Medio Ambiente: de vuelta a Estocolmo

Pedro González Olvera

Entre el 5 al 16 de junio de 1972 tuvo lugar, en Estocolmo, bajo iniciativa del gobierno sueco, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano. El objetivo propuesto era reunir a los representantes de los miembros de la Organización de Naciones Unidas  a fin de discutir un problema que hasta esa fecha no había recibido mucha atención, sólo en algunos círculos de activistas, académicos y representantes de unos cuantos gobiernos que se podían contar con los dedos de las manos; nos referimos, obviamente, a la paulatina y al mismo tiempo creciente afectación que el medio ambiente terrestre venía sufriendo a causa del descuido con la sobreexplotación de la tierra, la expulsión de gases por las grandes industrias manufactureras, los desechos tóxicos (incluido el plástico y aguas negras) en ríos y mares, el uso indiscriminado de fertilizantes y pesticidas químicos en la agricultura.

Como todas las reuniones del organismo internacional los preparativos para esta de Estocolmo no fueron rápidos ni inmediatos, pues desde 1968 se habían iniciado los trabajos que permitieran llevarla a cabo; en efecto, en ese año, durante el vigésimo tercer periodo de sesiones, la Asamblea General aprobó una resolución mediante “la que decidió convocar una Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano y pidió al Secretario General que presentase un informe acerca de, entre otras cuestiones, la naturaleza, el alcance y la marcha de los trabajos que se estaban llevando a cabo en la esfera del medio humano, los principales problemas existentes en este sector y los posibles métodos para la preparación de la Conferencia.” [1] A partir de ahí, los trabajos se aceleraron y en todos los periodos de sesiones subsecuentes continuaron hasta llegar a la reunión de 1972 que, como se puede notar, aún no tenía el nombre genérico de Medio Ambiente, y se usaba el de Medio Humano.

Sus resultados más importantes, además de la propia realización que ya en si era un buen logro, fueron la creación del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el establecimiento del Día del Medio Ambiente a celebrarse el 5 de junio de cada año, además por supuesto de las tareas que se convino en realizar a partir de los seis temas considerados sustantivos durante las reuniones de trabajo: “planificación y ordenación de los asentamientos humanos desde el punto de vista de la calidad del medio; aspectos educacionales, informativos, sociales y culturales de las cuestiones relativas a la calidad del medio; ordenación de los recursos naturales y sus relaciones con el medio; el desarrollo y el medio; definición de los agentes contaminantes de vasta importancia internacional y lucha contra los mismos; y consecuencias institucionales en el plano internacional de las propuestas de acción.”[2] Según el secretario general de la Conferencia, Maurice Strong, el mensaje que prevaleció tras el evento fue “la comprensión de que el hombre había llegado a uno de esos puntos fundamentales en su historia donde sus actividades son los principales determinantes de su propio futuro”.[3]

Irónicamente, a juzgar por lo obtenido a lo largo de 50 años y varias conferencias, como las que mencionaremos después, parece ser que ese punto fundamental no se entendió o, peor aún, fue poco apreciado pues lo que tenemos ante nosotros no es un panorama que nos haga sentir optimistas. Es cierto, y no se puede negar, que algunos gobiernos y varios grupos sociales se encuentran comprometidos con las tareas orientadas a tratar de salvar la situación o por lo menos a remediarla parcialmente, si ya no es posible hacerla retroceder al punto de arranque, si bien no ha sido suficiente.

Medio siglo después de la Conferencia de Estocolmo, la situación en torno al medio ambiente mundial en lugar de mejorar ha empeorado a pesar de los múltiples compromisos hechos por los Estados para mejorarlo, especialmente las grandes potencias, sobre todo en las reuniones anuales derivadas de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), órgano de la ONU responsable del clima cuya sede está en Bonn, Alemania, y que son conocidas como COP (la más reciente, la 26,  tuvo lugar en Glasgow, Escocia, del 31 de octubre al 12 de noviembre de 2021).

