Pedro González Olvera
La pulsación de México trasciende lo literario en la creatividad del autor, quien analiza el desafío actual de nuestro país al interior de un órgano fundamental de la ONU.
Es bien conocida la resistencia de los diplomáticos mexicanos a la integración de México al Consejo de Seguridad de la ONU cuando esta se fundó. Privaba en ellos la convicción de que hacerlo traería más problemas que beneficios. El escenario internacional que se conformó al finalizar la Segunda Guerra Mundial era en extremo difícil: roto por la mitad en dos bloques de poder, cada uno de ellos con una gran potencia a la cabeza y, por si fuera poco, enfrentados ideológica, económica y socialmente. No era, por cierto el lugar en el cual pudiera desarrollarse un papel adecuado en beneficio del derecho y la justicia internacionales, como eran los propósitos de la política exterior mexicana en aquel entonces y continúan siéndolo hasta la actualidad, al menos en el discurso.
La Organización de Naciones Unidas se fundó teniendo como pilares dos ideas contradictorias; por una parte, la Asamblea General, que trabajaría a partir del sistema de democracia universal, mediante la cual cada país -independientemente de su tamaño geográfico, económico demográfico o militar- contaría con un voto en la toma de decisiones; mientras que por la otra, se armó una especie de Club de los poderosos, el Consejo de Seguridad, integrado por cinco potencias con asiento permanente, las vencedoras en la Segunda Guerra Mundial, y seis (después se extendió a diez) invitados no permanentes que solo podían estar en ese club por periodos de dos años, aunque con la posibilidad de ser invitados nuevamente con el paso del tiempo. Además los cinco miembros permanentes se otorgaron el derecho de veto, destinado a detener cualquier propuesta de acción que pudiera, real o bajo su consideración, lastimar sus intereses nacionales.
Así, lo que en verdad importaba en términos de paz o seguridad internacional se discutía en el Consejo de Seguridad en medio de un ambiente de conflicto polarizante entre las grandes potencias pertenecientes ya fuera al capitalismo o al socialismo, lo cual hacía muy arduo a las que intentaban mantener un status de imparcialidad en la política internacional participar en las discusiones sin meterse en problemas de lealtades ideológicas. De ahí la frase del diplomático mexicano Luis Padilla Nervo, quien sostenía que participar en el Consejo de Seguridad era “meterse entre las patas de los caballos”, pues era casi imposible mantenerse neutral en los enfrentamientos de las grandes potencias, sin salir lastimado o sujeto a rencores que podían durar mucho tiempo.
Con todo, México se vio obligado a participar en el Consejo de Seguridad en 1946 por un periodo de un año y la experiencia no fue gratificante, en particular por el ambiente de guerra fría que privaba en las intensas discusiones en su interior y por la clara percepción de los diplomáticos y gobernantes mexicanos de que una postura a la voluntad de Estados Unidos significaría el riesgo de una pelea con el vecino del norte. De acuerdo a Miguel Ruíz Cabañas, embajador de carrera y ex subsecretario de Asuntos Multilaterales en la SRE:
Por muchos años una fuerte corriente de opinión dentro del gobierno y la Cancillería consideró que nuestra presencia en el Consejo implicaba enormes riesgos de contraponernos a nuestro vecino del norte, sin obtener a cambio un beneficio concreto. Para aquellos que se oponían, incursionar en el Consejo podría poner en riesgo la proclamada política exterior de principios, en particular la no intervención en asuntos internos de otros países, si se enfrentaban situaciones en que México tendría que escoger entre mantener su fidelidad a dichos principios o ceder a las presiones de Estados Unidos para que el país se alineara con su posición, especialmente en caso de conflictos o intervenciones directas de ese país en otras naciones. (Ruiz Cabañas, 2020)
Y ese riesgo supuso que México volviera al Consejo de Seguridad hasta treinta años después, debido a la imposibilidad de que las candidaturas de Colombia o Cuba alcanzaran una mayoría de votos tras 154 rondas de votación. Cabe señalar que México había presentado su candidatura para el periodo 1981-1982; es decir, aunque se volvió al Consejo de Seguridad por un evento fortuito, el gobierno mexicano había manifestado su previa voluntad de volver a participar en este órgano conscientes de las limitaciones que iban a tener en su actuación; eran tiempos de una política exterior orientada a darle mayor presencia a México en el mundo, por eso resultaba natural que se viera con buenos ojos el retorno de nuestro país al Consejo.
