Pedro González Olvera
Interesante análisis a una obra que analiza un momento trascendente de la historia de nacional: la revolución mexicana y sus dilemas internacionales. Claras referencias a la política exterior actual, definida a partir de un basamento doctrinario y un pragmatismo en relación a ciertos actores y temas. Sin duda una revisión pertinente a una doctrina, a su práctica y a su vinculación con el interés nacional.
Una de las figuras más controvertidas de la Revolución mexicana de 1910, en un contexto en el que todas las personalidades destacadas en este movimiento social suelen serlo, es Venustiano Carranza, el primer jefe del movimiento constitucionalista levantado en armas para combatir la usurpación del General Victoriano Huerta, traidor y asesino del presidente Madero.
Para algunos, Carranza encabezó la facción, junto con Obregón, Calles y los líderes locales llegados al generalato al calor de la guerra civil, que acabó con la vertiente social de la Revolución al pelear con Zapata y con Villa y derrotarlos para imponer su proyecto de nación basado en los intereses de la burguesía; para otros en cambio fue el fundador del Estado moderno mexicano, levantado legal e ideológicamente sobre todo sobre la Constitución de 1917, ley máxima en la cual, paradójicamente, se incorporan varios de los postulados zapatistas y villistas y que en su momento se erigió como una de las más avanzadas del mundo en términos políticos y sociales al recuperar la dirección estatal en múltiples aspectos como lo fue el área del suelo y el subsuelo, la educación laica y gratuita, la legislación obrero- patronal y la reiteración del estado laico en las relaciones Estado-Iglesia.
Desde luego, no importa que Carranza no haya escrito ninguno de los artículos de la Constitución mexicana, pero es innegable que hay en ella las bases de su pensamiento, particularmente en lo referente a su reconocido nacionalismo. Recordemos a guisa de muestra su posición frente a la necesidad de recuperar para el Estado el control de la explotación del petróleo.
Hay, sin embargo, un tema de consenso: el de su extremo patriotismo a la hora de defender el interés nacional frente a los amagos de las potencias extranjeras, muchas veces cumplidos como nos muestra la historia del siglo XIX y buena parte del XX.
En tal sentido, no cabe duda de que Carranza sería el político mexicano de la época que más tuvo de la necesidad de poner por delante los valores mexicanos ante un panorama internacional amenazante y peligroso.
De esto trata justamente el libro La Doctrina Carranza. Práctica Internacional y legado doctrinario, de la Dra. Rosa Isabel Gaytán. Como dice Patricia Galeana en el prólogo, con esta obra Gaytán “hace un recorrido por el entorno nacional que llevó a la elaboración de la Doctrina Carranza y muestra como su vigencia dio gran prestigio a la diplomacia regional y mundialmente.”
Por otra parte, el libro puede múltiples lecturas, lo que nos habla de la riqueza de sus aportes. Es historia, pero también es biografía, es un análisis teórico y práctico de la política exterior en general y mexicana, en particular de la política exterior de la Revolución mexicana que tanto prestigio atrajo a nuestro país.
En la parte teórica, la autora del volumen reseñado dedica el primer capítulo a presentar “una propuesta para el estudio de la política exterior de México”, propuesta sustentada en los aportes de varios otros autores para definir tres elementos imperdibles en cualquier análisis de política exterior, en especial los llamados periféricos: estrategia de desarrollo, situación política interna y contexto internacional. No se queda aquí la propuesta, pues hilando un tanto más fino, contiene también el estudio de la política económica, el proceso de toma de decisiones, la diversificación de actores, los recursos y capacidades como la ubicación geográfica, la población, las fuerzas armadas, los recursos naturales, el nivel de desarrollo y los factores culturales y étnicos. Armada de esta estructura, Gaytán emprende su estudio de la Doctrina Carranza.
El libro es biografía porque nos narra las condiciones en que don Venustiano Carranza nació y creció en el norte de México, en el seno de una familia numerosa. Quince hijos tuvieron don Jesús Carranza, el coronel juarista que había participado, a su lado, en todas las luchas del benemérito de las Américas y doña María de Jesús Garza.
Es posible imaginarse sin demasiado trabajo lo que deben haber sido las tertulias en esa familia, principalmente en comidas y cenas, sobre todo en una época en que no había los modernos aparatos tecnológicos, en las que los hijos estaban atentos a la narración de los adultos, en este caso de la participación del militar juarista en las batallas que, una y otra vez, con no pocas derrotas, llevaron a la hazaña de los liberales y republicanos de vencer a ejércitos más poderosos durante la guerra de reforma, después combatiendo la injusta invasión francesa, para finalmente imponerse a un imperio de oropel y fusilando al príncipe austriaco en el Cerro de las Campanas.