Diversos compromisos en el mismo tenor se encuentran en el Protocolo de Kioto que se aprobó el 11 de diciembre de 1997 y entró en vigor en 2005. En este documento se plantea que los países industrializados deberían limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) conforme a las metas establecidas por la propia CMNUCC y que fueron aceptadas por esos países. Lo que resulta incluso increíble es que la propia Convención sólo pide a esos países que adopten políticas y medidas de mitigación y que informen periódicamente de sus resultados; a juzgar por los niveles de contaminación que la humanidad entera padece, es innegable que ni siquiera esto se cumple.

Asimismo, el 12 de diciembre de 2015,  se firmó el Acuerdo de París  que estableció varias metas que debían perseguir todos los países firmantes en el control del cambio limático:

  • Reducir sustancialmente las emisiones de gases de efecto invernadero para limitar el aumento de la temperatura global en este siglo a 2 °C y esforzarse para limitar este aumento a incluso más de tan solo el 1.5 °;
  • revisar los compromisos de los países cada cinco años;
  • ofrecer financiación a los países en desarrollo para que puedan mitigar el cambio climático, fortalecer la resiliencia y mejorar su capacidad de adaptación a los impactos del cambio climático.[4]

Otras reuniones se han celebrado en atención a los problemas ambientales, como La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), también conocida como la “Cumbre para la Tierra”, en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, del 3 al 14 de junio de 1992, y en donde se analizaron los avances, y retrocesos, en los cuidados del medio ambiente y la vinculación de estos cuidados a otro tema que ha sido vital al interior de la ONU también con magros resultados, es decir el del desarrollo, que a partir de ahí se convirtió en desarrollo sustentable.

Posteriormente, en 2012, hubo una continuación de esta conferencia que se llamó Río+20, cuyos temas centrales fueron la economía verde, como lograr el desarrollo sustentable y el establecimiento de un marco institucional que le dé sentido y lograr la erradicación de la pobreza.

En todas las reuniones, acuerdos y convenciones mencionados hubo una gran presencia de líderes de todo el mundo, quienes reiteradamente firmaron todos los compromisos que les pusieron en el papel, aunque después argumentaran, por cualquier causa, que no sería posible cumplir con lo que habían prometido.[5]

Algunos datos sobre el estado del medio ambiente en el planeta pueden resultar ilustrativos en la comprensión del momento crítico que vive la humanidad al respecto:

-la población mundial pasó de 5 mil 300 millones de habitantes en 1990 a 7 mil 300 en 2015, mientras que se espera que en 2030 llegue a 8 mil 500, en 2050 a 9 mil 700 millones y en 2100 a 11 mil 200 millones. Si se toman los números fríos sólo se notará un aumento considerable de pobladores terrestres, las complicaciones aparecen cuando se vinculan esos números con, principalmente, la dotación de agua potable, alimentos y obras de infraestructura, entre otras necesidades elementales que se requieren para una vida más o menos digna; el escenario más probable es que alrededor de grandes masas de seres humano empobrecidas, convivan al lado de pequeños grupos de privilegiados, con una brecha de enorme desigualdad.

-Se espera que para el año 2050, la demanda de alimentos crezca un 70%, y el conflicto por la invasión de Rusia a Ucrania está provocando ya una disminución de la oferta de alimentos  y se espera está disminuya aún más, junto con su encarecimiento.

-la fusión de los hielos polares y los glaciares ha disminuido 40% en las tres décadas anteriores. Como consecuencia el nivel de los océanos subió, desde, 1901, 19 cm., disminuyendo su salinidad y alterando las corrientes oceánicas y la alta posibilidad de la desaparición de ciudades costeras, por la inundación de sus territorios.

-En sentido contrario, tenemos el avance de los desiertos junto con el deterioro de las tierras cultivables. Las tierras áridas representan, hoy, el 40% de las tierras planetarias. A lo anterior hay que sumar la deforestación que en los hechos es permanente, pues desde los inicios del siglo XX se calcula que se han perdido 10 millones de km2 de bosques, sobre todo en las zonas del mundo en donde se encuentran los países subdesarrollados.

