Rosario Castellanos y un sepulcro blanqueado

Graciela Itzayana Dorantes Martínez

En la columna titulada “Génesis de una Embajadora”, publicada en el periódico Excélsior en febrero de 1971, Rosario Castellanos compartía con sus lectores cómo la escritura fue su manera de justificar su existencia, de definir su lugar en el mundo, de ser tomada en cuenta; y que, a partir de entonces, no hizo más que renacer en diferentes momentos y facetas, hasta llegar a su nombramiento como Embajadora de México en Israel en 1971[1].

Reconocida como una de las poetisas mexicanas más importantes del siglo XX y una de las escritoras más destacadas en la literatura mexicana. Las aportaciones de Castellanos al feminismo nacional y su lucha por mejorar la calidad de vida de las comunidades indígenas son inherentes a sus obras literarias y al desempeño de los cargos públicos que ocupó. Su labor como académica y docente también es reconocida, aunque en menor medida que su faceta literaria.

Por mencionar sólo un ejemplo, la Dra. Luz Elena Zamudio, quien escribió sobre la vida y obra de esta autora en su libro Rosario Castellanos: de Comitán a Jerusalén, y muy recientemente en la videoconferencia titulada “Perfiles de Rosario Castellanos”[2], identifica doce perfiles distintos de la figura que nos ocupa en este artículo: ensayista, funcionaria, crítica, narradora, dramaturga, poetisa, profesora, filósofa, traductora, escritora de cartas, lectora y todo un mundo privado.

Sin embargo, no se ha hablado o escrito en la misma medida de su labor como embajadora de México en Israel de 1971 a 1974, a pesar de que este periodo coincide con algunos de sus mejores años como profesora, escritora y columnista.

Mundo de cambios

Aquí vamos todos, sólo como de viaje, como en sueños. Entre la llegada y la despedida y entre la despedida y el encuentro no hay lugar para la nostalgia.

Tel Aviv, 28 de agosto 1973[3]

Una de las épocas más complejas, con cambios más bruscos, con conflictos regionales que derivaron en crisis internacionales -económicas, políticas y sociales-, fue la transición de la década de 1960 a la siguiente. Bajo el contexto de la Guerra Fría, se dieron importantes transformaciones en el pensamiento, en las políticas económicas, en el desarrollo tecnológico fomentado por la carrera armamentística y también en los comportamientos demográficos, los cuales fueron definitorios en las siguientes décadas tanto para la dinámica internacional como para las naciones.

Fue en este contexto de cambio y adversidad que Rosario Castellanos tomó posesión de su cargo de embajadora mexicana en Israel, época por demás convulsa en aquel país al estallar la guerra del Yom Kippur en 1973, la cual tuvo consecuencias económicas globales, pues al aumentar los precios internacionales del crudo, todas las economías se vieron afectadas de distintas maneras.

A nivel nacional, el manejo de una constante crisis económica que indicaba el fin del llamado “desarrollo estabilizador”, la falta de legitimidad del régimen tras las represiones de 1968, los señalamientos de Estado antidemocrático derivado de un absolutismo político por parte de una élite, el incremento del 10% de la tasa de interés para todas las importaciones estadounidenses, entre otras, llevaron a un replanteamiento de las políticas ejecutadas hasta el momento, entre ellas, la exterior.

En este contexto, el servicio diplomático también sirvió para colocar a personalidades destacadas que eran críticas al régimen, entre ellos no sólo personas del campo de la economía y del sector privado, sino también de la academia y de la literatura. Si bien el aspecto comercial tuvo un peso determinante en la diplomacia, llevando a la elección principalmente de economistas para los cargos de cónsules y embajadores, el Ejecutivo también fue cuidadoso en dejar espacio para figuras importantes del contexto cultural mexicano.

De esta manera, durante la administración echeverrista, tres personajes de importante influencia pasaron a formar parte del servicio diplomático: Víctor Flores Olea como embajador ante la Unión Soviética, Carlos Fuentes como embajador en Francia y Rosario Castellanos como embajadora en Israel.

Génesis de una embajadora

Y de pronto ¡zas! Que me nombran embajadora. Otro oficio, otros horizontes, una vida nueva. Yo acepté porque me encanta estar naciendo. Y porque tengo confianza no tanto en mis propias habilidades como en la generosidad de los demás.

