Vicente Quirarte: cronista citadino

Felipe Sánchez Reyes

La trayectoria de Vicente Quirarte confirma que la década de los años cincuenta del siglo XX representó un parteaguas en la literatura nacional.Este texto rinde un homenaje a un autor multifacético que se desenvuelve entre la poesía, la narrativa, el ensayo o la crónica.

Que esté, de preferencia, muy vestida./ Por eso es importante que las medias/ sigan cada contorno de sus muslos: que disfrute/ la pericia, el estilo del tornero/ que supo darles curva de manzana,/ maduración de fruto al punto de caída./ Goza de la tela perfumada/ encima de los jabones y los ríos./ Acaríciala encima: su vestido/ es la piel que ha elegido para ofrecerte,/ es un fruto que pronto será parte de tu cuerpo./ Deja que el amor condene a quien claudique.

Preludio para desnudar a una mujer, en El Ángel es vampiro (1990)

Éste es un poema escrito en 1990 por el poeta Vicente Quirarte, quien considera que “Los hombres crearon la poesía para dar testimonio de su paso”, y que crear un poema no resulta nada sencillo, pues “Lento el poema nace en una mesa,/ potro de tortura en el que nadie sabe/ si el poeta o la palabra es verdugo”.

En la entrevista de 1992 que concede a su amigo Frédéric-Yves Jeannet y que aparece en su libro, El amor que destruye lo que inventa, (p. 12), asevera: “La verdadera poesía es la victoria del impulso vital sobre el aprendizaje cultural. Supongo que el modelo que más me pesa es mi padre, [Martín Quirarte], escritor antes que historiador, poeta antes que científico. Para él, escribir era la forma más alta de vivir, y abandonó la vida en cuanto se dio cuenta de que no podía escribir más… pues vivir es escribir con todo el cuerpo”.

Desde que Vicente Quirarte recibe el Premio Nacional de Poesía Joven, en 1979, por su libro, Vencer la blancura, ha desarrollado una práctica intensa de la escritura en sus diferentes modalidades: la poesía, el ensayo, la dramaturgia, el cuento y la autobiografía, aunque su mayor producción se halla en la poesía y el ensayo.

Sus cuentos, como la obra de Julio Torri, unas veces oscilan entre la narración y el ensayo, y otras, sus ensayos se coinvierten en poemas o relatos, como ejemplo leo cuatro textos breves acerca del amor, extraídos de su relato “En ausencia de Aníbal Egea” (pp. 153-155)”, publicada en 1990:

  1. Hay quienes le pican las costillas a la bestia, la provocan, la despiertan para probar sus armas fascinantes. Éstos se llaman enamorados (p. 153).
  2. Por qué no aceptar que el amor nos es sólo prestado, como la silla en que nos sentamos, la ropa que nos cubre, el vino que bebemos (p. 153).
  3. La gente incapaz de sublimar no debe enamorarse: cuando el amor termina no le queda sino matarse, volverse loco, criminal o borracho. En cambio los creadores son capaces de encauzar su furia y su tristeza. (p. 154).
  4. Viene la puta tristeza montada en esta música que un día hicimos nuestra. Carga de plomo el aire. Estrecha redes, encadena los versos. Tu luz no puede herir como esta carencia de todo cuando todo lo tengo. (p. 155).

ITINERARIO LITERARIO

Entre los más de veinte libros de poesía que ha escrito, destacan : Teatro sobre el viento armado (1979), Vencer a la blancura (1982), Puerta del verano (1982), Bahía Magdalena (1984), La luz que no muere sola (1987), El Ángel es vampiro (1990), El peatón es asunto de la lluvia (1999). Quirarte ha publicado en España dos libros, Como a veces la vida y Nombre sin aire; en Colombia otros tres Cicatrices de varias geografías, Enseres para sobrevivir la ciudad, El Cuaderno de Aníbal Egea; y en Canadá uno, Saravande aux chiens jaunes. Su poesía reunida hasta 1999 aparece en el año 2000 bajo el título Razones del Samurai (UNAM) y su obra ha sido traducida al inglés, francés, alemán y portugués.

