Redacción cambiavías
Aunque es lugar común decir que la presencia de literatos en el servicio exterior mexicano ha sido una característica desde su origen, es conveniente reiterarlo, sobretodo actualmente cuando la diplomacia nacional requiere aliento de voces provenientes de ámbitos divergentes al lenguaje de lo político.
Durante el siglo XX, la pléyade de diplomáticos escritores que brindaron refulgencia a la labor la cancillería mexicana es extensa y variada, tanto en temática, como estilos. Alfonso Reyes, Carlos Fuentes y Octavio Paz son referentes inmediatos en esta arena, sin embargo las vetas son amplias y trascienden por mucho el contenido de una obra fundamental sobre este tema: Escritores en la Diplomacia Mexicana (2 vol. SRE, 1998).
Si bien en las últimas décadas predomina la narrativa en la labor creativa de los diplomáticos mexicanos, la poesía también tiene connotados representantes. Tal es el caso de Jorge Valdés Díaz-Vélez (Torreón, Coahuila,1955), quien formó parte del servicio diplomático mexicano de 1993 a 2016, lapso en el cual sirvió en diversas representaciones de México en el exterior (Argentina, Cuba, Trinidad y Tobago, Marruecos) y dirigió el Centro Cultural de México en Costa Rica y el Instituto de México en España.
Como sucede con todos los creadores que alimón llevan vida diplomática –habitantes de atmósferas foráneas, más que originarias- la obra de Jorge Valdés ha obtenido importantes galardones internacionales: Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana (2007); Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado (2011), aunque en nuestro país también ha sido reconocido con el Premio Latinoamericano Plural (1985) y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1998).
La obra de Valdés Díaz Vélez es difícil de clasificar y él ha sostenido que su idea de la poesía es la expresión desnuda de claridad sin artificios, máscaras o falsos oropeles. Al respecto, Juan Domingo Arguelles ha declarado que en su obra se percibe una vocación emotiva y de rigor formal; una sensibilidad que admite un amplio conocimiento de la tradición poética de todos los tiempos. Subraya que Valdés Díaz-Vélez no apuesta a la moda críptica y abstracta, sino al significado y al sentido de la vida misma, con imaginación, y con absoluta exigencia de la simetría y el ritmo.
Lo cierto es que en las 16 obras individuales que ha publicado entre 1985 y 2014, se puede percibe un trabajo constante, en pulimiento constante y plagado de temática diversa que nos comparte de forma placentera. No obstante sus evidentes momentos de reflexión y sentimiento, sus obras incitan al lector a no detenerse y a disfrutar como casualidades de vida descritas de forma libre o con métrica.
Desde que se salió de la cancillería mexicana, la presencia de Valdés Díaz-Vélez en el ámbito literario mexicano ha sido sutil, apareciendo de pronto en encuentros de poesía o en festivales culturales. Su última obra publicada data de 2014, una antología personal publicada por la Secretaría de Cultura de Coahuila, por lo cual es probable que pronto nos sorprenda con obra nueva. Por otra parte, aunque su desempeño como diplomático puede ser consultado en diversos expedientes del Acervo Histórico Diplomático, no ocurre lo mismo con su trabajo creativo, lo cual es lamentable ya que en su poética también encontramos huellas notables de su labor como diplomático.
EL DESASTRE
El ángel de pasión dejó tu casa
con un desorden tal que no sabías
por dónde comenzar: copas vacías,
ceniza por doquier. Y su amenaza
rotunda de carmín: “En la terraza
te aguardo. Un beso. Adiós”. Tú conocías
la forma de cumplir sus profecías.
Temblaste al recordar: “Todo lo arrasa
un ángel si al partir te sobrevuela”.
Te diste apresurado a la tarea
de hacerla remontar por tu memoria,
sus manos en tu piel, su duermevela.
Pensaste: “Si es amor, pues que así sea”
y fuiste a abrir la puerta giratoria.
[publicado en La puerta giratoria.1998]