Felipe Sánchez Reyes
La palabra Museo -Μουσαῖος- designa la construcción dedicada al culto de las Musas -Μοῦσα- queotorgan inspiración y sabiduría, y se localiza en los palacios reales del barrio Bruquión. Está ligado a la corte, protegido por los muros de la fortaleza y se halla junto al mar.
El Museo es fundado por Ptolomeo I, Sóter, a inicios del siglo III a. C. en Alejandría. Él, por un lado, lo considera una dependencia importante y principal imán para atraer a sabios, científicos y literatos, y convertir a su ciudad en la capital intelectual del mundo griego, donde florezca la actividad poética, musical y erudita. Y, por el otro, lo transforma en una institución destinada a la investigación; en su auge, el Museo, como una gran universidad, hospeda a 14,000 estudiantes.
Ptolomeo I quería que su ciudad no sólo fuera la capital de un imperio, sino también el centro de iluminación, conocimiento y aprendizaje que acercara a los sabios eruditos de todo el mundo griego. ¿Cómo los atraía? Proporcionándoles hospitalidad con su respectiva habitación, ambiente propicio para que se dedicaran a investigar y crear, una pensión real que abonara a cada huésped. Esto hacía que allí la vida intelectual fuera única.
¿Cuál era su finalidad? El rescate y cuidado de la literatura griega y de otras culturas del mundo, para que no se perdiera la herencia, la memoria ni el conocimiento de la humanidad, y quedara plasmada en los jardines de letras que sirven como siembra que despiertan y florecen, en la memoria de la vejez y en la de sus lectores. De eso se ocupan los sabios que consultan el laberinto de palabras ocultas en las líneas de los papiros o pergaminos, almacenados en cestos de mimbre o estantes de las paredes.
Estos sabios investigadores dominan las matemáticas y astronomía, medicina, geografía y filología, porque la ciencia y la filología fueron características de los antiguos centros mesopotámicos y egipcios. Sin embargo, después Ptolomeo II apoya más a los filólogos de la Biblioteca que fijan los textos de las grandes obras, analizan sus cualidades y establecen el canon. Debido a que sus dos profesores fueron filólogos y gramáticos: Filitas de Cos que destaca por sus conocimientos filológicos; y Zenódoto de Éfeso, por las ediciones de Homero y Hesíodo, e iniciador de la filología alejandrina (Escolar, 2001, p. 90). Así, ambos reyes ptolemaicos financian la comunidad de sabios que comparten el Museo y la Biblioteca.
Ptolomeo I, monarca egipcio que acuña la moneda y hace florecer la economía, hereda la biblioteca del gran filósofo griego Aristóteles y la enriquece sin escatimar esfuerzos ni dinero. Más tarde contrata a un erudito ateniense, para que organice su gran biblioteca, que se convertirá en la mejor y más famosa del mundo antiguo. Su biblioteca no sería igualada ni superada hasta diecisiete siglos después con la invención de la imprenta que generalizó el uso del libro.
Él coloca bajo la dirección del Museo a un sacerdote que preside la institución, similar a la casa de sabiduría mesopotámica o egipcia, vive en el edificio, trabaja allí y se encarga del culto a las Musas. Funda el primero y único instituto de investigación científica que acoge a los mayores pensadores que investigan de forma silenciosa, como nos aconsejan a quienes consultamos libros en las bibliotecas actuales.
Convierte al Museo en academia científica y residencia de sabios. Ser sabio, erudito, poeta y aceptado en la corte del Museo, durante la época de esplendor del siglo III, significa algo distinto a cualquier otra ciudad griega, ya que para ese momento Atenas pierde su vigor intelectual. Los eruditos admitidos gozan de facilidad para sus tareas de investigación y estudio, pero están conscientes de que se hallan al servicio de su majestad, por tanto, se consideran cortesanos.
El Museo es básicamente un centro de investigación, mas no de enseñanza, aunque más tarde proporciona la enseñanza a través de conferencias y simposios. Luego, cuando ésta se amplía, ofrece la mejor enseñanza académica de su tiempo. Por ello, en época romana el Museo funciona como una institución dedicada a la enseñanza.
El Museo posee un jardín botánico y un zoológico con animales de Asia y África, un observatorio, diez laboratorios de investigación y uno de medicina, para realizar autopsias y disecciones de cuerpos humanos, prácticas prohibidas en Grecia. La medicina ocupa un papel importante en la vida helenística, pues, además de los médicos particulares, las ciudades mantienen un cuerpo de médicos públicos, bajo la dirección de médicos jefes.