En este caso, en un tiempo de parcial relajación de las tensiones internacionales, no se dio un problema de dimensiones mayores que provocara un entorno embarazoso a la participación mexicana, armada como siempre de los principios tradicionales de política exterior, aún no en la Constitución, y defendiendo las causas de siempre como el desarme y la no proliferación nuclear.
Al concluir este periodo, vino de nuevo la marginación mexicana del Consejo de Seguridad. Como al principio, regresaron los temores de que la presencia de México en el Consejo de Seguridad traería más complicaciones que ganancias y tuvieron que pasar poco más de dos décadas antes de volver, durante el bienio 2002-2003, con Vicente Fox en la presidencia, Jorge Castañeda Goutman en la Cancillería y Adolfo Aguilar Zinser en la representación permanente en la ONU.
La candidatura se ganó de manera no muy aseada, se pasó por encima de la de República Dominicana, presentada antes que la mexicana, pero Castañeda se empeñó en presentarla moviendo y tierra en la consecución de su objetivo, sin saber que le tocaría uno de los episodios más complejos a raíz de los ataques terroristas a las torres gemelas de Nueva York, en septiembre de 2001: el empeño de Estados Unidos de conformar una fuerza multinacional que atacara Irak, culpando a este país de constituir una amenaza a la paz mundial por una supuesta y nunca comprobada posesión de armas de destrucción masiva.
La posición mexicana en este periodo se basó de nuevo en el derecho internacional y se opuso a esa fuerza multinacional, por más esfuerzos que hicieron sus promotores, tratando de convencer al gobierno de aceptar una participación en una acción a todas luces ilegal vis a vis el derecho internacional. Como sostiene el mismo embajador Ruiz Cabañas:
La intervención militar de Estados Unidos en Irak desató la crisis. México no apoyó esa guerra ilegal, lo que provocó un enfriamiento temporal con el gobierno de George W. Bush. Sin lugar a duda México mantuvo la posición correcta, basada en el derecho internacional, lo que le valió un amplio reconocimiento entre la membresía de la Organización… (2020).
No sólo este tema ocupó la atención de la delegación mexicana en el Consejo de Seguridad; también trató otros temas importantes de resolver, pero que no cuentan con los reflectores de la opinión pública internacional, en especial algunos referidos a conflicto de guerra civil en África, de niños integrados a las guerrillas y de las mujeres abusadas en esas situaciones bélicas. (Arce, A., 2021)
Disipados, al parecer, los temores de la pertenencia al Consejo de Seguridad, México hizo acto de presencia una oportunidad más en el bienio 2009-2010, lapso en el que hubo anchas discrepancias internacionales, como no puede ser de otra manera dadas las características de la sociedad internacional, particularmente en el Medio Oriente, la adopción de las sanciones contra Irán en 2010 y la continuidad del programa nuclear norcoreano. (Pellicer, O., 2016; Ruiz Cabañas, 2020). Y no le fue mal a México, el buen manejo de sus diplomacia permitió una participación si bien discreta, muy efectiva en alcanzar acuerdos efectivos y “sortear los obstáculos para llegar a posiciones que tuviesen consenso permitiendo, así, acciones por parte del Consejo” (Pellicer, óp. cit),
Ahora estamos de nuevo en el seno del Consejo de Seguridad, gracias a una candidatura transexenal en el sentido de haber sido apoyado por tres gobiernos de distinta matriz ideológica; es decir, presentada durante el régimen de Felipe Calderón, impulsada en el de Enrique Peña Nieto y lograda en el de Andrés Manuel López Obrador.
