Luis Ayhllón
II
Moisés y Gema
- Muchas gracias por estar aquí, Gema.
- N’ombre. Para nada.
- De verdad, gracias.
- Es un placer. ¿De qué quieres hablar?
- De lo que tú quieras.
- No, no lo creo.
- Sí, por favor.
- No, así no va a funcionar.
- ¿Por?
- Tú me pagas por estar aquí. Yo con gusto te escucho.
- Bueno, pero puedes hablar de cosas.
- No, gracias. Yo te escucho, en eso quedamos.
- ¿No quieres realmente estar aquí?
- No, sí. Sí quiero. No te confundas.
- Pero lo haces por dinero.
- Pues sí, Moisés.
- Si no te pagara, no estarías aquí.
- Pues no, Moisés.
- ¿Dónde estarías?
- Viendo Netflix. No sé.
- Bueno, eres honesta.
- …
- Por lo menos no me mientes.
- No.
- Está bueno. Quiero hablar de Lucas.
- De lo que quieras está bien.
- No aparece.
- ¿Quién?
- Lucas. No lo encuentro.
- Lo siento.
- Fui a su casa. Simplemente desapareció. Hablé a sus contactos. Nada. Fui a los hospitales aledaños. Nada. Fui a la Semefo. Nada.
- Chale, qué mal.
- De la chingada, Gema. De la chingada.
- ¿Y si se fue la ciudad?
- Imposible. Estaba haciendo la cuarentena.
- Fuiste a ver a los enfermos.
- Fui a ver a esos putos enfermos.
- Oye, no.
- ¿Qué?
- No les digas así.
- Sí. No es eso.
- Pero no les digas así. Mi tío Chema murió por ese virus y era muy buena gente.
- Perdón, ¿era hipertenso?
- ¿Dónde más lo buscaste?
- Debo decirte algo. Quiero que sepas algo de mí.
- ¿Qué?
- Algo me pasó.
- ¿De qué o qué?
- Cuando buscaba en uno de los hospitales a Lucas.
- Sí.
- Pues, me tocó ver en urgencias a un hombre que había sido atropellado… Llegó en una ambulancia. Los paramédicos lo bajaron y lo ingresaron. Cuando pasó, a unos cuantos metros de mí, me percaté que una línea de sangre muy delgada dejaba un rastro en el suelo. La camilla se alejaba y yo veía los metros de hilo rojo en el piso. Yo, yo. Pues estoy jurado, pero por un momento quise, con todas mis fuerzas, darle una lamida al suelo.
- ¿Lamer el suelo del hospital?
- Sí.
- ¿Neto?
- Sí.
- Ah.
- ¿De qué te ríes? Oye, es algo íntimo. No te pago para que te burles de mí.
- ¿Cómo no quieres que me ría?
- No es gracioso. Es algo, es algo/
- Sí, es gracioso. Perdona. Pero sí es gracioso.
- Oye, oye. Es en serio.
- ¿Es en serio?
- Sí.
- ¿En serio? ¿De verdad?
- De verdad.
- ¿Puedo expresar mi opinión?
- No.
- ¿Por qué?
- Sólo quiero alguien que me escuche.
- Una pregunta.
- Sí.
- ¿Por qué no contratas un psicólogo? Tengo un tío…
- ¿El tío Chema?
- No. Él está en el Panteón Jardín.
- Sí. Perdón. Se murió. Sí.
- Es mi tío Ramón. Él es psicólogo y cobra más barato que yo. Mira, a mí no me conviene, pero te lo digo en buena onda. Creo que necesitas hablar con un profesional.
- Tú eres una profesional.
- No soy profesional.
- Pareces profesional.
- Trabajo en Banco Azteca. No hay nada profesional en ese banquito cutre.
- Me cagan los bancos.
- ¿De dónde sacas que soy una profesional?
- Te quiero a ti, no a tu tío Ramón.
- Pero ni siquiera me dejas opinar.
- Bueno, está bien.
- ¿Qué?
- Opina.
- …
- Opina, opina.