Además de escribir poesía, ha escrito cuatro obras de Teatro: Yo es otro (Sinceramente suyo, Henry Jekyll) (2006); Hay mucho de Penélope en Ulises (2009); Melville en Mazatlán (2015) y El fantasma del Hotel Alsace que aborda los últimos días de Oscar Wilde) (2001). Esta última obra fue llevada a escena y producida por la UNAM, alcanzó 130 representaciones, y él obtuvo el Premio de Dramaturgia Sergio Magaña.

También escribe un libro de historia en colaboración con sus amigos Eduardo Matos Moctezuma y Ángeles González Gamio: México 1554-2012 (2012), donde, después de cuatro siglos y medio, los tres investigadores siguen la ruta trazada por Cervantes de Salazar y leen la ciudad de manera sincrónica y diacrónica.

De igual modo publica dos ensayos acerca del vampirismo: Sintaxis del vampiro. Una aproximación a su historia natural (1996); Del monstruo considerado como una de las bellas artes (2005); y cuatro ensayos acerca de la ciudad de México, como personaje: Enseres para sobrevivir en la ciudad (1994), La ciudad como cuerpo (1999), Elogio de la calle (2001) y Amor de ciudad grande (2010). Su obra ensayística tiene afinidades y semejanzas con los poetas Contemporáneos y modernistas, pues su amplia producción traza el mapa de sus gustos e influencias sobre la generación de los Estridentistas –Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide, Arqueles Vela-, Luis Cernuda, Octavio Paz, Efraín Huerta, Alí Chumacero, Rubén Bonífaz Nuño, Jaime Sabines, Eduardo Lizalde y José Emilio Pacheco. Así como lo poetas franceses malditos, Rimbaud, Verlaine y Baudelaire; los ingleses, Oscar Wilde y Edgar Allan Poe.

Además publica un libro autobiográfico: La invencible (2012), en el cual rinde emotivo homenaje a su figura paterna, al maestro Martín Quirarte. Se declara bibliófilo, amante de las palabras y coleccionista de plumas fuente. Acerca de él confiesa en su artículo “Ser de biblioteca (2013, p. 3)”:

“Mi padre, historiador bibliófilo y bibliómano me enseñó el significado más hondo y el goce de las palabras. Durante mi niñez mi padre me llevaba al antiguo convento de San Agustín donde se hallaba la Biblioteca Nacional a visitar a su amigo, el director don Ernesto de la Torre, bibliógrafo ejemplar. A los 22 años de edad, mi cuarto estaba presidido por la trinidad de escritores, cuyo culto a través de los años ha aumentado: Baudelaire, Rimbaud y Melville, esa fue mi primera biblioteca personal, después integré a Edgar Allan Poe, la literatura fantástica y de horror, escritos por Mary Shelley y compañía que ocupan un anaquel completo de mi casa.

Don Martín Quirarte consagraba parte considerable de su sueldo de profesor a comprar libros en primeras ediciones, y ayudarlo a limpiarlos y ordenarlos fue una de las tareas de mi niñez que entonces consideraba más ingratas, pero que me enseñaron el valor real de los libros. Si bien mi formación universitaria se había orientado por la literatura, y la poesía había sido mi primera escritura, la mayor parte de mi biblioteca estaba integrada por volúmenes de Historia de México, casi todos encuadernados y en primeras ediciones, herencia de mi padre, el profesor, Martín Quirarte”.

