Escritos de la lluvia y el viento

Wildernain Villegas Carrillo (Mérida, 1981), escribe Los escritos de la lluvia y el viento, cuarto volumen de la serie bilingüe en lenguas originarias, bello libro publicado por la editorial UDLAP (2023). Este es un trabajo no sólo necesario, sino urgente en dos principales sentidos: el primero y quizá más evidente que es el de preservar y darle vida escrita a la poesía en las distintas lenguas originarias que actualmente se hablan en nuestro país, es decir, la lengua materna de 7.4 millones de personas en México. Escribir literatura en lenguas originarias significa darle el merecido y digno lugar como literatura mexicana, abrir los caminos a más hablantes y a más lectores, a la preservación de su pensamiento y formas de ser, pues cada palabra guarda una hebra de conocimiento y sentido del mundo que es importante resguardar. El segundo aspecto, es el de darle espacio a una poesía que observa con meticulosidad al universo natural, que es también una puerta espiritual que nos brinda un paisaje en el que cada gota, cada soplo del viento y cada hoja son importantes y hay que agradecer por su existencia.

Hoy habitamos una tierra más caliente y seca. No hay paisaje más triste que aquel que tiene sed. Escuchamos en todos lados voces de queja de esta imparable ola del calentamiento global y parece que caminamos solos ante la penuria. Sin embargo, pareciera que no sabemos, pero más bien olvidamos, que somos parte de un ciclo, de un camino circular que hemos construido, en un tiempo en el que nos faltan los dioses, y también los poetas, porque, muchas veces, son ellos los que nos conectan con el orden y el entendimiento de la esencia. Tal es el caso de Los escritos de la lluvia y el viento, poemario escrito en maya y que nos revela generosamente al español los misterios que se esconden en esta lengua fecundada por la naturaleza y la sabiduría. En este hermoso trabajo de dos partes, Wildernain Villegas logra la sinestesia de una poesía húmeda y vibrante, que nos asoma al tiempo ancestral, donde la divinidad guarda el gran orden de las cosas.

Las palabras del poeta Wildernain invocan en la primera parte del poemario a Yuum Cháak, con 6 poemas en los que nos adentra a este dios guardián del rocío y la tormenta, el mismo que da a la tierra el húmedo aliento de la fertilidad. Estos elementos vitales forman un tiempo sagrado donde la deidad habla y sentencia sus preceptos, los cuales no siempre son comprendidos por la colectividad, como nos dice en el poema I:

Los que sepan dialogar conmigo

serán despreciados por el pueblo,

 mas cuando ya no visite los campos

acudirán a ellos suplicantes (17).

Y es que el paisaje sin agua es un territorio indeseado, herido, que hace correr la angustia, un estado que, sólo la deidad puede revertir, como lo muestra el poema IV:

La tierra mostrará sus llagas,

se romperá la piel del mar y dejará su sangre

sobre la sangre de la gente,

oscuridad cubrirá el aire

desgarrando pueblos,

mas el Báalam será la llave de luz (27).

En otro de los poemas vemos a Cháak en su ciclo de lluvia para proveernos de alimento, y en su constante transmutación para darnos los frutos de la tierra que se abre y entrega el preciado regalo:

Cháak:

 Dios lluvia. Dios relámpago. Dios polen.

Desciende, fortaleza fecundante.

Se postra el jmeen y ofrece la dulzura del maíz (19).

En otro poema, la voz poética nos revela al dios como danzante del tiempo cíclico que se muerde la cola:

Yuum Cháak, fui lo que estoy siendo

y lo que seré,

viajo en el instante,

El fin es el principio.

Hoy es el principio.

Huelen a dolor los vocablos

pero saben a sinfonía.

En la segunda parte, compuesto por 10 poemas, la voz poética escribe a Yuum lik, deidad del viento y de lo invisible, hálito de vida. Es también el hacedor de las palabras que crean al mundo, en la lengua que sabe descifrar los misterios de lo que vive y muere:

Deseo las palabras

que hacen suceder cosas

al pronunciarlas,

invocar a espíritus sanadores:

custodian la puerta de la vida y la muerte,

protegen árboles y animales,

hacen crecer plantas,

se acurrucan en polluelos

y así, no caigan del nido,

cuidan la milpa,

los hombres del campo

y forjan el nacimiento de la lluvia.

En estos versos el poeta nos conecta con una mirada de las cosas que evocan al mundo antiguo, aquel donde el orden se teje entre los elementos de la tierra, donde el hombre observa, y agradece. En el poema II, que es el más extenso y complejo de esta segunda parte, es el que más profundiza en esta relación, muestra de manera luminosa esta conexión de hombre y divinidad.

Ahora invoca abundancia,

bendice la mazorca y será semillaluz,

la sonrisa del campesino, su plenitud,

pues la riqueza verdadera

es pan que sacia el hambre de los sueños.

Invoca vientos de los cuatro rumbos,

acudirán a cumplir oraciones,

a llevar palabras y a traerte palabras:

anidarán como miel en la mollera

y así tu lengua sea ungüento,

unción, pócima, aguacero y relámpago.

Desde mi perspectiva, Los escritos de la lluvia y el viento es un largo poema construido en varias hermosas piezas, llenas de colores y sensaciones, que traen a la memoria los antiguos códices, pero llenos de vida nueva, de la juventud de nuestro tiempo. Nos hacen mirar al paisaje lleno de significado. En esos detalles sublimes vemos el rostro de lo divino. En una época en la que es más frecuente ver paisajes desolados, más causes sin ríos y más personas sin fe, esta poesía nos conecta con lo trascendental y aquella observación vital.

Es una fortuna tener esta cuarta entrega de la colección bilingüe bajo el sello editorial de la UDLAP, un trabajo doble de poesía y traducción que nos abre una ventana inigualable al conocimiento de estos pueblos que son las vértebras y las arterias de nuestro México, legados vivos de inteligencia y cultura, que nos hablan de temas atemporales, y por lo mismo, importantes. Se puede consultar libremente en el siguiente enlace: https://contexto.udlap.mx/e-books/