Y puede imaginarse también, a través de la lectura del libro, a los hijos maravillados por la grandeza de estas hazañas y haciendo preguntas sobre ellas para que don Jesús abundara en su narración. Y Ahí, en medio de todos, don Venustiano, seguramente Venus para sus padres y hermanos, cavilando sobre las profundas convicciones de su padre que lo llevaron a ser parte de la generación considerada la mejor en toda la historia de nuestro país, es decir la generación de la Reforma.
Porque más allá de lo interesante que deben haber sido esas charlas, se encuentra algo que Gaytán nos va dejando al paso de las páginas, se trata de la descripción del proceso mediante el cual se transmiten de padres a hijos valores como el amor a la patria, el rechazo absoluto a la intervención extranjera en asuntos de exclusiva competencia nacional, la ausencia de ambiciones, el apego a la legalidad y la honradez a toda prueba; no en balde, poco antes de iniciarse la Revolución en contra del régimen porfirista, Madero, aún considerándolo parte del viejo régimen pero sin conocerlo a cabalidad. dirá de Carranza, “al menos es un hombre honrado”.
Esa es la formación que recibe don Venustiano Carranza en el seno paterno y armado de ella va a caminar por todos los senderos que la vida le va a deparar, tanto en el ámbito privado como en el público; es decir será un político para el que la legalidad y la honradez representarán la mejor opción para construir un nuevo país, en el que primero una dictadura de más de 30 años y luego una usurpación van a romper con ambos valores como si fuera desechables, para que al final de su vida fuera también víctima de la ilegalidad.
El libro en comento es análisis histórico y político pues se encuentra un enorme paralelismo y una línea directa entre Benito Juárez y Venustiano Carranza. Ambos crecieron políticamente hablando en medio de una guerra civil, ambos dirigen importantes contingentes militares, pero se abstienen de auto otorgarse un título militar, ambos derrotaron a sus enemigos con la ley en la mano, como gobernantes ambos sufrieron invasiones extranjeras y ambos se manifestaron explícitamente en materia de política exterior con sendas doctrinas, es decir la Doctrina Juárez y la Doctrina Carranza, en donde la segunda no puede entenderse sin la primera.
En el núcleo de ambas doctrinas se encuentran como soporte principal la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, que luego se convirtieron en los pilares sobre los cuales descansa la política exterior de México, plasmados desde 1988 en la Constitución mexicana y luego aumentados en 2011, con la incorporación del principio de la defensa y promoción de los derechos humanos.
Es seguro que Carranza no buscó el paralelismo ni que haya querido emular a Juárez, pero es seguro también que sin la formación recibida en su casa no habríamos tenido la Doctrina Carranza, máxime cuando Gaytán saca a relucir las calificaciones del joven Venustiano que demuestran, por las razones que fueran, no fue precisamente un estudiante modelo, aunque en sentido estricto, y para hacerle justicia, también es sabido que ya adulto fue un excelente autodidacta aficionado a la lectura de los clásicos griegos y romanos y otros autores más modernos.
En tal dirección, puede afirmarse que contaba con un sentido innato de lo que significa ser un hombre de Estado, un verdadero estadista, es decir aquel que actúa en política consciente del alcance de sus responsabilidades públicas, hacia sí mismo y hacia la nación de la que forma parte, como ciudadano y como dirigente político., que acomete con firmeza las tareas que le corresponden y que defiende sus ideas con pasión y seguridad.
¿Es Carranza, en adición, un caudillo? A partir de la lectura de este libro se puede decir que sí, que en momentos difíciles para México es un caudillo que aglutina a su alrededor a todas las fuerzas revolucionarias en contra de la usurpación de Huerta y, además, en el rechazo a la intervención extranjera personificada en el embajador Henry Lane Wilson, tan deleznable como el propio Huerta.
En esta última línea, Carranza se opuso denodadamente a la intervención de los Estados Unidos en los asuntos internos mexicanos y sobre todo a las invasiones territoriales; primero a la de Veracruz en 1914 en la que no cede ni un ápice hasta lograr que salgan de México las tropas invasoras; pero no solamente, en esa oportunidad rechaza igualmente el intento de mediación del llamado grupo ABC (Argentina, Brasil y Chile) cuando los representantes de estos tres países, abusando de su mandato, quieren decirle a Carranza que debía negociar con Huerta.
Más tarde, de la misma manera, se opone a la invasión punitiva de 1916 realizada bajo el pretexto del ataque de las fuerzas de Pancho Villa a la población de Columbus con el resultado de destrozos materiales y la muerte de varios ciudadanos estadounidenses. Primero negocia diplomáticamente y ante la ausencia de acuerdos, el gobierno carrancista exige el retiro de las tropas norteamericanos comandadas por el general Pershing y no ceja en este empeño hasta conseguirlo 11 meses después.
