Septiembre próximo marca la centuria del nacimiento de quien es considerado uno de los pilares del cuento mexicano contemporáneo. Extraemos su voz de las entrevistas hechas por Emmanuel Carballo y reunidas en Protagonistas de la Literatura mexicana.
INTERÉS POR LAS LETRAS
La literatura fue para mí adquisición infantil. Durante los únicos cuatro años que cursé de instrucción primaria tuve la fortuna de encontrarme con profesoras y profesores admirables que me inclinaron a la literatura, porque ellos la amaban, mediante la composición, la lectura y el aprendizaje de versos.
Desde niño comencé a representar obras de teatro y a recitar. Una de mis tías declamaba versos en público. Cuando ya no se sintió capaz, porque la edad empezaba a sitiarla, con muy buen gusto abandono su papel de recitadora oficial de Zapotlán el Grande y delegó en su sobrino la tarea de ir a las veladas literario musicales, a las consagraciones de las fiestas civiles e incluso a las fiestas religiosas, Así comencé a recitar versos, de manera más normal, a los once o doce años. Por esos días, hice uno o dos papeles en el teatro, Mi comienzo en el arte ocurrió por el camino bien teatral por cierto, de transmitir emociones a los demás mediante fórmulas poéticas y dramáticas.
La literatura, como las primeras letras, me entro por los oídos. Si alguna virtud literaria poseo, es la de ver en el idioma una materia, una materia plástica ante todo, Esa virtud proviene de mi amor infantil por las sonoridades.
PRIMERAS LECTURAS
El cimiento de mi formación literaria es “El Cristo de Temaca” del padre Placencia, gran poeta casi desconocido. Aprendí el poema como un loro, oyéndoselo a los muchachos de quinto año, quienes, a su vez, se empeñaban en memorizarlo. Sentado en el mesa banco de la escuela (no estaba ni siquiera inscrito, me llevaban mis hermanos mayores) escuché aquellas palabras armoniosas, aquel lenguaje distinto al que oía en las calles… el primer libro que manejé fue el libro de primer año y no el silabario. A partir de ese momento, sentí voraz amor por las palabras, me encantaban los nombres extraños que oía en casa. Por un azar, cuando comencé a leer, cayeron a mis manos varias biografías de pintores llenas de nombres extranjeros, nombres que amé por su sonoridad: Giorgione, Tintoretto, Pinturicchio, Ghirlandajo…
A los quince años acometí una residencia, de un par de años, en Guadalajara ciudad a la que sólo había ido de niño por unos cuantos días. En Guadalajara adquirí mí primer libro. Es muy importante que lo consigne: fuel el Gog de Giovanni Papini. Se trata por fortuna de un gran prosista, aunque como hombre sea de los más objetable y dudoso, ya que intentó hacer filosofía, metafísica, historia de las religiones, de la literatura.
Su influjo vale en mi obra como fundación, como cimiento, que para mí fortuna es de granito y de mármol. Después me puse a leer toda su obra. Recuerdo que el Dante vivo era un libro que necesita releer casi continuamente, sobre todo en mis pequeñas crisis de carácter ético.
Por esos días también cayó en mis manos una biografía de Napoleón de Emil Ludwig. Lo que más me llamo la atención fue el epígrafe de Goethe: ‘Napoleón amaba la virtud, pero como no la encontró, asumió el poder’. Esa frase fue para mí muy importante a pesar de su brevedad. Fue una especie de semilla.
Poco más tarde, en 1936, después de trabajar un tiempo en Zapotlán como vendedor, fui a la ciudad de México, donde traté a varias personas que me aproximaron a la literatura por medio de su ejemplo personal: Rodolfo Usigli, Xavier Villaurrutia y algunos otros escritores que fueron maestros o compañeros míos. Mi primer maestro de teatro, el me enseño definitivamente a decir verso y a leer en voz alta, fue Fernando Wagner, entre otros grandes poetas me reveló a Rilke.