20 de febrero, 1971[4]

Rosario Castellanos nació el 25 de mayo de 1925, en la Ciudad de México, pero a los pocos meses su familia regresó al pueblo de donde eran originarios: Comitán, Chiapas. La familia Castellanos pertenecía a la clase alta de terratenientes chiapanecos y Rosario fue puesta al cuidado de una nana tzeltal, quien enseñaba a la niña algunas palabras en su lengua, sus leyendas, rituales, cosmovisión y problemas. Este hecho, junto con la muerte de su hermano menor, marcarían profundamente a Rosario Castellanos al ser víctima y testigo de la desigualdad y sumisión que vivían las mujeres y la población indígena como grupos oprimidos dentro de la sociedad mexicana.

Con el sexenio de Lázaro Cárdenas y la enajenación de tierras a latifundistas para su redistribución a indígenas y campesinos, la familia Castellanos se traslada a la capital del país, donde Rosario estudia la preparatoria y la licenciatura de Filosofía en la UNAM, de 1946 a 1950.

A la muerte de sus padres, Rosario hereda las pocas tierras que quedaban a los Castellanos en Chiapas a los indígenas de Comitán y se dedica por completo a escribir poesía, lo que en 1950 le permite obtener una beca del Instituto de Cultura Hispánica para estudiar un curso de Estética, Estilística e Historia de las Religiones en la Universidad Complutense de Madrid, emprendiendo un viaje por diversas ciudades europeas que amplió su panorama literario.

Rosario regresó a México en 1952 y tres años después, comenzaría a colaborar con el Instituto Nacional Indigenista en el estado de Chiapas. La misión de la que ella formó parte se instaló en San Cristóbal de las Casas con el cometido de implementar programas de agricultura, educación y salud. De 1955 a 1957, Castellanos permaneció en dicha misión, y toda la experiencia adquirida constituyó la materia prima de muchas de sus obras de distintos géneros: Lívida Luz en la poesía, Oficio de Tinieblas, novela que relata la rebelión de los tzotziles ocurrida en los años del gobierno de Benito Juárez; así como los cuentos compilados en Ciudad Real, que era el antiguo nombre de San Cristóbal de las Casas.

En 1961, el Rector de la UNAM, Dr. Ignacio Chávez, nombró a Rosario Directora General de Información y Prensa (ahora Dirección General de Comunicación Social). En dicho cargo, Castellanos adquirió la atribución de coordinar toda la información que la UNAM compartía a los medios de comunicación y de difundir la imagen y el quehacer de la Universidad en el contexto nacional e internacional.

Posteriormente, Rosario obtuvo becas de programas educativos de las Universidades de Wisconsin, Colorado e Indiana, partiendo a los Estados Unidos a impartir en todas ellas materias de literatura mexicana, iberoamericana, francesa, inglesa, española y hasta estadounidense. Además, representó a México en foros y coloquios internacionales de escritoras y escritores en distintos países del mundo como Chile, Alemania y Finlandia.

Para finales de la década de 1960, Rosario Castellanos ya era una figura influyente y consolidada en el panorama intelectual mexicano y latinoamericano. Tenía importantes relaciones con otros literatos y pensadores de importancia, mientras crecían también sus relaciones políticas. Para 1972, había obtenido cinco premios literarios, entre los que destaca el Premio Xavier Villaurrutia en 1961 por Ciudad Real.

Gracias a esta influencia creciente, en 1970, Emilio Rabasa, quien era Secretario de Relaciones Exteriores, le sugirió al Presidente nombrar a Rosario Castellanos embajadora en Israel, aprovechando la coyuntura del nombramiento de nuevos cargos diplomáticos que se haría en 1971. Cabe mencionar que el único nombre femenino que figuró en los 17 nuevos nombramientos diplomáticos de ese año fue el de Rosario.

Es importante mencionar que muchos de sus éxitos literarios se concretaron cuando ella ya ocupaba el cargo de Embajadora; por ejemplo, la compilación de ensayos Mujer que sabe latín, publicada en 1972, fue su libro con mayor tiraje, la compilación de su obra poética completa, Poesía no eres tú también se publicó en ese año, y durante esa época incursionó en un nuevo género al escribir su pieza teatral El eterno femenino. Después de su muerte, se publicó la compilación de todos sus artículos publicados en Excelsior de 1961 a 1974, bajo el título El uso de la palabra.