De aquí a la posición condensada en la Doctrina que lleva el nombre de Carranza, sólo hay un paso. En esta Doctrina, anunciada durante su primer informe de gobierno en septiembre de 1918, pero ya adelantada desde 1915 en un discurso pronunciado en la ciudad de Matamoros, es en donde presenta por primera vez, como parte de la política exterior de México, los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos.
En ese primer informe, nos recuerda Gaytán, Carranza, de una manera clara y sencilla como él mismo lo afirma, sostiene que las políticas de México hacia otras naciones se rigen por la no intervención, la diplomacia para el bien de la humanidad y no para su mal, la igualdad entre las naciones, así como igualdad de nacionales y extranjeros ante la ley. Creo que la Doctrina, como antes sus menciones sobre cómo debía ser el trato entre naciones, tenía un destinatario especial, los Estados Unidos, pues es fácilmente reconocible en varios momentos de sus actuar político no sólo el ya mencionado nacionalismo, sino igual su postura anti-yanqui, comprobable en la lectura de sus informes de gobierno. Nada gratuita esta posición si tomamos en cuenta su historia familiar, las invasiones que le tocó enfrentar y el reconocimiento “de facto”, otorgado por el gobierno norteamericano como una graciosa concesión.
A ello se agrega su postura frente a la Primera Guerra Mundial de neutralidad absoluta, a pesar de la abierta o soterrada insistencia del gobierno del presidente Wilson de que debía participar en esa conflagración y de la aparente oferta de Alemania, mediante el telegrama Zimermann, del cual no sabemos si alcanzó a llegar a sus manos.
En cuanto a la Sociedad de Naciones fundada al finalizar esa primera guerra mundial, y ante el agravio que significó la falta de invitación por parte de las potencias organizadoras para que formara parte de ella por considerar que México y los mexicanos eran muy revoltosos (si bien fue más un acto de castigo wilsoniano por la negativa a ingresar en la primera guerra mundial), Carranza en su último informe de gobierno señaló que no había hecho ni haría ninguna gestión para conseguir el ingreso de su país a la nueva organización, básicamente por dos razones:
1) Porque ella no garantizaba una perfecta igualdad para todas las naciones y razas, lo que iba en contra de la política internacional mexicana, es decir de la Doctrina Carranza; y
2) Porque en la Conferencia de Paris se aceptaba como válida la Doctrina Monroe, en tanto México no había reconocido nunca dicha doctrina, ya que era un peligro para la soberanía y la independencia nacionales y representaba, del mismo modo, una amenaza de tutela para todos los pueblos de América Latina.
Finalmente, subrayo algo que Gaytán destaca muy bien en su texto: el uso de la propaganda para difundir los logros de la Revolución mexicana, respondiendo a la serie de artículos que de manera sistemática se publicaban en Estados Unidos y en Latinoamérica para atacar a México y a su revolución. Mediante el envío de representantes o de los agentes diplomáticos ya acreditados en distintos países latinoamericanos se desarrolla una estrategia de comunicación directa con las sociedades latinoamericanas y con influyentes académicos, mediante la publicación de notas o artículos para dar a conocer los aportes de la revolución mexicana sobre todo en materia social.
Resultan curiosos, por ejemplo, los aportes de Antonio Manero (Comisionado Especial en las Repúblicas de Centro y Sudamérica, en los EE. UU. y Europa), quien ya desde 1916 hablaba de la Doctrina Carranza, no solo en referencia a las relaciones internacionales, sino a la publicidad de los fundamentos del constitucionalismo mexicano. Es Carranza, por ello, uno de los precursores en México de la llamada en la actualidad diplomacia pública.
En suma, el libro de Rosa Isabel Gaytán esta destinado a convertirse en un texto infaltable a la hora de estudiar la historia y la actualidad de la política exterior de México. ⌈⊂⌋
Rosa Isabel Gaytán. La Doctrina Carranza. Práctica Internacional y Legado Doctrinario (Prólogo de Patricia Galeana). Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. México, 2018, pp. 583
Licenciado y Maestro en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM ; tiene una Especialización en Promoción Cultural por la UAM y ha sido profesor en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, en el área de Relaciones Internacionales. Autor de artículos publicados en revistas mexicanas y extranjeras. Diplomático retirado con rango de Embajador. Actualmente es profesor investigador de la Universidad del Mar, campus Huatulco, adscrito el Instituto de estudios Internacionales “Isidro Fabela”.