Dadas las experiencias anteriores de México y las peculiaridades que tiene la participación de los miembros no permanentes en este órgano de Naciones Unidas ¿es una meta relevante en el marco de la política exterior, como se pregunta la analista Olga Pellicer? La respuesta parecer ser positiva por variadas razones. En primer término, permite la preparación de nuevos multilateralistas mexicanos, continuando con la tradición existente desde hace mucho en este campo, en el que han destacado la diplomacia y los diplomáticos mexicanos; por citar solo el caso que más menciones debe tener en textos académicos y políticos, de similar manera a como se le menciona en los discursos, aludimos, por supuesto, a Alfonso García Robles. La nueva participación mexicana en el Consejo de Seguridad permitirá, dentro de las conocidas fronteras políticas, intervenir con mayor relevancia en la política internacional. Bien llevada la participación puede también sentar las bases de una mejor presencia y liderazgo real en América Latina.
La cooperación, por tanto, no ha sido la divisa principal en el Consejo de Seguridad ante este peligro global pues, desafortunadamente, han prevalecido los intereses nacionales. La grandes potencias han invertido ingentes sumas de recursos en la investigación y desarrollo de vacunas y una vez que se tuvieron se manejaron con criterios mercantiles no humanitarios. Las naciones que no han sido capaces de contar con una vacuna propia, se han visto obligadas a recurrir al mercado, muy capitalista por cierto, ejerciendo partes de su presupuesto destinado originalmente a otras áreas. La cooperación humanitaria se ha visto reducida casi al mínimo, con escasas acciones dedicadas a proveer vacunas a los países más pobres del mundo.
Una conocida analista de las relaciones internacionales y la política exterior sostiene que: Más allá de la narrativa oficial de una política exterior multilateral «progresista», «solidaria», «feminista», «transformadora» y del interés por defender un «sistema internacional basado en reglas de aplicación general», las circunstancias no son particularmente propicias para un activismo diplomático ambicioso. Apunto, sin analizar aquí, cinco factores internos que podrían acotar y complicar la actividad de México en el Consejo de Seguridad: el déficit de atención presidencial, las disputas políticas y burocráticas en un equipo de gobierno heterogéneo, la escasez de recursos y disfuncionalidad administrativa por medidas de austeridad, las carencias institucionales de inteligencia, pensamiento y planeación estratégica y la marginalización de actores sociales críticos de la actuación gubernamental en la toma de decisiones. (González, G. 2020)
Sin embargo, a pesar de estos factores que no auguran un activismos mexicano exitoso en esta nueva participación mexicana en la ONU y de las limitaciones que tiene la movilidad los países que participan en el Consejo de Seguridad como miembros no permanentes, México puede contar con un espacio de acción, con dimensiones diferentes a sus anteriores concurrencias en el Consejo de Seguridad. En la agenda de este último, el actual gobierno mexicano puede impulsar la inclusión de temas como los siguientes:
- Impulsar iniciativas que involucran temas de seguridad nacional (como el narcotráfico, el crimen organizado, el tráfico de armas, los grupos vulnerables, etc.), con el propósito de contrarrestar su participación tenue en temas que no son de su interés.
- Priorizar las necesidades y preocupaciones de América Latina y el Caribe, consolidando su presencia regional y preparar la próxima candidatura mexicana, en atención a que no habrá marcha atrás en la decisión de considerar al Consejo de Seguridad como uno de los núcleos de la política mundial.
- Seguir con los mecanismos de consulta con académicos, diplomáticos, los otros Miembros del Consejo de Seguridad y con la sociedad civil con el fin de conocer sus inquietudes y formular propuestas conjuntas.
- Mantener los esfuerzos dirigidos a la reforma del Consejo de Seguridad, con el ideal de actualizar su funcionamiento, al igual que el sistema de la ONU, conforme a las condiciones existentes en las relaciones internacionales de la tercera década del siglo XXI
- Conservar una participación activa y coordinada en los otros órganos del sistema, principalmente la Asamblea General y el ECOSOC, complementando su papel en el Consejo de Seguridad y fortaleciendo su compromiso con la ONU.