-Sobre el agua potable las cifras indican que en 2017, 785 millones de personas carecían de ella, en tanto unos 2 mil millones se veían obligadas a usar agua contaminada por diferentes sustancias; heces fecales, entre las principales. Varias ciudades en el mundo corren el riesgo de ya no ser viables por la falta de agua potable

-La cantidad de basura producida cada año se calcula en 2 100 millones de toneladas métricas anuales. Lógicamente con el crecimiento de la población esa cantidad aumenta también cada año.

-La disminución de los recursos pesqueros y la extinción de especies vivas son, de la misma forma, demostraciones de las calamidades que se viven en la época actual en torno al medio ambiente terrestre. No es que antes no haya habido desapariciones de especies vivas como parte de un proceso de selección natural por fenómenos climatológicos o catástrofes naturales[6], la diferencia estriba en que en el presente son provocadas por la especie humana.[7]

La suma de estos indicadores, más otros como la pérdida de biodiversidades en diferentes partes del mundo, tienen a nuestro planeta sumido en una crisis sistémica, no sólo de cambio climático sino que incide en otras áreas, como asegura Seara Vázquez en su trabajo antes citado.[8] Muy probablemente por el conjunto de los pésimos resultados en la conservación del medio ambiente, demostrados con los datos que se enlistaron líneas arriba, fue un factor que pesó en la toma de la decisión  de darle continuidad a la Conferencia de Estocolmo, mediante una cumbre que se efectuó  en la misma ciudad y convocada al igual que la primera por la ONU, por iniciativa  de nuevo por el gobierno de Suecia y con el apoyo del de Kenia, los días 2 y 3 de junio de este año, es decir cincuenta años después de la primera. De hecho, como prolegómeno de la Conferencia de se consideró que las tres crisis (dentro de la crisis sistémica) que el género humano enfrenta actualmente y que amenazan su futuro son el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, y la contaminación y los residuos.

Durante los trabajos de la Conferencia, que tuvo el slogan “Estocolmo+50: un planeta sano para la prosperidad de todos – nuestra responsabilidad, nuestra oportunidad”, y que a diferencia de hace 50 años, solo duró dos días, se adoptaron, como en todas las conferencias multilaterales de la ONU, varios compromisos, 10 para ser exactos:

