Cannes 1951: Paz, Buñuel y Los Olvidados

Guillermo Gutiérrez Nieto

El afamado festival de cine de Cannes celebró en 2021 su septuagésima tercera edición, teniendo representación de México como ha ocurrido a lo largo de su historia.  Este año también se conmemoran los 70 años de un episodio de gran trascendencia para el cine mexicano que involucró a dos personajes cuya resonancia en la vida cultural de nuestro país sigue vigente: Luis Buñuel y Octavio Paz.

El cuarto festival internacional de Cine de Cannes se celebró en 1951. Un año antes Luis Buñuel había terminado de filmar Los Olvidados, la cual no había sido bien recibida por la crítica, el público y buena parte de la comunidad cinematográfica en México. Emilio García Riera, asegura que esta producción se filmó del 6 de febrero al 9 de marzo de 1950 en los Estudios Tepeyac y en exteriores y locaciones diversas en el barrio de Nonoalco y tuvo un costo aproximado de 450 mil pesos. Se estrenó el 9 de noviembre de ese año en el Cine México y se clasificó “sólo para adultos”.

Después de breves semanas de exhibición en México, su malhadada recepción nacional dio un giro internacional. Guillermo Sheridan nos dice: en abril de 1951, la embajada de México en Francia encargó al primer secretario Octavio Paz que se trasladase a Cannes porque se presentaba en el festival una película apoyada por el gobierno (Doña Diabla, de Tito Davison, protagonizada por María Félix). Paz aceptó, sin decir que su misión secreta —apoyada por los productores— era apoyar a otra película mexicana, Los olvidados, de Luis Buñuel, a la cual el gobierno de Miguel Alemán había declarado “película non grata y ´ofensiva a la dignidad´ de la patria”.

La película se encontraba dentro del certamen cinematográfico debido una invitación directa de los organizadores y a pesar de carecer de apoyo oficial. La misión de Paz fue escribir el texto “El Poeta Buñuel” y distribuirlo personalmente a la puerta de la sala donde se exhibía la película. La película conoció un gran éxito, obtuvo críticas extraordinarias y al final recibió el Premio de mejor Dirección.

Del texto escrito y distribuido por Paz, sobresalen su referencia al sentido estético utilizado por Buñuel: “su arte no tiene parentesco alguno con las descripciones más o menos tendenciosas, sentimentales o estéticas, de lo que comúnmente se llama realismo. Por el contrario, toda su obra tiende a provocar la erupción de algo secreto y precioso, terrible y puro, escondido precisamente por nuestra realidad”. (…) Los olvidados es algo más que un filme realista. El sueño, el deseo, el horror, el delirio y el azar, la porción nocturna de la vida también tienen su parte. Y el peso de la realidad que nos muestra es de tal modo atroz, que acaba por parecernos imposible, insoportable”.

Consciente de la modernidad que entonces iniciaba México, Paz nos recordaba su inefable consecuencia: “Esos niños son mexicanos, pero podrían ser de otro país, habitar un suburbio cualquiera de otra gran ciudad. En cierto modo no viven en México, ni en ninguna parte: son los olvidados, los habitantes de esas waste lands que cada urbe moderna engendra a sus costados. Mundo cerrado sobre sí mismo, donde todos los actos son circulares y todos los pasos nos hacen volver a nuestro punto de partida. (…) Ahora nos enfrentamos a una fatalidad social y psicológica. O, para emplear la palabra mágica de nuestro tiempo, el nuevo fetiche intelectual: una fatalidad histórica”.

La conclusión de su texto es determinante, al mismo tiempo que alegórica: “Buñuel ha redescubierto esa ambigüedad fundamental: sin la complicidad humana el destino no se cumple y la tragedia es imposible. La fatalidad ostenta la máscara de la libertad; ésta, la del destino”.

Adicionalmente a este texto, distribuido profusamente entre los asistentes al festival, Paz escribe después una carta a Buñuel informándole los resultados de su encargo, agregando amplios comentarios de la exhibición de la película, de sus actividades como “delegado gubernamental” encargado de asistir y apoyar la presentación del otro filme, así como su visión personal de la obra cinematográfica.