Vicente Quirarte fue Director General de Publicaciones de la UNAM; entre 1999 y 2008 fue director del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, así como de la Biblioteca y Hemeroteca Nacional; y asevera:

“la biblioteca marca la diferencia entre la ignorancia y la sabiduría, entre la soledad y la comprensión de los otros (…) Los libros frente a los cuales quiero morirme son amigos leales que tienen detrás una biografía completa, así como la de quienes me los regalaron. Cuando ya no me encuentre en este mundo, o ya no sea digno de mis libros, que pasen a formar parte de la biblioteca de la Academia Mexicana de la Lengua en un fondo que lleve el nombre de Martín Quirarte”.

Su obra narrativa comprende: Tres compases del Chopo, El amor que destruye lo que inventa. Historias de la historia (1995); Un paraguas y una máquina de coser (2010); Morir todos los días (2010); La isla tiene forma de ballena (2015) que aborda sobre los liberales mexicanos que vivieron en Nueva York entre 1864 y 1867.

Sus textos, muchas veces, resultan de la chispa del instante luminoso en el que nace la motivación de su quehacer periodístico, como sus crónicas, Enseres para sobrevivir en la ciudad (1994). Y, en otras, son temas de investigación que le llevan años, como la tesis de Doctorado que convierte en libro, Elogio de la calle, Biografía literaria de la ciudad de México (2001).

En su universo narrativo relaciona la historia y la cotidianidad, como se refleja en sus textos, Un paraguas y una máquina de coser y Morir todos los días constituye una anatomía del amor, donde los protagonistas viven bajo su dominio. Transcribo un ejemplo de su texto, Plenilunio de la muñeca, de 1984: “¿Creerás, Leticia, que estuve esperándolo hora y media? Si un hombre cambia contigo, no te queda sino complicarle la vida ¿Crees que soy tan inocente como para no pensar que anda con otra? Pues esta noche se le derrumba el teatrito o yo me quedo navegando sola”.

RASGOS ACADÉMICOS

Vicente Quirarte asistió a los talleres literarios impartidos por Eduardo Lizalde, Oscar Oliva y Salvador Elizondo en la Facultad de Filosofía y Letras, donde estudia su licenciatura en Letras Hispánicas, maestría y doctorado en Literatura Mexicana. Él pertenece a la generación de poetas, narradores y ensayistas, nacida a mediados de los cincuenta. Entre sus compañeros de grupo se hallan los escritores, Agustín Ramos, Luis Zapata, Jaime Avilés, Héctor Carreto, Ethel Krauze, Francisco Conde, Vicente Francisco Torres y Arturo Trejo; y entre sus selectos amigos se encuentran Gonzalo Celorio, Hernán Lara Zavala e Ignacio Solares.

Fue profesor de la ENEP Acatlán, de la UAM-Azcapotzalco. Es profesor de la Fac. de Filosofía y Letras en la Maestría y el Doctorado, donde imparte clases desde 1987. Es investigador del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, ha coordinado talleres de poesía, narrativa y cursos especializados en los centros culturales del Instituto Nacional de Bellas Artes, el Palacio de Minería y el Museo Nacional de Arte, entre otras instituciones. También ha sido profesor invitado en Austin College, en la Universidad Hebrea de Jerusalén y la Universidad de Sevilla y ha presentado conferencias en España, Colombia, Estados Unidos, Inglaterra y Francia. En 2007 fue invitado a ser integrante del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México.

Es integrante de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Real Academia Española. En 2016 ingresa a El Colegio Nacional y en 2017 recibe la condecoración Gran Orden “Victoria de la República”, “por la dedicación y constancia al estudio y trabajos de investigación sobre acontecimientos de nuestro país”. Además de su trabajo académico, ha dirigido la colección de libros históricos, Summa Mexicana, en colaboración con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes desde el 2010.