ARTE LITERARIO
Se reduce a la ordenación de las palabras. Las palabras bien acomodadas crean nuevas obligaciones y producen una significación mayor de la que tienen aisladamente si pudiéramos tomarlas como cantidades de significación y sumarlas. De allí que palabras vulgares, totalmente desgastadas por el uso, vuelven a relucir como nuevas: la vecindad de otras palabras, mediante un proceso de suma y resta, les devuelve su significación original o les hace decir o apuntar lo indecible.
Las palabras son inertes de por sí y de pronto la pasión las anima, las levanta: es decir, las incluye en el arrebato del espíritu.
ESCRIBIR
Se me considera un escritor muy preocupado por la forma, escasamente productivo, y en realidad lo soy, y no me pesa. En la modestia de lo que hago hay siempre la ambición no solamente de destilar sino de cristalizar cualidades, lo más extensas que me es dado aprehender, de emoción y pensamiento. Esa podría ser mí formula personal.
Por amor a la forma, cuando escribo en verso fabrico siempre décimas y sonetos: piezas de poesía mediocre, interior, pero bastante bien trabajadas por mi amor radical al lenguaje que viene desde la infancia.
PRIMER CUENTO
A principios de los 40 volví a mi pueblo. Me gané la vida como maestro de secundaria. Construí una especie de castidad estricta y aguda (aguda para la inteligencia) como contrapeso de mi sensualidad desfallecida. Es la época en que tal vez he leído más y con mejor resultado. En Zapotlán escribí mi primer cuento: “Sueño de navidad”, que se publicó en el periódico El Vigía y no está incluido en Varia Invención. Lo escribí casi por encargo. Cuenta la pesadilla de un niño en esa noche, y me interesa porque encuentro en él reminiscencias estilísticas de Leónidas Andreiev, el enorme cuentista ruso al que leí de una manera fanática.
IRONÍA EN OBRAS
Cada vez se vuelve más despiadada, incurre en el sarcasmo y en lo que yo llamaría lo sardónico. Aparece por primera vez en “Hizo el bien mientras vivió”. En este texto está ya presente el tratamiento que daré posteriormente a la ironía, que consiste en ironizar a base de lo más querido, de lo más sagrado que puede haber en mi como conocedor de los sentimientos humanos. La ironía resulta del hecho de poner en crisis mis más íntimos realidades, en este caso mis ideales juveniles. Al ir viviendo cada vez más, al irme quitando la vida suelo de los pies voy de una manera natural ironizando sobre problemas cada vez más hondos.
PARIS, 1945
Ese viaje – me confiesa-, que no fue tan largo como se había planeado, tuvo en mi inusitadas consecuencias. Mi vida está dividida en antes del viaje y después del viaje. Se me antoja del tamaño de un sueño constelado de impresiones extraordinarias. Me fue dado a mí, aspirante a actor, pisar el escenario de la Comedia Francesa en compañía de los más ilustres comediantes de Francia: dos de ellos, Jean Debucourt y Aimé Clariond, han muerto en fecha reciente. Ambos fueron mis maestros junto con Pierre Renoir y Jean Louis Barrault. Estuve también en contacto directo con escritores, con grandes escritores franceses. El azar izo que tratara, de cerca, algunas glorias de la literatura universal, Recuerdo que sostuve muy buenas conversaciones, incluso con Julien Benda, el autor de ese libro extraordinario, La trahison des clercs. De Paris volví prematuramente: enfermé de una dolencia capital en mi vida, tan importante como el amor. He sido durante más de veinte años un enfermo imaginario. De las características y altibajos de mi enfermedad han dependido el tono de mi vida y el tono de mi obra.