La diplomacia al desnudo

Aureola de misterio, bailes de disfraces, tentativa de literatura que desdeñosamente se deja en un cuaderno porque hay cosas mucho más importantes que resolver.

Tel Aviv, 6 de agosto 1974[5].

Rosario Castellanos se hizo cargo de la Embajada mexicana en Israel el 30 de marzo de 1971. Ella refirió que su objetivo principal como Embajadora sería el estrechamiento de la relación con Israel, la cual se caracterizó por tener breves momentos de acercamiento con avances importantes, pero largos periodos de enfriamiento. Así consta en el siguiente fragmento de su discurso al presentar sus cartas credenciales:

“El Primer Magistrado de los Estados Unidos Mexicanos, señor licenciado don Luis Echeverría, […] me encomendó de una manera muy especial, una tarea que me apresto a cumplir con el mayor de mis entusiasmos y con la suma entera de mis capacidades y de mi sentido del deber. […] La tarea a la que me refiero es la de estrechar los nexos que unen a Israel y a México, dos pueblos que han luchado, a lo largo de su historia, por sobrevivir con dignidad; que han creído en la justicia más que en la fuerza; que han mantenido y siguen manteniendo incólumes los ideales de autodeterminación política, de independencias económica y de autonomía cultural.”[6]

Para ese entonces, la relación bilateral estaba dominada por el aspecto comercial y de inversiones, sin que las mercancías ni las inversiones mexicanas tuvieran relevancia en el mercado israelí. La primera área de oportunidad con la que ella contaba para cumplir con sus objetivos consistía en difundir una imagen positiva de México en Israel (y viceversa), y para ello, podía basar su actuar en el ámbito que más conocía y en el que destacaba: la cultura.

A su disposición tenía sus columnas publicadas semanalmente en Excélsior, una amplia actividad cultural y académica en Israel, la oportunidad de acercarse a la comunidad mexicana en el país e incluso a la latinoamericana, así como tres convenios bilaterales firmados con anterioridad (comercio, intercambio cultural y cooperación técnica).

A propósito de las columnas en Excélsior, Rosario supo utilizarlas para transmitir a sus lectores aspectos cotidianos de su labor como embajadora, sin comprometer información sensible o confidencial, promoviendo un conocimiento de lo que implicaba el ejercicio de la diplomacia, con su característico tono irónico, su pasión por la literatura, así como su condición de mujer y madre:

“[…] ¿qué imágenes suscitaba en usted la palabra diplomacia? Como usted no puede darme, sino la callada por respuesta, que de eso me cuido muy bien, paso a decirle las imágenes que suscitaba en mí: Mountolive descendiendo la escalera principal de su palacio en El Cairo, con uniforme y condecoraciones, para ir al encuentro de la aventura. Que asumía diferentes apariencias: la de Justine que ocultaba, detrás de su frivolidad, una complicada intriga de espionaje; la de Baltasar que había fundado un círculo de estudiosos de la cábala para no despertar sospechas en cuanto a otras actividades menos inofensivas, la del funcionario inglés que, puesto en la coyuntura de delatar a sus amigos y de ser fiel a su patria elige un inesperado desenlace que es el suicidio. [7] […] Las embajadas no son sino sepulcros blanqueados. Detrás de la elegancia está la decadencia y detrás de la impecable forma, la vulgaridad.”[8]

Con Castellanos al frente de la Embajada, se impulsó el acercamiento cultural y el conocimiento mutuo a través del apoyo a las artes, la educación y la cooperación técnica. De este modo, la diplomacia cultural fungiría como un primer paso para fortalecer la relación bilateral y ampliar los lazos de cooperación entre ambos países en distintas temáticas, incluyendo la comercial y la económica.

Como ejemplos podemos mencionar que, durante su gestión, México tuvo representación en el Festival de Primavera de Tel Aviv de 1972 y el Festival Cinematográfico de Tel Aviv en 1973, además de que se coordinaron exposiciones multidisciplinarias de arte mexicano, que fueron exhibidas en Tel Aviv y otras ciudades israelíes.

Por otro lado, con respecto a la cooperación técnica, hay que mencionar que Israel se veía como una alternativa que podría reducir los proyectos de cooperación condicionados de los Estados Unidos de América u otros países. En estos años era frecuente la presencia de investigadoras e investigadores mexicanos en las universidades israelíes y, entre 1972 y 1973, se llevó a cabo el Programa Especial de Intercambio de Jóvenes Técnicos, con el cual 30 técnicos mexicanos visitaron Israel y 30 israelíes acudieron a México.