- Ok. Mira, Moisés. Yo sé que en el fondo, eres buena gente. Me pagaste la deuda de tu hermano y querías genuinamente conocer a tu sobrino. Te creo. Eso no está en duda. Eres un hombre bueno. Pero, ¿qué pedo contigo? No mames, Moisés. ¿Qué es eso de la sangre? ¿Del hospital?
- Me gusta la sangre, qué quieres.
- ¿Bebes sangre?
- No ahora. Estoy jurado.
- ¿Jurado, cómo?
- Me vi con Lalo por zoom, el de la parroquia, para jurarme.
- ¿Quién es Lalo?
- El cura.
- ¿Y ese cura, qué?
- Pues, nada. Él sabe que soy vampiro.
- A ver, el cura sabe, ¿vampiro?
- A ver, Gema, concéntrate.
- Es que todo es muy/
- Sí, soy vampiro. Ya, supéralo. Necesito sangre. Es algo, es algo/
- Ramón es bueno. Deberías hablar con él.
- A ver, me vale verga Ramón.
- No, no, no.
- ¡Yo te quiero a ti!
- No voy a permitir que te pongas grosero.
- Es que no me escuchas.
- Pues es que no es fácil… Sí, está bien, me pagas, pero estar escuchando ese tipo de cosas, pues mira, no soy una planta de interiores. Te pones a hablar esas cosas, pues yo tengo que reaccionar. ¿Qué esperas? ¿Que ponga cara de profesora?
- Sí. De maestra de secundaria.
- No puedo.
- De maestra de civismo.
- No puedo poner cara de maestra de civismo.
- ¿Por qué?
- No puedo.
- Sólo escucha y ya.
- Estás más pendejo que Lucas.
- ¿Qué?
- No, nada.
- ¿Qué fue lo que dijiste?
- Nada.
- Te escuché.
- Bueno, ya perdón.
Moisés sale de la reunión.
- Moisés. Moisés. Chale…
Gema sale de la reunión.
III
Sra. Roldán
- ¿Es una broma?
- No, mi’jo.
Moisés sale de la reunión.
- Chale. Bueno, éste…
Moisés entra a la reunión.
- ¿Es una grabación?
- No.
- Pero/
- ¿Qué?
- Usted, Lucas me dijo que usted/
- Pues, sí…
- Usted se murió y le dejó una cajita.
- Pues, sí…
- ¿Y qué hace aquí?
- Pues, nada, mi’jito.
- Lucas me lo dijo.
- Y no mentía.
- ¿Qué madres es esto?
- Resucité.
- Ah, chingá.
- Y tú eres un vampiro.
- ¿Resucitó?
- Así es.
- ¿Por qué?
- Los por qués son inextricables. Pertenecen a un orden superior.
- ¿Y por qué me/?
- No lo sé. Me siento un poco atarantada.
- ¿Por qué me busca a mí? ¿Dónde está Lucas?
- No lo sé.
- Mire, pinche vieja. Si usted resucitó y me mandó una invitación para charlar por esta madre y no sabe dónde diablos está mi hermano, entonces no le creo nada.
- Mira, hijo. Te paso lo de “pinche-vieja” por que sé que estás confundido. Naciste confundido.
- ¿Por qué dice eso?
- Porque estás confundido.
- ¿Y por qué está aquí?
- No lo sé con certeza.
- Conteste.
- A veces, no todo es claro. A veces tengo cosas qué hacer que no dependen de mí. ¿Lo entiendes?
- No.
- Dios habla a través de mí.
- ¿Y qué le dice ahora?
- Ahora no me está diciendo nada.
- ¿Lo ve?
- Óyeme, Dios no es una guacamaya. Pero/
- Pero, ¿qué?
- Quiero aclarar algo.
- ¿Qué?
- Yo no te hice nada, mi’jo.
- ¿Qué?
- Lo que oíste.
- Yo no te hice nada.
- …
- Nada.
- …
- Yo sólo tengo que decirte algo.
- Pues dígalo.
- Es un recuerdo borroso.
- Pues dígalo.
- Borroso.
- Oh, qué la chingada.
- Mira, mijo. Tienes que poner de tu parte. No puedes andar de injurioso. Contrólate. ¿Quieres que me largue? Me largo.