NUESTRA AMISTAD

A fines del siglo veinte asistí a dos cursos de maestría que impartió en nuestra Facultad de Filosofía y Letras: uno relacionado con la ciudad, y el otro con la mujer y la ciudad en la década de los veinte en la ciudad de México. Allí conocí su amor a la ciudad y a la música, a los poetas y narradores que abordan nuestra ciudad en sus obras, a los poetas estridentistas y a las mujeres cultas, liberales, vanguardistas de los veinte. Tema que me atrajo y motivó para conocer las vidas de las actrices Lupe Vélez y Lupe Rivas Cacho; de las pintoras María Izquierdo y Frida Kahlo; de la fotógrafa y comunista Tina Modotti; de la culta y trágica, apasionada y Mecenas de los contemporáneos, Antonieta Rivas Mercado, enamorada de dos amores imposibles: el pintor homosexual Manuel Rodríguez Lozano, y el escritor y político José Vasconcelos; y de las escritoras Dolores Bolio y María del Carmen Mondragón, mejor conocida como Nahui Olin, hija del militar Manuel Mondragón y autor de la Decena Trágica, esposa del pintor Manuel Rodríguez Lozano y amante del Dr. Atl.

A partir de la lectura de la obra de estas autoras, modifiqué mi tema de tesis acerca de la obra de Severino Salazar por la de Nahui Olin y le solicité a Quirarte que fuera mi asesor de Tesis, porque también él admira la belleza y poesía en francés de Nahui. Trabajé esta tesis, la transformé y la publiqué en Conaculta-IVEC (2013). Después continué leyendo la obra de Vicente, me convertí, como todas mis compañeras de la Facultad, en uno de los admiradores de su obra.

Durante su curso, él nos proporcionó en un sábado un paseo literario por la ciudad. Primero acudimos a la antigua Biblioteca Nacional, de la cual nos narró datos históricos interesantes. Luego visitamos los restos de las columnas del antiguo Teatro Nacional del siglo XIX, que escucharon las notas de nuestro himno nacional. Enseguida caminamos por la calle de Brasil, donde deambulaba el joven Salvador Novo, tenían sus estudios Xavier Villaurrutia y varios de los Contemporáneos, y otros lugares más.

Después, a causa del cansancio por el recorrido y por el intenso calor del mediodía de julio, como Zuazo y Zamora, los personajes de México en 1554, de Francisco Cervantes de Salazar, acudimos a la apremiante y placentera necesidad de restaurar el cuerpo y alma, de mitigar nuestra sed, en la cantina más antigua de la Ciudad de México -en 1857 tuvo la licencia número 1 de la capital para expender bebidas alcohólicas- que en 1878 la gente comenzó a llamar “El Nivel”, ubicada en pleno Centro Histórico, en la esquina de las calles Moneda y Seminario, a un costado del Palacio Nacional y de la primera Imprenta. Esta cantina, que su amigo Gonzalo Celorio evoca en su novela, Y retiemble en sus centros la tierra, fue clausurada en 2008, luego de que la UNAM tomara la custodia completa del edificio.

Más tarde, en reciprocidad al paseo que nos proporcionó, le obsequié la primera edición de 1950 de el libro inconseguible del Dr Atl, Gentes profanas en el convento. Luego cuando terminamos nuestro curso acerca de la ciudad y las mujeres de la década de los veinte, Vicente nos invitó a degustar con él y sus amigos Hernán Lara Zavala, y Gonzalo Celorio en Las Sirenas. No las que cantaban dulcemente para seducir al Ulises griego ni al escritor Julio Torri, sino en el restaurante que se encuentra a espaldas de la Catedral Metropolitana.

SU AMOR POR LA CIUDAD

Vicente es un gran conocedor de la ciudad porque allí vive su infancia. Él vive sus primeros quince años en la calle de Allende, número 48, se considera centrícola por nacimiento, oriundo, iniciado y enamorado de la ciudad. Durante su niñez recorre las calles del Centro, desde su casa hasta los conventos de San Agustín y San Francisco; y en su adolescencia acude a sus clases de francés y a la Preparatoria de San Ildefonso. Las calles, parques y rincones ocultos son una atracción para él, así como las obras de los escritores que abordan la ciudad y sus personajes memorables.