  1. Situar el bienestar humano en el centro de un planeta saludable y la prosperidad para todos, reconociendo que un planeta saludable es un requisito previo para sociedades pacíficas, cohesionadas y prósperas; restaurar nuestra relación con la naturaleza integrando valores éticos; y adoptando un cambio fundamental en actitudes, hábitos y comportamientos, para apoyar nuestra prosperidad común.
  2. Reconocer e implementar el derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible, mediante el cumplimiento de la visión articulada en el principio 1 de la Declaración de Estocolmo de 1972.
  3. Adoptar un cambio sistémico en la forma en que funciona nuestro sistema económico actual para contribuir a un planeta saludable, mediante la definición y adopción de nuevas medidas de progreso y bienestar humano, respaldadas por políticas económicas y fiscales que tengan en cuenta el valor del medio ambiente; invertir en infraestructura, desarrollar políticas efectivas y alentar un diálogo global para promover el consumo y la producción sostenibles; y promover la eliminación gradual de los combustibles fósiles al mismo tiempo que brinda apoyo específico a los más pobres y vulnerables de acuerdo con las circunstancias nacionales y reconoce la necesidad de apoyo financiero y técnico hacia una transición justa.
  4. Fortalecer la implementación nacional de los compromisos existentes para un planeta saludable, mediante la mejora de la legislación ambiental nacional, el presupuesto, los procesos de planificación y los marcos institucionales; promover la formulación de políticas basadas en evidencia, incluso mediante una mayor colaboración entre disciplinas académicas y paneles científicos temáticos, aprovechando los conocimientos y la experiencia de los conocimientos indígenas y tradicionales; y ampliar el apoyo y el desarrollo de la capacidad, el acceso y la financiación de tecnologías ecológicamente racionales.
  5. Alinear los flujos financieros públicos y privados con los compromisos ambientales, climáticos y de desarrollo sostenible, mediante el desarrollo y la implementación de políticas bien diseñadas para reutilizar los subsidios perjudiciales para el medio ambiente; redirigir, movilizar y ampliar la disponibilidad de flujos financieros públicos y privados para apoyar la diversificación económica; y adoptar medidas de recuperación y estímulo, fuentes combinadas de capital e instrumentos de eliminación de riesgos que aumenten los flujos financieros.
  6. Acelerar las transformaciones en todo el sistema de los sectores de alto impacto, como los alimentos, la energía, el agua, los edificios y la construcción, la fabricación y la movilidad, mediante la adopción e implementación de políticas para promover la circularidad, la eficiencia de los recursos, los enfoques de producción regenerativa y las soluciones basadas en la naturaleza en cadenas de valor, y la adopción de marcos que mejoren y refuercen la transparencia y la rendición de cuentas por parte de las empresas; promover transiciones justas a través del apoyo a jóvenes, trabajadores y comunidades locales afectados mediante el fortalecimiento de capacidades y habilidades para la creación de empleos verdes y para micro, pequeñas y medianas empresas; y transformar los sistemas alimentarios mediante la promoción de enfoques de agricultura y pesca regenerativos que proporcionen dietas saludables y minimicen el desperdicio de alimentos, incluidas las inversiones en la economía oceánica.
  7. Reconstruir relaciones de confianza para fortalecer la cooperación y la solidaridad, a través del reconocimiento de la importancia del liderazgo de los países desarrollados en la promoción de transiciones de sostenibilidad; apoyar el desarrollo de capacidades y la transferencia de tecnología para los esfuerzos nacionales de los países en desarrollo para implementar los acuerdos ambientales acordados internacionalmente, teniendo en cuenta las circunstancias nacionales, incluido el cumplimiento del compromiso de movilizar $ 100 mil millones cada año para el financiamiento climático para los países en desarrollo; y permitir que todas las partes interesadas relevantes, incluidos los jóvenes, las mujeres, las comunidades rurales, los pueblos indígenas, los grupos interreligiosos y las comunidades locales, participen de manera significativa en la formulación e implementación de políticas tanto a nivel nacional como internacional.
  8. Reforzar y revitalizar el sistema multilateral, garantizando un sistema multilateral eficaz basado en normas que ayude a los países a cumplir sus compromisos nacionales y mundiales, para garantizar un multilateralismo justo y eficaz; fortalecer el estado de derecho ambiental, incluso mediante la promoción de la convergencia y las sinergias dentro del sistema de las Naciones Unidas y entre los acuerdos ambientales multilaterales; fortalecer el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en consonancia con la Declaración Política UNEP@50.
  9. Reconocer la responsabilidad intergeneracional como la piedra angular de la formulación de políticas sólidas, mediante la participación en el documento de política del Grupo de Trabajo Mundial sobre la Juventud de Estocolmo+50; destacando la importante necesidad de desarrollar la capacidad de los jóvenes para comprometerse con las instituciones financieras; Reconocer el papel fundamental de los jóvenes en la acción ambiental, y destacar que se han logrado avances en el fomento de una participación significativa de los jóvenes, y hacer un llamado a los fondos ambientales multilaterales para que incluyan parámetros que incluyan a los jóvenes en los esquemas de financiamiento, y tomen más medidas para garantizar la facilidad de acceso. de fondos para acción ambiental para organizaciones juveniles.
  10. Llevar adelante los resultados de Estocolmo+50, reforzando y revitalizando los procesos internacionales en curso, incluido un marco global para la biodiversidad, un acuerdo de implementación para la protección de la biodiversidad marina más allá de la jurisdicción nacional y el desarrollo de una nueva convención sobre plásticos; y participar en las conferencias relevantes, como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos de 2022, el Foro Político de Alto Nivel, la 27.ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y la Cumbre del Futuro.[9]

En estos compromisos (bastante extensos) no se hace mención específica de la agenda 2030 u Objetivos del Desarrollo Sustentable; al parecer fue obvio que constituyeron la plataforma sobre la cual se levantaron estos compromisos. De nuevo se reiteró la advertencia que funcionarios de la ONU han manifestado incesantemente: la necesidad de que gobernantes y naciones del mundo entero asuman la responsabilidad de cumplirlos,  de evitar el colapso generalizado del planeta y de conseguir un entorno más solidario, de una vez por todas (frase muy utilizada en este tipo de conferencias), aunque, dicho sea de paso, es poco probable que los ODS sean cumplidos.