- Impulsar relaciones y entendimientos con países de otras regiones del mundo, indispensable para un país que debe considerarse como una potencia media.
- Continuar y aumentar el apoyo a la Agenda 2030, con la finalidad de que se cumplan mínimamente sus metas o al menos que haya paliativos a los retrocesos en su cumplimiento provocados por la epidemia de Coronavirus
- Extender la ubicación de la vacuna contra la COVID-19 como un bien mundial, además de la cooperación internacional y el multilateralismo con el objetivo de hacer frente a todas las repercusiones de la pandemia.
- Establecer mecanismos y acuerdos multilaterales, a partir de la experiencia que ha dejado la lucha contra la actual pandemia, que permitan establecer mecanismos internacionales capaces de estar en condiciones de enfrentar riesgos semejantes en el futuro.
- Reforzar el lugar de la OMS en la lucha contra la actual pandemia y las que se encuentren en el horizonte futuro, consideradas amenazas a la humanidad (García, N. 2021).
- En este sentido, realizar un trabajo intensivo que permita que el mecanismo COVAX alcance sus objetivos. (La plataforma Covax está codirigida por la Alianza Gavi para las Vacunas (Gavi), la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) que afirma que su objetivo es “garantizar un acceso justo y equitativo a las vacunas para todos los países del mundo” (redacción médica, 2021)
Desde luego, el éxito no es automático. Se requiere un proyecto integral de política exterior, con prioridades, metas, fórmulas de evaluación de seguimiento y de los resultados, una planeación estratégica y de largo plazo y sobre todo, que se convierta en un asunto de interés de la opinión pública nacional (Pellicer, O., 2006). No sirve de nada asegurar que la ONU es o parece un florero. En lugar de estas expresiones deben impulsarse las medidas sugeridas por Olga Pellicer si se quiere tener éxito en la nueva participación mexicana en el Consejo de Seguridad. ⌈⊂⌋
pedrogolvera@gmail.com
Referencias-.
Arce, Angélica, México y África Occidental en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en el período 2002-2003, Tesis de Maestría, FCPyS, UNAM, enero 2021, 90 pp.
García García, Noel, Perspectivas de la participación de México en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas para el bienio 2021-2022: oportunidades y retos, Tesis de Licenciatura, Universidad del Mar, Huatulco, Oaxaca, 2021, 120 pp.
González González, Guadalupe, ¿Qué esperar del rol de México en el Consejo de Seguridad de la ONU?, Nueva Sociedad, 2020, en: https://nuso.org/articulo/que-esperar-del-rol-de-mexico-en-el-consejo-de-seguridad-de-la-onu/.
Pellicer, Olga, “La pertenencia de México al Consejo de Seguridad ¿Una meta relevante?”, en Guadalupe González G., Olga Pellicer, Natalia Saltalamachia (Editoras), México y el multilateralismo del siglo XXI. Reflexiones a los 70 años de la ONU, México, Siglo XXI Editores, ITAM, Senado de la República, 2016. Pp. 49-75
Pellicer, Olga, México y el mundo: cambios y continuidades, México, ITAM, Miguel Ángel Porrúa, 2006, 189 pp.
Redacción Médica, Sanitaria 2000, Madrid, marzo de 2021, en: https://www.redaccionmedica.com/recursos-salud/faqs-covid19/que-es-el-mecanismo-covax
Ruíz Cabañas, Miguel, México en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en el periodo 2021-2022 Serie CSONU, COMEXI, México, junio 2020, 13 pp.
Licenciado y Maestro en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM ; tiene una Especialización en Promoción Cultural por la UAM y ha sido profesor en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, en el área de Relaciones Internacionales. Autor de artículos publicados en revistas mexicanas y extranjeras. Diplomático retirado con rango de Embajador. Actualmente es profesor investigador de la Universidad del Mar, campus Huatulco, adscrito el Instituto de estudios Internacionales “Isidro Fabela”.