “He sabido que no bebía con glotonería, sino con barbarie, con una aplicación y una economía de tiempo totalmente americanas, como si estuviera cumpliendo una función homicida, como si tuviera en él algo que matar, a worn that would not die” [6] . Pero el psiquiatra y novelista mexicano Bruno Estañol [7] ha escrito que Poe se intoxicaba con pequeñas dosis de alcohol. Y yo me pregunto, sin ser médico: ¿cómo tenía delirium tremens sin la lesión cerebral producto del exceso y la súbita interrupción de la ingestión etílica?

Baudelaire era tan alma gemela de Poe que recuerda: cuando lo leyó, advirtió con estupor y espanto que, frases pensadas por él, habían sido escritas, años antes, por Poe.

II

Las líneas anteriores nacen de la relectura de las admirables páginas de Baudelaire, propiciadas porque el novelista mexicano Bernardo Esquinca acaba de publicar Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe, que llenan unos años de los que poco se sabe de la vida del genial poeta estadounidense. No es una novela biográfica sino, ante todo, una magnífica ficción construida con algunos datos reales y el acomodo de otros que Esquinca quiso utilizar pero, ante todo, imaginar. Entre ellos están el modo en que Poe concibió “Los crímenes de la calle Morgue” y “El asesinato de Mary Roguet”, dos de los tres cuentos con que Poe funda el género policial. El tercer cuento, “La carta robada”, aunque no forma parte de la novela, está presente en ella pues un personaje dice que, si se quiere ocultar algo, hay que dejarlo a la vista de quien busca.

Dos líneas narrativas corren por la novela: la rebelión del esclavo Nat Turner y las estancias de Poe en la Universidad de Charlestonville, cuando joven, y en Nueva York, en la edad adulta. Estas historias se tocan porque los estudiantes de Charlestonville solían llevar a algún esclavo consigo y, en la novela, un estudiante veja a un esclavo y después éste lo secuestra en la universidad y lo lleva a un sitio en donde están los seguidores de Turner.

Para salpimentar la obra, veremos fugazmente a Charles Dickens y a Washington Irving, autores admirados de Poe, aunque también desfilan los autores admirados por Esquinca, como Lord Byron y Mary Shelley.

El final de la novela es una reedición de la bella y la bestia, o de King Kong, si se quiere. Estas referencias no empequeñecen la imaginación de Esquinca. Por el contrario: la bella imaginación que sostiene esta novela es el mayor de sus méritos. Digamos, también, que la obra concluye con un giro fantástico, dueño de un efecto deslumbrante; un verdadero homenaje al genio poético de Poe.


NOTAS-.

[1] Profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco.

[2] En el volumen titulado Edgar Allan Poe, los editores de Fontamara, de Barcelona, reunieron los célebres estudios, prólogos y reseñas que el autor de Las flores del mal dedicó a Poe.

[3] Ibídem, p. 69.

[4] Ibídem, p. 123, 124 y 125.

[5] Ibídem pp.116 y 117.

[6] Un gusano que no moría.

[7] Véase Bruno Estañol, El teatro de la mente, México, Cal y Arena, 2018.


REFERENCIAS-. 

BAUDELAIRE, Charles, Edgar Allan Poe, traducción de Emilio Olcina Aya, México, Editorial Fontamara, 2002.

ESTAÑOL, Bruno, El teatro de la mente, México, Cal y Arena, 2018.

ESQUINCA Bernardo, Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan
Poe, México, Editorial Almadía, 2018.