Castellanos también enfrentaba retos muy grandes, entre los que destacan la falta de aplicación que habían tenido los ya mencionados convenios de colaboración, y las carencias de materiales y de recursos humanos que había en la Embajada, lo cual inevitablemente traía complicaciones para la realización del trabajo diario. A estas dificultades, después se sumaría el incremento de la tensión en Israel hasta el estallido de la Guerra del Yom Kippur el 6 de octubre de 1973, lo cual implicó modificaciones en las prioridades de la política exterior israelí y complicó todas sus relaciones bilaterales, supeditándolas, muchas veces, a las posturas que los países tomaran en los foros multilaterales con respecto al conflicto árabe-israelí.

La Guerra del Yom Kippur pasaría así a ocupar un lugar central en la labor de Rosario Castellanos en la Embajada, ya que no solo tendría que estar alerta de cualquier ayuda consular que las y los connacionales mexicanos en Israel pudieran necesitar, sino que debía mantener informado al gobierno mexicano sobre el desarrollo de los acontecimientos y sus posibles desenlaces y consecuencias internacionales, tanto para la región como para México.

Si bien la información que contenían los informes políticos que ella enviaba a México era clasificada, como mujer de letras, Castellanos imprimió en ellos su propia visión, análisis y la calidad de su escritura. En palabras del Embajador Pedro González Rubio, quien trabajó con Castellanos en la Embajada en esos años, los informes políticos que entregaba a la Cancillería mexicana tenían mucho de narrativos, era la manera en que ella podía entender y explicar lo que estaba sucediendo.

En 1974, Rosario concedió una última entrevista sobre su labor en la Embajada, misma que da mucha luz sobre lo que significó para ella esa responsabilidad. Ahí describe en sus propias palabras algunas de las actividades que realizaba:

“A partir de entonces aquí sí que es el reino de lo impredecible desde el momento en que se entra hasta el momento en que se sale. Algunas cosas sí están en la agenda, como la visita de un embajador. Se puede anticipar si vendrá, que va a durar de 20 a 30 minutos y que se va a hablar de tales o cuales temas a un nivel muy superficial; pero eso es todo. Todo lo demás puede ocurrir o no; visitas, problemas, discusiones, descomposturas de toda índole, telefonemas a todos los lugares del planeta para que nos arreglen lo que no funciona.

“Cuando no es día de clase en Jerusalén, puede ser día de fiesta nacional en cualquiera de los países aquí representados y es obligatorio asistir. Se encuentra uno ahí con todos los otros embajadores; se habla con ellos, o con gentes del ministerio con las cuales hay que arreglar algún asunto.”[9]

A la pregunta de qué era lo que más disfrutaba de su puesto diplomático, Rosario respondió lo siguiente:

“[…] mi contacto con los becarios mexicanos. En general, hablar con ellos, oír sus apreciaciones tanto de los cursos que les dan como de la forma en que los reciben, saber de su procedencia, cuál es su nivel intelectual en México; discutir sobre cómo se encuentran aquí y qué es lo que más les llama la atención. Esto me gusta mucho en el plano de contacto personal. Ahora, en el plano más privado una de las cosas que me apasionan es escribir los informes políticos. Cuando yo llegué no tenía la menor idea de cómo se hacía uno, pero por fortuna tuve un colaborador […] quien tenía una especial aptitud para esto. Entonces nos reuníamos cada mañana, veíamos lo que nos parecía más importante de lo que estaba ocurriendo, lo apuntábamos y al final del mes hacíamos una revisión de lo que había tenido consecuencias y lo que realmente era irrelevante. Redactábamos un informe para enviar a México en relación con lo acontecido. Para mí fue como descubrir un nuevo género literario. Por desgracia es un género que no va a llegar nunca a la publicidad, pero donde yo no puedo dejar de hacer literatura.”[10]

Como se mencionó, Rosario aceptó la cátedra de literatura mexicana e hispanoamericana que le ofreció la Universidad Hebrea de Jerusalén (UHJ). Esto fue fundamental para su labor diplomática porque dicha Universidad siempre fue un centro importante de atracción para intelectuales, académicos y políticos extranjeros e israelíes, por ello, al formar parte de la planta docente, Castellanos multiplicaba las oportunidades de entrar en contacto con dichas figuras y líderes. Por otro lado, la UHJ era una fuente de información actualizada y confiable sobre lo que acontecía en Israel, era un lugar donde se podía acceder a distintos enfoques y análisis del acontecer político, económico y social de Israel, incluyendo su política exterior hacia América Latina. Finalmente, era un espacio con alto potencial para promover y difundir la cultura mexicana, no sólo con respecto a la literatura.