FONDO DE CULTURA ECONOMICA
A mi regreso de París, no serví en empleos de mostrador: ingresé gracias a Antonio Alatorre, al Fondo de Cultura Económica. El fondo fue mi universidad. Los reducidos conocimientos que poseía y la dispersión de mis lecturas desordenadas y caóticas se organizaron, bruscamente, con la corrección de pruebas, la lectura obligatoria de libros de historia, filosofía, economía, sociología y sabe _Dios cuantas cosas. La Lectura de Turner, Las grandes culturas de la humanidad, que tuve que corregir dos veces, fue muy importante porque me sirvió para ordenar en una especie de retícula inmensa todos mis conocimientos. Organice mis mapas, siguiendo las líneas de meridianos y paralelos. Otro libro importantísimo también del mismo género, más dinámico y más breve, fue el de Erich Kahler: Historia universal del hombre. Debo decir que fui afortunado autor de solapas, digo afortunado porque encontré en la brevedad de la solapa el camino de la concisión literaria. De las solapas del Fondo nace probablemente mi vocación de crear cuentos breves. Escribí alrededor de treinta: varias de ellas como la de Kahler, son pequeñas piezas que aspiraban ser literatura. Alguna vez lo lograron, dicho sea con toda modestia, puesto que es un género de circunstancias y “solapado”.
VARÍA INVENCIÓN
Cuando fui becario en el Colegio trabé amistad con un grupo de escritores, más o menos de mi edad, con los cuales compartí una etapa muy importante de mi vida, etapa que aparece en ciertos textos, entre burlones y eruditos, de Varía invención, libro que tiene dos zonas evidentes de desarrollo: una la de los cuentos iniciales, juveniles, imbuidos de una nobleza de alma característica de un provinciano joven que quería ser un hombre bueno. Como he fracasado totalmente en esa tentativa, repito aquí la frase de Hebbel: “El que soy saluda con tristeza al que podía ser”. Después la vida me ha trabajado, me ha impuesto una serie definitiva de desilusiones, golpes y fracasos y naturalmente, el alma se me ha ido envenenando poco a poco pero sin resentimiento. Llamo veneno a esa contaminación, a ese entorpecimiento cada vez mayor y progresivo de la ingenuidad, de la pureza.
CONFABULARIO
Confabulario es la tentativa de resolver una serie de influencias y de maneras en una fórmula personal. Ésta es, dicho en pocas palabras, la condensación , la poda de todo lo superfluo, que me ha llevado a castigar el material y el estilo hasta un grado que en dos o tres piezas, puede calificarse de absoluto. Este afán me ha arrebatado muchas páginas: textos que tenían veinte o diez cuartillas llegaron a tener tres y una. Cuando logré condensar en media página un texto que medía varias cuartillas, me sentí satisfecho.
AMOR
El amor es un símbolo de ese regreso al seno terrenal, al seno de la gran madre. Por eso el amor viene a ser una metáfora de la muerte, porque en una y otra situaciones nos sepultamos. Cuando amamos físicamente a una mujer, aunque sea de una manera parcial, nos insertamos en la tierra. Por eso es tan fuerte el estímulo amoroso. Deberíamos acarar en que consiste lo terrible de la idea de la muerte. En realidad también hay algo de terrible en la idea del amor, en la idea de amar que equivale a perdernos. Incluso el espasmo amoroso, el orgasmo, tiene algo de la agonía, del sentimiento de la muerte: es una muerte feliz. También se ha dicho que el mismo hecho del morir tiene algo que se parece al orgasmo. Quizá se podría decir que tememos a la muerte como tememos al amor absoluto.
TEMAS EN CUENTOS
Si por fortuna son pocos, porque así he podido profundizar en ellos. El tema esencial es la convivencia y la imposibilidad del amor. También el aislamiento y la soledad, El problema de la convivencia lo trato en la parábola del trueque”. Otro tema es el de la decadencia física.
