El Principe-Princesa (3/8)

Luis Ayhllón

Se presenta el tercero de ocho relatos escénicos elaborados por el autor. Como se comentó desde el inicio de su publicación, evocan cuentos de hadas, no tanto por sus modelos estructurales, sino por el hecho de que las situaciones y los personajes se presentan sin alarde o previa explicación.

3.La niña anciana

Hace muchos años vivía una niña anciana.

Todos la veían con burla y respeto. Algunos con burla. Algunos con respeto.

Por separado, niño. No vayas a creer que inspiraba lo mismo a dos partes iguales, como si el respeto se tratara de una manzana. Ganaban los que se burlaban de ella porque el mundo tiene más personas malas que buenas, niño.

Cuando la niña caminaba con su bastón, se lo pateaban para que cayera en la tierra y se rompiera el hocico.

¿Se le cayeron los dientes?

No tenía dientes.

Cuando iba por sus pañales de tela, colocaban sapos entre ellos para que al ponérselos saltaran y la mancharan con sus babas.

A veces, incluso, le escupían.

¿Por qué?

Porque la vejez espanta, niño.

¿Y qué hizo?

¿Me dejas continuar?

Pero…

¿Te callas?

Un día, harta de todo, se lanzó a un pozo profundo.

En el fondo había un viejo murciélago pegado a las piedras.

Al principio, ella no podía verlo.

Poco a poco

distinguió los ojos rojos del viejo murciélago

¿Por qué te lanzaste?

Porque soy vieja como tú.  Porque apesto. Porque nadie me quiere. Porque me gustaría correr como todos y jugar a la guerra.

El murciélago no sabía qué decir.

¿Por qué no dices nada?

¿Qué digo? ¿Qué esperas que diga? ¿Qué digo?

Algún consejo.

No se me ocurre nada.

Algo que me asombre.

¿Como qué? ¿Qué digo?

O algo que me des para comenzar un viaje.

¿Cómo qué?

Como una llave mágica.

No tengo nada. Estaba durmiendo.

¿Y por qué estás aquí?

Porque aquí vivo.

¿Qué puedo hacer?

A mí qué me preguntas.

La niña anciana no podía seguir flotando pues sus piernas enclenques le dolían. Tuvo que agarrarse de la cuerda.

¿Quieres ahogarte o no?

No lo sé. Yo creo que sí.

¿No me tienes miedo?

No.

Soy feo.

Yo también.

¿Cuántos años tienes?

Soy una niña.

Una niña vieja.

Y tú un murciélago más mugroso que mi triste abuelo.

Tu abuelo, ¿estaba triste?

También eres el murciélago mas idiota que he conocido.

Ambos escuchaban el silencio

el leve vaivén del agua y las diminutas olas lamiendo rocas.

¿No me vas a contar una historia?

No.

¿No me vas a chupar la sangre?

No.

Quizás, si me chupas, después yo pueda chupar niños y niñas y así ser joven.

¿Dónde escuchaste eso?

Bebe mi sangre.

Estás loca.

¿No puedes ayudarme?

No soy este tipo de murciélago.

El silencio se hizo tan incómodo que la niña decidió desprenderse de la cuerda.

Su cuerpo se sumergía

así de lento…

Hasta que sus pies añosos sintieron el musgo del fondo.

Cuentan que a partir de ese día quien bebía agua del pozo conservaba la juventud.

Sin embargo

los decires se acabaron con la nueva temporada de lluvias, niño.

FIN

Barcelona, diciembre 2017.