Tres alusiones a la melancolia

Guillermo Gutiérrez Nieto

La exploración creativa que hace un joven dramaturgo en tres obras, da pauta para referir uno de las dolencias que aqueja a los seres humanos desde tiempos inmemoriales.

 Un día, ni bueno ni malo, tan solo un día común, como le ocurre a la gente que de la vida solo espera, no esperar más nada”, en voz de uno de los personajes de Immanol Martínez (Querétaro, 1991), encontré una entrevista que él ofreció recientemente a el Correo del Libro. En sus respuestas, el tema predominante son las despedidas y su consiguiente correlato de adioses, con lo cual este dramaturgo  exhibe su preocupación por un aspecto característico de todos los seres humanos: un perenne sentido de duelo que conllevan las pérdidas o rompimientos con progenitores, vástagos y otros seres queridos.

Inmediatamente después leí su “Tríptico sobre las despedidas” (Fondo Editorial Tierra Adentro número 562, 2017), el cual además de un gran disfrute me ofreció una develación sobre las posibilidades que brinda la creatividad teatral en la actualidad ya que estas tres obras dramáticas exhiben tanto experimentación teatral como audacia narrativa, pues sin ver su montaje son deleitables como poemas o relatos, inclusive ensayos.

En conjunto, las tres piezas de este tríptico -Quemar las naves; Montecassino: relatos para el fin del mundo, y Vis a Vis- resumen la visión de Martínez sobre el sentido de las despedidas en momentos y locaciones específicas, lo cual es manifiesto a través de pensamientos introspectivos, diálogos e interacción entre sus personajes. Entre estos pasajes permea, sin duda, su forje primario como filósofo y su consiguiente formación como creador literario.

Y él mismo lo constata en la entrevista de marras (realizada por José A. Rogerio Girón el 5 de septiembre) cuando afirma que su “Tríptico”, antes que otra cosa, fue una búsqueda, una forma de probar en papel y en escena diversos formatos para contar una historia, todo lo cual fue el cimiento de su obra inmediata posterior (Neighborhood).

En Quemar las naves, obra escrita ex profeso para el montaje realizado por la Tropa Teatro Artefacto en el marco del Programa de Apoyo a la Producción Artística (APOYARTE) 2011 y estrenada al año siguiente bajo la dirección de Jean Paul Carstensen, el autor hace una fragmentación de la vida de Remedios Varo y la comparte con sus lectores por medio de una biografía ficticia de la pintora. Se trata de escenas secuenciadas, cada una con su propio título, que inician con un prólogo e incluyen actores que alimón del audio inicial emergen durante la obra, a veces de forma sutil y otras preponderantemente.

Durante su lectura, los cuadros-poemas-reflexiones de Immanol nos hacen buscar en el fondo de nuestro acervo cualquier reminiscencia acerca de la melancolía, esa sensación que en algún momento de nuestras vidas padecemos todos sin distinción, y pensamos en Aristóteles y su máxima de Todos los hombres excepcionales son melancólicos, además de sus disertaciones sobre su detonador, la bilis negra -que posteriormente derivó en depresión, tristeza o duelo, dependiendo del encasillamiento de los especialistas respecto a su explicación y tratamiento- en las cuales la consideró como algo ineludible en todos los seres humanos. Al respecto, Immanol recurre a la voz de Remedios para decirnos:

…cada tanto me descubro en el espejo como una suerte de fantasma con sueños extrañísimos, el pasado se me presenta como un monstruo indescifrable, como un bloque que anida en mis sueños. Pero está bien, creo que ahora es momento de mirarle a la cara”.

Es entonces cuando nos vamos, dejando que nuestro barco se hunda o que nuestro tren quede varado a la mitad del camino, volviendo a ver que lo lejano no es tal y que lo podemos percibir al alcance de nuestra mano. Por ello, la vida se nos va en no tener nunca un lugar donde estar y siempre terminamos yendo a otro sitio, hasta que nuevamente deseamos decir adiós y emigramos a otro sitio, a otro estado de las cosas.