- No, está bien.
- ¿Vas a seguir de grosero?
- No.
- Bueno.
- Yo no te hice nada.
Yo siempre quise lo mejor para ustedes.
Y yo me di cuenta de lo que pasaba en esa casa desde el primer día que estuve ahí.
Tu madre era una vampira.
Una alma enferma.
Todo era rencor en ella.
Y se desquitaba con ustedes.
Sobre todo contigo.
Te hizo cómplice de su enfermedad.
Te jodió la vida.
Y no sólo eso.
Una noche salí al pasillo para ir al baño. Y en el baño estabas tú, inconsciente. Y tu madre te hacía cosas.
- ¿Cómo, cosas? ¿Qué cosas?
- Pues, ¿qué va a ser, Moi?
- Eso es mentira.
- A ver, Moisés. ¿Qué caso tendría entonces que Dios, después de resucitarme, me mandara aquí contigo?
- Dios es caprichoso.
- Dios no es caprichoso. Nosotros somos caprichosos. Nosotros somos niños. Niños idiotas, es más. No comprendemos. Yo no intento explicarlo. No hay explicación. Si te pones a explicar sus designios, querido Moi, ya valiste madres. Estoy aquí para compartirte lo que yo vi, porque necesitas saberlo.
- Usted no es una santa, usted es una hija de la chingada.
- ¿Ya comenzamos?
- Perdón.
- Contente. Respira. Lo que te digo es verdad.
- ¿Qué más pasó?
- Mira, hijito. Pues, yo vi a tu madre en el baño, de espaldas a mí. Y le dije:
¿Qué chingados haces?
Ella se volvió, y con el pie quiso cerrar la puerta del baño.
Yo se lo impedí.
Ella se levantó, me encaró.
Todo en silencio.
Y yo le di un cabezazo en la mera nariz.
Haz de cuenta que se abrió un grifo de sangre.
Se fue riendo a su cuarto, dejando una estela morada por el piso.
Yo te vestí, abriste los ojos y comenzaste a gritar.
Te pedí que te quedaras a dormir en el sillón de la entrada.
Te lo pedí.
Pero tú querías regresar al cuarto con ella.
Tu hermano salió. Yo sólo le dije: Moisés debe dormir en el sillón de la sala.
Siempre debe dormir en la sala.
Lucas se quedó contigo hasta que te dormiste.
Yo limpié la sangre del pasillo y me quedé haciendo guardia afuera del cuarto de tu madre.
Cuando abrió la puerta le dije que si te volvía a tocar, le sacaba las tripas.
- Usted no es una santa.
- No, mi’jito. ¿Quién te dijo que yo soy una santa?
- Lucas.
- Eso lo dice porque me quiere mucho.
- ¿Entonces no hace milagros?
- No, mi’jo. Yo sólo cuento historias.
- ¿Y mi hermano?
- No lo sé.
- ¿Está muerto?
- No lo sé.
- ¿Y entonces, usted no resucitó?
- Sí, eso sí.
- ¿Pues no que no hacía milagros?
- Yo no lo hice, niño. Fue Dios.
- Bueno, si me disculpa.
- ¿Qué vas a hacer?
- A darme unos buenos putazos o a ponerme borracho.
- Sale, cuídate.
- Hasta luego, señora Roldán.
Ambos salen de la reunión.
⌈⊂⌋
Ciudad de México, 1976. Dramatrugo, guionista y director mexicano. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte snca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes fonca. Miembro del taller de la Royal Court of London en México. Ganador del Premio Nacional de Literatura 2006, en la rama de teatro; del Premio Nacional de Dramaturgia Manuel Herrera 2004; del Premio Nacional de Teatro para Adolescentes 2004; y del Premio Oscar Liera a la Mejor Dramaturgia 2004, entre otros premios y reconocimientos. Su trabajo en cine incluyen el guión del largometraje Caja Negra; el guión y la realización del mediometraje Instrucciones para acabar con la neurosis; Dodo fue su ópera prima como director de cine (2013); en 2016 escribió y dirigió Nocturno.