Su tema central es la Historia y la ciudad de México a la que ama intensamente, como lo demuestra “La mujer del cántaro” de su texto “Tenochtitlan, 30 de junio de 1520”, (Historias de la historia, 1990, pp. 101-102) que a la llegada de los conquistadores de manera poética manifiesta:

“He llegado al Canal de Tecpantzinco durante la noche, bajo con mi cántaro para llenarlo de agua. Dulce es tu nombre como el agua que llevas. Con tu música clara, suena en este barro que inundará después mi corazón. Agua Madre, he salido de noche para oírte relatar la historia de nuestra ciudad eterna. He venido para que me cuentes sobre mis padres y los padres de mis padres. Nadie podrá arrasar una ciudad nacida por voluntad de los dioses, cuya grandeza continúa en los pechos fecundos de sus mujeres, en los fuertes brazos de sus mancebos. Tú entiendes mis palabras, ciudad, porque eres también mujer. Nacida de la confluencia de los astros, en cuatro repartida como mis cuatro miembros y en el centro tu fuego sagrado, incandescente. Déjame hablarte como si fueras, tú, tan grandiosa, mi pequeña. Grito contigo, ciudad, mi voz es tu voz, ciudad, tu gente y tus guerreros, como el amor que te tengo Tenochtitlan (Historias de la historia, 1990)”.

Este tema resulta antecedente de su libro posterior, Elogio de la calle. Biografía literaria de la Ciudad de México (1850-1992). A través del cual realiza un recorrido por siglo y medio en la vida de la ciudad, cuando el cuerpo de la urbe deja de ser escenario y se convierte en personaje en nuestra literatura.

Al afirmar su loco amor por ella dice:

“Vivimos, amamos y odiamos en una ciudad hacia la cual sólo puede experimentarse pasiones radicales: al manifestarle nuestra declaración de odio, en realidad estamos aceptando que se trata del único, del imposible, del loco amor (p. 16).” “Por la calle de Madero se entraba, de manera simbólica y concreta, al corazón del corazón del país, y por ella sucedía todo lo que en la ciudad era importante. (p. 25)”. “Debo al historiador Martín Quirarte mi pasión por los mapas y los paisajes contemplados con gran angular. De mi padre aprendí la delicia y la excitación de desbrozar caminos con el riesgo de que en el viaje de regreso la maleza haya vuelto a cubrir el sendero que creíamos haber abierto para que otros transitaran y exploraran el terreno con mayor profundidad (pp. 29-30)”.

De manera que él es uno de los grandes conocedores de los rincones literarios del Centro Histórico de nuestra ciudad, porque cuando dirige sus pasos por el Centro, como un flaneur (vagar por las calles sin rumbo, sin objetivo), él lee las calles y se adentra en ellas, vive y comparte la totalidad de sus secretos. ⌋ 

___________________________

REFERENCIAS-.

Quirarte Vicente (1995). “La poesía de Vicente Quirarte” en Yvonne Cansigno, La voz de la
poesía en México. México: UAM-Azcapotzalco.
—– (1995). El amor que destruye lo que inventa e Historias de la Historia. México: CNCA.
—–(1999). La ciudad como cuerpo. México: ISSSTE.
—–(2001). Elogio de la calle. Biografía literaria de la Ciudad de México 1850-1992. México: Cal y Arena.

Quirarte Vicente, Matos Moctezuma, Eduardo, y González Gamio Ángeles (2012). México
1554-2012. México: Joaquín Mortiz.
—–(2012). La invencible. México: Joaquín Mortiz.
—–(2013). “Ser de biblioteca” en XXV Feria del libro de ocasión. México: Coalición de libreros, pp. 3-12.
—–(2016). El laurel invisible. Discurso de ingreso a El Colegio Nacional. México: El Colegio Nacional