Montecassino, estrenada en Querétaro en 2013 bajo la dirección de Jean Paul Carstensen con el título de “Búnker: relatos para el fin del mundo”, asemeja la forma de una telenovela en la cual un conjunto de actores cuentan su historia frente a un micrófono de radio en la víspera de un cataciclismo final. Con este trabajo, el autor ratifica lo que afirmó en la entrevista mencionada:

“uno escribe sobre temas de los que sabe poco o nada, y que sin embargo desea indagar…Por ello me interesan las despedidas, porque las veo como posibilidades que brindan elementos para explicar la vida, además de representar un tema que me brinda varios frentes para tratarlas”.

En este desfile de declaraciones individuales lo mismo transitan aquellos que consideran la cama como un refugio y las sabanas como un búnker, así como otros que identifican al héroe como alguien desinteresado que cuenta chistes ante la muerte o quienes se la pasan buscando las pequeñas cosas que nos dimensionan la vida entera para constatar al final que “ya no hay donde tumbarse a contar estrellas y secretos, donde confesar odios o sufrir enamoramientos…”

Y de nuevo escuchamos a la melancolía, esta vez personificada en “viajeros de  estaciones espaciales, con ganas de salir a caminar sobre estrellas hasta que les revienten las venas de tanta presión”. Cuestionando los tratamientos basados en fármacos a los que recurren desde hace años los especialistas, en lugar de escuchar y dialogar con los pacientes, Immanol es contundente al preguntar porqué gritar desde adentro de uno si al final nadie escucha. Lo único cierto, en voz de uno de sus personajes:

“es que cualquiera podría hundirse y jamás escucharían sus últimas palabras (…) esos vocablos que se resquebrajan cuando las toca la sucia realidad, cuando son incapaces de trasmitir el dolor que en ellas imprimimos y ante lo que único que consuela es el rescate de los momentos que consideramos felices o esas ficciones que inventamos para corregir la vida.”

La última obra del tríptico es Vis a Vis, estrenada en 2014 con la agrupación Tropa Teatro Artefactos bajo su propia dirección, la cual es una obra de corte intimista centrada en el diálogo de una pareja que, ante la imposibilidad de continuar su vida juntos, ven en perspectiva su pasado. Sin duda la obra más próxima a Darian Leader (California, 1965), de quien Immanol reconoce que emana su inspiración y asegura que “aborda la forma en que las decisiones que toman otros, acaso intentando protegernos, no hacen más que jodernos la vida”.

Para el autor esta pieza le brindó la posibilidad de contar un relato similar a los presentados por Leader, ese psicoanalista lacaniano que en alguna ocasión declaró que no es precisamente lo que nos preocupa lo que nos vuelve enfermos, sino más bien la forma en la cual nos preocupamos. Es un autor sin duda presente en los personajes de esta pieza, cuyo leit motif es una variante de la melancolía: el duelo ante una pérdida inminente, lo cual los lleva a realizar un acto liberador que va del escuchar al ayudar, teniendo como fin supremo logar que su existencia sea llevadera, al menos un espacio seguro en el cual se pueda seguir sobreviviendo. Como muestra de esa contundencia, la mujer de Vis a Vis  señala en algún momento:

“Así soy feliz, no me malinterpretes, le dijo. Mi sitio es contigo, pero tengo que dibujar uno distinto, uno donde guarde trocitos de felicidad, de tierna y cruel felicidad, sin ti. Así me siento yo algunas veces”.

Como colofón a esta concepción creativa, conviene destacar lo que el dramaturgo queretano le comentó a Rogerio Girón respecto a las despedidas, que él concibe como pequeños desvíos en el camino porque las cosas en la vida nunca acaban todas en el mismo momento. (…) Por eso, salvo la muerte, todas las demás despedidas suceden tan solo durante uno de los muchos momentos que componen el progresivo olvido.

Con ello queda claro que con su “Tríptico sobre las despedidas” Immanol Martínez explora la connotación clásica de la melancolía, esa apegada a la tristeza y la nostalgia, pero al utilizarla como material creativo la libera de su connotación de dolor a través de la capacidad de sus personajes para articular nuevas condiciones de existencia con una expresión franca -en ocasiones incluso poética- ante las realidades que afrontan en sus historias. Ö