Otra característica de Estocolmo+50 fue la participación de la sociedad civil internacional, pues desde la ONU se hizo un llamado a fin de que las llamadas “partes interesadas” colaboraran y difundieran sus conocimientos y emprendieran por si mismas acciones urgentes que lleven a cambiar el sistema a largo plazo. Por eso, se realizaron consultas nacionales y regionales a mujeres, juventudes, personas mayores, personas con discapacidad, pueblos indígenas y comunidades locales, ONGs, con el propósito de que estuvieran en condiciones de manifestar directamente sus propias posiciones sobre el tema de la conservación del ambiente humano.

Evidentemente, esto es algo positivo al permitir que se tome el pulso de las preocupaciones reales de los distintos grupos que integran la sociedad y trascienda los niveles gubernamentales que, en este y en otros temas que afectan a todas las personas en cualquier parte del mundo, no hacen lo necesario y ni siquiera lo suficiente para resolver o mitigar el proceso de descomposición del hábitat terrestre.

Como lo enseñan las distintas conferencias multilaterales, la incorporación de la sociedad civil en sus deliberaciones resulta en un efecto multiplicador en la medida en que se conocen desde su raíz las inquietudes que los grupos que la integran tienen respecto de los urgentes problemas globales, en particular los del medio ambiente. No sólo eso, de la sociedad civil pueden surgir propuestas originales de solución a esos problemas. En ocasiones perdemos de vista que los más afectados por estos son los grupos que más recienten la pobreza. Resulta natural, entonces, que se les convoque.

Según dijo el secretario general de la ONU (Antonio Guterres) en su discurso de inauguración de la Conferencia: “el bienestar mundial está en peligro, en gran parte porque no hemos cumplido nuestras promesas sobre el medio ambiente. Tenemos que cambiar el rumbo -ahora- y poner fin a nuestra guerra insensata y suicida contra la naturaleza. Debemos dar un verdadero valor al medio ambiente e ir más allá del Producto Interior Bruto (PIB) como medida del progreso y el bienestar humanos. No olvidemos que cuando destruimos un bosque, estamos creando PIB. Cuando pescamos en exceso, estamos creando PIB. El PIB no es una forma de medir la riqueza en la situación actual del mundo. En su lugar, debemos pasar a una economía circular y regenerativa”.[10]

Y sobre todo, (esto no lo dijo Guterres) que ese bienestar del que habla sea compartido por todos a fin de acabar la desigualdad, uno de los mayores problemas económicos que sufre una extensa parte de la humanidad, que, por otra parte se suma a los del medio ambiente y es agravado por estos.

Será difícil que los 10 compromisos de Estocolmo+50 se alcancen; las condiciones en las que están planteados son complicadas sobre todo por el ambiente pos pandemia que se vive, con una crisis de salud y de crecimiento económico, con recursos escasos que los gobiernos dirigirán a asuntos que con seguridad suponen más urgentes.

En suma, nos encontramos en una época que numerosos científicos conocen como antropoceno, caracterizado por las repercusiones que tienen en el clima y la biodiversidad la acumulación de gases de efecto de invernadero, los daños irreversibles ocasionados por el consumo excesivo de recursos naturales, el cambio climático, la desertificación y el deterioro de bosques y selvas (como la amazonia brasileña), la falta de agua potable, la acelerada extinción de especies, la urbanización descontrolada y no planificada. Son cuestiones de las que ya hace 50 años la primera Conferencia de Estocolmo nos advertía sobre la necesidad de empezar a atenderlas, Ahora, la Conferencia de Estocolmo+50 ha constatado su imparable crecimiento y de que nos encontramos en la orilla del no retorno, es decir de que su solución sea inviable, sin que hasta la fecha las propuestas en el sentido de qué hacer para evitarlo emanadas de la ONU hayan sido bien atendidas.

