Todos los libros tienen una historia, y la historia de la publicación de Nabokovia Peruviana (2011) se remite a un viaje que realicé el año 2010 al continente europeo. Entre mi equipaje de mano llevaba el libro El descubrimiento de España de Fernando Iwasaki, el cual me sirvió como una guía literaria del país al que por primera vez visitaba. Por intermedio de un amigo común, el escritor Juan Manuel Chávez, en Sevilla pude conocer personalmente al famoso autor que venía leyendo en el avión. Nunca había pasado por mi mente la idea de que un día se publicaría una obra suya con el sello de Aquelarre Ediciones, empresa editora que por ese tiempo emprendí con una buena amiga. Mi procedencia de Arequipa y ser parte de una editorial arequipeña creo que animó a Fernando en ese momento a tener un libro arequipeño.
¿Qué motivaciones tenía Fernando Iwasaki para publicar este hermoso libro donde la Ciudad Blanca cumplía un lugar importante? Era la pregunta que me hacía antes de conocer propiamente el texto a editarse en los siguientes meses. Cuando pude leerlo luego a través de la pantalla comprendí sus grandes motivos. Desde la dedicatoria a sus dos grandes amigos arequipeños, Jorge Eduardo Benavides y Carlos Herrera, hasta el colofón en el que aparece nuestro gran Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, pasando por el epígrafe donde figura una postal de Julio Cortázar aludiendo directamente a Arequipa, y los variados ensayos sobre escritores arequipeños como Alberto Hidalgo y Alberto Guillén, entonces comprendí su decisión. Pero sobre todo había una razón mayor y poderosa: Arequipa era el paraíso de su infancia, tal como lo expresa en el prólogo de Nabokovia Peruviana, a manera de un delicado testimonio.
Este libro no solo es un homenaje a Arequipa y al recuerdo de esa infancia feliz, sino también un homenaje a escritores peruanos olvidados, transterrados y desleídos. Por ello, en Nabokovia Peruviana, Fernando Iwasaki se propone rescatar la obra de autores que estuvieron de forma temporal o se establecieron de manera definitiva en algunos países europeos como España y Francia durante la primera mitad del siglo XX. Así registra el paso de José Santos Chocano, Felipe Sassone, Félix del Valle, Manuel Bedoya, los hermanos Xavier y Pablo Abril de Vivero, Rosa Arciniega, Ventura García Calderón, Clemente Palma, César Vallejo, Angélica Palma, Manuel Bedoya, Héctor Velarde, Alberto Hidalgo y Alberto Guillén, y cómo estos fueron recibidos por el ambiente literario español de entonces liderado principalmente por los críticos y escritores como Rafael Cansinos Asséns, César González-Ruano y Ramón Gómez de la Serna. Si bien algunos merecieron el reconocimiento y la gloria por su obra, otros lograron solo la indiferencia y el olvido, y también algunas generaron pleitos y escándalos literarios, como fue el caso Alberto Hidalgo y Alberto Guillén.
La mirada irónica y el infaltable humor con que se ocupa no solo de los dos autores arequipeños, provoca a su vez el deseo de releer y revisar sus obras y conocer detalles de sus peculiares vidas, lo cual da pie incluso a una desmitificación de ciertas figuras de nuestra literatura peruana. Tal es el caso de Hidalgo de quien nos dice: “No es fácil encontrar un parecido en toda la literatura universal, pues su talento y su obra pasaron a un segundo plano por culpa de su personalidad atrabiliaria y retorcida. No habló bien de casi nadie y habló mal de casi todo el mundo” (p. 77). Y de Alberto Guillén, a propósito de la reedición de La linterna de Diógenes (2001) Iwasaki anota lo siguiente: “Ahora ha sido rescatado mas no rehabilitado”. En efecto, los doce ensayos que conforman el libro invitan al lector a volver a los escritores del pasado y dar nuevas lecturas de sus obras ya sea para rehabilitarlos, revalorarlos o simplemente para sacarlos del olvido.
