El quehacer diplomático y la Literatura

Leandro Arellano

Este tema toca dos asuntos que forman parte natural de nuestra existencia: la diplomacia y la literatura. Van asidos al cuerpo y al espíritu sin posibilidad de recomenzar, dado que, a nuestra edad, ya el camino ha sido andado. 

Por lo tanto, no es jactancia ni inmodestia que, al tratar el tema, me refiera a mi experiencia personal, a mi propia biografía, sobre todo.

Comienza por una anécdota. Me hallaba yo en la cola de aspirantes de ingreso a la UNAM –con mis documentos en mano- y todavía mi ánimo se debatía porque no acababa de decidir la carrera que elegiría. En el fondo mi inclinación anhelaba estudiar letras, pero familiares y amigos bienintencionados me habían situado entre la espada y la pared: ¿letras? ¿y de qué vas a vivir?

Estudiar derecho me dio una formación muy estructurada, me dotó de un sistema y un método, lo mismo que de las bases centrales para el ejercicio de la diplomacia. Ese hecho no me impidió escaparme de vez en vez de la Facultad de Derecho y pasearme por las de Filosofía y letras, de donde recuerdo una charla enriquecedora de Juan José Arreola; o la de Ciencias Políticas y Sociales, donde me colaba a ratos a las aulas de Julio Scherer García, Gustavo Sainz y otros maestros.

Una circunstancia fortuita había propiciado que casi al mismo tiempo que ingresaba a la UNAM, comenzara a trabajar como un muy modesto empleado de la Secretaría de Relaciones Exteriores, para ayudarme a pagar mis estudios. Años más tarde, cuando ingresé formalmente al Servicio Exterior Mexicano, México vivía una de sus mejores etapas de política exterior. Era Canciller de México don Jorge Castañeda, padre.

Ahora bien, ¿en qué consiste el quehacer diplomático? Una definición breve, sencilla, nítida, la hace María Moliner en su Diccionario de Usos del Español. La diplomacia –dice- es el arte de conducir las relaciones oficiales entre naciones. Y en una segunda acepción señala: es el conjunto de personas y organismos que intervienen en esas relaciones y de su actividad.

El tiempo y la reflexión, el trabajo y el estudio, me enseñaron que existe una convergencia natural en el desempeño de los dos oficios, el de la diplomacia y el de la literatura. El instrumento de trabajo, el medio de expresión de la diplomacia es la palabra –hablada o escrita- en la conversación, en el diálogo, en el debate, en la negociación.

La palabra es por naturaleza antípoda de la fuerza y de la violencia. Es vehículo de civilidad, vía de entendimiento, o de desacuerdo civilizado.

¿Y qué es la literatura? Por una parte, aún me lo sigo preguntando. Por otra, la literatura es –en breve- el cultivo del arte de la palabra, la exploración de las posibilidades creativas del fenómeno de la palabra. 

Desde el surgimiento de nuestro país como nación libre y soberana, la cancillería mexicana, la diplomacia mexicana se caracterizó por contar con escritores diplomáticos o diplomáticos escritores, quienes fusionaron- algunos más, otros menos- los dos oficios en uno. 

En la práctica –yo no juego golf, ni tenis, ni ajedrez, ni dominó- mi tiempo libre lo dedicaba al cine y a la lectura. Más de cuatro años en Viena –mi primer puesto en el exterior-, con una biblioteca dotadísima en la Embajada y los servicios de la Librería México, desde Madrid, que nos surtía de clásicos y novedades, me proveyeron del material literario y de un espacio generoso y fecundo para mis anhelos. Cada sábado, además, teníamos acceso a El País, cuando Babelia, su magnífico suplemento cultural, vivía una de las etapas más creativas de su existencia.

De modo que al mismo tiempo que leía a Alfonso Reyes y a Robert Musil, a Joseph Roth y a José Emilio Pacheco, así como las novedades del boom latinoamericano y otras corrientes, fungía como apuntador del embajador Roberto de Rosenzweig, cuando México presidía el capítulo del Grupo de los 77 en Viena o la Junta de Gobernadores del Organismo Internacional de Energía Atómica, el OIEA; o cada vez que elaboraba informes sobre la evolución económica de Austria y los países de Europa Central, de la Mitteleurope, en la algidez de La guerra fría.

En cada nueva adscripción continuamos el mismo patrón: Londres, Nueva York, Nairobi, Bucarest, Seúl…

Mi carácter me daba –lo digo con honda modestia- para realizar lo que por aprendizaje y convicción propia era mi suprema misión como diplomático: hacer amigos para México.

Y me producía una sensación de tranquilidad y aun de comodidad, el conocimiento y la convicción de que la paz es –o lo era entonces- la premisa de nuestra proyección al exterior.

También creía y sigo creyendo –como uno de mis sabios jefes, don Antonio de Icaza- que la civilización es una tarea colectiva, que lo humano consiste en acuerpar a los más vulnerables.

Como referencia en la categoría suprema de mis alcances y deberes, me acompañaba un axioma central de Francois de Calliéres, para recordármelo cada día: “Es de alto interés para todos los grandes soberanos que sus diplomáticos sean de tal carácter y entereza que puedan actuar como mediadores en las disputas entre soberanos y para producir paz por la autoridad de su intervención”.

Para concluir: en el cómo se halla la respuesta al por qué. Había asegurado un ingreso con mi trabajo diplomático, donde me sentía de gran utilidad para mi país, por un lado; y por otro gozaba del privilegio de leer literatura sin reconvenciones.

Hasta una tarde cuando las musas me sorprendieron tecleando algunos párrafos, que dieron como resultado un relato de ficción pura… Al parecer me demoré en comenzar a publicar, pero tuve el privilegio de hacerlo en La Jornada Semanal, el suplemento cultural de La Jornada, que dirigía Hugo Gutiérrez Vega.

He publicado cuatro libros y otros tres o cuatro aguardan editor. Confieso que batallo mucho con los editores. Pero ésa es otra historia.

Ciudad de México, septiembre 23 de 2023


Este texto, con ajustes breves, fue presentado en la Mesa Redonda sobre literatura y diplomacia, celebrada en el Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos, de la Secretaría de Relaciones Exteriores, el sábado 23 de septiembre de 2023, a las 16:00hs.