Eso no quiere decir que los esfuerzos de la ONU, por medio de la diplomacia multilateral, sean inútiles. Así ha caminado desde su fundación, con pequeños pasos que le permiten dar resultados limitados, porque es la forma en que su estructura y la estructura internacional se lo permiten, y si no fuera por su trabajo es muy probable que la situación mundial sería aún peor.

El problema radica entonces en que las llamadas de atención provenientes de las organizaciones internacionales del sistema de Naciones Unidas, son llamadas que atiende quien quiere, por eso la responsabilidad final de la desatención de las dificultades por las que pasa la humanidad no queda en la ONU; es, antes que nadie de los gobiernos y Estados que la conforman. Tales son los claroscuros (más oscuros que claros) de la cuestión del medio ambiente mundial y el desarrollo sustentable vis a vis la Conferencia de Estocolmo+20.


[1]Organización de Naciones Unidas. chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://legal.un.org/avl/pdf/ha/dunche/dunche_ph_s.pdf.  www.un.org/law/avl. Todos los datos sobre la Conferencia de Estocolmo provienen de esta página.

[2] Ibíd.

[3] PNUMA, “Estocolmo+50: un planeta sano para la prosperidad de todos —nuestra responsabilidad, nuestra oportunidad”, en https://www.unep.org/es/events/evento-de-onu-medio-ambiente/estocolmo50

[4]ONU; El Acuerdo de París, https://www.un.org/es/climatechange/paris-agreement#:~:text=El%20Acuerdo%20proporciona%20a%20los,objetivos%20clim%C3%A1ticos%20de%20estos%20pa%C3%ADses. El Acuerdo entró en vigor el 4 de noviembre de 2016.

[5] Una de las últimas veces que Estados Unidos y China se comprometieron a cooperar en el combate al cambio climático fue durante la visita que hizo a China, en abril de 2021, el enviado estadounidense para el clima, John Kerry, con el objetivo de conversar con sus homólogos chinos en Shanghái. Macarena Vidal, Ly, “China y EE UU se comprometen a cooperar en la lucha contra el cambio climático”, El País, 19 de abril 2021, en https://elpais.com/internacional/2021-04-18/china-y-eeuu-se-comprometen-a-reforzar-la-implementacion-del-acuerdo-de-paris.html. No obstante, un informe presentado por la ONU en agosto de ese mismo año decía que China se encontraba en el primer lugar entre los países emisores de gases de efecto invernadero en el mundo, además de que había incumplido con el plazo de presentación de los nuevos objetivos de reducción del dióxido de carbono. Por supuesto, China no es el único país incumplido pues, según ese informe de todos los países que firmaron el Acuerdo de París el 58% no presentaron sus propuestas actualizadas en materia de reducción de gases invernadero, a pesar de que el plazo era hasta el 30 de julio de 2021. Yurany Arciniegas, France 24, 1 de agosto de 2021, en https://www.france24.com/es/medio-ambiente/20210731-medio-ambiente-incumplimiento-acuerdo-paris-compromisos-dioxido-carbono.

[6] Esta es la sexta ola de desaparición de especies vivas, según los expertos.

[7]Todos estos datos fueron compilados de distintas fuentes por el Dr. Modesto Seara Vázquez, quien las publicó en “Una crisis sistémica”, que se encuentra en Modesto Seara Vázquez (coord.), Pandemia. La crisis catastrófica, Huatulco, Oaxaca, Universidad del Mar, 2021, pp. 95-104.

[8] Ibíd., pp. 15-104.

[9]https://rds.org.co/es/novedades/palabras-finales-de-los-presidentes-en-la-plenaria-estocolmo-50

[10] ONU/PNUMA, Estocolmo+50 se inaugura con un llamado a acelerar la acción para lograr un planeta sano y prosperidad para todos,