ESTILO CREATIVO
En principio, yo soy un barroco, Todavía en mis textos pululan los arabescos, pero utilizados desde un punto de vista irónico, como puedes ver en “Elegía”, “De balística” e “In memoriam”, donde me atrevo a escribir: “El lujoso ejemplar en cuarto mayor con pastas de cuero repujado, tenue de olor a tinta recién impresa en fino papel de Holanda, cayó como una pesada lápida mortuoria sobre el pecho de la baronesa viuda de Bussenhausen”. Cuando soy barroco y elegante en el sentido tradicional, lo soy desde un punto de vista irónico, Detrás de esas bellezas ornamentales conscientes se puede ver la sorna agazapada. Me he despojado de las galas dudosas y en este sentido Borges fue para mí una ayuda prodigiosa.
Trabajo en un campo bastante ingrato, y aunque lo hago con alegría, los resultados tienen que ser naturalmente escasos. Aún no puedo resolverme a ser un escritor prolífico, que escriba de todo y para todos. La novela que tengo empezada, la novela de mi pueblo (La feria) tiende cada vez a interesarme menos, me interesan más una serie de medias páginas que fijan partículas de ese drama absoluto. Mi renuncia a escribir es difícil, y fíate que no lo haría del todo mal. Tanto es así que de varios textos que se me vienen a la cabeza pocos son los que acepto porque serian repeticiones sin ningún valor. “Mis criaturas nacen de un largo rechazo”. Creo que el escritor tiene temas esenciales a los que recurre constantemente, pero profundizando en ellos y viéndolos desde otro ángulo.
POSTURA ANTE LOS ATAQUES
Soy resistente e impermeable a los ataques, tanto a los del principio como a los de ahora. Estos últimos me causan verdadero estupor: ahora que he llegado a entender un poco lo que es la literatura, me dicen todavía extravagancias. Tal vez mi obra sea escasa, pero es escasa porque constantemente la estoy podando. Prefiero los gérmenes a los desarrollos voluminosos, agotados por su propio exceso verbal. El árbol que desarrolla todas sus hojas, hasta la última, es un árbol agotado, un árbol donde la savia está vencida por su propia plenitud.
ABREVAR Y COMER
En el caso de la literatura mexicana, mis entusiasmos son muy limitados, y no por envidia como puedes comprender. Pero cómo me va a interesar a mí la falta de rigor. Cuando empiezo a escribir, más o menos relatando, me lleno de estupor. Al leer textos crudos, que no van más allá de lo elemental, mi primera reacción es la de correr nunca podre convertirme en consumidor de “literatura” en un vulgar comedor de macarrones. Así como hay una literatura muy estimable y muy grande, hay una literatura hecha para el consumidor, una literatura que se compra como los alimentos enlatados. Prefiero la esencial, como el roquefort, el camembert y los grandes caldos.
Mis influencias, hasta las más profundas, como pueden ser las de Rilke, Kafka y Proust, las he vivido no solo como mexicano sino como payo. Hasta mis mayores refinamientos están vividos con alma y cuerpo de pueblerino mexicano. Viví literalmente en una alacena de compotas. Tú sabes que mi casa ha sido, desde siempre, pastelería, dulcería y que procedo de una raza de cocineras y de grandes asadores de carneros y tatemadores de venados y chivos. Soy un hombre que no come mucho, pero que come con un gran regocijo y muy bien, o sea un gran gozador de manjares. Hablé de otros quesos, pero los que más me gustan son los Cotija, los tapalpas y los chiapas. Soy, además, un producto absolutamente mestizo. En mi familia hay una gran cantidad de sangre indígena es decir, hay una revoltura perfecta y bien batida.