Existen muchas escuelas de medicina, no sólo en las antiguas ciudades de Cnido y de Cos, sino también de Alejandría que atrae desde muy lejos a sus estudiantes. Porque a los ojos de sus pacientes, garantiza más el prestigio del médico que realiza sus estudios en la urbe que en otra escuela. En la primera mitad del siglo III a. C., Herófilo de Calcedonia (335-280 a. C.) funda la Escuela de medicina científica en Alejandría, inventa técnicas de estudio del cuerpo humano, basadas en la anatomía. Es el primero en realizar disecciones anatómicas de cadáveres humanos en público y sienta las bases de una anatomía más exacta. Descubre la circulación sanguínea, las funciones del hígado y páncreas, y demuestra que el centro de la inteligencia se halla en el cerebro, no en el corazón como afirmaba Aristóteles.
En el Museo, para la gloria de la dinastía, los sabios eruditos tienen un amplio comedor, donde al caer la tarde cenan juntos, conviven, debaten entre ellos, intercambian ideas y discuten problemas científicos. A veces, el mismo rey los honra con su presencia, escucha sus charlas, hallazgos, vanidades y duelos de ingenio. Él les hace preguntas, con el fin de aprender de ellos, como sucede con los restantes Ptolomeos. Si por dentro, el Museo tiene un comedor, por fuera, posee un pórtico público donde ellos pasean y dialogan entre sí, más una exedra semicircular, rodeada de asientos junto a la pared, para que lean o conversen.
Ptolomeo I, influido por Demetrio de Falero (350-280 a. C.), exgobernador de Atenas y su consejero en asuntos culturales y políticos, funda el Museo y la Biblioteca. Porque el rey busca no sólo aprender de los hombres ilustres, sino también hallar entre ellos a los mejores profesores de sus hijos: los eruditos bibliotecarios. Sus bibliotecarios influyen, por un lado, en la educación y formación intelectual de los reyes y de sus hijos, y, por el otro, en la preservación del patrimonio cultural griego.
Ptolomeo I funda una dinastía que dura tres siglos, ocupa el primer puesto en el mundo intelectual griego y quiere reunir en su Palacio un ejemplar de todos los libros del mundo. Por ello, manda a sus exploradores armados y con talegas de dinero, a buscarlos a la India, Persia, Babilonia, Armenia y otras ciudades apartadas, con antecedentes en el mundo de los libros.
Además, favorece el florecimiento del mundo literario y la música, del arte y la sociedad culta. Así los primeros Ptolomeos, por un lado, son griegos en el idioma y la cultura, aunque también fomentan la cultura egipcia. Y por el otro, prodigan a su ciudad el esplendor de sus edificios y el cultivo del intelecto.
En ese siglo, con excepción de la comedia de Herodas, el renacimiento de la poesía se centra en Alejandría, domina la poesía escrita destinada a la lectura y son tres los grandes poetas eruditos que dominan: Calímaco, Apolonio y Teócrito. Aunque también existen otros que no destacan como Asclepíades de Samos (320 a. C) con sus poemas líricos y epigramas; Hermesiánax de Colofón (340 a. C) -alumno de Filetas- con su poema en tres libros, dedicado a su amante cortesana Leontion; y Filetas de Cos (340- 285 a. C) con las elegías a su mujer, sus breves poemas épicos y epigramas que aspira a la brevedad, y autor del primer diccionario griego, asegura Tarn y Griffith.
Los tres primeros poetas viven en el Museo de la ciudad que alienta la vida intelectual del helenismo, a diferencia de Pérgamo y Atenas que han perdido su esplendor. Estos tres poetas escriben textos de gran calidad y elogian en sus poemas a los dos primeros Ptolomeos, sus grandes protectores. Ahí se origina la poesía y literatura cortesana. ⌈⊂⌋
Referencias-.
-Apolonio de Rodas (2000). Argonáuticas (trad. Mariano Valverde) Madrid: Gredos.
-Calímaco (1984). Himnos y epigramas (trad. Pedro C. Tapia). México: UNAM.
–Escolar, Hipólito (2001). La biblioteca de Alejandría. Madrid: Gredos.
-Tarn y Griffith (1969). La civilización helenística. México: FCE.
Puebla, 1956. Ensayista, narrador y traductor. Licenciado en Letras Clásicas y Maestro en Literatura Iberoamericana (UNAM). Es coordinador de la Colección Bilingüe de Autores Grecolatinos, dirigida al Bachillerato de la UNAM y es profesor-investigador de la UNAM (CCH Azcapotzalco), donde imparte las materias de Griego y Taller de Lectura y Redacción. Su obra incluye: Poesía erótica: Safo, Teócrito y Catulo (UNAM-CCH, 2020), Teócrito: poemas de amor, desamor y otros mitos (UAM-A, 2019), Pétalos en el aula. La docencia, lecto-escritura y argumentación (UNAM-CCH, 2018), Totalmente desnuda. Vida de Nahui Olin (Conaculta-IVEC, 2013). Ha colaborado en las revistas, Tema y Variaciones de Literatura, Texto Crítico, Liminar, La digna Metáfora, CambiaVías, Eutopía y Poiética.