En algún momento, Fernando Iwasaki señaló que “este es un libro de una erudición peregrina, un libro que sale de las búsquedas por librerías de viejo, librerías de lance”, y justamente en el último ensayo titulado “A la memoria de una piedra sepultada entre ortigas” el autor dice: “Siento una especial predilección por esos escritores menores cuya obra se ha desleído en la niebla o desmigajado en los estantes de las librerías de viejo” (p.123). Es que precisamente este es un libro de ensayos dedicado a autores olvidados, cuyos libros fueron adquiridos por el autor en bibliotecas inverosímiles no solo de España sino también de América Latina y que muchos de ellos ni siquiera figuran en la Biblioteca Nacional del Perú. Esa afición por la búsqueda de libros viejos lo acerca a la afición que tenía Vladimir Nabokov para coleccionar mariposas. Precisamente, el título del libro proviene de uno de los ensayos dedicados a este gran escritor ruso que soñaba con cazar y clasificar mariposas del ande peruano mientras realizaba sus investigaciones entomológicas en la Universidad de Harvard.
Además del seguimiento que hace de los autores mencionados, Iwasaki rastrea la presencia de personajes peruanos en la literatura universal. De tal forma encuentra en las obras de Edgar Alan Poe, Tolstoi, Thomas Mann, Marcel Proust, etc., peculiares personajes que tienen un sello particular. Por ejemplo, el personaje peruano llamado Jupien que aparece en la obra de Marcel Proust; o la referencia al cielo triste de Lima en Moby Dick de Hermann Melville; o los personajes que aparecen “siempre abrigados con sus chaquetas de alpaca incluso en verano” en La montaña mágica de Thomas Mann (p. 99), etc. Singulares personajes cuya presencia en la literatura universal nos hace reflexionar sobre ¿cómo somos vistos los peruanos? o ¿cómo somos representados en la literatura?, ¿acaso pervive la mirada exótica sobre el Perú? y ¿acaso Nabokovia Peruviana no será también un libro exótico?
De hecho la doble condición de escritor e historiador de Fernando Iwasaki permite que la relación entre ficción y realidad se troquen adrede, así en su breve ensayo sobre un cuento de E.A. Poe titulado “Cómico, satánico y peruano”, donde el protagonista muere de un colerón por culpa de un pájaro peruano, que resulta ser un “ortolan”, el autor nos dice: “No estoy dispuesto a consentir que la realidad me arruine la ficción” (p.110), y acepta sin más que el ave sea peruana porque le da verosimilitud al cuento de Poe, aunque la Enciclopedia Británica diga que es un ave europea que jamás vuela hacia el Perú. Quizá precisamente por ello el título del libro Nabokovia Peruviana se constituya en una metáfora doble: por un lado, la búsqueda de algo que deseamos profundamente provoca que inventemos una nueva realidad, como Vladimir Nabokov y sus mariposas que anhelaba encontrar; y por otro lado, cómo esa nueva realidad adquiere colores propios, en este caso blanquirrojos como nuestra bandera representada por todos los autores y personajes de los que el autor se ocupa en su libro.
Finalmente, Fernando Iwasaki escribe en el prólogo: “He querido reunir estas notas volanderas en un libro editado con primor y susceptible de ser adquirido como un arte factum precioso”. Por eso la coedición entre Aquelarre ediciones y la editorial La isla de Siltolá de Sevilla va en ese sentido, un libro objeto que procure al lector el placer de tocarlo, hojearlo y atraparlo en la lectura. Esta coedición arequipeño-sevillana, ciudades que reúne el atlas sentimental del autor, ha hecho posible que Nabokovia Peruviana emprenda un vuelo intercontinental como las delicadas mariposas de Nabokov que al batir sus alas remueven los recovecos del tiempo y la memoria y con ello nos permite rescatar las obras de aquellos peruanos que emprendieron un vuelo lejano y escribieron sus libros en el exilio tal vez como una forma de luchar contra el olvido. [ C ]
Narradora, ensayista e investigadora. Docente principal del Departamento Académico de Literatura y Lingüística de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa (UNSA), Perú. Investigadora RENACYT. Doctora en Ciencias Sociales por la UNSA. Ha publicado libros y artículos en revistas internacionales. Autora del libro de cuentos Objetos de mi tocador (2004). rnunezp@unsa.edu.pe