Rosario aprovechó sus clases para dar a conocer otros aspectos de México a sus alumnos y otros docentes, como la economía mexicana, su historia, su riqueza como país natural y culturalmente diverso. Las y los jóvenes que asistían a sus clases se convertían en potenciales promotores de la cultura mexicana en su entorno.

Tras su muerte, la UHJ y la Embajada mexicana en Israel colaboraron para crear mecanismos que garantizaran la continuidad de la labor cultural y académica iniciada por Castellanos. Uno de ellos fue la creación del Fondo Literario Rosario Castellanos, en febrero de 1975. Su objetivo era promover la labor literaria mexicana en Israel y llevar a lectores mexicanos parte del acervo cultural de Israel para mejorar el intercambio cultural entre ambos países.

Años después, en 1997, el gobierno mexicano y la Asociación Mexicana de Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalén (AMUHJ) fundaron la Cátedra Rosario Castellanos, la cual consiste en el financiamiento para que un destacado intelectual mexicano imparta cada año cátedra sobre temas de actualidad y cultura mexicana en la UHJ.

A modo de conclusión: Un árbol crece en Tel Aviv

Caro lector (lectora): usted me conoce bien. Porque no me conoce al través de mis actos, que son siempre ambiguos; ni de mis palabras, que son muy frecuentemente confusas, sino de mis escritos que son el medio gracias al cual alcanzo el grado – máximo para mí – de coherencia y orden.

Tel Aviv, 4 de marzo, 1972[11]

Rosario solía decir que su nacimiento había sido un error geográfico. 49 años después, su muerte también lo fue. Castellanos falleció el 7 de agosto de 1974 en su casa de Tel Aviv. A sus homenajes en Israel asistieron los líderes políticos más importantes, como la Primera Ministra, Golda Meir, quien comentó que “la señora Castellanos fue una mujer muy culta e inteligente que llegó a mejorar y estrechar las relaciones de los dos países”[12].

En México, Emilio Rabasa expresó “que cuando Castellanos tuvo la oportunidad, por la naturaleza de su rango diplomático, de asomarse al escenario internacional, de estar presente en latitudes y hechos que ya son parte de la historia universal, otra vez eleva su protesta por la existencia de un mundo de dominadores y dominados, cualesquiera que fueren los unos y los otros”[13]. En palabras del Embajador israelí en México, Shlomo Argov:

“La pena del Pueblo de Israel es exactamente la misma que la del Pueblo mexicano, pues en estos tres años y medio que la Embajadora Castellanos representó a México ante el Gobierno y el Pueblo israelí, se convirtió ella en una personalidad querida y amada por todos aquellos que tuvieron el privilegio de conocerla, y son muchos los corazones a los cuales llegó Rosario Castellanos […] La Embajadora Castellanos, […] fue […] una sobresaliente Embajadora, pues logró -de una forma excepcional- materializar la función primordial del Embajador, que es transmitir al país donde funge, todo el espíritu y el alma de su pueblo […] Son muchos los lazos que unen a nuestros dos pueblos a pesar de las distancias que nos separan, y desde ahora nos une también la memoria de una mujer encantadora, Rosario Castellanos.”[14]

La lamentable la falta de información de la gestión de Castellanos como embajadora provoca que se desconozca casi por completo esta faceta suya y, en gran medida, este desconocimiento se debe a la falta de los informes políticos de Rosario en el Archivo Histórico Diplomático Genaro Estrada; sin embargo, a través de los expedientes personales disponibles y de una amplia investigación en fuentes secundarias, es posible conocer que Rosario Castellanos realizó una labor diplomática extraordinaria, al acercar a dos comunidades muy distintas mediante la literatura, las artes y la cooperación cultural, elementos que son fundamentales para relaciones diplomáticas y políticas exteriores más humanas, equitativas e incluyentes.