En ésta, respecto al momento previo de la proyección, le comenta al cineasta: “Cuando llegué a Cannes me di cuenta de que ni México ni Karal (delegado de la industria, o de los distribuidores, no sé aún a ciencia cierta) habían preparado la presentación. No teníamos folletos, publicaciones, nada. (…) Mi primera preocupación fue movilizar la opinión. Por fortuna, el mismo día encontré varios amigos (periodistas y cineastas) que con todo desinterés —y por amistad hacía su obra— se dedicaron a hacer de Los olvidados «el film del Festival». (…) Logramos la colaboración de Cocteau y Chagall. (Picasso, que prometió asistir, no pudo o no quiso —¿política de partido?— concurrir a la representación. De todos modos sus amigos estuvieron con nosotros). Cocteau llamó varias veces a la secretaria general, pidiendo folletos. Finalmente, 24 horas antes de la proyección, distribuimos el texto que escribí sobre usted. En suma, creamos una atmósfera de expectación”.

Sobre los resultados de su proyección, le decía: “Los comentarios no pueden ser más entusiastas. Prévert declaró que era la mejor película que había visto en los últimos diez años. Cocteau citó a Goethe, quien había afirmado que el mejor músico de su época era Beethoven [sic]. ¿Y Mozart? le dijeron: «—Mozart no es el primero, ni el segundo. Es único, está aparte». Así dijo Buñuel. Ni es el primero, ni el segundo: es único. (…) Pudovkine afirmó que se trataba de un gran film lleno de optimismo en los valores humanos. (…) Chagall declaró que no estaba sorprendido: «sabía que usted era un gran artista”. Un comentario extenso en la carta, lo hace sobre la música de la película y al respecto Paz le dice a Buñuel: Halffter [sic] posee una calidad que no es exagerado llamar interior. Quiero decir: no acompaña el drama, no lo subraya, ni lo comenta: brota de la acción, es su respuesta fatal, su necesario complemento ¡lograda unidad!».

Seguro de la calidad de este film Paz vaticinaba en su misiva: “Creo que la batalla con el público y la crítica la hemos ganado. Mejor dicho, la ha ganado su película. No sé si el Jurado le otorgará el Gran Premio. Lo que sí es indudable es que todo el mundo consideraba que —por lo menos hasta ahora— Los olvidados es la mejor película exhibida en el Festival. Así, tenemos seguro (con, naturalmente, las reservas, sorpresas y combinaciones de última hora) un premio”.

Y no se equivocó ya que el jurado del cuarto festival internacional de Cine de Cannes, presidido por André Maurois, otorgó a Luis Buñuel el premio de Mejor Director por su película Los Olvidados. Se trataba del primer reconocimiento para México en esta categoría ya que previamente María Candelaria (1946) y Pueblerina (1949), ambas de Emilio Fernández, habían recibido el Grand Prix y el Prix pour la Partition Musicale, respectivamente.

Con el paso del tiempo, el filme de Buñuel constató su calidad en todos los ámbitos de la creación cinematográfica y desde 2003 es parte de la lista “Memoria del mundo”, registro de la UNESCO que reconoce y distingue para su protección el patrimonio documental de valor universal.

Sobre el episodio que desempeñó Paz, visto a distancia confirma la inconformidad característica del escritor ante actos o episodios contrarios a su concepción de libertad. Al mismo tiempo refleja un franco involucramiento del entonces diplomático en las tareas culturales que se ejecutan en las embajadas de México en el exterior, siempre plenas de satisfacciones lo mismo que de sinsabores.

A siete décadas de distancia, hoy es evidente que los métodos de promoción de la cultura mexicana en el exterior han cambiado. Sin embargo, el equilibrio entre conocimiento, compromiso y concatenación de aliados para lograr objetivos sigue vigente, aunque en las agregadurías culturales de México no siempre esté presente.