JUAN RULFO
Lo digo con toda sinceridad, Rulfo ha hecho, como Orozco, una estampa trágica y atroz del pueblo de México. Parece tan real, y es tan curiosamente artística y deforme. Los que somos de donde proceden sus historias y sus personajes vemos como todo se ha vuelto magnífico, poético y monstruoso. Para el arte eso no importa, si importa desde el punto de vista en que muchos se sitúan para juzgar sus textos: dicen que la realidad que describe corresponde a la realidad física. Y eso no es cierto. Más que realista. Rulfo es un escritor fantástico, un artista iluminado y ciego. Es decir, ha dado los más grandes palos de ciego en nuestra literatura actual porque el artista verdadero está ciego y no sabe adónde va pero llega. Rulfo se ha apoderado de un grupo de muñecos más reales que los hombres y los mueve admirablemente. Es, también, un administrador fabuloso del rencor popular. El rencor que sienten sus personajes esta tratado de una manera excelente. En él se subliman procedimientos que vienen de Azuela, Martín Luis Guzmán, Muñoz, Magdaleno y Cipriano Campos Alatorre. Al destilarlos, logra productos cristalizados y esenciales.
BESTIARIO
Los animales acentúan nuestras cualidades y nuestros defectos. Paul Claudel, a quien debo muchos hallazgos en el orden de las ideas, fue quien me dio las bases para escribir este libro. La primera vez que leí su Bestiario espiritual juzgue totalmente imposible escribir mi Bestiario. Cuando por fin me puse a trabajar, creí que lo más conveniente era, en algunos casos, traducir algunos de sus animales, como el Avestruz. Claudel me sirvió enormemente porque resume en el suyo la idea de todos los Bestiarios que se han escrito.
Mi manera de tratar a los animales, aunque tiene rasgos propios, está condicionada por la tradición que principia aparentemente con Esopo, pasa por toda una serie de autores sin importancia, llega a La Fontaine y a los fabulistas modernos. El animal es un espejo del hombre.
FINALIDAD DE LA ESCRITURA.
Todo lo que he hecho es manifestación, explicitación del ser mediante anécdotas que ponen en evidencia lo mismo cualidades que defectos. La anécdota viene a ser solamente el pretexto para capturar una partícula del ser humano.
Yo sitúo mi obra en el polo opuesto al de la literatura tipo “comedia humana”, que exhibe a sus personajes como las películas muestran a los actores yendo de un lado para otro, acometiendo sus negocios, satisfaciendo sus ambiciones. En mis textos hay otra característica: el sentimiento de lo heroico, el sentimiento de que el ser puede devenir algo mejor.
LA FERIA
Originalmente yo había pensado en un relato puro y extendido, esto es, continuo. Pero los fragmentos que llegue a escribir me desilusionaron: no tenían el ritmo, el tempo que oscuramente trataba de abrirse paso en mí. Al retomar el tema me di cuenta de que algunos pasajes eran buenos pero demasiado breves.
Me aficione pues a los fragmentos: no sé si inclinado por mi pereza natural o porque la percepción fragmentaria de la realidad es la que mejor se acomoda a la índole profusa y diversa de la feria. Al espigar lo mejor entre lo escrito, me quede con un puñado de fragmentos. Algo así como un archipiélago de pequeños islotes que al fin y al cabo suponían bajo la superficie de los hechos narrados una masa continental. Esto es, la novela probable de la cual solo he querido dar, finalmente, una serie de puntos o de situaciones agudas. Lo digo con toda sinceridad, no me habría perdonado el ponerme a narrar tradicionalmente.
En lo que se refiere al lenguaje, mi tarea fue la de recordar, recordar simple e intensamente los giros lingüísticos de la gente de Zapotlán. Para ello además de la función de la memoria, me entregue a hablar con diversas personas, importantes o pintorescas, y reproduje sus palabras.
La feria representa, antes que nada, lo que ya he dicho: cumplir con ciertas voces que no querían apagarse en mí, y también darle salida a lo que soy debajo del literato aparente; el payo, jalisciense, el niño que fui y quien paso su vida en el campo viendo el desarrollo de las labores agrícolas y escuchando los dichos y las canciones de los campesinos, el niño afligido, en fin por el drama de conciencia y del erotismo que despierta y que en mí no ha acabado de abrir los ojos. ¤