REFERENCIAS-.

  • Castellanos, Rosario, El Uso de la Palabra, Ediciones de Excélsior – Crónicas, México, 1ª edición, diciembre 1974, 313 pp.
  • Cepeda, Ana Lilia (ed.), Poesía fuiste tú. A 90 años de Rosario Castellanos, Sextil Editores, México, 2015, 255 pp.
  • Dorantes Martínez, Graciela Itzayana, La labor diplomática de Rosario Castellanos en Israel, 1971 – 1974, tesis que para obtener el título de Licenciada en Relaciones Internacionales, presenta Graciela Itzayana Dorantes Martínez ; asesora Rosa Isabel Gaytán Guzmán, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2019, 187. Disponible aquí.
  • Expediente personal de la Embajadora Rosario Castellanos, Archivo Histórico Diplomático Genaro Estrada, Secretaría de Relaciones Exteriores, Exp. XI-42-I, XI-42-II y XI-42-I(1).
  • Zamudio, Luz Elena, “Perfiles de Rosario Castellanos”, Seminario Introducción a la Literatura Moderna y Contemporánea de México, Unidad III. Renovación y diversidad de la literatura, Fundación para las Letras Mexicanas – Casa Estudio Cien Años de Soledad, 23 de octubre 2021. Disponible aquí.

NOTAS-.

[1] Véase Rosario Castellanos, “Génesis de una Embajadora”, El Uso de la Palabra, Ediciones de Excélsior – Crónicas, México, diciembre 1974, pp. 219-222.

[2] Véase Luz Elena Zamudio, “Perfiles de Rosario Castellanos”, Seminario Introducción a la Literatura Moderna y Contemporánea de México, Unidad III. Renovación y diversidad de la literatura, Fundación para las Letras Mexicanas – Casa Estudio Cien Años de Soledad, 23 de octubre 2021. Disponible aquí.

[3] Rosario Castellanos, “Mundo de cambios”, El Uso de la Palabra, Op. Cit., p. 268

[4] Rosario Castellanos, “Génesis de una Embajadora”, El Uso de la Palabra, Op. Cit., p. 222.

[5] Rosario Castellanos, “La diplomacia al desnudo”, El Uso de la Palabra, Op. Cit., p. 278.

[6] Rosario Castellanos, “Discurso durante la presentación de Cartas Credenciales ante el presidente de Israel”, Expediente personal de la Embajadora Rosario Castellanos, AHDGESRE, Exp. XI-42-1, fajo 3, f. 68-69

[7] Castellanos hace referencia a tres de las novelas que componen la tetralogía El cuarteto de Alejandría, del británico Lawrencce Durrell. En su conjunto, las obras narran la cotidianeidad de cuatro personajes que se relacionan en Egipto en los años previos y posteriores a la Segunda Guerra Mundial. La primera entrega corresponde a Justine (1957), seguida de Balthazar (1958), Mountolive (1959) y cierra con Clea (1960).

[8] Rosario Castellanos, “La diplomacia al desnudo”, El Uso de la Palabra, Op. Cit., pp. 277-278.

[9] Última entrevista a Castellanos, Expediente personal de la Embajadora Rosario Castellanos, AHDGESRE, Exp. XI-42-1, fajo 2, f. 21.

[10] Ídem.

[11] Rosario Castellanos, “Un árbol crece en Tel Aviv”, El Uso de la Palabra, Op. Cit., p. 236.

[12] Palabras de Golda Meir en Guadalupe Loaeza, “Galardonados Medalla Rosario Castellanos”, Cepeda, Ana Lilia (ed.), Poesía fuiste tú. A 90 años de Rosario Castellanos, Sextil Editores, México, 2015, p. 16

[13] Expediente personal de la Embajadora Rosario Castellanos Figueroa, AHDGESRE, Exp. XI-42-1, fajo 2, f. 26

[14] “Palabras del ex-embajador de Israel en México, Excmo. Sr. Shlomo Argov, pronunciadas en la ceremonia de homenaje a la memoria de la escritora Rosario Castellanos, Embajadora de México en Israel, que tuvo lugar hoy en esta dependencia., Tlatelolco, D.F. a 9 de agosto de 1974”, Expediente personal de la Embajadora Rosario Castellanos Figueroa, AHDGESRE, Exp. XI-42-1, fajo 1, f. 183-184